sábado, 18 de agosto de 2012

#25S RODEEMOS LA JAULA DE LOS LEONES


Los que me conocéis ya sabéis que, en general, soy una persona con escasa preparación. Por eso, cuando comencé a oír hablar de la crisis, no sabía muy bien de lo que estaban hablando.
También es cierto que llevaba dos años desconectada de la realidad, dedicada al cuidado de mi madre enferma y soportando otros fuertes avatares de la vida que me habían dejado prácticamente fuera de juego.
Tan ignorante e inocente fui, que llegue a dar la razón a Zapatero cuando pretendía negar la crisis porque yo creía que si en la conciencia de la gente se asentaba el miedo, comenzaría a retraerse el consumo y que ello conllevaría un efecto contractivo de la economía, pues, al descender la demanda, descendería la producción y con ello se generaría paro y así si llegaría de verdad la crisis. En fin, tal vez ciertas nociones básicas de economía que algún día intentaron enseñarme y que se ve, no entendí muy bien.
Cierto es también que no podía sospechar que aquella crisis que yo sólo veía en el contexto de España, nada tenía que ver con nuestra propia economía sino que venía orquestada desde América por una serie de movimientos especulativos del dinero que eran los que en realidad habían ocasionado una crisis, no solo económica, sino financiera mundial.
Sí que llevaba mucho tiempo oyendo hablar de que la burbuja inmobiliaria algún día iba a estallar pero poco podía imaginar que dicha explosión iba a afectar a los humildes ciudadanos que habían comprado sus viviendas, sus hogares, a los precios que marcaban los mercados; más bien creí que afectaría, precisamente, a todos aquellos que se habían hecho multimillonarios a base de esa especulación. ¡Que feliz es la ignorancia!, lo reconozco.
A mí los bancos, desde que empecé a tener relaciones con ellos, he de reconocer que siempre han tratado de engañarme. La primera vez lo consiguieron de pleno; las siguientes les costó un poquito más porque como dice el refrán: el gato escaldado, del agua caliente huye; y aun así, como no todos hemos estudiado económicas, me ha tocado ver de todo un poco: desde preferentes camufladas en un plan de ahorro que tenía mi madre, hasta oferta de préstamo -supuestamente acorde con mis ingresos- muy por encima de mis posibilidades (al menos las que me han dejado hoy) que por supuesto rechacé más por mis experiencias personales que por el interés del banco, que sin duda era hipotecarme más.
Por todas estas cosas y porque soy una persona corriente, tengo la teoría de que a la gran mayoría de la ciudadanía, se le ha engañado. Se le ha hecho creer que podía acceder a todo -mientras les interesaba para obtener beneficios a su costa- y se les ha quitado después todo para no dejar de obtener beneficios o para tener menos pérdidas, o simplemente porque les interesaba que fuésemos nosotros, los humildes, los que pagásemos las consecuencias de sus malas prácticas políticas, económicas y financieras.
Y mientras, ¿qué han hecho y hacen los poderes públicos?
Dejando atrás la etapa de la transición (por llamarlo de alguna manera -reconozco que poco realista porque en realidad fue una guerra-) de la II República (un gobierno elegido por el pueblo por mayoría, tan legítimo o mas que el que sufrimos en la actualidad) a la dictadura militar (que la democracia aun no ha juzgado -ni, por lo que se va viendo, hará-) paso a la etapa de la otra transición: la transición a la democracia; la entrega de la soberanía a los ciudadanos tras “40 años” de fascismo y represión.
A partir de ahí, casi todo bien. El pueblo español se dota de una Constitución. Por supuesto una Constitución de consenso adaptada a las circunstancias históricas; elaborada entre: el miedo a un nuevo golpe de estado con la consecuente continuidad del régimen franquista (tal vez encabezado por el heredero de Franco, Don Juan Carlos I, como hubiera sido el sueño de aquel) y la creencia mayoritaria de quienes por entonces detentaban algún poder, de que España no sería admitida internacionalmente si seguía gobernada por un dictador.
Así se logró armonizar un texto en el que se reconocía el pluralismo político, el derecho al autogobierno de las CCAA -históricas y no-, los derechos y libertades reconocidos internacionalmente, la división de poderes, las elecciones libres, los principios que debían regir la actuación de nuestros poderes públicos (derechos para todos: a la sanidad, a la educación, al trabajo, a una vivienda digna, etc.). Todo esto dicho un poco de memoria, pues no intento hacer un análisis de derecho constitucional sino recordar cuál fue el espíritu que en su día se otorgó a la Carta Magna, Ley Suprema y Superior a la que debían someterse el resto de las leyes que posteriormente habían de organizar el funcionamiento de la sociedad española. Así se articulo como forma de Gobierno la Monarquía Parlamentaria en la que al Rey se le otorgaban unos mínimos poderes de representación y cuyos actos, debían ser todos refrendados por el Gobierno o las Cortes, estas últimas máxima representación del pueblo español.
