domingo, 15 de junio de 2014

CONSTRUIR FUTURO

Me siento a escribir y me parece mentira que sólo haya pasado una semana desde mi último post. 
Parece que hubiese pasado toda una legislatura o, si me apuras, todo un reinado. Y es que, no se había hablado tanto de democracia ni de Constitución en este país, seguramente, desde el consenso que diseñó para todos -presentes entonces y futuros, que somos los presentes de hoy- una herramienta para la convivencia.
Afortunadamente, después de las reticencias iniciales -necesarias para consumar la express abdicación y coronación- se habla de República, de referéndum y de reforma de la Constitución, que ya es algo. A veces, ¡hasta parece dar la impresión de que estuvieran la mayoría de acuerdo en las cosas más básicas!.
Sin embargo, en este país, esto -como casi todo-, a buen seguro no es una realidad sino, sencilla y llanamente, una cortina de humo más para tener entretenidos a los ciudadanos -en el caso o para los casos en que el fútbol, el cine, la música, la televisión o la propaganda, no den los resultados esperados- mientras diseñan en secreto desde la Unión Europea, tratados internacionales con Estados Unidos o leyes que nos conducirán a una mayor desigualdad y a la, aun más miserable, miseria.
Porque, qué en España hay mucha miseria y qué, en España y en Europa, hay mucho miserable, eso, ya no se le escapa a casi nadie.
Me fastidia tener que hablar de política, esa es la verdad pero -quieras o no quieras; pienses lo que pienses; desees lo que desees; incluso aunque digas que pasas- la política siempre está ahí, como problema o como solución, sobrevolando por encima de nuestras cabezas. Porque, no en vano, de la Política -o de los políticos- salen los representantes en los Parlamentos y de éstos -y de los Gobiernos nacidos de éstos- las leyes que -queramos o no, nos gusten o no- deciden nuestros destinos y trazan los caminos por los que podemos o no transitar, así como las consecuencias que salirse de las sendas marcadas, nos puede acarrear en forma de sanciones -pecuniarias o, en su más alto grado, mediante privación de la libertad-, de las que, últimamente, tampoco se están quedando mancos en legislar. No tanto ni tan grave para determinadas cuentas corrientes, pero sí para los más humildes.
En este país somos 40 millones de personas. Muy difícil poder ponernos de acuerdo y que pueda llover a gusto de todos, esa es la verdad, pero más difícil aun nos lo ponemos nosotros mismos cuando, desde distintos ángulos de la sociedad, nos dedicamos a destruir al oponente -el que piensa o dice pensar distinto que yo o el que tiene un estatus más o menos miserable que yo- en vez de a construir, sobre los puntos de encuentro, una solución válida para todos los “teóricos extremos”. Y digo “extremos” y “teóricos” porque eso parece que les interesa mucho que parezca, por aquello del divide y vencerás.
¿Qué es lo que creo que está pasando en España a nivel político y a nivel social? Pues creo que hay dos realidades que aparecen como paralelas cuando, realmente, no lo son. ¿Y por qué creo que está pasando esto? Pues, sencilla y llanamente, porque hace demasiados años ya que los políticos españoles se han distanciado de la sociedad y que sí parecen caminar en paralelo y a kilómetros -por no decir a años luz- de ella; eso sí, con la connivencia de la mayoría de los ciudadanos a los que parece que "se la trae al fresco”.
Al menos, esto es lo que da la sensación que sucede con los que ocupan los escaños en el más alto Parlamento de la Nación y que, mal que nos pese a los 40 millones -o a los poco más de la mitad que votamos-, tienen el más alto poder constitucional de representación. Y aun cuando muchas veces no nos sintamos representados en ellos y, por tanto, no entendamos muy bien de qué forma nos representan. Desde luego que últimamente, como trabajadores que la mayoría somos, está claro que no.
Falta democracia. Falta querer acercar a la ciudadanía su poder de decisión y de elección y sin esa intención, la soberanía no deja de ser papel mojado.
Y sin embargo, parecemos obviar que esta Nación, que constitucionalmente solo es una, está formada por muchos seres individuales que conviven y convergen en muchos territorios, territorios que a su vez lo hacen en otros más grandes hasta llegar a ella, e incluso desde ésta al continente y desde el continente, al mundo.
Yo creo que el problema en este país, y supongo que en muchísimos otros países más, es que ni la política ni la democracia ni por tanto la sociedad, se construyen desde abajo hacia arriba sino que se construyen más bien, justo al contrario.
