domingo, 16 de noviembre de 2014

OBSERVANDO...


Hacía tiempo que no me sentaba a escribir. Observaba...
Lo cierto es que sigo observando y que no hay un sólo día en el que, mentalmente, no escriba un post lleno de vergüenza y de indignación, porque lo cierto es que a estas alturas, casi nada me sorprende.
De una u otra forma, ya he denunciado casi todo lo que me parecía intolerable y también he de decir que la única novedad, en estos últimos y largos años desde que la crisis arreció, es la irrupción de Podemos en el espectro social; ahora también en clave política al conformarse definitivamente como un partido más; un partido diferente por teóricamente horizontal y directamente emanado de una parte de la ciudadanía, pero a la postre, un partido político también.
Soy de las personas que aun confían en la democracia como sistema político y he de reconocer que también de las que pienso que la única forma de transformar el sistema -de forma pacífica porque de otra forma no habría transformación- es, desde dentro del mismo y con amplio consenso, cambiando las leyes en beneficio de la mayoría social.
Hay que reconocer que le han echado mucho valor y que ya están ahí, como opción, como alternativa, como esperanza, como ilusión y, como su propio nombre indica, como posibilidad.
Me gustaría poder echarme abiertamente en sus brazos, esa es la verdad. Sobre todo porque la mayoría de las cosas que dicen que quieren y que dicen defender, son también las que quiero y defiendo yo. 
Sin embargo, tengo miedo.
Sí, eso sí lo reconozco abiertamente porque siempre me ha gustado tener los pies en la tierra por más que nunca haya renunciado ni renuncie a la “presunta” utopía y a soñar.
Podríais pensar que ha hecho mella en mí el “argumentario” de la caverna, más no creo que eso sea exactamente así.
A decir verdad, creo que, tanto esa caverna como quienes han medrado a la sombra del bipartidismo, repiten como papagayos una serie de consignas que saben que recuerdan a la guerra civil, al hambre, a los años del “franquismo” y su miedo -terrorismo incluido, que nunca dejó de ser una consecuencia de su perversión- y que no dejan de ser las mismas o muy parecidas a las que han utilizado, siempre, para conseguir los votos. Toda vez que han sido, todos ellos - seguro que con nuestra connivencia electoral- los que han conseguido que, a día de hoy, un partido, sistemáticamente corrupto, pueda decidir con una mayoría absoluta -y sin asomo de consenso ni tan siquiera de diálogo con el resto de las fuerzas políticas de nuestro Parlamento- la forma de afrontar la crisis, o mejor dicho, la estafa -de la que han sido cómplices- y de que hemos sido objeto los ciudadanos de este país, por no decir de este mundo en el que ya casi todo es global.
Y no hace falta a estas alturas decir quienes están ganando y quienes perdiendo.
Personalmente, me da más miedo la globalidad, el sistema en sí y, porque no decirlo, nosotros mismos.
Me da miedo que tengamos que canalizar el voto hacia una determinada opción y no me gusta que la única posibilidad -para cambiar y poder vencer a quienes llevan treinta años alternándose en el poder- sea confiando en quienes hasta ahora sólo han podido demostrar que aun no han demostrado nada más que haber sido capaces de obtener un gran apoyo popular. Les diferencia del resto, por encima de todo, que no tienen antecedentes de fracaso ni de corrupción porque si he de ser sincera, en muchos de sus planteamientos coinciden con esa otra lucha social, que sí viene en llamarse izquierda y que desde hace mucho tiempo, y desde todos nuestros Parlamentos, a muchos ya nos representaba, al menos electoralmente, antes de la irrupción de Podemos. Esos que llevan años, muchos años, defendiendo y reclamando lo que ahora Podemos, si consigue una amplia mayoría, dice poder conseguir.
También es cierto que no sólo desde la izquierda, sino también desde una parte de los que se consideran de derechas -una no sabe muy bien cómo o qué marca a veces la diferencia- se tiene mucha conciencia de injusticia social.
La verdad es que desde que empecé a sentir que vivíamos una dictadura encubierta, intuí que la única posibilidad de que la democracia volviera a triunfar habría de ser por la vía de la unión y del consenso y no merced a la división. Pero si algo parece necesitar Podemos para intentar ganar, es que se les vea como absolutamente independientes de todo lo que viene de atrás, de forma que no se les pueda hacer cómplices de la situación actual. 
De alguna forma intuyo que esa independencia deriva en división y, por eso, a veces, me preocupa que todo pueda valer para conseguir el poder necesario para cambiar las cosas.
Y me preocupa, sobre todo, porque no tengo nada claro qué es lo que mucha de la gente que hoy dice ser y apoyar a Podemos, espera de ellos en realidad. 
Me preocupa que esos que les apoyan, no sean conscientes de que para poder dar la vuelta a esta tortilla, no sólo los ricos habrán de perder; no sólo habrán de perder los que hasta ahora han estado acaparando el capital y el poder, sino que tal vez, para lograr el objetivo de la justicia social -que desearía fuese el santo y seña de Podemos- todos tendremos mucho a lo que renunciar; a todo menos a la democracia, o eso espero.
Porque, lo que a estas alturas tengo más que claro es que, si a éstos que ahora lo acaparan todo les quitamos el poder, ellos retirarán todo el capital acaparado que puedan, al menos temporalmente, a esta pequeña porción del mundo que es España,. 
Y bien sabemos que pueden hacerlo y cómo lo hacen. Porque esos capitales no tienen patria; ya no son españoles sino globales y desde ese poder global, a quienes queremos el cambio, no nos lo van a hacer pasar nada bien. O al menos, esto es lo que parece que siempre ha pasado y está pasando en los países que se han enfrentado al capitalismo, que, ni que decir tiene, no tiene ideología ni conciencia pero menos aun conciencia social.
Eso o nos seguimos vendiendo a él, al poder del capital. Y, personalmente, no sé que es peor. Por no decir que todo “podría” cambiar para que nada cambiase.
Porque el sistema no lo va a cambiar ni Podemos ni nadie, de la noche a la mañana.
Y me preocupa que si Podemos llegase a gobernar y esto sucediera, los que hoy apoyan esta nueva esperanza, no sean conscientes de que para poder ganar en justicia social y en una más justa distribución de la riqueza, tal vez haya que empezar sacrificando, todavía más, parte de nuestro actual bienestar. Me preocupa que el tiempo les de la razón a quienes creen que la economía funciona porque todos queremos tener más. Me preocupa eso porque no me parece descabellado que para muchos de los que hoy votarían Podemos, en un futuro no muy lejano, Podemos pasase a convertirse en otro régimen al que derrocar como muchos creen hoy del partido en el Gobierno al que mas de 10 millones otorgaron su confianza y del que muchos de ellos, también a día de hoy, se sienten absolutamente decepcionados, cuando no víctimas.
Porque si algo nos ha enseñado este sistema, o en algo nos ha engañado, es en que, a día de hoy, todos podemos creernos con derecho a mayor bienestar y que todos creemos tener derechos y si cabe, que algunos se crean con mayor y mejor derecho que los demás.
Y por eso me preocupa que lo que mueva al cambio, no sea el sentimiento de una verdadera conciencia de justicia social sino el voto de castigo a la corrupción; el voto de reproche a los que, en su propio beneficio, nos han llevado a la situación actual; el propio interés de nuestra situación personal; las supuestas injusticias de las que individualmente nos sentimos víctimas o la envidia de ver que quienes tienen más, viven mejor y que por eso, todos queramos tener más.
Y me preocupa, por ejemplo, y ya sé que la mayoría no me entendéis, ¿qué pasaría en este país si, para empezar a cambiar, hubiese que rebajar al deporte de élite (fútbol, tenis, motociclismo, automovilismo, etc.), a simples prácticas deportivas cuyo principal motor no fuese el desproporcionado ánimo de lucro?. Porque, aunque ya sé que la mayoría no lo veis, es éste uno de los mejores ejemplos de cómo funciona este sistema basado en el capital, en la injusticia y en la manipulación.
¿Se llenarían las calles de indignación?
Sólo os pediría que fueseis sinceros con vosotros mismos como yo lo intentaré ser.
Y por eso, seguiré observando, por no decir vigilando, muy de cerca y más si cabe, a aquellos que ¡ojalá! un día lleguen al poder representando los valores y para hacer las políticas que se corresponden con mi deseo de una sociedad más justa y mejor.
Y seguiré animando y apoyando para que así sea pero no dejaré de observar para intentar ser coherente el día que tenga que acudir a votar, porque poder, se puede pero hay que querer.
Y me gustaría que Podemos confeccionase un gran y posible programa electoral porque, a buen seguro gente capacitada les sobra. 
Pero también espero que lo hagan para cumplirlo y que este último, el que presentó el PP para las elecciones del 2011, sea el último que no se haya cumplido y el último que nos haya dejado a la mayoría con cara de idiotas.



domingo, 21 de septiembre de 2014

IMPASSE ELECTORAL


Me siento a escribir más por compromiso conmigo misma que porque sepa o tenga algo nuevo que contar.
No sé si es porque he estado desconectada este verano o porque mi TL está tan pasivo como yo pero tengo la impresión de que ya hemos entrado en un “impasse” electoral.
No parece ser el momento de la acción sino más bien el de la promoción; el de la propaganda; el de la mentira; el de la manipulación de los datos y de las estadísticas; el de guardar leyes en el cajón, el de todo vale por un voto. Y todo ello porque, no en vano, la suma de todos los que consigan les dará, a unos o a otros, no sólo el gobierno y la gestión de lo público -eso equivaldría a una labor social que la mayoría no parece dispuesta a ejercer- sino el poder: el poder de decidir quienes ganan y quienes pierden posiciones en esta lucha sin cuartel por el dinero, por el estatus o por el puesto que más les facilite el acceso a ambos.
Recuerdo que hace unos meses, en un post, rememoraba como eran las campañas electorales durante y después de los primeros logros de la transición: largas, ruidosas y sucias; sucias de octavillas sepultando el suelo y de grandes carteles empapelando las paredes sin discriminación.
