domingo, 23 de marzo de 2014

DE MAL EN PEOR

Hay días en que una cree estar viviendo una realidad paralela y hoy es uno de ellos.
Ayer, como había decidido prácticamente desde que tuve conocimiento de la convocatoria de las “Marchas de la Dignidad”, acudí a Madrid a mostrar mi indignación por las políticas que se han llevado a cabo en este país desde que la amenaza de la crisis empezó a sobrevolar nuestras cabezas.
Mi sentimiento era de esperanza, ilusión, pero también de cautela emocional, pues no habría sido la primera vez en la que me hubiera forjado una idea de cómo debería de ser y sería la protesta y me hubiese llevado una gran decepción.
Sin embargo, no fue así esta vez, más bien casi podría decir que la concentración superó incluso mis mejores expectativas.
Allí estábamos cientos de miles de personas en el Paseo del Prado intentando avanzar y sin poder hacerlo por la ingente cantidad de manifestantes indignados que, sumados a los de la capital, habíamos llegado a Madrid.
He de reconocer que no soy persona de aglomeraciones y que, por un momento, estuve tentada de abandonar el centro de la manifestación, pues la concentración de personas por metro cuadrado era tal, que casi sentía que me faltaba el aire para respirar y llegue a sentir incluso ansiedad.
Por circunstancias personales y casualidades de la vida, hicimos la marcha con aquellos que habían acudido a la misma desde el País Vasco, ya que, más o menos, la gente se sumaba a la marcha por colectivos o por comunidades autónomas. Casualmente, delante de mí, los compañeros que habían acudido desde la Comunidad Valenciana, entre consigna y consigna, estallaban alguno que otro de los escasos petardos, resaca de las recientes fiestas falleras.
El ambiente, inmejorable, consignas en diferentes lenguas y banderas de todo color y condición, con una misma sintonía: techo, pan y trabajo; la defensa del derecho de todos los ciudadanos a vivir con dignidad. Próximos a nosotros, abanderados de Izquierda Unida de Andalucía y distintos movimientos sindicales y a nuestro alrededor, una multitud de ciudadanos, imagino que madrileños q nos adelantaban por la derecha y por la izquierda a fin de conseguir llegar a Colón. Una preciosa imagen de España, unida por sus derechos, que a aquellos que tanto defienden la unidad nacional, poco parece importar.
Al fin conseguimos avanzar, más no todos llegamos juntos a la plaza de Colón. Los compañeros que habían llegado desde Euskalherria con sus ikurriñas al hombro, optaron (y no fueron los únicos) por dar por terminada la manifestación a la altura de Cibeles pues era tanto el gentío que ocupaba ya hacía más de una hora la plaza, que resultaba casi imposible poder llegar. Y dado que habían de coger los autobuses de nuevo para regresar al País Vasco, enrollaron sus banderas y entre abrazos y felicidad, nos despedimos.
No obstante, yo quería llegar a Colón, era la culminación de la marcha y quería hacerla hasta el final, así que, los que íbamos a pernoctar en Madrid, seguimos avanzando con dificultad hasta el escenario en el que los compañeros impulsores y organizadores de la marcha, leían sus discursos entre gritos de #sisepuede y de lucha de la clase obrera.
Una ya tiene una edad y el madrugón y las duras horas de espera de pie sumadas a la lentitud de la marcha, habían hecho mella en mis pies. Las necesidades fisiológicas, porque no decirlo, y la satisfacción de haber cumplido ya con el deber social, nos hicieron optar también por dar por concluida nuestra participación y, aproximadamente sobre las 8 y media de la noche, felices, dejamos atrás la plaza de Colón abarrotada de dignidad.
De lo que pasó después, no me preguntéis en primera persona, pues nada pude ver. Con la batería bajo mínimos, no podía estar en tweeter con la presencia que hubiese deseado, si bien, de vez en cuando, le lanzaba una miradita para poder seguir disfrutando del éxito de la multitudinaria y por supuesto, absolutamente pacífica manifestación que acababa de tener lugar. Como no podía ser de otra manera, por otra parte, dada la calidad humana del 99,9 % que había participado en ella, si no el 100%.
Más mi felicidad, no tardó en hacer aguas. Creo que ni siquiera eran las nueve de la noche, hora en la que aproximadamente tenía previsto concluir el acto en Colón, que ya comencé a ver tweets que informaban de que la Policía había irrumpido en la Plaza. Al poco, hablaban de cargas y poco más tarde, de que intentaban desalojar a quienes habían pretendido acampar en Recoletos, cosa que no dude que pudiera pasar y que tampoco puedo censurar, pues tengo la suficiente humanidad como para comprender que, quienes habían recorrido cientos de kilómetros a pie (parados de larga duración en su mayoría) no se iban a alojar en un hotel; así como que, en la esperanza que para muchos fue aquel #15M de que con unión y solidaridad las cosas podían cambiar, viesen la única posibilidad de terminar con el sufrimiento y la pesadilla que deben ser sus vidas a día de hoy.
De lo que iban a hacer los “Medios de manipulación”, sí que no tenía ninguna duda. Llevaban semanas silenciando la protesta. Tan sólo ante su inminencia, comenzaron, cada uno en su estilo, a posicionarse al respecto: unos mostrando declaraciones como la del Presidente de la Comunidad de Madrid (muy digno él y su gestión de la Sanidad y sus chanchullos en la compra de un apartamento en Marbella), nos llamaba Nazis al puro estilo Amanecer Dorado; otros, destacando el enorme despliegue policial que había de ser llevado a cabo ante el acoso al poder de las hordas comunistas que acudían a Madrid a atentar contra el orden Constitucional y legítimo salido de las urnas; otros, simplemente como si la manifestación que iba a tener lugar (y que medios internacionales cifran en 2 millones de asistentes), fuera algo puramente anecdótico.
Pero la puntilla fue cuando el viernes, en el telediario de Antena 3, anunciaron a bombo y platillo la agonía de Suárez y dedicaron casi 30 minutos de las noticias a hablarnos de él, no sólo de él, sino también de toda su parentela, al más puro estilo “amarillista” y manipulador, lo que no les dejo tiempo suficiente para hacerse eco de la multitudinaria protesta ciudadana que a escasas horas iba a tener lugar en Madrid.
Que yo sepa, y a no ser que se haya conocido la noticia en el rato que me he dedicado a escribir este post, Suárez, sigue aun con vida. Eso sí, agonizando, como tal vez agoniza también la democracia a la que en la transición, y de su mano, creímos acceder.
Tiempo quedará por delante para los homenajes y las críticas, que de todo mostrarán los medios de manipulación.
Yo me quedo con lo positivo. No sé si a muchos de vosotros Jordi Évole, con su “fantástico” #23F, os hizo daros cuenta de lo fácil que es mentir, manipular y engañar pero lo que tengo claro es que, en lo que a la cobertura de la lucha de los ciudadanos por sus derechos y por unas mínimas condiciones de dignidad para las clases trabajadoras y para quienes se ven privados hasta de serlo, la manipulación de la cobertura del #22M en este país, merece un Óscar, que no un Pullizer.
De verdad creéis que votáis lo que creéis y no lo que los medios quieren que creáis.
Que cada uno intente encontrar la verdad como pueda porque no nos la piensan contar.