Y, concretamente en España, era muy difícil construir sobre la base de una Constitución que fue promulgada hace 36 años, partiendo de “una, grande y libre” y en un momento histórico en el que todo el poder y el dinero, acumulado durante muchos más años atrás, se concentraba en un Estado centralizado y totalitario, durante cuya vigencia, a los ciudadanos de a pie, sólo se les había permitido acatar y callar.
Sin embargo, con sus defectos, probablemente -muchos no- muchísimos, nos dotaron de una herramienta que tal vez, y sólo digo tal vez, es precisamente la que ahora, a la mayoría, por muchos y variados motivos, nos impide avanzar.
Porque, en aquel año 78 del siglo pasado, había voces que reclamaban autonomías e independencia y así se hizo constar en la Constitución pero fue su desarrollo, supuestamente constitucional, el que diseñó un sistema de autonomías que, o yo soy muy ignorante o muy inocente -o las dos cosas- o nadie entonces podía ni imaginar. Algo similar sucedió con la “teórica” división de poderes.
Personalmente, tengo la impresión de que pesó más la posibilidad de que quienes se dedicaban a la política encontrasen asientos y escaños en los que asentar su culo y acomodarse como profesionales, que el afán por lograr un verdadero, útil y coherente Estado en el que las autonomías hubieran de converger. Y algo parecido ocurrió con los municipios y con la autonomía municipal, mal entendida, creo yo, de la que los partidos políticos, hicieron también sus feudos.
Recuerdo -siendo niña o muy joven, cuando empezó todo este fenómeno electoralista- aquellas campañas que duraban no sé si meses, pero desde luego que mucho más que semanas; con sus miles de panfletos sepultando el asfalto -e incluso la tierra de las muchas calles aun sin asfaltar-; cientos de millones de rostros empapelando las paredes; altavoces sobre los coches, empapelados también, aclamando a unos partidos cuyos himnos, se convirtieron en la banda sonora de la llegada de la democracia.
Y recuerdo como en Soria, por ejemplo, los partidos políticos recorrían los pueblos en busca de la afiliación a sus listas del candidato a alcalde de turno, muchos de ellos sencillos agricultores sin ninguna filiación ideológica sino, a lo sumo, una vaga posición respecto a su sentir de lo que fue y a lo que condujo aquella cruenta guerra civil y del desarrollo de la posterior dictadura. Gente rural que en su mayoría, no tenían otro interés que gestionar los problemas comunes -la mayoría sin cobrar- y que por aquel entonces se llamaban independientes. Y les afiliaban o les anotaban en las listas de uno de aquellos partidos mayoritarios que optaban a hacerse con el máximo poder, entonces, tal vez, la máxima fuerza.
Mal empezaba pues la cosa, ya que aquellas filiaciones acabaron por socavar, no sólo la independencia, sino también la expresión popular que empezó a ser la voz de aquellos partidos y no de aquellos ciudadanos.
Y así ha resultado ser, visto que, actualmente, al menos en el Congreso, dos de esos partidos mayoritarios -uno, con las mismas, y otro, con distintas siglas pero el mismo origen- cuentan aproximadamente con un 80% de los escaños -en base a una ley electoral mas que cuestionable- y por la confianza puntual de un tanto por ciento de ciudadanos que en aquellas últimas elecciones, decidieron que valía la pena votar. Ello les confiere la legitimidad de decidir, a su conveniencia, sobre las vidas de los 40 millones de personas que habitamos este país
Para más escarnio, a día de hoy, las voces de la austeridad pretenden restar todavía más de ese, de por sí escaso protagonismo, y reducir la autonomía municipal y regional a meras oficinas de gestión local -salvo en lo que a estatus político e institucional se refiere, claro está, o esa es la impresión que tengo yo-,en un proceso de centralización o globalización política y económica, que pronto, de seguir en el poder quienes están y de seguir entregando soberanía a Europa, poco o nada tendrá que envidiar al más puro centralismo de las dictaduras.
Eso sí, previo paso por las urnas, ¡menos mal!. Y menos mal que los medios de manipulación juegan también su papel para que todo parezca lo que tiene que parecer, porque de lo contrario, a lo mejor nos daríamos cuenta de muchas cosas y no les resultaría tan sencillo hacernos asumir que la mayoría de las atrocidades que diseñan y perpetran, tienen su base en la justicia, en la democracia, en la igualdad y en la libertad.
Porque yo creo -y sólo es, como siempre, una opinión- que las estructuras se deben construir desde la base y que es así, y sólo así, desde una base fuerte y firme, hacia arriba, como la estructura constitucional se debió construir.
En España, tal vez, y digo sólo tal vez, la democracia y la nueva legislación, se construyó justo al revés.