Superada esa primera fase de ilusión democrática, nuestros políticos entendieron que era necesario regular esa práctica y aprobaron leyes que las reducían en el tiempo y que limitaban la propaganda a sitios determinados y espacios televisados en los que durante el tiempo que duraban aquellas campañas, la televisión pública hacía las veces de árbitro que velaba por una representación plural y teóricamente proporcional a la presencia de cada partido político en el espectro nacional. Así mismo, daba también la impresión de que la aprobación de leyes que regulaban la financiación de los partidos así como la aportación desde las arcas del Estado a ella, suponía ascender un escalafón más en la escalada hacia una plena democracia y hacia la igualdad de oportunidades en el derecho de representación parlamentaria y en el acceso de cualquier ciudadano -a través de un partido político, eso sí- a los puestos de decisión.
Y todo ello con el fin de que la soberanía fuese ejercida directamente por el pueblo español y de que estuvieran representados todos los intereses y todas las ideologías, si bien habrían de ejercer las labores de gobierno y en base al programa electoral propuesto, aquellos que obtuviesen la mayoría de votos o aquellos que consiguiesen los apoyos necesarios para obtener esa mayoría que les permitiera gobernar. Más o menos ese mismo sistema se trasladó a todas y cada una de aquellas administraciones locales y autonómicas que esbozó la Constitución.
Lejos parecía quedar ya la sombra de aquellos tiempos del franquismo en los que el Jefe del Estado concentraba todo el poder y en que ocupar puestos de supuesta representación -en unas Cámaras que simulaban una democracia- o puestos políticos de gobierno o de poder, era un privilegio al alcance tan sólo de los que estaban del lado del dictador y de quienes ostentaban, por la misma regla de tres, una alta posición económica y, por tanto, social.
Hoy en día, la verdad, es que no lo veo tan lejano.
Sin embargo -sobres, anotaciones falsas y corrupción aparte, que demostrado queda que lo ha habido y lo hay- ¡qué lejos ya también aquellos tiempos en los que las campañas electorales eran el escaparate de las propuestas para gobernar!. Ya ni siquiera tiene importancia dar a conocer cual va a ser el programa electoral porque demostrado ha quedado también, por activa y por pasiva, que poco o nada en él es obligado cumplir ni respetar y que pocos son los que votan a un programa y millones los que se decantan por un determinado partido cuya ideología dan por supuesto que les ha representado, les representa o les representará.
A día de hoy, esa forma de campaña se limita a ser única y exclusivamente una escenificación; una especie de tradición; una especie de espectáculo semejante a los mercados medievales que se celebran actualmente a lo largo y ancho de nuestro territorio; representaciones teatrales como la del Tenorio el día de los Todos los Santos; de eventos históricos, como en Soria la hazaña de Numancia; fantásticos o milagrosos, como en Elche el famoso misterio; incluso casi neardentales, como en Tordesillas el brutal asesinato del toro en la vega.
Reminiscencias de un pasado que, mejor o peor, es tan sólo historia, pues tan lejos de la realidad que vivimos están esas representaciones hoy en día, como los tiempos y los espacios actuales pre-electorales, los mítines o las grandes imágenes con fotosop en las carteleras de las principales avenidas de las ciudades, lo están de ser lo que, llegados los momentos previos a acudir a las urnas, decidirá el voto de la ciudadanía.
Cada día queda más patente que ahora los “modus vivendi” los deciden las cadenas de televisión, especialmente las privadas, en base a su propio diseño de la realidad y de las necesidades de las personas que son, justamente, aquellas que a ellos, y a quienes los financian y controlan, les hacen ganar dinero. Y es por eso que, de la misma forma, son esos medios de comunicación en manos de grandes capitales -capitalistas cuya ideología y proyecto son el fiel reflejo de los ideales y los valores de la derecha en este sistema- los verdaderos artífices de la propaganda, el populismo y la demagogia de la que, sin embargo, acusan a quienes intentan cambiar este por otro sistema mejor o al menos mejorar este para que sea, no ya más justo, sino menos injusto para la gran mayoría.
Y es por eso por lo que también pretenden, cada día con más descaro, manipular la intención de voto que se traducirá en la alternativa que se haga con el poder cuando se produzca el evento electoral, al menos durante los siguientes cuatro años. Y es por eso por lo que creo que se se han convertido, actualmente, en los auténticos protagonistas y gestores de las campañas electorales.
Y claro, así tiene que andar Pedro Sánchez de plató en plató. Porque tanto se ha comido el capital de la derecha a la izquierda y a la ideología socialista, que carecen de medios propios de comunicación desde los que lanzar su propaganda electoral de cara a conseguir los votos y de cara a que la gente reconozca a su guapísimo y simpatiquísimo candidato y escuche lo que desde el PSOE creen que sus potenciales votantes quieren escuchar. Y es así como creo que el PSOE se ha convertido en servidor de la derecha. Y así tiene que andar Pablo Iglesias lanzándole un guante en un programa de La Sexta para poder demostrar, o al menos intentar, que lo que su partido propone tiene su base en la necesidad de una verdadera democracia y una justicia que funcione de forma independiente así como en una economía más justa y real, sin que tengan necesariamente que venir respaldados ni financiados por ningún terrorismo ni por ningún absolutismo o gobierno similar.
Y todo ello, supongo, con el afán de intentar contrarrestar el poder del resto de horario de televisión en los que a los que tienen el poder y el control, les sale gratis especular. Y todo ello porque parece que en las redes sociales no es tan claro el control, y aun parece funcionar algo la libertad, y ven peligrar esa supremacía que durante casi 40 años de democracia, a unos y a otros les ha funcionado tan bien. Y todo ello porque parece que lo que sí es verdad es que es eso lo que esta sociedad empieza a demandar.
Porque lo que sí queda claro es que la derecha, y cuando hablo de esta derecha me refiero al Partido Popular, los medios los tiene todos, incluidos los de la Iglesia Católica, siempre tan con los pobres que, al menos en este país, nunca se movió de la derecha de aquellos que ostentaran el poder, cuando no fue ella la que sometió a los gobiernos a su poder con el principal objetivo de obtener riqueza, por más que, en otros tiempos, lo disfrazasen de fe e hiciesen creer que su poder les venía directamente del que un supuesto Dios les otorgó.
Y merced al poder otorgado en las urnas, cuentan también con las televisiones públicas que, hace ya mucho tiempo que nadie pone en duda, están al servicio de quienes gobiernan por mucho que la legislación diga velar por un servicio público objetivo y sin manipulación. Todos sabemos que esto es sólo una gran mentira; que quien gobierna, sobre todo si es con mayoría absoluta, hace y deshace de la misma forma que controla y maneja la justicia y el Parlamento. Eso, como la división de poderes, es a día de hoy una pura falacia.
Cierto es también que para que este país y para que esta democracia parezca real, es importante mantener el teatro y que, de cuando en cuando, asomen a algunos de los programas que también dependen de su capital, aquellos otros partidos u opciones políticas o sociales que aspiran a llevar a cabo otra forma de economía en la que cada persona que nace tenga derecho a unos mínimos de dignidad y en la que el reparto de la riqueza se haga de forma más justa y racional, opciones que están, desgraciadamente, no sólo a años luz de los planes de los que cada día controlan más el capital y controlan más capital, sino también de aquellos otros que, como el PSOE o los sindicatos más representativos, a lo largo de nuestra historia más reciente, han ido arrimándose al sol que más calienta y a los que no les interesa ya la justicia social porque a aquellos que en sus élites ostentan su cota de poder, también este nuevo sistema les quitaría alguna de sus muchas vacas para poder dar leche a muchos otros que de lo contrario, no podrían ni comer.
Así el neo-comunismo -como ahora le llaman, porque decir el “socialismo” comprometería su supuesta identidad- ya no tiene cabida en este maravilloso sistema global y allá donde quiera florecer, los campos serán segados, de una forma o de otra, por este sistema y por quienes manejan los hilos en él.
Así, tal vez -y digo sólo tal vez porque hace tiempo que en Valencia nos cerraron la puerta a ver la TV3 e incluso el derecho a nuestra propia televisión autonómica (ejemplo manifiesto del uso que se hizo del dinero público en lo referente a la televisión)-, por eso están ahora en Cataluña pidiendo la independencia y por eso el partido que se encuentra ahora al frente del Gobierno catalán, el único con capacidad para ello, la promueve un día sí y otro también a pesar de que semejante propuesta no formase parte de su programa electoral, como hubiera sido lo razonable.
Porque, por unos motivos u otros, está claro que ahora a CIU – y tal vez también al partido en el Gobierno español- le interesa tener a la gente agitando la bandera del independentismo, quizá para no tener que explicar el fracaso de sus políticas económicas y asumir su responsabilidad; quizá porque es mucho más útil echar las culpas a otros de nuestro propio fracaso; quizá sólo para distraer; quizá sólo para crear miedo y división; quizá porque en toda la nueva historia democrática de este país tras la Constitución y el régimen autonómico que proyectó, a nadie se le había ocurrido otro momento mejor.
Y la mayoría de la ciudadanía de Cataluña, entre los “santos cojones” del Gobierno del PP -que ayudan y no poco- y los “santos cojones” del Sr. Mas, cada día se inclina más al sí a la independencia. Y en poco tiempo hemos pasado de hablar del derecho a opinar, del derecho a un referéndum para poder manifestar el sentir de la sociedad catalana con el que siempre estuve de acuerdo, a la posibilidad de llevar a efecto una declaración de independencia, pues, o mucho están engañando a la ciudadanía o imagino que esto no tiene otro camino u otra meta. En el camino que pueda tomar el Estado español, con estos “demócratas” a la cabeza, no quiero ni pensar.
Ahí andan jugando con fuego, o al menos haciéndonoslo sentir así. Y lo peor de todo es que al final, podremos quemarnos todos y que no serán los ricos ni los políticos los que se quemarán. Como siempre, lo pagaremos los de abajo. españoles, catalanes, europeos o como coño quieran que nos queramos sentir y bajo la bandera que a unos u a otros, en cada momento, les interese que nos debemos cobijar.
