jueves, 27 de septiembre de 2012

MI EXPERIENCIA #25S


Desde la primera vez que oí hablar de “Okupa el Congreso”, tuve claro que quería estar allí.
Por supuesto, lo entendí de modo metafórico y, por supuesto, de ninguna de las maneras era mi intención entrar al Congreso y sentarme en uno de aquellos aterciopelados asientos y empezar a administrar justicia, proclamar leyes ni establecer un nuevo orden constitucional.
Mi idea era tener un espacio y un momento donde poder gritar mi indignación y poder decirle directamente a este Gobierno -que consiguió mayoría absoluta en las urnas, sí, pero tras 8 años de absurda e incompetente oposición con el único objetivo de lograr el poder y tras una campaña electoral plagada de mentiras- que esta política que estamos sufriendo, no tiene absolutamente nada ni de justa ni de democrática y que mientras me quedase voz, no iba a dejar de pedir su dimisión.
Tampoco es que tuviese muy claro cuales eran las reivindicaciones concretas pero sí creía “a pies juntillas” que se promovía desde un entorno pacífico, solidario y hambriento de justicia como tantas otras manifestaciones y protestas en las que había participado y en las que sólo la actuación policial había conseguido romper la armonía de la reivindicación.
Después vinieron los rumores de que detrás estaban movimientos de ultra derecha. Lo cierto es que empecé a poner un poco más de oreja -porque para nada hubiera querido apoyar a semejante fauna ni siquiera con el pensamiento- pero pronto me di cuenta de que eso no era ni podía ser verdad, así que seguí en mis trece, erre que erre, de que había que apoyar.
Después vinieron los matices, las divisiones, los acuerdos y finalmente parecía que la convocatoria estaba perfilada al más puro estilo de mi reivindicación. Ya había decidido que quería ir pero entonces ya si que decidí que no podía faltar.
Pero había una parada intermedia antes del #25S, la macro manifestación sindical del #15S. Tal vez si hubiera resultado un éxito y dado que mi compañera estaba de vacaciones y que por tanto no parecía razonable que yo pidiese el día, habría renunciado a asistir.
Pero claro, aquello fue casi un sueño. Y cuando al día siguiente de la paliza a Madrid, en el Telediario 24 horas del domingo, vi que dedicaban el mismo tiempo a un grupo de mindunguis con una bandera de España que acudían a entregar una carta a no sé quien protestando por la excarcelación de Bolinaga, que a los miles de personas que habíamos pasado muchas horas en autobuses y otras buenas horas bajo el implacable sol para luchar por los derechos de la mayoría absoluta de los españoles, empecé a pensar que efectivamente, iba a tener que ir.
Después llegaron las noticias de detenciones de los promotores del #25S; detenciones por portar pancartas en apoyo de dicha protesta; el acoso que estaban sufriendo los lugares y sedes donde el #15M ejercía su magnífica e importante labor social y política (que estaban siendo literalmente desmontados) y decidí que, pesase a lo que pesase, no podía faltar, aunque he de reconocer que en algún momento llegue a flaquear por si semejante osadía podía perjudicar el futuro de mi familia, de mis hijas, en caso de que me detuvieran con cualquier imputación de delito real o figurado.
Pero como soy persona razonable, triunfó la razón. ¿Estaba dispuesta a vivir con miedo y a que mis hijas vivieran con miedo el resto de su vida? Pues no. Valía la pena arriesgarse.
Al llegar a Madrid, el ambiente era fantástico y no menos fantástico cuando a las 18:00 horas comenzó a llenarse la plaza de Neptuno de miles de personas como yo, con la misma indignación, con la misma sed de justicia, con los mismos deseos de una democracia de verdad por y para el pueblo y con las mismas quejas contra los mismos delincuentes: los que desde sus estamentos de poder, político y económico -o ambas cosas pues ya nadie es capaz de separarlas-, estaban haciendo a la mayoría humilde de ciudadanos pagar una crisis de la que no eran culpables; desde el robo de los derechos laborales, los recortes en sanidad y educación hasta la recesión que pone cada día más en peligro la supervivencia de más y más hermanos en este país.
Lógicamente, las sospechas también se confirmaron. Estaba claro que cuando habían montado tal despliegue policial bajo supuestas sospechas de “golpe de estado” y de “ataque a las instituciones o a sus representantes” -aun a sabiendas de que la convocatoria procedía del ala más pacífica y razonable de la sociedad española- había que justificar dicha exageración represora.
Lo que menos de todo quería creer es que la guerra iba a tener en los dos bandos a los mismos contendientes: las personas que tienen a su cuidado nuestra seguridad.
Tuve suerte de ir muy bien acompañada y aconsejada para evitar el peligro y, como no soy de las que dan pero tampoco de las que van dispuestas a recibir, logré eludir los brutales ataques policiales.
Viniendo en el autobús de vuelta a casa, los videos que iban subiendo a tweeter y las noticias que llegaban me hicieron recordar la represión, franquista o de cualquier otro poder totalitario y dictatorial, y el terrorismo de Estado de los GAL, pero aun así no me lo quería creer: “autodefensa personal”. Supongo que muchos españoles también la están utilizando para no salir a protestar.
El video de #esteescompañero, lamentablemente me lo confirmó. Los policías que se infiltran en las manifestaciones han de hacerlo entre la masa y para controlar los posibles disturbios entre los manifestantes, para salvaguardar su seguridad. Cuando se ponen enfrente de sus compañeros no es para ayudarles, porque los acorazados y armados no necesitan la ayuda de encapuchados desarmados. No se me ocurre para que otra cosa estaban allí salvo para reventar lo que era y es una reivindicación ciudadana justa y pacífica. No se pueden cerrar los ojos a la realidad.
Por eso ahora, más que nunca, tengo claro por qué hay que luchar. Porque si ya tenía pocos motivos, añado uno más. Hay que luchar contra este injusto e inhumano sistema que, entre otras muchas cosas, no sólo protege sino que alaba esta forma de represión y permite que "pase sin que nada pase".
No creo que vuelva a Madrid el #29S; espero poder apoyar desde Valencia. Ya no es que anime a que la gente vuelva a rodear el Congreso porque no creo que haga falta si los videos y pruebas de la aberración no lo han conseguido. Pero creo que está claro que, o estás con ellos o estás contra ellos.
Esta mañana lo ha dejado bien claro nuestro amo Rajoy que además pretende decir que los que se callan, están de su lado.