Creo que desde un Estado central, se empezaron a repartir a diestro y siniestro competencias -con sus correspondientes dotaciones económicas- como si de un pastel se tratara y desde los estamentos políticos, que no tanto desde los sociales -salvo en la parte sindical que poco tiene que envidiar a estos efectos a la clase política- todos empezaron como locos a reclamar su parte del pastel, no fuera a ser -y tal vez así hubiera sido- que los que no lo hicieran, se quedasen sin nada.
Y todo ello fue sucediendo bajo el auspicio y la subvención de los grandes empresarios, los grandes capitales, las grandes fortunas y como no, la Banca, que parecían tener claro que hipotecándoles o comprándoles primero a ellos -a los políticos, a los partidos y a los sindicatos- luego a nosotros mismos, obtendrían, más pronto que tarde, su trozo del pastel, -a decir verdad, probablemente el más grande- como así parece haber sucedido también.
Llamadme simple o loca, que a buen seguro, con las dos definiciones en algo habréis de acertar, pero yo creo que, para nuestro bien, se debió hacer justo al revés; desde la cercanía y la proximidad de los barrios, de los municipios, de las provincias, de las regiones o de las comunidades que se convirtieron en autónomas, hacia el Estado Central.
Porque, ¿quien más autorizado para conocer los problemas de una determinada sociedad que su más directa entidad social o local que los agrupa a todos y a cada uno de ellos y donde todavía los ciudadanos son personas y no cifras? ¿Y quienes mejores conocedores de las personas que se presentan para ser elegidos que sus propios vecinos o sus propios asociados por intereses comunes?
Por sus actos los conoceréis, más que por las ideologías que propugnen los partidos políticos a los que han de pertenecer y de hecho pertenecen. ¿De verdad pensáis que con este sistema electoral y de representación, con estas estructuras de partidos, votamos personas? Yo creo que no, que lo que votamos son intereses y, visto lo visto, también creo, que no precisamente los nuestros.
Ya sé que a esos partidos políticos, otra forma de hacer política no les interesa y que disfrazarán de democracia, de constitucionalidad y de legalidad lo creíble y lo increíble -así como trataran de emponzoñar a quienes propongan alternativas como sé también que algunas de esas alternativas sólo buscarán su trozo de pastel- y harán lo que haga falta con tal de mantener el actual, su actual estatus, pero creo también, que ya va siendo hora de que los ciudadanos de a pie empecemos a darnos cuenta de cómo nos utilizan para sus fines en vez de preocuparse de resolver nuestros problemas.
Por eso creo que es ahí donde tenemos que hacer hincapié socialmente. Primero en hacernos visibles en nuestros círculos más próximos y en esa esfera de poder en la que sí es más fácil participar; donde si se puede contar a la mayoría; donde se puede valorar la proporción de los que protestan y entender por qué y para qué lo hacen; saber quienes son los que utilizan la fuerza; distinguir a quienes se aprovechan, a quienes mienten, a quienes roban; conocer a los que sufren las políticas que les son ajenas pero les conducen a la miseria; destituir a los que hacen mal su trabajo aunque se les haya elegido, en teoría para cuatro años, pero que podrían ser más o ser menos.
Y creo que deberíamos agruparnos desde abajo hacia arriba, eligiendo a quienes nos representen para que éstos negocien con los que representan a los vecinos del pueblo de al lado y llegar a acuerdos que beneficien a los dos pueblos, a la comarca, a la provincia, a la comunidad autónoma y a la ciudadanía de toda la nación; un poco más lejos de las ideologías y un poco más cerca de las necesidades reales.
Ya sé que puede ser muy simple, o tal vez ser muy complicado pero, a veces, creo que, si eligiésemos representantes en las comunidades de vecinos, en los barrios, en los municipios, y si los representantes locales elegidos, eligiesen a su vez de entre ellos a los provinciales; entre los provinciales a los autonómicos; entre los autonómicos a los del Congreso y desde el Congreso a los europeos, sobrarían la mitad de representantes y estaríamos mucho mejor representados que eligiendo a personas que no conocemos de nada y que otros han decidido que debían, por los motivos políticos o por los intereses que sean, estar ahí.
De esta forma, estaríamos representados por personas a las que exigir una responsabilidad en cadena hasta llegar incluso a la Jefatura del Estado. Y así, no estaríamos eligiendo -ahora para las europeas, ahora para las autonómicas ahora para las locales- lo contrario que en su día votamos para las generales porque aquello que en su día votamos, a pesar del incumplimiento o la decepción, no lo podemos ya corregir; porque, aunque así tampoco podemos corregirlo, al menos lo intentamos creyendo que lo tienen en cuenta cuando en realidad ni siquiera es así; cuando lo que en realidad hacemos, es dividir y confundir todavía más los teóricos designios y las teóricas esferas de la representación y del poder.