Mientras, muchos de nosotros, hace tiempo ya que sabemos que son unos poderes económicos globales los que nos gobiernan y que el resto -políticos incluidos- funciona porque sirve para escenificar, engañar y manipular a la mayoría de la gente de a pie, a los que, como tu y como yo, tan sólo somos personas, ciudadanos y seres humanos con pretensión de vivir con dignidad y poco más. Y eso, me imagino que es igual aquí, en África, Venezuela, México, Siria, Ucrania, Irak, Israel, China, Rusia, Palestina o Fernando Pó.
Y sin embargo, así va evolucionando la civilización humana bajo la amenaza de las guerras, del terrorismo, del terror o simplemente del miedo.
Y sin embargo, las pruebas nos remiten a que de lo único que se ha demostrado capaz este sistema es de aumentar vertiginosamente las ya de por sí históricas y tradicionales grandes brechas entre los países más ricos y poderosos y los países más pobres -de los que los primeros no han hecho sino aprovecharse a lo largo de la historia, desde convertirse en sus conquistadores y someterles, hasta convertirse en sus benefactores, financiar sus ejércitos contra quienes pretendiesen otro tipo de economía o de libertad o prestarles capitales que jamás podrán devolver a cambio de explotar y obtener el beneficio de sus propios recursos naturales y que por derecho, sólo a ellos correspondería- así como dentro cada país, la brecha entre las personas más ricas -que cada día son más ricas en base a un sistema inversor y especulador- y las personas más necesitadas -a quienes se les van cerrando las vías para subsistir sino es vendiendo su fuerza de trabajo cada día a más barato precio y en condiciones más precarias y siempre con la espada de Damocles sobre sus cabezas porque este sistema tan fantástico genera crisis de tan enorme calado, que lo primero que hace desaparecer o lo primero que dicen poder crear, ¡qué casualidad!, son los puestos de trabajo de la gente más pobre y por tanto mas indenfensa-.
La verdad es que no quería hablar de nada en concreto y tampoco de nada en profundidad porque lo cierto es que no me gusta hablar mucho de lo que no entiendo y he de confesar que cada día entiendo menos por lo que a menudo, me planteo que lo mejor sería callar.
Lo que sí tengo claro es que todos aquellos que como única bandera queremos que ondee el respeto, la paz y la justicia social, por mucho que las alternativas parezcan darnos la razón, me temo que a la vista de la realidad, a corto plazo, no podremos hacer mucho más que concienciar y que por mucho tiempo, tendremos que seguir soñándolo.
Al menos mientras la mayoría no entienda dónde está nuestro poder y nuestra única opción de sobrevivir con dignidad: en la unión y en la solidaridad.
Y al menos mientras no empecemos a llamar a las cosas por su propio nombre y veamos la realidad de que los medios de comunicación, solo son, a día de hoy, medios de manipulación.
Desde luego que a veces, al menos en lo económico, preferiría volver al trueque y pasarme tanta legislación por el forro de las entretelas.



sábado, 26 de julio de 2014

DERECHO DE PERNADA


Cada día estoy más decepcionada con la Justicia. A decir verdad, no es que esté decepcionada con la Justicia sino con la sociedad que, con tantos medios a su alcance y tras tantos siglos creando normas y leyes para organizar la convivencia social, cada día parece alejarse más del verdadero significado de tan hermosa palabra.
Cuando empiezas a estudiar Derecho, de los primeros conceptos que debes entender es que: “no es lo mismo lo justo que lo legal”.
Esto viene a significar, en pocas palabras, que pueden ser legales enormes injusticias. Basta con que hayan sido promulgadas determinadas leyes que regulen determinados comportamientos, para que lo que dichas leyes dictaminen, sea lo legal. Sin embargo, cómo, quién, por qué o para qué, se hayan promulgado dichas leyes, no tiene la menor importancia; tanto da si han sido promulgadas por un dictador, como que lo hayan sido por un Parlamento elegido mediante un determinado procedimiento electoral.
Así, por poner tan sólo un ejemplo, un señor feudal, en un determinado momento de la Historia y en un determinado territorio, tenía derecho a pasar la noche de boda con la recién desposada por uno de sus súbditos y era perfectamente legal. Por absurdo que hoy en día parezca, seguro que muchos de aquellos súbditos, en aquel momento histórico, hasta lo considerarían ¡un honor!, por más que -imagino- algunos de ellos no pudiesen por menos que “morderse los huevos” mientras el señor feudal consumaba la barbarie, soñando, quizá, con que algún día aquello habría de terminar. Otros, probablemente la mayoría, educados en esa legalidad, lo aceptarían con la misma resignación con que se acepta que la muerte, más tarde o más temprano, tiene que llegar; o cómo se acepta hoy en día que el trabajo, lo crea el capital.
No voy a entrar en conceptos jurídicos ni económicos ¡vade retro Satanás!. La mayoría, tengo la sensación de que se crean, se estudian y se interpretan precisamente para que por encima de la Justicia, que es el fin, prevalezca el Derecho, que es la ciencia o la herramienta que debería conducirnos a ella. Y creo también que hay quienes han descubierto que, cuanto menos entendamos el Derecho, más fácil es para los que pretenden acaparar el poder, cometer injusticias, máxime cuando el desconocimiento de la ley no exime de su cumplimiento y cuando ellos tienen todo el dinero a su alcance para pagar a quien les pueda defender o a quien lo sepa o pueda interpretar o manipular de la forma que más conviene a sus intereses.
Lo que sí tengo claro es que, por más que intentes entender una ley, nunca dice lo que textual o literalmente dice ni lo que, en buena lógica y por sentido común, deberíamos entender. Lo que realmente dice es lo que durante un tiempo, una serie de estudiosos y de prácticos del derecho han decidido que es lo que, a día de hoy, hay que interpretar; tanto da si a base de jurisprudencia o de disciplina académica.
Así, muchas veces, algunos artículos de aquella Constitución con la que tanto se llenan la boca y a la que tanta legitimidad le confiere que la mayoría la votó, -y la debieron votar desde el sentido común, claro está-, en el momento actual, no son ya ni sombra de lo que entonces pretendieron ser o de lo que, los que la votaron, pudieron entender.
O al menos, eso es lo que creo yo a la vista de lo que parece quedar del espíritu de la Constitución. Y así lo siento, cada vez que alguno de nuestros parlamentarios o incluso nuestro Presidente del Gobierno, se llena la boca de legalidad.
Porque, a día de la fecha, las auténticas preguntas son: ¿Qué ha quedado del derecho a la igualdad, cuando desde el nacimiento unos nacen desprotegidos de todo y otros nacen rodeados de todo tipo de parabienes, si el Estado supedita los derechos a la capacidad económica de las personas y no a sus necesidades?; ¿qué ha quedado del derecho al trabajo en condiciones dignas en un país donde hay un 25 % de paro y las condiciones laborales se fijan para que, para comer, no haya otra opción que tragar las condiciones laborales que exigen los empresarios y que el Gobierno viste de una nueva legalidad?; ¿dónde la libertad de expresión, de manifestación y de reunión pacífica y sin armas?; ¿dónde el derecho a la información veraz cuando los gobiernos tienen la supremacía y el control de las televisiones públicas -y hacen de su capa un sayo- y las televisiones privadas se mueven por índices de audiencia y por los intereses de quienes las financian, haciendo caso omiso de la verdad?; ¿dónde el derecho a una vivienda digna, si cuando no tienes trabajo -porque no lo hay al menos de forma legal- te pueden echar a la calle, sin importarle al Estado si tu familia tiene que irse a vivir debajo de un puente o de la caridad, siempre que la Banca gane o gane el interés particular frente al general?; ¿dónde el derecho a la asistencia sanitaria, cuando hay enfermos que no tienen ni para las medicinas que ahora deben pagar para vivir con un poco de dignidad?; ¿dónde el derecho a recibir una educación pública y gratuita de calidad si se desvía el dinero público a empresas privadas porque dicen que son las que elige la mayoría? y no me extraña viendo lo que están dejando de nuestros orgullosos colegios públicos; ¿dónde los servicios sociales?; ¿qué pasa con nuestros ancianos o con nuestros dependientes?; ¿qué queda de la protección social si cada vez que quieren dar gusto a las exigencias de Europa, es lo primero que gustan en recortar y son incontables -y hasta inhumanos a veces- los millones de euros y los derechos que han recortado ya?; etc. etc.
En resumen, que se promulgó una Constitución que definía a España como un Estado social y democrático de Derecho y a día de hoy, el Estado se resquebraja bajo la sombra de la corrupción sin que ninguno de los responsables, se considere responsable de nada ni tenga la decencia de dimitir en tanto no haya sido condenado por sentencia, ni siquiera aun cuando las incontables evidencias, cuando menos de connivencia, harían dimitir al Presidente del Gobierno más indigno de cualquier país que se considere democrático; la democracia hace aguas bajo la sombra de un supuesto pluralismo político en el que los dos partidos principales se aliarían, aunque tuvieran que vender su alma al diablo, para no perder sus cotas de poder y donde las leyes parecen permitir -que yo no lo creo- que se gobierne por Real Decreto, sin diálogo, sin consenso y con la única legitimidad de una mayoría absoluta que lejos de ser democrática, se usa para imponer leyes, injustas o no, al más puro estilo dictatorial; Y ¿social? ¿Alguien a estas alturas cree que este país en que vivimos es un Estado social?. No puede ser social un Estado en el que hay que pagar hasta por respirar y dónde hay muchos millones de personas que no tienen para vivir, por lo que mucho menos van a tener para pagar.
En un Estado social, quienes se postulan para acceder a ser ejecutores y gestores del dinero público, no se llenan la boca diciendo que la mejor gestión es la gestión privada; no al menos sin que se les caiga la cara de vergüenza al suelo por reconocer que se han presentado y han sido elegidos para eso pero que los otros, los que no se han presentado ni han sido elegidos porque no representan al Estado sino a sus propios intereses, lo harán mejor que ellos porque ellos son unos inútiles e incapaces de gestionar en beneficio de la sociedad.