miércoles, 12 de septiembre de 2012

TERRORISMO


Hay cosas que se escapan a mi comprensión y a mi tolerancia. Tampoco demasiadas ¡no vayáis a creer!. Intento entender y respetar casi todo.
Una de ellas, por no decir la que más, es el TERRORISMO. También podría mencionar la guerra que es la madre de todos los terrorismos, pero, últimamente, entre unas realidades y otras, me cuesta mucho distinguir.
Quienes me conocéis sabéis que mi voluntad es morir antes que matar o utilizar la violencia para defender aquello en lo que creo; porque por supuesto, no habría cosa que fuese más allá de mis principios que eso. Y dicho ello desde la más absoluta humildad; reconociendo que hay situaciones en que uno puede llegar a dejar de ser dueño de sus actos y ocasiones en las que opinar es vano, pues de no vivirlas en nuestras propias carnes, es impredecible nuestra reacción; por supuesto también para mí.
No obstante, en este presente que vivimos, veo que el terrorismo es un arma. Y no es sólo que haya individuos o grupos que lo utilicen para conseguir sus objetivos, sino que, dicha Institución en sí, está siendo utilizada de unos y de otros bandos como arma arrojadiza en una guerra a la que no veo fin.
Me explico. Todos los bandos utilizan a las víctimas en su propio beneficio convirtiéndolas en mártires o criminales dependiendo de la posición, de la nación, de la ideología o del interés desde el que se miré. Todos piden respeto y justicia para las víctimas mientras ninguno de ellos las deja descansar en paz. ¡Si hasta en nuestro propio país hay dos asociaciones de las mismas víctimas enfrentadas entre sí y exaltadas o vapuleadas según de que lado ideológico se decanten! De auténtica vergüenza para las propias víctimas, si me lo permitís.
Todo esto ha venido a cuento de Bolinaga. No voy a tomar ningún partido ni en contra ni a favor de su excarcelación. Por supuesto tampoco de parte de ETA ni del franquismo ni del terrorismo de Estado; ni del genocidio de Irak, de Siria o Afganistán ni del de las Torres Gemelas; ni de la dictadura de Pinochet o Videla; ni de la dictaduras chinas o rusas; ni del Gobierno Colombiano ni de las FARC o yo que sé de cuanto y tanto terrorismo más. Millones de víctimas en este Planeta; sin olvidar las queridas Centro y Sudamérica o las siempre masacradas Africa o Asia.
Me voy a quedar en casa que es la realidad que más conozco. No se puede criminalizar a ETA mientras se ocultan y no se hace justicia con las víctimas del franquismo, ni se puede justificar de ninguna de las maneras la violencia de ETA sobre seres humanos en defensa de ninguna justicia y libertad. Y mucho menos utilizar a unas y otras para sacar rentabilidad política. No al menos con respeto a las víctimas.
Eso es lo que creo y eso es lo que os quería decir.