Y desde luego que nos ahorraríamos mucho dinero en elecciones, en dietas, en gastos de representación, en Parlamentos y en Instituciones que, a la postre, a través de los que los/las componen y ostentan por ello no pocos privilegios, están más preocupadas en mirarse su propio ombligo, que en actuar para encontrar las soluciones que cada grupo social y cada zona particular, necesita para vivir con dignidad.
Y sí, los habríamos elegido nosotros, aunque es claro que habría que idear un nuevo sistema de proporcionalidad y justicia en la representación, en la contribución, en la remuneración y tal vez también en la forma en que los proyectos y las propuestas se pudiesen llevar a efecto cuando en cada uno de los distintos estamentos, se tratase de trabajar para el beneficio de todos.
Tal vez es ciencia ficción o tal vez no. Y tal vez los haya más entendidos y preparados que yo para idear ese sistema de la misma forma que un día alguien, igual también con buena intención, ideó el que ahora nos asiste y que parece no estar dando muy buenos resultados, al menos para el común de la ciudadanía española.
El respeto, la responsabilidad, la solidaridad y un reparto justo del trabajo; de los medios de producción; de los beneficios; en definitiva, de la capacidad para generar la riqueza, debería hacer el resto para que desde la conciencia social y la independencia y la libertad personal, construyésemos la convivencia y diseñásemos el modelo institucional que necesitamos, en base a nuestras peculiares características como pueblo rico en diversidad que somos.
Y también deberíamos construir nuestro futuro desde la verdad y desde la información a los ciudadanos para hacer buen uso de su soberanía y de sus decisiones responsables y no como, nos guste o no, se hace en la actualidad, desde la mentira y desde la interesada manipulación.
Y claro, en buena lógica, ese modelo desde la base y desde la verdadera realidad social, nos conduciría a construir igualmente el modelo económico que necesitamos y cada día con más urgencia.
Porque la deriva a la que nos ha arrastrado esta global ingeniería económica reciente, nos ha sumido en un 25 % de un paro que nos conduce a la autodestrucción; en el dolor de que el 60% de nuestros jóvenes ni tengan presente ni tengan futuro en España; en la injusticia de que un 28% de las familias esté en el umbral de la pobreza; en la vergüenza de que nuestros niños y nuestros ancianos tengan que vivir de la caridad o mantener, éstos últimos, con sus mayoritariamente miserables pensiones -los que las tienen aun- a las generaciones que deberían estar trabajando para que ellos pudieran cobrarlas y disfrutar del merecido descanso con dignidad.
Podría repetir una a una todas las barbaridades que están sufriendo muchos de nuestros conciudadanos pero sería redundar porque muchos de vosotros, de sobra las conocéis ya aunque parezca que la mayoría, prefiera vivir todavía ignorándolas como si no fueran con ellos, o admirando a sus responsables, con la necia y egoísta aspiración, de llegar a ser un día como uno ellos, como los malnacidos que están acaparando la mayor parte de la riqueza mundial y expulsando -cuando no matando- a millones de ciudadanos de la sociedad.
Pensad qué podemos hacer porque nos jugamos mucho. Porque hablamos de nuestro futuro, del futuro de todos y cada uno de nosotros que por desgracia, y me duele decirlo, con sus tratados, consensos, mangoneos, corrupciones y con el elitista estatus de la casi “noble”, múltiple y variada, clase política actual, a los que aspiramos a vivir de nuestro trabajo, el futuro se nos pone cada día más negro.
Y dicho esto, ahora podéis ponerme el color que queráis, filiarme a las siglas que queráis o adjudicarme la ideología que os parezca más conveniente, si es que os parece conveniente.
Yo seguiré pensando que soy una persona libre, con libertad de pensamiento y de sentimiento. Una más, sin más, con voluntad de aportar pero aun más de concienciar y motivar, para que a esta sociedad, que es de todos, aportemos todos.



domingo, 8 de junio de 2014

ME TIRAN DE LA LENGUA

La verdad es que no pensaba hacer un post sobre el actual debate entre Monarquía y República pero al final, de tanto oír hablar de lo uno y de lo otro, de ver tanta propaganda monárquica y de observar la “realidad” que cuentan los medios, acaban consiguiendo tirarle a una de la lengua.
A estas alturas, y a la vista de los argumentos para negar la evidencia -o lo que a mi me parece evidente- que esgrime la mayoría de la clase política que se sienta a día de hoy en nuestro Parlamento y en nuestras tertulias , ya no sé ni si he entendido en qué consiste una república, ni tampoco cuándo y cómo puede convocarse un referéndum.