Eso sí, ¡cobrar del erario público, eso sí que saben! Y agarrarse a los asientos cuál garrapatas a chuparle la sangre a la sociedad para entregárselo a esos maravillosos bancos que, ¡tan bien han sabido gestionar las manos privadas!, que algunos de ellos han tenido que ser rescatados con dinero público después de que sus altos cargos hayan cobrado sueldos de escándalo y se hayan asegurado pensiones de escándalo también; a esas maravillosas empresas privadas a las que luego se van y que les pagan desorbitados sueldos de consejeros, no por ser buenos gestores, -que a la vista está que si no saben gestionar lo público, no lo son- sino, no se sabe muy bien si por los consejos que pueden facilitar desde su conocimiento de informaciones privilegiadas o en pago por los favores recibidos mientras tenían la potestad de legislar; a esas solidarias empresas que lejos de repercutir sus beneficios en su propio país, lo invierten en países donde haya todavía otros más necesitados que trabajen por menos y les hagan enriquecerse aun más.
Y -además de en esas maravillosas empresas privadas que los contratan por ser vos quien sois y en pago a los favores recibidos- saben también colocar a sus familiares y amigos -muchos de ellos, seguro que incapaces de aprobar una oposición- en importantes puestos de responsabilidad -con sueldos de escándalo también- como asesores, o como asesores de asesores que necesitan más asesores, porque es lo que tiene no saber hacer la “o” con un canuto.
Pues no, señores, yo no veo un Estado social. Yo lo que cada día veo más, es un chiringuito en venta. Y a la ciudadanía, cada vez más empobrecida, indefensa y ninguneada en favor de unos poderes económicos, que, por otra parte, ni siquiera están escritos en nuestra Constitución. Más bien creo que en lo que están convirtiendo este Estado social, es en un mercadillo. Y lo peor de todo es que la mercancía, son las necesidades y la miseria de la mayoría de la sociedad.
Claro que, de lo que cada día me convenzo más, es de que el Derecho, y con él la Justicia, se ha convertido en patrimonio de los que viven y se enriquecen de él. Y tanto me da si son abogados, jueces, funcionarios, empresarios, banqueros, parlamentarios, alcaldes o concejales. Porque en esta sociedad, cada día hay más leyes y cada día más injusticias. El derecho de pernada es hoy en día, el derecho que tienen los que detentan el poder, básicamente económico, de someter a sus súbditos mediante las leyes -que promulga a su dictado una clase política con la que comparte no pocos intereses- y que legaliza el abuso y la injusticia de forma que ni unos ni otros tengan nunca que responder por ello.
Como soy muy simple, si me preguntaseis cuál es el motivo, os diría que la vocación.
Me explico.
¡Qué pocos son hoy en día los que eligen una carrera o un trabajo por vocación! ¡Qué pocos los que aunque quisieran, podrían hacerlo!
Porque vivimos en una sociedad en la que se nos ha enseñado que lo importante es la competitividad; que cuanto más tienes, más vales; que nadie regala nada; que todo tiene un precio; que el que es bueno, es tonto; que si no robas tu, otro lo hará; que lo importante es cuánto puedas comprar o pagar; que lo importante es producir y vender más barato que otros, a costa de lo que sea, incluso de la dignidad; y tantas y tantas máximas que están conduciendo a este mundo a una espiral sin fin; o que no augura un buen final, que aun es peor.
Por eso es por lo que quedan pocos políticos con vocación de servicio público. Por eso es por lo que hay pocos jueces, pocos fiscales y pocos abogados con vocación de Justicia. Por eso es por lo que hay pocos empresarios con vocación de conformarse con vivir, más que dignamente, lujosamente, y crear al mismo tiempo empleos dignos. Por eso es por lo que los parlamentarios, sometidos a disciplina, votan las leyes que votan y creo que por eso también, es por lo que los ciudadanos votan a los partidos políticos que votan.
Y por eso hay quienes ganando cientos de miles de euros, algunos incluso millones, creerían que es justo que otros no percibieran ni un sólo euro de esta sociedad.
Porque en este mundo se está olvidando lo que significa vivir en sociedad. Sólo nos importa lo que yo puedo ganar y que cuanto más gane y más tenga, mayor éxito habré tenido en esta vida y más orgulloso me habré de sentir. Porque los que no consiguen el mismo éxito que yo, no es porque hayan tenido más dificultades o peor suerte a la hora de nacer, sino porque son más tontos, más vagos o más inútiles que yo. Y por eso, los que se han criado en buenas familias, los que han tenido más fácil acceder a los puestos en los que ahora tienen la capacidad de decisión, son incapaces de entender lo que se siente cuando no se tiene un plato caliente que llevar a tu mesa. 
Y por eso, muy pocos entienden ya lo necesaria que es la solidaridad.
Y me vais a perdonar pero creo que para llegar a esos puestos de decisión, en muchos casos, han tenido que esconder la conciencia debajo de la alfombra, pues los méritos, no han sido por la capacidad de servicio, sino por la capacidad de trepar por encima de valores o de ideales, con tal de llegar a lo más alto en esta sociedad. Y una vez olvidada debajo de la alfombra la conciencia, tanto da legislar en beneficio propio y de los de nuestra misma condición, que robar, estafar, malversar, evadir, mentir o manipular.
Es así como funciona: “si no lo hiciera yo, lo haría otro y yo sólo soy uno más y sin duda, los hay peores que yo, así que yo, hasta soy de los buenos”. Esa parece ser nuestra forma política de pensar y, lo que es peor, cada día también parece más nuestra forma social de actuar.
Pero no quería hoy hacer un llamado a los políticos que tienen en este momento el poder de decisión, sino a la gente del Derecho y a su vocación, si es que todavía hay a quienes les queda, que me consta que sí.
Volved a leer la Constitución con la mente limpia de manipulación por sentencias, interpretaciones y malversaciones de las recientes recetas económicas y políticas sobre la crisis y la austeridad y, con la mano en el corazón, pensad si algún día quisisteis estudiar Derecho para poder ganar mucho dinero o porque creíais en que la Justicia era importante y necesaria en esta sociedad; porque creíais en que la Justicia tenía que ser justa -valga la redundancia- y en sí, en algún momento, pensasteis si podíais o teníais algo que aportar.
La división de poderes, ni en la Constitución ni en su origen, fue pensada para que el Poder Judicial certificase los abusos del Poder Legislativo y del Poder Ejecutivo, que merced a las leyes que promulgan a su conveniencia, bastante confundidos están ya. Fue pensada para que la Justicia controlase a los otros poderes y estuviese, incluso, por encima de ellos y eso, no está pasando.
Muchos jueces y tribunales están justificando sus tropelías en que se limitan a aplicar las leyes pero los que hemos estudiado Derecho, sabemos que eso, no es exactamente verdad. La potestad jurisdiccional lleva implícita una capacidad de fuerza y no sólo el poder, sino también el derecho y el deber de que la justicia prevalezca por encima de la legalidad, de forma que las leyes, manifiestamente injustas e inconstitucionales, no se puedan ni se deban aplicar. Y si no es así, deberíamos empezar a pensar que tal vez fuese así como debiera ser para ponerle coto a este Poder Legislativo. que cada día es menos representante de nuestra soberanía nacional, y más de unos intereses a los que ésta, poco o nada interesa si no la pueden dirigir y manipular.
Esta política que legisla y gobierna, va ahora a por la justicia gratuita pero esto sólo es un ataque más que a los más desprotegidos, les desprotege todavía un poco más.
Los abogados han salido a la calle y no quisiera pensar en que es porque les han tocado el bolsillo y su supervivencia laboral. Quiero pensar que es porque están entendiendo cuál es el objetivo que persigue el sistema actual que cada día se aleja más de la Justicia, especialmente de la Justicia Social, y al que sólo interesa que una élite privilegiada pueda apoderarse de la supervivencia del resto de la sociedad.
Muchos juristas forman parte de esa élite pero el resto, los juristas por vocación, ha llegado el momento de que ejerzan su responsabilidad y decidan si están de parte del Derecho, injusto o no, o de parte de la Justicia.
Muchos jueces, en su potestad de interpretar, pueden condenar a las víctimas o a los verdugos y a día de hoy, es claro que los verdugos se sirven de la ley para salir impunes y también para condenar a las víctimas.
La mayoría de la humanidad, os necesitamos de nuestro lado.
Una vez más, entre todos, tenemos que luchar unidos para poder terminar, de una vez por todas, con todos los derechos de pernada.



domingo, 6 de julio de 2014

LEYES

Es curioso pero, cuanto más intento informarme y más intento aprender y entender, más dudas tengo, menos entiendo y menos me parece que sé.
Y sin embargo, creo que la razón es obvia: vivimos en la era de la desinformación y de la manipulación interesada de la realidad. Duro y triste pero creo que cierto.
Y es que, no puedo dejar de sorprenderme cada día con las cosas que se supone que pasan; con las noticias que veo en los informativos; con los análisis que leo y escucho de las noticias y hasta con las opiniones que expresamos en los blog o manifestamos vía tweets. ¡No te digo nada si me pongo a analizar la publicidad o determinados programas de televisión!.
Mientras que algunos parecen hablar sólo para joder al prójimo, a la mayoría sólo parece importarle mantener sus cotas de poder, cada uno en su propia parcela, cada uno con su propia razón. Algunos, que ni siquiera las tienen, hasta hacen suyas las cotas de poder de otros y las palabras de otros que les consiguen convencer de cual es la realidad que tienen que aprender.