sábado, 8 de septiembre de 2012

A LA MIERDA LA SEGURIDAD


Hay un Principio en Derecho denominado “Seguridad jurídica”.
Desafortunada o afortunadamente, no he tenido la suficiente oportunidad como para interiorizar todo aquello que aprendí cuando lo estudiaba y no puedo precisar con exactitud en qué consiste ciertamente dicho Principio. Tan sólo llego a recordar lo que en su momento entendí que aquello significaba.
Venía a ser algo así como que el ciudadano tenía SEGURIDAD porque las leyes determinaban cuales eran o podían ser las consecuencias de sus actos, cuales sus garantías, cuales sus derechos, etc, etc. En definitiva, en qué forma podían las personas desenvolverse en esta sociedad, sabiendo de antemano que la legislación las protegía siempre que actuasen dentro de la legalidad. Y teníamos derecho a ella.
Sin embargo, en este presente que nos ha tocado vivir, a menudo me preguntó qué es lo que queda de dicho derecho.
Desde que nuestros poderes políticos nos certificaron que estábamos en crisis, las medidas legislativas se suceden semana tras semana trastocando lo que, hace apenas dos años, era nuestra realidad jurídica; primero de manos del PSOE y ahora de manos del PP.
Por aquel entonces, me disponía a intentar disfrutar y ser feliz en esta vida con lo que el destino me había dejado de ella y contaba para tal propósito con los medios que mi esfuerzo y sacrificio habían puesto a mi disposición.
Tenía la seguridad de que había llegado por fin el momento de vivir con un poco más de tranquilidad y de dignidad. Mi marido y yo habíamos conseguido, a base de esfuerzo y de estudio, dos salarios fijos que, si no muy suculentos, nos permitían al menos hacer frente a todos los compromisos económicos que habíamos adquirido con prudencia y responsabilidad. Creíamos además que podíamos proporcionar a nuestras hijas un futuro, tal como nosotros habíamos visto a nuestros padres intentar hacer para nosotros, con mayores o menores posibilidades.
Por fin, todo parecía estar tranquilo. Los recuerdos se habían alojado en mi mente y habían inundado de dolor mi alma pero al menos creía tener la oportunidad de seguir luchando para que el mañana fuese un poquito mejor. No pedía mucho en realidad; tan sólo un poco de serenidad y de dignidad y -tal vez- hacer lo que muchos otros habían hecho antes y que yo -por diversas circunstancias- aun no había podido hacer; dos cosas que me parecían apasionantes: conocer un poco más el mundo que existía un poco más allá de mi lugar de residencia y acabar mis estudios de Derecho para seguir promocionando en mi profesión.
Pero, de repente, sin comerlo ni beberlo y sin que ni mi forma de vivir ni de actuar hubiese cambiado ni un ápice, me vi envuelta en una vorágine de cambios que al principio parecían no tener nada que ver con mi vida pero que pronto descubrí cuán lejos estaba de saber hasta qué punto podían cambiarla.
Pero no poco a poco concediéndome plazos para adaptarme a las nuevas circunstancias, sino, de la noche a la mañana, cómo un auténtico vendaval.
Ahora miro dos años atrás y no reconozco mi presente. Ya no sé de qué voy a tener oportunidad; ya no sé si podré pagar la universidad de mis hijas; ya no sé si podré afrontar todos los pagos que siempre, siempre desde que tengo uso de razón, afronté a primeros de mes, antes que disfrutar, antes que vestir, antes que comer si fue preciso; ya no pienso en viajar, apenas ni en ir al cine ni alternar; ya sólo pienso en qué decidirán el próximo viernes una serie de individuos, que dicen llamarse mi Gobierno, alrededor de una mesa.
Mientras, yo sigo en mi mismo puesto de trabajo, haciendo las mismas cosas con mucho menos sueldo, la mitad de ilusión y el doble de miedo a perder todo lo que tengo; porque con las armas que hemos puesto a su alcance, lo pueden hacer; está claro que lo pueden hacer.