Y vamos, de mal, en peor.

jueves, 20 de marzo de 2014

#22M Marchas de la dignidad

Se acerca el gran día y siento la emoción a flor de piel. Cada tweet rubricado con el hadastag #22M, es oxígeno que alimenta y purifica la sangre que corre por mis venas.
Porque por mis venas, todavía corre sangre, lo que no parece suceder con la mayoría de la sociedad, y porque estoy convencida de que estoy haciendo lo correcto luchando con dignidad y por la dignidad de todos los seres humanos que habitan este planeta, un planeta que, a pesar de lo que digan los papeles, cada día parece menos una civilización y más una jungla de bestias luchando por la supervivencia. Un planeta en el que alrededor de cada núcleo de ostentosa riqueza, campan millones de miserables pugnando por un pedazo de pan o por un plato de arroz.
Ha sido un trabajo duro, los medios de comunicación no nos lo han puesto fácil, nunca nos lo ponen. En el mejor de los casos, lo silencian y, en el peor, apuntan sus objetivos hacia los mínimos brotes de exaltación para convertirlos en violencia o terrorismo a fin de tirar por tierra cualquier atisbo de justicia que pretenda equilibrar, aunque sólo sea mínimamente, este sistema de desigualdad y de hipocresía; este sistema de abusos del poder del dinero frente a las más básicas necesidades de las personas; este sistema de supuesta democracia que sólo puede funcionar si los ciudadanos acatan y se someten a una legislación que no apunta al respeto de los más básicos derechos humanos sino a la supremacía de unos intereses económicos en manos de unos pocos que controlan a toda la humanidad, sin importarles cuantos millones de seres humanos puedan sufrir con ello. Y para poder lograrlo sin que se note demasiado, se sirven, como no podía ser de otra manera, de unos medios de comunicación financiados por ese mismo sistema que, por tanto, no pueden sino servir, vilmente, a esos mismos intereses, por más que intenten disimular dando cabida a grandes eventos de solidaridad o de supuesta oposición social.
Por eso, debemos empezar a ser conscientes de que no serán ellos los que cambien ese sistema en nuestro beneficio. Muy al contrario, la realidad social apunta a que, cada día, sucede lo contrario. Manipulan la información y manipulan los sentimientos a través de la gran pantalla, de manera que pienses que lo que están haciendo es legal y por tanto justo. Pero hace falta ser muy poco listo para darse cuenta de que nada, absolutamente nada tiene que ver una cosa con la otra.
Lo demuestran cada día legalizando los abusos, aprobándolos en Parlamentos aprovechándose de supuestas mayorías obtenida en las urnas, mayorías que, en el mejor de los casos, son consecuencia de la manipulación, y en el peor, directamente de las mentiras, puras y duras, cacareadas a bombo y platillo durante campañas electorales de consignas populistas en las que todos prometen lo mismo y en el que el único criterio parece ser castigar al último que lo hizo mal o sentirse de izquierdas o de derechas sin que se sepa muy bien, a día de hoy, donde está el centro.
Y así, en España, llevan alternándose en el poder más de treinta años con las nefastas consecuencias que a día de hoy estamos pudiendo contemplar. Llevan gobernándonos desde el “y tu más” décadas, de forma que a ojos de los electores sean los otros los culpables y sin que ninguno de ellos haya asumido ni asuma, ninguna responsabilidad. Muy al contrario, transfieren sus culos de unos asientos a otros, del Congreso al Senado; de los Parlamentos autonómicos al Parlamento Estatal; del Estatal al Europeo; del Europeo a la ONU o al FMI, cuando no a los de los despachos de las grandes empresas para las que sí legislan, a las que sí amparan y favorecen, como a los bancos, porque es así como se favorecen ellos y sus intereses, sin importarles un ápice qué es lo justo para la mayoría de la sociedad.