Respecto a lo del referéndum, la verdad es que estoy todavía por saber a qué sentencia se refieren cuando dicen cuál es el procedimiento que hay que seguir pero respecto a lo de la forma política del Estado, según mi humilde entender, en términos generales y sin entran en modelos, se resume así:
  • En el caso de una República Democrática, el acceso a la Jefatura del Estado se produce a través de las urnas mediante el ejercicio de sufragio del pueblo, titular de la soberanía, pudiendo optar a ocupar el cargo cualquier ciudadano en condiciones de igualdad, sin discriminación alguna. El Jefe del Estado ocupa el cargo para el que ha sido elegido durante un determinado periodo de tiempo al final del cual, en el caso de querer volver a salir elegido, habrá de someterse de nuevo a la voluntad del pueblo que podrá ratificarle su confianza o por el contrario, elegir a otro que también opte y que los ciudadanos consideren que puede hacerlo mejor.
  • En el caso de la Monarquía -parlamentaria o no- el acceso a la Jefatura del Estado se produce por razón de nacimiento a través de la sucesión -independientemente del mérito o la capacidad- en la persona del legítimo heredero -en el caso español, además, con el agravante de preferencia del varón a la mujer-. El rey ocupa la Jefatura del Estado con carácter vitalicio, siendo inviolable y no estando sujeto a responsabilidad. A esto es a lo que le llaman estabilidad, aunque a mi entender -confiera estabilidad o no- rompe por completo el carácter democrático y los principios de igualdad y de no discriminación.
No obstante reproduzco los artículos de nuestra Constitución, -escrita, afortunadamente, porque a veces oyendo las interpretaciones que hacen los políticos, los abogados e incluso los tribunales superiores merced a su superior potestad de interpretación, parece que algunos nos la inventamos- y añado, entre paréntesis, algunas apreciaciones personales.
Art. 1
  1. España se constituye en un Estado social y democrático de Derecho que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico, la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político. (Podía haberse encabezado con: con excepción de lo dispuesto en el Título II que regula la Monarquía pero hubiera quedado un poco mal).
  2. La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado.
  3. La forma política del Estado español es la Monarquía Parlamentaria (bien pudo haberse escrito la República Democrática, República Federal o cualquier otra forma de forma política, creo yo).
Art. 14
Los españoles son iguales ante la ley (¿ante todas las leyes pero no ante la Constitución que es la Ley Fundamental a la que se supedita todo el ordenamiento jurídico?), sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social. (Lo normal sería que si los miembros de la familia real son españoles, estuvieran incluidos también pues no admite discriminación alguna, pero, curiosamente no. Y en lo que afecta a la propia Institución de la Corona, y por tanto a la Jefatura del Estado, sucede justo al revés, que los que estamos excluidos, y por tanto discriminados, somos todos menos uno, con su consiguiente raza, sexo (y si me apuras, hasta religión).
Art. 57
  1. La Corona de España es hereditaria en los sucesores de S.M. Don Juan Carlos I de Borbón, legítimo heredero de la dinastía histórica. La sucesión en el trono seguirá el orden regular de primogenitura y representación, siendo preferida siempre la línea anterior a las posteriores; en la misma línea el grado más próximo al más remoto; en el mismo grado, el varón a la mujer, y en el mismo sexo, la persona de más edad a la de menos.
Las razones por las que la Constitución Española fue redactada en esos términos, tampoco las tengo claras ya, porque muchas de las explicaciones que había oído y leído antes de que el rey presentase su renuncia, hoy suenan a ciencia ficción.
Supongo que tendrá que ver con el famoso consenso, aunque a mi me de la impresión de que parece que empezaron redactando un buen modelo pero que en ese modelo metieron al final, "a capón", el Título II (democracia e igualdad sí pero no sin el rey ni sin privilegios para él y para sus descendientes), como consecuencia del artículo 1.3 (que supongo legitima la excepción).
De cualquier manera, uno y otro sitúan al Monarca y a la Monarquía por encima, no solo de todos los españoles, sino incluso de los propios valores Constitucionales y del resto de las instituciones, por no decir del bien y del mal -por más que sus actos políticos hayan de estar siempre refrendados-. Y si eso no es darle poder a una persona y a una Institución, “¡que venga Dios y lo vea!”, campechano o no, y haya desempeñado bien su cargo o no. Personalmente me parece, como poco, incoherente y contradictorio, por no decir antidemocrático, injusto o absurdo, pero he de reconocer que no soy jurista y que la mayoría de estos en España, lo ha integrado muy bien. Y digo también lo de que parece que ese artículo lo introdujeron a capón, porque el resto del articulado parece bastante, cuando menos, justo y coherente, al menos como base.