Y es que, para demostrar que lo nuestro es lo verdadero y para la consecución del fin de convencer a otros, parece que cualquier medio puede ser admitido -tanto da si para ello hay que hundir o pisar al adversario; tanto si para ello, hay que manipular o mentir- todo vale siempre que sirva a los objetivos de las cotas de poder: a los que las tienen, para no perderlas o para aumentarlas; a los que no las tienen, para conseguirlas; a los que piensan de una determinada manera, para convencer al resto de que todos tienen que pensar y actuar como ellos porque, dicen, es así como se demuestra inteligencia y porque, dicen, es la suya la forma más racional en que puede funcionar el resto de la sociedad. Incluso algunos, se atreven a decir que la única. Y claro, luego están los que si uno dice una cosa, como se considera oponente, dice justo la contraria sin analizar si en algo de lo que el otro dice, pudiera llevar razón.
Gran frase aquella de: “todo depende del cristal con el que se mire” y como tantas y tantas célebres frases que han sobrevivido a la propia historia, no deja de ser una verdad como un templo. Más todavía si ese cristal, como viene sucediendo a día de hoy, es la televisión, la pantalla de un ordenador o la de un dispositivo de última generación.
Cada suceso, cada noticia, cada opinión, cada forma de ver la realidad, tiene su cara y su cruz: en las dos caras hay verdad y las dos hay también, al mismo tiempo, mentira. Sólo hay que tener un poco de habilidad en girar la moneda en cada momento para enseñar la cara que nos interesa que los demás vean y habremos convertido una media verdad en una enorme mentira o, incluso, una infame mentira, en una gran verdad.
Yo creo que, ya que existe un Código Penal que reprueba tantos otros comportamientos humanos, mentir y manipular también debería ser delito pero como no soy de prohibir, máxime cuando probablemente no habría quien pudiese tirar la primera piedra, prefiero más bien apelar a la conciencia y a la responsabilidad individual y social. También he de decir que soy de las que cree que el fin no justifica los medios.
Es difícil percibir la realidad en todo su conjunto y tal vez por eso, somos incapaces de apreciar hasta qué punto, ésta deja de existir como por encanto de la noche a la mañana y cómo, sin embargo, de la noche a la mañana también, empieza a existir otra nueva supuesta realidad, que lo será, en la medida en que muchos, o unos pocos con mucho poder, quieran que esa realidad exista y otros muchos, la mayoría o casi todos, estemos dispuestos a creerla.
El otro día oía a un insigne profesor de Historia decir que, últimamente, la historia va tan deprisa, que es casi imposible percibirla ni poderla escribir ni describir.
He repetido por activa y por pasiva que mi defensa es la ignorancia y que es precisamente esta ignorancia, la que me otorga la libertad de opinar, ver y creer lo que me da la gana y todo ello sin miedo a engañar porque ni pretendo adoctrinar a nadie ni tomar partido a favor de nadie, sino simplemente contar como veo algunas cosas, por supuesto, desde mi particular cristal. Está claro que esta es mi verdad y no la realidad. Así como creo que cada uno debería encontrar la suya y no la que le cuentan, por muy extendida que aparezca.
Por eso y porque lo que veo ahora mismo son, grandes no, enormes contradicciones, de no poco calado, sospecho que deberíamos empezar a mirar todos a través de nuestro propio cristal y no de los cristales que otros se ponen y nos quieren poner para que percibamos una realidad que a ellos, a veces a muchos y a veces a unos pocos, les interesa que percibamos.
Y en esto son protagonistas, por no decir culpables, los medios de comunicación (manipulación) que no dejan de actuar en su beneficio particular, -y por tanto de la mano que les da de comer- sin importarles lo que es justo, o no; lo que es ético, o no; lo que es verdad, o no; lo que beneficia a los ciudadanos, o no; lo que beneficia al país, o no;  y todo ello a costa de lo que haga falta, siempre que sirva para vender o para ganar.
Porque en la jungla, que es ese mundo, parece que todo vale y, generalmente, todos los “medios” -la mentira, la manipulación, el silencio de lo que no interesa a sus objetivos, la confesionalidad, la afinidad ideológica, el sectarismo, la discriminación o incluso la mentira, la hipocresía, la falta de respeto, la mofa o la difamación- que esos “Medios” utilizan -valga la redundancia- para los fines a los que sirven pero sobre todo a los intereses de quienes les financian, son legales o, en el peor de los casos, cuando rozan la ilegalidad o actúan manifiestamente de forma ilegal, resultan compensados por ser mayor el beneficio que les reporta actuar al margen de la legalidad que la sanción que tal forma de proceder les podría acarrear de ser llevados ante los Tribunales. Y eso siempre y cuando haya quienes se atrevan a cuestionarles y a enfrentarse a su enorme poder, porque no en vano, hace ya mucho tiempo que se convirtieron en el "Cuarto Poder" y con aspiraciones a convertirse en el primero, si es que no lo son ya. Así los espectadores creen elegir de qué fuente beber, sin darse cuenta muchas veces de cuán envenenados están los pozos.
Atrás quedó aquello que se vino en denominar “ética periodística”, con sus correlativos códigos deontológicos. Pues no es sólo que cada vez queden menos periodistas que se atrevan a enfrentarse a esa otra realidad o directamente a las mentiras, es que no parecen quedar periodistas cuyo único interés se base en que prevalezca la verdad. Más bien, a día de hoy, de haberlos, casi han de ser considerados “héroes mediáticos” de esta sociedad. Y también es verdad que estarán pero que pocos o casi ninguno veo.
Paradójicamente, lo llaman “LIBERTAD”: libertad de expresión, libertad de comunicación o libre mercado de las comunicaciones. Libertades que parece que interesa hacer creer que existen pero que en el fondo, tal vez no sea ni siquiera verdad.
Porque para nuestra existencia, al menos la cotidiana, esas supuestas libertades -como los supuestos derechos- no parecen seguir los mismos parámetros. Porque el Estado, a los ciudadanos de a pie que somos la mayoría, cada día las leyes parecen alejarnos más de la libertad, de la justicia social y de la igualdad.
Porque los Estados, ora con gobiernos de derechas, ora con gobiernos de izquierdas, no dejan de meter mano en todo lo relativo a lo colectivo e incluso a lo personal e individual. Eso sí, cada uno o en cada momento, en base a su propio interés, al que cuando interesa denominan general -aunque dependiendo de lo que interese, no pase de ser puramente coyuntural- y que a la larga, a unos y a otros de los que dirigen el cotarro, por una vía o por otra, no deja de reportarles pingues beneficios.
Sirvan como ejemplo determinados casos de la legislación, como la que nos obliga a usar el casco en la moto porque velan por nuestra seguridad -sin dejarnos ser responsables de nuestras propias vidas- mientras no prohiben que se practiquen deportes de riesgo, sino que al contrario, se lucran con ello, de la misma forma que subvencionan que un torero se ponga delante de un toro con un capote o hacen de los “Sanfermines” el icono televisivo de la fiesta nacional. O por poner otro ejemplo básico y elemental, permiten que las bicicletas circulen por carreteras asfaltadas, donde los vehículos circulan a mucha mayor velocidad, la mayoría retorcidas y con escasa visibilidad, eso sí, con casco, muchas veces con los resultados que de sobra conocemos. Otra cuestión a analizar, sería la criminalización de las protestas en base a otra supuesta seguridad o inseguridad, pero en ese tema, tampoco hoy voy a entrar.
Y obsérvese también como, de poco tiempo acá, la tendencia de los partidos, social-demócrata-liberales -que luego dicen que no son todos igual pero al menos no pueden negar que pactan sobre determinadas bases de igualdad-, desde lo público -porque el Estado representa lo público, se supone que para beneficio de todos- que detestan, critican y defenestran pero que se ofrecen a gestionar, están entregando la soberanía de la dignidad a lo privado, como si el Estado fuese una vulgar empresa defendiendo unos intereses que poco o nada tienen que ver con la realidad y las necesidades de la mayoría de la sociedad.
Y por supuesto que todo ello es legal y si no, se aprueban nuevas leyes para que lo sea aprovechando determinadas mayorías de corte electoral.
Que no digo yo que la mayoría no termine creyendo que todo esto es natural pero ¿no hay enormes contradicciones?.
Seguro que encontraríais miles de leyes -la mayoría de las cuales ni siquiera entendéis-, que sólo responden a intereses sectarios sin coherencia pero con utilidad. ¿Acaso no legislan la libre competencia para que, en teoría, no se cometan abusos, que se cometen porque, hecha la ley, hecha la trampa?, ¿Acaso no nos marcan, -al resto, a la mayoría, a la plebe- los caminos por los que podemos o tenemos que circular; dónde podemos comer; dónde podemos beber; cuando, y cómo nos podemos, o no, vestir; dónde podemos, o no, aparcar y cuanto tenemos que pagar por ello?. ¿Donde, cuantos y para qué nos podemos reunir? ¿Acaso no modifican diariamente la legislación para dar y quitar derechos o libertad?. ¿Acaso no podría o debería haber un organismo que velase por la verdad y condenase los palpables casos de manipulación por no decir la manipulación en todos los casos?. Y sí, en especial de los medios de comunicación, que no creo yo que sea censura sino responsabilidad social.
Claro que eso, no interesa. Claro que ahí, no interesa sancionar porque son las herramientas que les sirven para poder hacerse con el poder y convencer a la mayoría de lo que es o no natural.
Sin embargo, cuando se trata de los medios de manipulación, y en base a la libertad de expresión, apelan a nuestra inteligencia y a nuestro criterio para que entre tanta inmundicia, sepamos encontrar la verdad, salvo que directamente queramos creer que esa que ellos mayoritariamente muestran, es la verdad. Porque para esto, mucha veces, también se convierten en aliados: alidados en mostrar una misma o similar realidad: la que a los intereses de todos ellos interesa -valga la redundancia otra vez.
Por eso precisamente, creo que es importante la simpleza y mirar un poco hacia atrás para tomar algún punto de referencia medianamente objetivo.
Por eso intento pensar con sencillez y con sentido común, y cuando me siento atrapada entre tanta maraña legislativa y mediática, intento reducir todo a la mínima expresión y pienso, por ejemplo, en lo que es natural y en lo que es artificial y en cómo lo natural se convierte en artificial y lo artificial termina siendo lo natural.