Mirad sino donde está a día de hoy Felipe González o Rodrigo Rato (¿de verdad somos tan tontos que no lo vemos?). Muy al contrario, los que siempre sufrimos las consecuencias, somos nosotros: los humildes trabajadores; los pequeños empresarios y comerciantes; los funcionarios; todos los hipotecados y endeudados para su enriquecimiento, quienes, cuando vienen mal dadas, somos expropiados de todo: de nuestras viviendas, de nuestros trabajos, de nuestros negocios, de nuestras escuelas, de nuestros hospitales, de nuestras pensiones, de nuestros subsidios, de nuestros más básicos derechos. Y lo que es todavía más duro, están expropiándonos también el futuro de nuestros hijos porque los suyos, lo tienen más que garantizado en el sistema que han creado a su imagen y semejanza, en este sistema que pretenden convertir en su coto privado de caza pero que fue construido con el sudor de nuestros padres y de nuestros abuelos y en el que la mayoría, ahora sólo somos carnaza.
Porque lo peor de todo, no es que todo sea privado y que tengamos que pagar hasta por respirar. Lo peor es cuando se nos niega el derecho a sobrevivir con dignidad porque entre unos pocos se han hecho los dueños de la materia prima, de los medios de producción, de los recursos naturales; y cuando los grandes entre los grandes amasan fortunas mientras los humildes, ni siquiera pueden trabajar para comer.
Y muchos de vosotros, no lo queréis ver. Muchos de vosotros, les creéis, creéis sus mentiras y creéis que nada podemos hacer.
Pero no es cierto, podemos hacer y mucho y eso es lo que queremos la mayoría de los que acudiremos el 22 de marzo a Madrid.
Podemos cambiar las reglas del juego y decirles que no son los amos del mundo por mucho que cada día atesoren más títulos que lo acrediten. Podemos decirles que no toleraremos ningún sistema en el que todas las personas no tengan derecho a obtener su sustento; que no queremos poder ser multimillonarios, sino que lo que queremos es que todos puedan comer, tener un techo y derecho a vivir y a morir con dignidad. Porque se puede conseguir con respeto, solidaridad y con una distribución más justa de la riqueza y porque lo podemos hacer si dejamos de seguirles el juego, si dejamos de ser piezas en su tablero y nos convertimos en una verdadera sociedad en la que prime el interés común al egoísmo individual.
Una sociedad que señale con el dedo a quienes abusan; a quienes explotan; a quienes mienten; a quienes especulan con nuestros alimentos, con nuestra salud, con nuestras vidas; a quienes ganan millones de euros o de dólares o de yenes a costa del sudor de los demás; a quienes fabrican y venden armas; a quienes utilizan las religiones y las ideologías para convertirnos en enemigos, mientras viven en un mundo paralelo.
En vez de eso, señalamos con el dedo a quienes creyeron en su mentira de que podían tenerlo todo si trabajaban duro y a quienes, después de trabajar duro, muy duro, les han robado su puesto de trabajo y se han quedado sin nada. O sin nada y con deudas, que aun es peor.
Es muy fácil. Sólo tienes que pensar que, tal vez te sonrió la suerte y conservas tu puesto de trabajo en un país en el que el 25% no lo tiene y pensar que podías, haber sido tu.

Piensa que hubiera sido de tu vida y de la de tu familia si llevases cinco años sin poder trabajar y no lo dudes, únete al #22M, únete a las #MarchasdelaDignidad, porque no estás a salvo. Hoy en día, con estos buitres sobrevolando nuestras cabezas, nadie lo está.