El caso es que así se diseñó, así se asumió, así se ha seguido interpretando, así parece haber funcionado y así sigue desde entonces “el capón”, pues parece ser también, que no ha habido lugar -por parte de ninguno de los gobiernos del PSOE ni del PP durante todos estos largos años y largas legislaturas- a la iniciativa de "consensuarse" -como sí han hecho en otras ocasiones- para reparar, cuando menos, el agravio al sexo femenino y ni tan siquiera para desarrollar lo mínimo que deberían haber desarrollado: la forma en que, de producirse, se llevaría a efecto la abdicación del rey. Así que, claro, les ha pillado por sorpresa y ahora todo son prisas. Y menos mal que la sorpresa no fue ningún inoportuno varón.
Afortunadamente, para reparar estas nimiedades y otras varias también de base constitucional, existe algo así como el consenso o el pacto de Estado que en España, al menos en nuestra historia más reciente, se ha reducido a que los dos partidos mayoritarios se ponen de acuerdo para lo que ellos entienden que son asuntos de Estado o institucionales.
Y eso sí, claro está, siempre de espaldas a la ciudadanía que les vota, y, por supuesto, sin voluntad política de consultar en referéndum como sugiere, en lo que parece la voluntad de dar una cierta participación a los titulares de la soberanía, el artículo 92.1 (“Las decisiones políticas de especial trascendencia podrán ser sometidas a referéndum consultivo de todos los ciudadanos”). ¡¡¡No vaya a ser que la mayoría de ellos opine otra cosa, pobres ignorantes!!!, sobre todo si no hemos hecho antes una buena campaña de lavado de cerebro general.
A una le da por pensar que si algunos hubieran redactado hoy la Constitución, igual se les hubiera ocurrido pensar en borrar el punto 2 del artículo 1 (arriba citado) y así evitarse muchos problemas a la hora de decidir lo que nos conviene -aunque la verdad es que a efectos prácticos, últimamente -por consenso, por utilidad o por estabilidad-, lo cierto es que en muchos aspectos, pareciera estar tácitamente derogado y que estas formas de proceder se asemejasen mas al “Despotismo Ilustrado”, que a la democracia-.
¡Porque esa es otra!, ¡Qué desde la renuncia del rey, más parece que la ley suprema de nuestro ordenamiento fuese “el consenso del 77” y no “la Constitución del 78”!. Debe ser porque la Constitución del 78 incluye en su propio articulado los procedimientos para su reforma y en cambio el consenso, no.
Y sin embargo, parecen haber olvidado o no interesarles recordar, en qué contexto se llevó a efecto aquel famoso consenso de hace 37 años que aun hoy, algunos, pretenden que siga vigente:
  • Al finalizar un periodo de 40 años de dictadura y como consecuencia de la muerte natural de un dictador que se había alzado con el poder tras un alzamiento que provocó una guerra civil que acabó con un Estado democrático (República).
  • Tras dos años de Monarquía Absoluta de Don Juan Carlos de Borbón a quien Franco había designado su heredero (en este caso, no por la vía de la sangre sino por la misma vía por la que había hecho todo durante los casi 40 años que duró su dictadura).
  • En un momento de profunda crisis económica en el que el país se veía azotado por el terrorismo y la amenaza de un nuevo golpe de Estado que podría haber dado al traste de nuevo con la democracia, por otra parte, y a esas alturas de la historia, más que desarrollada en la mayoría de los países de Europa, esa Europa de la que pretendían -y poco tardaron en lograr- que formásemos parte (dudo yo mucho que hubieran aceptado una monarquía absolutista ni nada similar).
  • Durante el primer gobierno salido de las urnas en el recién inaugurado proceso de la transición que, como resultado de una amplia presencia del ansiado pluralismo político, carecía -sin determinados apoyos- de la capacidad de sacar adelante ninguna de las necesarias reformas.
  • Y que fue, además, precedido de unos Pactos, los Pactos de la Moncloa, de carácter económico, social, jurídico y político, en los que se tuvo en consideración a las asociaciones empresariales (que ahora van directamente a negociar de la mano del rey), a los sindicatos (hoy ignorados y ninguneados cuando no vilipendiados). Y que dichos Pactos fueron firmados por la Unión de Centro Democrático de Izquierdas (entonces al frente del gobierno y hoy desaparecida), Partido Nacionalista Vasco y Convergencia y Unión (hoy a la búsqueda de la independencia del Estado Español), , el Partido Socialista Popular (hoy desaparecido), Convergencia socialista de Cataluña (hoy desaparecida), el Partido Comunista (hoy un grupúsculo más en Izquierda Plural) Alianza Popular (hoy desaparecida y que parece ser que de puño de Manuel Fraga firmó el acuerdo económico pero no político) y el Partido Socialista Obrero Español, ¡el superviviente por excelencia! Y con su permiso, o sin él, hoy por hoy, el comprometido oficial.