Es natural entre mamíferos que los machos y las hembras estén preparados para la reproducción; y es natural que el varón fecunde a la hembra; que la hembra geste en su vientre un embrión; que este embrión, pasado un determinado plazo, esté preparado para desarrollar una vida independiente fuera del seno materno; que para su supervivencia temprana necesite alimento y protección en tanto en cuanto no pueda proporcionárselos por sí mismo.
Hasta ahí, creo yo, todo es natural y seguramente que donde acaba esta verdad fundamental, al tiempo que a la diversidad, se abren las puertas a la discrepancia y ahí donde hay discrepancia, muchas veces sin llegar ni tan siquiera al enfrentamiento, empieza a tomar partido la legislación. Y desde esta, se pasa a la manipulación a fin de convencer a la mayoría en el sentido en el que tal o cual grupo de presión o tal o cual partido político, pretende legislar: desde los derechos de los que aun no han llegado a nacer, pasando por determinadas maneras de agrupación familiar y terminando por determinados comportamientos que aunque pudieran ser naturales, difieren de la normalidad y se pueden dejar dentro o fuera de la legalidad, dependiendo de la ideología que defienda el gobierno de turno -que la mayoría de las veces, ni siquiera el cuerpo general de quienes les alzaron al poder-. Y mientras unos están por legalizar, otros están justamente, en el otro lado del rin, por la opción de prohibir una misma realidad.
Así mismo, es natural que no todos los seres vivos concebidos nazcan y que si lo hacen, todos nazcan desnudos, con especial consideración a la especie de los humanos que es la que más conozco sin haber tenido que estudiar; es natural que unos sobrevivan y otros no; que unos vivan más o menos tiempo; que unos puedan reproducirse y otros no; que sólo las hembras puedan gestar; que sólo los machos puedan fecundar; que la vida empiece para todos con el nacimiento y termine para todos con la muerte. Eso también es todo natural, creo yo. Tan sólo las circunstancias ajenas a la propia vida y al hecho del nacimiento en sí, hacen que todo esto pueda ser muy diferente e incluso muy injusto y desigual, probablemente, mucho de ello, también, de manos de la legislación. De hecho, algunos pueden ser Jefes de Estado por razón de nacimiento, ¡no te digo más!
También es natural que unos seres vivos sean más fuertes y otros más débiles y también es natural que muchas especies, con el fin de aumentar sus posibilidades de supervivencia, trabajen en comunidad e incluso puede que algunas sobrevivan a base de comerse a otras especies diferentes y, en algunas concretas especies, puede hasta darse la circunstancia de que, por sobrevivir, se coman a individuos de su misma especie e incluso que los propios progenitores se coman o maten a sus crías, que de todo he visto y no precisamente en un documental.
Me educaron en una época en la que pocas cosas se podían cuestionar, no como ahora, esa es la verdad.
Y crecí creyendo que había que creer en Dios por el mero hecho de existir -de existir yo, no Él-. Me educaron creyendo en que sólo había un Dios verdadero que había creado el mundo a base de magia y que todos descendíamos de Adán y Eva y, por supuesto, Eva, de la costilla de Adán -en lo de la manzana, mejor no entrar porque igual me enciendo-.
Puede que a los más jóvenes os sorprenda, pero esto era así y en las clases de religión, no se podía cuestionar ni siquiera que eso fuese contradictorio con la teoría de la evolución de Darwin, al menos donde yo crecí y en los centros en que me eduqué, que no eran precisamente de monjas. En el mejor de los casos, el castigo por no creer o incluso por dudar o hacer dudar a los demás, era el infierno pero, en el peor de los casos, había otros muchos castigos, amen del rechazo social; desde la familia a la escuela, castigos que en ocasiones pasaban incluso por el maltrato físico. No fue mi caso, “gracias a dios”. Esa teórica verdad, indudablemente, a la Iglesia le otorgaba mucho poder.
También me educaron creyendo que lo que diferenciaba al ser humano del resto de los animales era que nosotros teníamos inteligencia y, por tanto, capacidad de raciocinio mientras que los animales no. ¡Ni que decir tiene sentimientos!. A base de estudiar, y de mano de la ciencia, parecían haber llegado a la conclusión de que esto era así porque el hombre era el único ser vivo capaz de utilizar herramientas, mientras que el resto de los animales, todo lo que eran capaces de hacer para para vivir y sobrevivir, les venía dado por el instinto, por ese instinto animal. Eso, indudablemente, al hombre le otorgaba mucho poder.
Sin embargo, tan pronto determinados científicos empezaron a observar el comportamiento de muchas especies animales, fueron cambiando sus teorías y empezaron a reconocer que la inteligencia, en mayor o menor grado, no era exclusiva de los seres humanos, como tampoco lo era utilizar herramientas y supongo que muchas otras cosas más. Y por ese camino parece que seguimos avanzando. De hecho, ahora veo algunos documentales sobre seres vivos en la televisión y me quedo alucinada porque, no sólo hemos constatado que al menos algunos animales piensan y sienten sino que ahora, los entendidos en la materia o los que se sirven de los medios de comunicación, parecen también saber qué es lo que piensan y ¡ya el colmo! qué es lo que sienten, ¡que ya es saber!.
Lo cierto es que me parece muy triste a lo que ha quedado reducida toda aquella verdad religiosa y científica que me hicieron aprender. Y eso a sabiendas de que seguro que también, a día de hoy, seguirá habiendo defensores en uno y otro campo, de esos o similares postulados, tal vez porque se quedaron en aquel aprendizaje y no quisieron seguir aprendiendo, quizá porque no han querido ver o reconocer ninguna otra verdad. De la geografía y de la Historia, al menos de la de España, mejor tampoco hablamos, ni de las lenguas, claro está.
Y tal vez sus acólitos, seguidores de aquellos mismos que se creían entonces en posesión de la verdad, se siguen creyendo, ahora también, poseedores de la misma. Eso sí, con nuevos dogmas o con otras nuevas, mucho más evolucionadas y complicadas teorías, que tal vez, muchas de ellas no pasen de ser eso, teorías nada más, que mañana podrían acabar resultando mentira, en tanto en cuanto lleguen otros que demuestren que no eran verdad. Y algo similar pasa con el resto de las disciplinas, incluidas la Historia y la Política, probablemente, por muy diferentes que ahora sean de la realidad en la que yo crecí y las verdades que estudié
Sé y asumo que muchos estudiosos de las diferentes materias, me tratarán de estúpida y posibilidades hay de que lo sea.
Pero lo que realmente me importa es en qué lugar nos deja todo esto ahora a los seres humanos. Francamente, creo que bastante mal.
Hemos construido un mundo en el que hemos sometido a todas las especies a nuestra necesidad, cuando no a nuestro capricho. Matamos por placer, no sólo para sobrevivir; matamos a los de nuestra propia especie, algunos incluso a sus propias crías. No nos organizamos para mejorar nuestra convivencia y nuestra supervivencia sino para intentar vivir de la forma más cómoda -o incómoda- posible, rodeados de cosas que no necesitamos, de nuevos artilugios que nos trae un progreso que no tiene fin, de entretenimientos en los que, en el mejor de los casos, solo somos meros espectadores y, en el peor de ellos, más que jugadores o participantes, somos competidores pues parece cada día más que la clave del éxito no está en ser bueno, sino que tan sólo importa y sirve ser el mejor.
Y ahora ha llegado el momento en que estamos utilizando las leyes, artificiales, para negarnos unos a otros la libertad; para negarnos unos a otros, dependiendo quien ostente el poder, la propia dignidad; para que el sometimiento y las injusticias sean legales; para que el respeto deje lugar a la sanción; para que siempre gane el que consiga aglutinar mayor poder económico, por encima de los valores, de los sentimientos, de los propios instintos y por encima de lo que es natural: la igualdad con la que venimos todos a esta vida, desnudos y sin más bienes ni derechos que los que las leyes consideren que, en cada país o en cada lugar, digan que nos corresponden, o no. O eso creo yo.
Ahora podemos hacer bebés en probetas; podemos ir a la luna; podemos viajar miles de kilómetros en un avión o en un cohete espacial; podemos utilizar drones, robots; podemos comunicarnos desde cualquier parte del mundo en fracciones de segundo; podemos hacer estallar el planeta con apretar tan sólo un botón.
Y sin embargo, parecemos no haber aprendido nada y sólo parecemos haber sido capaces de demostrar que nuestra supuesta inteligencia, sólo nos ha servido para ser, la mayoría, cada día más esclavos, cada día más egoístas, más individualistas y para estar cada día más ciegos y más sordos ante la realidad.
Y lo peor de todo, es que todo nos parece natural.
Y sí, tenemos inteligencia y criterio pero muchas veces nos resulta insuficiente porque ni podemos ser especialistas en todas las materias ni tampoco en todas las disciplinas. Mucho menos aun en la jurídica que es la que mayoritariamente dirige nuestra vida en sociedad, porque ni siquiera las leyes están hechas para que las entendamos y, por tanto, todos y cada uno de nosotros, de los que no tenemos una gran formación, no tenemos la más mínima oportunidad. Y por tanto, apelar a eso en vez de imponer y exigir transparencia y veracidad, al menos a los políticos y a los medios de comunicación, creo que a la mayoría, nos crea una gran indefensión. Máxime cuando luego, en las urnas, tenemos que elegir la opción que hará las políticas que consideramos las mejores para beneficio de la mayoría -o al menos los que creemos votar con conciencia- y a sabiendas de que serán esos, a quienes elijamos, quienes decidan lo que podremos o no podremos hacer o tener, para vivir o sobrevivir, así como el precio que, por unas normas u otras, habremos de pagar por ello.
A veces, teorías “conspiranoides” aparte, creo que nada de todo lo que pasa en cada parte del mundo, ocurre por casualidad sino porque interesa que pase o que se crea que pasa. No me preguntéis a quienes beneficia, porque aunque lo intuyo, no lo sé, pero probablemente en ello, tengan precisamente mucho que ver esos medios de comunicación que están en manos de quienes tienen unos intereses económicos a los que solo servimos si nos pueden manipular y guiar hacia donde les interesa. 