De hecho, a millones de personas de nuestro país, ya se lo han hecho; y a muchos otros millones de ciudadanos de los países de nuestro entorno, se lo han hecho ya más y mucho más. Y lo más triste de todo es que la única posibilidad que nos dejan de poder dilucidar cuál puede ser nuestro mañana, es mirar precisamente a esos otros hermanos, porque en nuestro país, nadie, y digo nadie, nos dice la verdad.
Y tal vez aun hay otra cosa peor. Todas estas medidas económicas y legislativas, lo que realmente hacen es crear más y más inseguridad; más miedo, más dolor y más desigualdad. Porque está claro que ya nadie en este país puede decir que todos los ciudadanos somos iguales ante la Ley porque todos y cada uno de nosotros sabemos que eso es: UNA GRAN MENTIRA.
Nadie pone a los becarios de FAES y demás Fundaciones a trabajar en los montes porque reciban subvenciones; ni a los partidos políticos; ni a las organizaciones sin ánimo de lucro. ¡No, claro! limpiar el monte o apagar incendios, no produce beneficios económicos; más bien, de haberlos, han debido estar más en que se quemen.
Nadie pone a trabajar a los mercenarios de la Santa Iglesia Católica y Apostólica; para ellos queda sólo predicar -que no con el ejemplo- y manipular apoyando la política de “a Dios rogando y con el mazo dando”; ni a los hijos de los ricos que no pegan un palo al agua porque se mantienen con lo que sus papas ganaron a nuestra costa.
Nadie pone a trabajar en los montes a Urdangarín que tanto y con tanta desvergüenza nos ha robado amparándose en su política Familia Real; ni a los imputados en delitos financieros; ni a los políticos corruptos ni a tantos como han estafado y defraudado. ¡No! a todos esos se les protege. A muchos de ellos, precisamente, se les ha facilitado la amnistía fiscal. A todos esos que son los que nos han privado de los medios necesarios para luchar contra el fuego, entre otros muchos de los beneficios de aquel Estado de Bienestar que pagamos entre todos.
¡No¡, para el trabajo sucio tenemos a los parias de la sociedad; los parados que un día tuvieron la esperanza de vivir de su trabajo con dignidad y que de la noche a la mañana lo han perdido todo y encima pretenden vivir del cuento.
Esos son los parásitos hoy en día para nuestras leyes.
Y los funcionarios que no dejaron de trabajar y de madrugar ni cuando hubo ni ahora que no hay. Y los pensionistas, muchos de los cuales levantaron este país de la ruina a la que, en aquella ocasión, le llevó una injusta y sanguinaria guerra civil aun sin culpables. Y los inmigrantes que cotizaron a la Seguridad Social y fueron explotados y utilizados por esos mismos banqueros y empresarios a los que hoy la crisis no permite crear empleo si no es con mano de obra esclava.
A nadie se le escapa ya dónde está aquella seguridad constitucional; la jurídica, la personal y la social. En manos de quienes acceden al poder con mentiras. Poder que utilizan a su antojo porque ninguna de todas nuestras leyes nos concede ni siquiera la SEGURIDAD JURÍDICA de saber que, quienes se llamaron a representarnos y a decidir nuestros destinos, harán lo que prometieron cuando pedían nuestros votos.
Y la utilizan contra todos los humildes de este país porque ellos, los ricos, los que sólo están un escalafón más abajo de su Dios, saben como sacar a España de esta crisis en la que, todos los que hoy no sufren ni una sola consecuencia, nos han hundido.
Por eso una vez más os llamo a acudir a las protestas del #15S Y #25S; porque nos quieren inseguros, aterrados y manipulados para someternos y es nuestra obligación social y ciudadana no agachar la cabeza y consentir. Por no decir nuestra única posibilidad de sobrevivir.