Hasta ahí todo más o menos bien. Hasta hubo un tiempo en que pareció que la cosa podía funcionar y que por fin España, tras esos 40 años de dictadura, volvía a recobrar el estatus democrático que nunca debió perder.
Pero pronto empezaron a destacar dos partidos políticos -por encima del resto del pluralismo político- que vieron como, merced a una Ley electoral y a un sistema electoral no del todo justo (bajo mi punto de vista), aprovecharon la posibilidad de irse repartiendo paulatinamente el pastel en sus diversas legislaturas en alternancia; aprobaron leyes y más leyes que entre otras muchas cosas, les afianzaban en sus privilegios y beneficios políticos mientras cada legislatura se iban alejando más y más de los ciudadanos a quienes representaban. Así fueron erigiéndose en auténticos detentadores de la soberanía y relegando al pueblo al mero papel de introducir cada cuatro años el voto en una urna; eligiendo a quienes ellos habían elegido para que eligieran y jugando al quitate tu que me pongo yo y, de paso, todos mis amiguetes. Así fueron creando más y más puestos políticos donde antes no los había y apoderándose cada día un poco más de la Administración y de paso del poder judicial, mandando al traste la supuesta división de poderes.
De ahí a la corrupción, un paso. Unos más, otros menos, todos han sacado provecho de su posición de poder mientras han detentado la mayoría. Unos y otros han conseguido ponerse de acuerdo para sacar adelante todas aquellas medidas que consolidaban sus posiciones de privilegio. Así, con ese modelo, han quedado prácticamente fuera de la participación política otros muchos ciudadanos que a pesar de suponer millones de votos, para nada consiguen la representación proporcional que les corresponde. Eso sí, sin ninguna intención por parte de uno ni de otro de los mayoritarios de que esto se cambie, porque puede poner en peligro su soberanía permanente, y eso, por supuesto, no les interesa.
Cuando cada uno de ellos ha ocupado el papel de oposición, ésta consistía en llevar sistemáticamente la contraria al otro con el único fin de conseguir en la siguiente legislatura, ser ellos los que ocupasen los puestos de gobierno y de poder. Y así una legislatura detrás de otra.
De esta forma (dejando atrás la transición y a Suarez, que bastante tiene ahora el pobre), Felipe González nos metió en la OTAN -al menos con referéndum- y en Europa. Aznar se amigó con los todopoderosos norteamericanos y nos trajo la burbuja inmobiliaria -que tanto perjuicio nos está causando hoy en día- y se permitió el lujo de embarcarnos en la guerra de Irak. Zapatero, con su tolerancia, no tuvo los suficientes cojones, o no supo, o no le interesó políticamente poner freno a los desmanes que cada día se cometían más y más, y con -esta vez sí- el consenso con el PP, trasladó nuestra soberanía económica a Europa.
Y para postre, como castigo a Zapatero por su inacción y tras 8 años de vergonzosa oposición que consistía en decir todo lo contrario de lo que aquel hacía y decía -incluso con resentimiento porque ya en el 2004 se las prometían muy felices- y con una campaña electoral plagada de mentiras con el único objetivo de hacerse con el poder absoluto, nos llega Rajoy, un político de lo más digno que tan pronto obtuvo dicho poder comenzó a tomar medidas totalmente contrarias a las que había planteado en su programa electoral.
Y este honrado Presidente -con la escusa de la crisis y de la herencia- aprovechando su mayoría absoluta, ha comenzado rápidamente a legislar mediante Real Decreto lo que le da la “real gana”, (yo creo que incluso saltándose como en una carrera de vallas nuestra Constitución) y de paso, nos intenta meter con colador un ideario que, quizá no a todos, pero sí a un número importante de quienes le votaron, para nada le interesa, porque creo que le votaron simplemente con la esperanza de que, tal como prometía, les crearía puestos de trabajo, y ello a pesar de que, aunque él decía que no prometía milagros, era poco menos que prometer eso.