Y también creo que la mayor parte de las legislaciones nacionales e internacionales, como la mayor parte de la instituciones, nacionales e internacionales también, sólo forman parte de un infame teatro y sirven a determinados intereses y no a la humanidad en general, cuando no quedan simplemente en papel mojado.
Yo no le voy a decir a nadie lo que tiene que ver, creer como tampoco a quien tiene que votar pero si considero mi responsabilidad advertir a cuantos pueda, de que hay que tener mucho cuidado con las leyes que se aprueban sin cesar, a “diestra” y a “siniestra” cómo si fueran la panacea de la justicia en esta sociedad. Y no digo con esto que no haya conductas que merezcan la reprobación de toda la sociedad y que a veces, al menos algunas que tienen mucho que ver con las élites de poder, no estén más bien generosamente penadas o ni penadas siquiera. Y sin poder obviar que la supuesta justicia poco parece poder hacer ante el poder del dinero -redundando otra vez-.
Lo sí que digo es que creo que mientras que las leyes se utilicen como herramientas de determinados poderes y no con la intención de hacer cada día un mundo más humano en su más humana dimensión; mientras que no se utilicen como herramientas para la convivencia, con base en el respeto y en la dignidad de todos, animales o no; mientras que la mayoría no entendamos cual es el fin que la humanidad quiere conseguir o, al menos, cual es el fin que como ser humano que eres, quieres tú; todos y cada uno de nosotros -lo queramos o no- quedaremos sometidos a ellas sin que sirvan a la verdadera justicia y al verdadero y necesario derecho a la igualdad, al menos de oportunidades que cada nuevo ser que llega a este mundo merece y que, más tarde o más pronto, unas u otras, o unas y otras, se volverán contra la mayoría de nosotros.
Y para que las leyes sirvan a ese otro fin, tenemos que decidirlas nosotros, todos, desde el respeto y el diálogo. Y para eso, no creo que baste con delegar, sino que más bien creo que todos y cada uno de nosotros, debemos tomar postura.
Por favor, ¡HABLA! Y ¡ACTÚA! Pero también, ¡PIENSA POR TÍ MISMO AUNQUE TE EQUIVOQUES!.
Sólo me resta por decir que no soy Matusalem sino que nací en el año 1966.



domingo, 15 de junio de 2014

CONSTRUIR FUTURO

Me siento a escribir y me parece mentira que sólo haya pasado una semana desde mi último post. 
Parece que hubiese pasado toda una legislatura o, si me apuras, todo un reinado. Y es que, no se había hablado tanto de democracia ni de Constitución en este país, seguramente, desde el consenso que diseñó para todos -presentes entonces y futuros, que somos los presentes de hoy- una herramienta para la convivencia.
Afortunadamente, después de las reticencias iniciales -necesarias para consumar la express abdicación y coronación- se habla de República, de referéndum y de reforma de la Constitución, que ya es algo. A veces, ¡hasta parece dar la impresión de que estuvieran la mayoría de acuerdo en las cosas más básicas!.
Sin embargo, en este país, esto -como casi todo-, a buen seguro no es una realidad sino, sencilla y llanamente, una cortina de humo más para tener entretenidos a los ciudadanos -en el caso o para los casos en que el fútbol, el cine, la música, la televisión o la propaganda, no den los resultados esperados- mientras diseñan en secreto desde la Unión Europea, tratados internacionales con Estados Unidos o leyes que nos conducirán a una mayor desigualdad y a la, aun más miserable, miseria.
Porque, qué en España hay mucha miseria y qué, en España y en Europa, hay mucho miserable, eso, ya no se le escapa a casi nadie.
Me fastidia tener que hablar de política, esa es la verdad pero -quieras o no quieras; pienses lo que pienses; desees lo que desees; incluso aunque digas que pasas- la política siempre está ahí, como problema o como solución, sobrevolando por encima de nuestras cabezas. Porque, no en vano, de la Política -o de los políticos- salen los representantes en los Parlamentos y de éstos -y de los Gobiernos nacidos de éstos- las leyes que -queramos o no, nos gusten o no- deciden nuestros destinos y trazan los caminos por los que podemos o no transitar, así como las consecuencias que salirse de las sendas marcadas, nos puede acarrear en forma de sanciones -pecuniarias o, en su más alto grado, mediante privación de la libertad-, de las que, últimamente, tampoco se están quedando mancos en legislar. No tanto ni tan grave para determinadas cuentas corrientes, pero sí para los más humildes.
En este país somos 40 millones de personas. Muy difícil poder ponernos de acuerdo y que pueda llover a gusto de todos, esa es la verdad, pero más difícil aun nos lo ponemos nosotros mismos cuando, desde distintos ángulos de la sociedad, nos dedicamos a destruir al oponente -el que piensa o dice pensar distinto que yo o el que tiene un estatus más o menos miserable que yo- en vez de a construir, sobre los puntos de encuentro, una solución válida para todos los “teóricos extremos”. Y digo “extremos” y “teóricos” porque eso parece que les interesa mucho que parezca, por aquello del divide y vencerás.
¿Qué es lo que creo que está pasando en España a nivel político y a nivel social? Pues creo que hay dos realidades que aparecen como paralelas cuando, realmente, no lo son. ¿Y por qué creo que está pasando esto? Pues, sencilla y llanamente, porque hace demasiados años ya que los políticos españoles se han distanciado de la sociedad y que sí parecen caminar en paralelo y a kilómetros -por no decir a años luz- de ella; eso sí, con la connivencia de la mayoría de los ciudadanos a los que parece que "se la trae al fresco”.
Al menos, esto es lo que da la sensación que sucede con los que ocupan los escaños en el más alto Parlamento de la Nación y que, mal que nos pese a los 40 millones -o a los poco más de la mitad que votamos-, tienen el más alto poder constitucional de representación. Y aun cuando muchas veces no nos sintamos representados en ellos y, por tanto, no entendamos muy bien de qué forma nos representan. Desde luego que últimamente, como trabajadores que la mayoría somos, está claro que no.
Falta democracia. Falta querer acercar a la ciudadanía su poder de decisión y de elección y sin esa intención, la soberanía no deja de ser papel mojado.
Y sin embargo, parecemos obviar que esta Nación, que constitucionalmente solo es una, está formada por muchos seres individuales que conviven y convergen en muchos territorios, territorios que a su vez lo hacen en otros más grandes hasta llegar a ella, e incluso desde ésta al continente y desde el continente, al mundo.
Yo creo que el problema en este país, y supongo que en muchísimos otros países más, es que ni la política ni la democracia ni por tanto la sociedad, se construyen desde abajo hacia arriba sino que se construyen más bien, justo al contrario.
Y, concretamente en España, era muy difícil construir sobre la base de una Constitución que fue promulgada hace 36 años, partiendo de “una, grande y libre” y en un momento histórico en el que todo el poder y el dinero, acumulado durante muchos más años atrás, se concentraba en un Estado centralizado y totalitario, durante cuya vigencia, a los ciudadanos de a pie, sólo se les había permitido acatar y callar.
Sin embargo, con sus defectos, probablemente -muchos no- muchísimos, nos dotaron de una herramienta que tal vez, y sólo digo tal vez, es precisamente la que ahora, a la mayoría, por muchos y variados motivos, nos impide avanzar.
Porque, en aquel año 78 del siglo pasado, había voces que reclamaban autonomías e independencia y así se hizo constar en la Constitución pero fue su desarrollo, supuestamente constitucional, el que diseñó un sistema de autonomías que, o yo soy muy ignorante o muy inocente -o las dos cosas- o nadie entonces podía ni imaginar. Algo similar sucedió con la “teórica” división de poderes.
Personalmente, tengo la impresión de que pesó más la posibilidad de que quienes se dedicaban a la política encontrasen asientos y escaños en los que asentar su culo y acomodarse como profesionales, que el afán por lograr un verdadero, útil y coherente Estado en el que las autonomías hubieran de converger. Y algo parecido ocurrió con los municipios y con la autonomía municipal, mal entendida, creo yo, de la que los partidos políticos, hicieron también sus feudos.
Recuerdo -siendo niña o muy joven, cuando empezó todo este fenómeno electoralista- aquellas campañas que duraban no sé si meses, pero desde luego que mucho más que semanas; con sus miles de panfletos sepultando el asfalto -e incluso la tierra de las muchas calles aun sin asfaltar-; cientos de millones de rostros empapelando las paredes; altavoces sobre los coches, empapelados también, aclamando a unos partidos cuyos himnos, se convirtieron en la banda sonora de la llegada de la democracia.
Y recuerdo como en Soria, por ejemplo, los partidos políticos recorrían los pueblos en busca de la afiliación a sus listas del candidato a alcalde de turno, muchos de ellos sencillos agricultores sin ninguna filiación ideológica sino, a lo sumo, una vaga posición respecto a su sentir de lo que fue y a lo que condujo aquella cruenta guerra civil y del desarrollo de la posterior dictadura. Gente rural que en su mayoría, no tenían otro interés que gestionar los problemas comunes -la mayoría sin cobrar- y que por aquel entonces se llamaban independientes. Y les afiliaban o les anotaban en las listas de uno de aquellos partidos mayoritarios que optaban a hacerse con el máximo poder, entonces, tal vez, la máxima fuerza.
Mal empezaba pues la cosa, ya que aquellas filiaciones acabaron por socavar, no sólo la independencia, sino también la expresión popular que empezó a ser la voz de aquellos partidos y no de aquellos ciudadanos.
