sábado, 23 de noviembre de 2013

REÍR O LLORAR

Hay veces en que una no sabe si reír o llorar.

Últimamente, parece que la tendencia de nuestros “ilustres” Gobiernos es castigar todos nuestros -según ellos- reprobables comportamientos, con sanciones económicas que en muchos casos pueden resultar manifiestamente injustas e improductivas, salvo que el objetivo sea recaudar.
Pongamos algunos ejemplos. Bueno, pongamos los más sencillos para que todos nos podamos entender.
Dos vehículos circulan por una Auto-vía a más velocidad de la permitida. Pongamos que tampoco a una velocidad demasiado excesiva pero lo suficiente como para ser, según nuestra legislación, objeto de sanción. Ambos son captados por el radar y sancionados, digamos con 200 euros de multa.
Las fotografías nos muestran dos matrículas y el radar certifica que quienes conducían ambos vehículos han cometido la misma infracción; ambos son igualmente penalizados con tener que desembolsar idéntica cantidad. Hasta ahí parece haber justicia e igualdad.
Sin embargo, imaginemos dos circunstancias distintas.
Al volante del primer vehículo (por ejemplo, un utilitario), un parado de larga duración acude a una entrevista de trabajo. Por unos u otros motivos, llega tarde y decide que tiene que pisar un poquito el acelerador a fin de estar a la hora en que ha sido citado; de lo contrario, perderá la oportunidad de poder conseguir el ansiado puesto de trabajo que tanto necesita para sustento de su familia, ya que, con los, aproximadamente, 400 euros de prestación por desempleo a punto de agotarse y tras haber consumido ya todos sus ahorros, pronto se verá abocado a perder incluso su vivienda.
Al volante del segundo vehículo (por ejemplo, de alta gama), un joven de una de esas que se viene en llamar “buena familia” (familias con un “muy” alto nivel adquisitivo), acude a un concierto de uno de sus cantantes favoritos y tiene reservada habitación en el Hotel para, de paso, disfrutar el fin de semana en la ciudad, hacer un poco de turismo y recorrer sus monumentos más significativos, sus restaurantes más prestigiosos y sus locales más de moda. Ha quedado con unos amigos con los que estudió en Nueva York y no ve la hora de encontrarse con ellos, por lo que la prisa por llegar le anima a pisar un poco más el acelerador.
Creo que no hace falta que os diga cual es el efecto sancionador o disuasivo que, en uno y en otro ciudadano, produciría la citada multa de 200 €. Por lo que a mi respecta, no quiero ni pensar en que la vida me hubiese reservado o me reserve el lugar del primero, porque está claro que el del segundo, no me lo reservó.

Ahora viene cuando me dan ganas de reír.

Porque no sabemos si nuestros políticos han ido a colegios públicos o privados, eso nos da igual, pero, ¿en qué cabeza cabe que castigar con multas económicas el hecho de rebuscar en los contenedores de basura o a quienes se ven obligados a dormir en la calle, responda a algún tipo de lógica? ¿Os imagináis a alguien que tenga un mínimo poder adquisitivo, con capacidad para pagar una sanción económica, buscando en los contenedores de basura? Yo debo ser muy rara pero no me lo puedo imaginar (síndrome de Diógenes aparte). Y si no van a poder pagar esa sanción económica ¿qué sentido tiene que se la impongan? Y si no tienen nada para comer o no tienen nada que llevar a su casa para que coma su familia, ¿van a dejar de intentar encontrar comida en los contenedores a sabiendas de que les van a imponer una sanción económica que nunca podrán pagar? 

Trasládese esto a quienes van a ser multados con la nueva Ley de Seguridad Ciudadana (muchos de los cuáles, por otro lado, han sido y están siendo multados ya). ¿Os imagináis al joven que conducía el segundo vehículo saliendo a manifestarse por algo? Entonces, ¿a quién, o a quienes, pretenden persuadir o disuadir? ¿Qué es lo que con las sanciones económicas quieren conseguir?
Desde mi humilde punto de vista, quienes no tienen con qué pagar las sanciones que les impongan, auténticas víctimas, seguirán actuando de la misma manera porque están ya fuera de este maravilloso sistema que les ha expulsado; seguirán manifestando, protestando y reclamando, con los medios que sean, que las cosas, de una vez por todas, cambien. Y esperemos que su propia conciencia no les lleve por otros delictivos derroteros que la mayoría de nosotros no quisiéramos vivir ni en la mejor de nuestras pesadillas.
Quienes tenemos todavía algo de conciencia y una cierta capacidad económica para subsistir en este país, nos veremos en la coyuntura de decidir si tenemos también el suficiente valor como para poner en riesgo esa supervivencia o bien optamos por callar, quedarnos en casa y esperar, con los brazos cruzados, a que las cosas caigan por su propio peso; cosa que difícilmente sucederá o peso que nos aplastará, pues, cada día, el cerco de nuestra autonomía de pensamiento y de nuestra capacidad económica y de ejercicio de nuestros -cada vez menos- derechos y soberanía, se aleja más y más. Porque hay que preguntarse CÓMO la mayoría de nosotros podríamos hacer frente a una sanción de 30.000 euros, por ejemplo, (no os digo nada si pensásemos en 600.000) y si tendríamos los suficientes medios como para luchar contra ella, en el caso de que considerásemos que su imposición es injusta o incluso ilegal.
Todo ello sin dejar de ser conscientes de que las manifestaciones autorizadas, no pasan de ser meras procesiones, ya que, a estas alturas, hemos comprobado sobradamente que ninguna de nuestras legales y reglamentadas formas de manifestación afectará a los objetivos que nuestros “ilustres” se marquen. No os digo nada el futuro que nos espera si somos conscientes de que el próximo acoso, la próxima valla de su cerco, apunta al ejercicio del derecho de huelga. Me pregunto dónde quedó el espíritu de la Constitución.
No sé si podremos evitar que lleven a cabo este nuevo ataque a nuestra soberanía y a nuestra capacidad de mostrar nuestra oposición con las políticas que están llevando a cabo en contra de nuestros intereses sociales; no lo harán, por supuesto, con mi conformidad, no sin mi oposición, aun no sé muy bien desde que frente; no, desde luego, creyendo, inocentemente, que lo hacen por nuestra seguridad.
¿Por la seguridad de quién? ¿Acaso hemos hecho algún mal a nuestros conciudadanos en estos dos o más largos años de protestas? ¿Acaso preparan "medidas" contra las que esperan que no nos quede más remedio que actuar?
Hasta ahora, en todo caso y como mucho, lo que podríamos haber puesto en peligro son "sus" privilegios o "su" soberanía (que no es suya, sino nuestra, según la Constitución) y, en todo caso, desde luego, no hemos hecho, a la mayoría absoluta de la sociedad, más mal que el que, con "sus" políticas neoliberales, protectoras de los grandes capitales y "sus" intereses, hemos recibido.
Ahora bien, cuando leo en las noticias que Hacienda no ve delito fiscal en que la Fundación NOOS, haya evadido 280.000 euros en 4 años, porque sólo existe delito fiscal si se defraudan más de 120.000 euros al año; cuando me pregunto quien puede defraudar a Hacienda más de 120.000 € en un solo año; es entonces cuando pienso en el conductor del primer vehículo y en el pobre desgraciado que tiene que rebuscar en los contenedores de basura para poder comer. 

Y es, entonces, cuando me entran unas incontenibles ganas de llorar.