¿Ese es el consenso que sigue vigente? De verdad que lo escucho y no lo creo. ¿De verdad tiene esto algo que ver con la actual España de las autonomías y con nuestra actual democracia y Parlamento? A mi lo único que me parece que sigue vigente es el PSOE y teniendo en cuenta que parecía ser un partido republicano -amen de socialista y obrero- ganas me dan de ponerme a llorar.
Y ni que decir tiene que en todo este “maremagnum real”, los ciudadanos ni están ni se les espera. Los ciudadanos no intervienen porque no tienen forma humana de intervenir. Porque ya, ni siquiera escuchan la voz de la gente en la calle, salvo para lo que les interesa: perseguir y criminalizar. Y porque el derecho de manifestación que recoge la Carta Magna, ahora lo interpretan como el derecho al pataleo -esto no lo dicen ellos, lo extraigo yo de como hablan de ello y de la forma en que le dan o ni le dan importancia y repercusión-.
Y por último, que ya me estoy extendiendo demasiado. El PSOE y el PP han decidido pactar, en este importantísimo momento histórico y con la única finalidad de coronar a Felipe VI -o como le quieran llamar porque para mi es el interino mientras no lo ratifiquen las urnas-, en base a la legitimidad y la representación de la voluntad de la mayoría ciudadana que les otorgaron los resultados electorales de 2011, cuando creo, y solo digo creo, que los que votaron al PP lo hicieron para que venciese y gobernase el PSOE y que los que votaron al PSOE lo hicieron para que venciese y gobernase el PP. Y probablemente, la mayoría de todos ellos, en la coyuntura de crisis que atravesamos, con la esperanza de que hubiera justicia social y puestos de trabajo dignos para todos.
Creo que los que votaron a a uno y a otro en las lecciones del 2011, querían respectivamente que ganaran esas opciones políticas porque confiaron en sus discursos y en sus programas pero lo que no tengo tan claro, es que la mayoría de ellos lo hiciera para que PSOE y PP fuesen de la mano -al menos no tanto como nuestros representantes parecen tenerlo-.
Y lo creo, sobre todo, porque eso, en ningún momento se planteó durante la campaña electoral ni creo que formase parte de ninguno de sus programas electorales, que es lo que en definitiva los ciudadanos votan para que se lleve a efecto durante la legislatura -o así lo entiendo yo- y porque ni tan siquiera -que yo sepa- forma parte de sus idearios, que para más “inri” eran, en el caso de los orígenes del PSOE, republicanos.
Y a las pruebas me remito cuando, durante estos casi tres años, no han dejado de echar sapos y culebras culpándose uno al otro de la lamentable situación que atraviesa nuestro país merced a las respectivas herencias recibidas y reprochándose, respectivamente también, los incumplimientos de sus programas electorales durante sus etapas de gobierno. Por no hablar de la corrupción, porque no sólo me extiendo sino que además, ¡me enciendo!. Se ve que eso, también contribuye mucho a la estabilidad.
Y desde luego que no creo yo que la actual situación sea como para que ahora se echen flores los unos a los otros ni como para que hablen de éxito de todos estos años de sus gobiernos, de sus mayorías, de sus consensos y de esta democracia, con la Corona a la cabeza de la Jefatura del Estado Español. Claro que, a lo mejor es que aun tenemos que esperar un reinado más para ver sus frutos.
Bueno, ya ha quedado claro que los ciudadanos no hablan pero ¿y los políticos y los periodistas? Los políticos sí que hablan y los periodistas, los periodistas ni callan, en especial en los medios propiedad del capital privado, que son el 90% o más, pero también en el que se supone que se financia con nuestro capital público y que debería, por tanto, ser objetivo e imparcial.
Y la mayoría dicen que la Monarquía es legítima (y lo será, que no digo yo que no sea legal) porque así se aprobó que lo fuera a través del referéndum por el que se votó la Constitución.
Y también dicen que la gente votó con libertad y sin el temor de que si se decía que no a la Constitución, el siguiente capítulo se volvería a escribir en términos de absolutismo.