Y así ha resultado ser, visto que, actualmente, al menos en el Congreso, dos de esos partidos mayoritarios -uno, con las mismas, y otro, con distintas siglas pero el mismo origen- cuentan aproximadamente con un 80% de los escaños -en base a una ley electoral mas que cuestionable- y por la confianza puntual de un tanto por ciento de ciudadanos que en aquellas últimas elecciones, decidieron que valía la pena votar. Ello les confiere la legitimidad de decidir, a su conveniencia, sobre las vidas de los 40 millones de personas que habitamos este país
Para más escarnio, a día de hoy, las voces de la austeridad pretenden restar todavía más de ese, de por sí escaso protagonismo, y reducir la autonomía municipal y regional a meras oficinas de gestión local -salvo en lo que a estatus político e institucional se refiere, claro está, o esa es la impresión que tengo yo-,en un proceso de centralización o globalización política y económica, que pronto, de seguir en el poder quienes están y de seguir entregando soberanía a Europa, poco o nada tendrá que envidiar al más puro centralismo de las dictaduras.
Eso sí, previo paso por las urnas, ¡menos mal!. Y menos mal que los medios de manipulación juegan también su papel para que todo parezca lo que tiene que parecer, porque de lo contrario, a lo mejor nos daríamos cuenta de muchas cosas y no les resultaría tan sencillo hacernos asumir que la mayoría de las atrocidades que diseñan y perpetran, tienen su base en la justicia, en la democracia, en la igualdad y en la libertad.
Porque yo creo -y sólo es, como siempre, una opinión- que las estructuras se deben construir desde la base y que es así, y sólo así, desde una base fuerte y firme, hacia arriba, como la estructura constitucional se debió construir.
En España, tal vez, y digo sólo tal vez, la democracia y la nueva legislación, se construyó justo al revés.
Creo que desde un Estado central, se empezaron a repartir a diestro y siniestro competencias -con sus correspondientes dotaciones económicas- como si de un pastel se tratara y desde los estamentos políticos, que no tanto desde los sociales -salvo en la parte sindical que poco tiene que envidiar a estos efectos a la clase política- todos empezaron como locos a reclamar su parte del pastel, no fuera a ser -y tal vez así hubiera sido- que los que no lo hicieran, se quedasen sin nada.
Y todo ello fue sucediendo bajo el auspicio y la subvención de los grandes empresarios, los grandes capitales, las grandes fortunas y como no, la Banca, que parecían tener claro que hipotecándoles o comprándoles primero a ellos -a los políticos, a los partidos y a los sindicatos- luego a nosotros mismos, obtendrían, más pronto que tarde, su trozo del pastel, -a decir verdad, probablemente el más grande- como así parece haber sucedido también.
Llamadme simple o loca, que a buen seguro, con las dos definiciones en algo habréis de acertar, pero yo creo que, para nuestro bien, se debió hacer justo al revés; desde la cercanía y la proximidad de los barrios, de los municipios, de las provincias, de las regiones o de las comunidades que se convirtieron en autónomas, hacia el Estado Central.
Porque, ¿quien más autorizado para conocer los problemas de una determinada sociedad que su más directa entidad social o local que los agrupa a todos y a cada uno de ellos y donde todavía los ciudadanos son personas y no cifras? ¿Y quienes mejores conocedores de las personas que se presentan para ser elegidos que sus propios vecinos o sus propios asociados por intereses comunes?
Por sus actos los conoceréis, más que por las ideologías que propugnen los partidos políticos a los que han de pertenecer y de hecho pertenecen. ¿De verdad pensáis que con este sistema electoral y de representación, con estas estructuras de partidos, votamos personas? Yo creo que no, que lo que votamos son intereses y, visto lo visto, también creo, que no precisamente los nuestros.
Ya sé que a esos partidos políticos, otra forma de hacer política no les interesa y que disfrazarán de democracia, de constitucionalidad y de legalidad lo creíble y lo increíble -así como trataran de emponzoñar a quienes propongan alternativas como sé también que algunas de esas alternativas sólo buscarán su trozo de pastel- y harán lo que haga falta con tal de mantener el actual, su actual estatus, pero creo también, que ya va siendo hora de que los ciudadanos de a pie empecemos a darnos cuenta de cómo nos utilizan para sus fines en vez de preocuparse de resolver nuestros problemas.
Por eso creo que es ahí donde tenemos que hacer hincapié socialmente. Primero en hacernos visibles en nuestros círculos más próximos y en esa esfera de poder en la que sí es más fácil participar; donde si se puede contar a la mayoría; donde se puede valorar la proporción de los que protestan y entender por qué y para qué lo hacen; saber quienes son los que utilizan la fuerza; distinguir a quienes se aprovechan, a quienes mienten, a quienes roban; conocer a los que sufren las políticas que les son ajenas pero les conducen a la miseria; destituir a los que hacen mal su trabajo aunque se les haya elegido, en teoría para cuatro años, pero que podrían ser más o ser menos.
Y creo que deberíamos agruparnos desde abajo hacia arriba, eligiendo a quienes nos representen para que éstos negocien con los que representan a los vecinos del pueblo de al lado y llegar a acuerdos que beneficien a los dos pueblos, a la comarca, a la provincia, a la comunidad autónoma y a la ciudadanía de toda la nación; un poco más lejos de las ideologías y un poco más cerca de las necesidades reales.
Ya sé que puede ser muy simple, o tal vez ser muy complicado pero, a veces, creo que, si eligiésemos representantes en las comunidades de vecinos, en los barrios, en los municipios, y si los representantes locales elegidos, eligiesen a su vez de entre ellos a los provinciales; entre los provinciales a los autonómicos; entre los autonómicos a los del Congreso y desde el Congreso a los europeos, sobrarían la mitad de representantes y estaríamos mucho mejor representados que eligiendo a personas que no conocemos de nada y que otros han decidido que debían, por los motivos políticos o por los intereses que sean, estar ahí.
De esta forma, estaríamos representados por personas a las que exigir una responsabilidad en cadena hasta llegar incluso a la Jefatura del Estado. Y así, no estaríamos eligiendo -ahora para las europeas, ahora para las autonómicas ahora para las locales- lo contrario que en su día votamos para las generales porque aquello que en su día votamos, a pesar del incumplimiento o la decepción, no lo podemos ya corregir; porque, aunque así tampoco podemos corregirlo, al menos lo intentamos creyendo que lo tienen en cuenta cuando en realidad ni siquiera es así; cuando lo que en realidad hacemos, es dividir y confundir todavía más los teóricos designios y las teóricas esferas de la representación y del poder.
Y desde luego que nos ahorraríamos mucho dinero en elecciones, en dietas, en gastos de representación, en Parlamentos y en Instituciones que, a la postre, a través de los que los/las componen y ostentan por ello no pocos privilegios, están más preocupadas en mirarse su propio ombligo, que en actuar para encontrar las soluciones que cada grupo social y cada zona particular, necesita para vivir con dignidad.
Y sí, los habríamos elegido nosotros, aunque es claro que habría que idear un nuevo sistema de proporcionalidad y justicia en la representación, en la contribución, en la remuneración y tal vez también en la forma en que los proyectos y las propuestas se pudiesen llevar a efecto cuando en cada uno de los distintos estamentos, se tratase de trabajar para el beneficio de todos.
Tal vez es ciencia ficción o tal vez no. Y tal vez los haya más entendidos y preparados que yo para idear ese sistema de la misma forma que un día alguien, igual también con buena intención, ideó el que ahora nos asiste y que parece no estar dando muy buenos resultados, al menos para el común de la ciudadanía española.
El respeto, la responsabilidad, la solidaridad y un reparto justo del trabajo; de los medios de producción; de los beneficios; en definitiva, de la capacidad para generar la riqueza, debería hacer el resto para que desde la conciencia social y la independencia y la libertad personal, construyésemos la convivencia y diseñásemos el modelo institucional que necesitamos, en base a nuestras peculiares características como pueblo rico en diversidad que somos.
Y también deberíamos construir nuestro futuro desde la verdad y desde la información a los ciudadanos para hacer buen uso de su soberanía y de sus decisiones responsables y no como, nos guste o no, se hace en la actualidad, desde la mentira y desde la interesada manipulación.
Y claro, en buena lógica, ese modelo desde la base y desde la verdadera realidad social, nos conduciría a construir igualmente el modelo económico que necesitamos y cada día con más urgencia.
Porque la deriva a la que nos ha arrastrado esta global ingeniería económica reciente, nos ha sumido en un 25 % de un paro que nos conduce a la autodestrucción; en el dolor de que el 60% de nuestros jóvenes ni tengan presente ni tengan futuro en España; en la injusticia de que un 28% de las familias esté en el umbral de la pobreza; en la vergüenza de que nuestros niños y nuestros ancianos tengan que vivir de la caridad o mantener, éstos últimos, con sus mayoritariamente miserables pensiones -los que las tienen aun- a las generaciones que deberían estar trabajando para que ellos pudieran cobrarlas y disfrutar del merecido descanso con dignidad.
Podría repetir una a una todas las barbaridades que están sufriendo muchos de nuestros conciudadanos pero sería redundar porque muchos de vosotros, de sobra las conocéis ya aunque parezca que la mayoría, prefiera vivir todavía ignorándolas como si no fueran con ellos, o admirando a sus responsables, con la necia y egoísta aspiración, de llegar a ser un día como uno ellos, como los malnacidos que están acaparando la mayor parte de la riqueza mundial y expulsando -cuando no matando- a millones de ciudadanos de la sociedad.
Pensad qué podemos hacer porque nos jugamos mucho. Porque hablamos de nuestro futuro, del futuro de todos y cada uno de nosotros que por desgracia, y me duele decirlo, con sus tratados, consensos, mangoneos, corrupciones y con el elitista estatus de la casi “noble”, múltiple y variada, clase política actual, a los que aspiramos a vivir de nuestro trabajo, el futuro se nos pone cada día más negro.
Y dicho esto, ahora podéis ponerme el color que queráis, filiarme a las siglas que queráis o adjudicarme la ideología que os parezca más conveniente, si es que os parece conveniente.
Yo seguiré pensando que soy una persona libre, con libertad de pensamiento y de sentimiento. Una más, sin más, con voluntad de aportar pero aun más de concienciar y motivar, para que a esta sociedad, que es de todos, aportemos todos.