Y mientras tanto, mientras todos los ignorantes ciudadanos no nos dábamos cuenta de la que se nos venía encima porque vivíamos “por encima de nuestras posibilidades”, nuestros honrados y dignos representantes -desde la más rica de las CCAA al más pobre de los Ayuntamientos- se han dedicado a despilfarrar en macro-obras faraónicas sin sentido, en lujos y ostentaciones innecesarias, en circo, etc. etc. (que si pongo el cazo, algo cae), el dinero que con nuestros impuestos la mayoría habíamos aportado para poder tener una sanidad pública y de calidad para todos, educación, servicios públicos e infraestructuras necesarias para el bien común. Y es que, “una mayoría”, creo yo, tampoco pedimos mucho más.
Y a todo esto, ninguno de todos aquellos que han esquilmado las arcas públicas -bien para quedárselo, bien por pésima gestión- son responsables de nada. Es más, la gran mayoría de ellos siguen ocupando los mismos u otros cargos públicos sufragados por todos nosotros.
Y los juzgados atestados de casos y casos de corrupción política, de defraudadores, de ladrones de guante blanco, hasta de banqueros; eso sin mencionar a quienes, legalmente, se les ha concedido amnistía fiscal y se les ha facilitado la limpieza del dinero negro obtenido -incluso mediante actos delictivos-, o quienes han conseguido poner, los millones estafados durante la bonanza, en paraísos fiscales. Casos muchos de ellos que ni siquiera se perseguirán porque encima desmantelan las unidades públicas que las investigan. Casos algunos de ellos que han salido a la luz de tan gran y tan grave desvergüenza y que tardarán años en resolverse.
Y lo más lamentable de todo es que la mayoría de todos esos casos se resolverá, como siempre, a favor de los que más dinero tienen para poder gastarse en comprar testimonios o lo que haga falta; en falsificar; manipular; en pagar al mejor equipo de abogados en su defensa, abogados que recurrirán y recurrirán y jueces que interpretarán la ley y lo admitirán; situación ésta -y “manda huevos”- que les permite y permitirá seguir viviendo como reyes.
Mientras, 1.700.000 familias – de momento- no perciben ni un sólo euro de ingresos como consecuencia de esta crisis; crisis de la que aquellos, -como gestores de nuestro dinero público o como especuladores o como ladrones que la han permitido o provocado- son los únicos culpables. Y encima nos llaman vagos a nosotros: a los trabajadores, a los funcionarios, a los parados..., porque sólo ellos, los todopoderosos políticos y grandes financieros y empresarios han hecho y hacen bien las cosas en este país y en el mundo.
Y en esas nos encontramos ahora. Viendo como se ríen a pleno pulmón de nuestras quejas, protestas y manifestaciones. Manipulados por los medios de comunicación que están a su servicio y comiéndonos con patatas todo lo que nos quieran imponer. Sin otra posibilidad legal para luchar que esperar a que acabe la legislatura y a que, de nuevo, los ignorantes castiguen -si se acuerdan de todas las atrocidades que ahora sufren- al PP; los mismos que el 20N le dieron la mayoría absoluta y que se dejarán una vez más manipular y concederán otra vez al PSOE una mayoría para seguir haciendo el mismo juego; y esperemos que al menos esa mayoría no sea absoluta para que pueda haber consenso: su consenso.
Pero para entonces, muchos ya habrán muerto, otros muchos emigrado y otros estarán en la calle, víctimas propiciatorias de la cárcel porque la pobreza, la escasa y mala educación recibida o no recibida, no les abrirá las puertas de un puesto de trabajo digno; o porque el precio de su sudor será a precio de esclavo y se convertirán en anti-sistema. Pero en otro tipo de anti-sistema muy diferente de los que ahora pretendemos movernos para decir BASTA YA¡ a tanta mentira, abuso e injusticia.
Yo no voy a llamar a nadie a que el #25S se una a ningún movimiento que pretenda derrocar con violencia el orden establecido -soy pacifista hasta la médula- pero si quiero dejar constancia de que, con la inocencia que me caracteriza, considero legítima una protesta en los alrededores del Congreso pidiendo la dimisión de este Gobierno que considero ilegítimo y solicitando la convocatoria de unas nuevas elecciones democráticas que devuelvan al pueblo la capacidad de decisión sobre el futuro que unos cuantos ya han decidido que es el que nos conviene a todos.
Porque creo que por encima de la economía, están los derechos humanos, la dignidad y la libertad. Y creo también que si la economía capitalista no está al servicio de todos en unas mínimas condiciones de justicia e igualdad, este sistema capitalista hay que cambiarlo YA¡¡¡
Por eso digo que a esa llamada pacífica, acudiré; porque por encima de muchas otras cosas importantes que hay en la vida, están mis principios.