Y dicen que en España no había miedo cuando se votó la Constitución pero la historia certifica que sólo pasaron 5 años hasta producirse el intento golpista del 23F, que todos sabemos como se resolvió, con sus luces y sus sombras. E insisten en que la gente no tenía miedo pero desde luego que los que los que estaban aquel día en el Congreso, parecían acojonados y seguro, también, que aquello de que muchos socialistas y comunistas hicieron las maletas aquella noche para salir pitando de España, tampoco fue un cotilleo de barrio. Se ve que entonces, no nos representaban.
Dicen tantas y tantas cosas para manipular la verdad y arrimar el ascua a su sardina, que no sé como pretenden que les podamos creer.
Aunque en realidad, a lo que más se dedican los medios de comunicación (manipulación) es a vendernos la Monarquía como si de un maravilloso e inimitable producto de moda se tratara.
Pero lo que no dicen es de qué forma aquel pueblo español -que no es el mismo pueblo ni la misma voz que hoy- podía haber dicho “no” a la Monarquía sin renunciar a mucho más del 95% de un articulado que seguramente estaban todos ansiosos de aprobar y que de hecho aprobaron. O simplemente, de qué forma podían haber dicho “no” o si les parecía más justa una República como forma “política” , la que fuera, de nuestro nuevo Estado, o si aceptaban a don Juan Carlos en calidad de rey, a la espera de un nuevo debate cuando se hubiera alcanzado mayor estabilidad y la suficiente madurez democrática. Simplemente pudieron aprobar, o no, la Constitución. Tal vez los políticos si lo decidieron pero los ciudadanos, NO!!!
Desde luego que no es Monarquía o República el asunto que más me preocupa en estos momentos, me preocupan mucho más el 28% de las familias en el umbral de la pobreza, las diferencias cada día más vergonzantes entre los que más tienen y los que ya no tienen casi nada y los derroteros que está tomando esta forma de democracia porque, lo veáis o no, lo están haciendo casi todo con absoluto desprecio a la soberanía del pueblo español y también al sufrimiento de muchos, muchísimos de sus ciudadanos.
Me da igual incluso que no se plantee ahora un referéndum sobre la forma política del Estado español, aunque está claro que yo lo quiero porque me parece que la Monarquía no es una forma política completamente democrática , por muy parlamentaria que sea y por mucho que en algunos países queden reminiscencias de un pasado privilegiado y medieval.
Y Porque no me parece ni medianamente razonable, por muy legal que pretendan que sea y será, que la única posibilidad que nos dejen a los ciudadanos de decir que queremos hacerlo efectivo, sea votando a un partido político para que lo lleve en su propuesta de programa de gobierno en las próximas elecciones, entre otro grueso de propuestas de políticas económicas y sociales que decidirán las vida de los ciudadanos para los siguientes cuatro años y con las que podremos estar de acuerdo, o no, independientemente de la forma política de Estado que queramos.
Y porque me parece que utilizar ese procedimiento, por muy legal que fuera, sería tan injusto y tan antidemocrático como creo que fue la supuesta ratificación de la Monarquía entre el grueso del articulado de la Constitución, por muy necesario que pudiera parecer, o ser, en aquella coyuntura histórica.
Y porque el rey ha renunciado ahora y yo, sí creo que precisamente por eso, ha llegado el momento ofrecer a la ciudadanía, lejos ya del fantasma de la guerra civil y de la dictadura, la posibilidad de decidir y de iniciar, tras el paréntesis, un nuevo y democrático proceso de transición hacia una democracia completa. Lo cierto es que llevo años esperándolo.
Y lo que creo es que, aunque lo consigan retrasar, más tarde o más pronto, si seguimos considerando que una democracia de verdad es el caballo de batalla, llegará una República. No sé de qué tipo pero creo que llegará. Y no porque desee ¡que triunfe la República! ni porque piense en la del 31 sino porque lo que de verdad deseo, con el corazón, es que lo que triunfe, sea la razón.
Porque el dinero empleado en educación, siempre es un dinero bien empleado y al igual que Felipe VI estará muy bien preparado, que no lo dudo, la juventud española también lo está y, con un 60% “a verlas venir”, tienen mucho tiempo para organizarse y trabajar para hacer reales y efectivos nuestros derechos y que dejen de ser sólo vanas palabras escritas en la Constitución. Si es que antes no se ven obligados a irse de España -que muchos, seguramente muchos de los mejores, se han ido ya-.
Pero para lograr eso, lo que parecen estar dejando claro, es que tienen y tenemos que sustituir a los que están ahora, bueno -prácticamente ahora y siempre durante toda esta nueva etapa democrática- y eso es a lo que de verdad, los que ahora detentan el poder, tienen miedo.
Y por eso es por lo que harán todo lo posible para blindarse intentando disfrazarlo de democracia mediante leyes, constitucionalidad, consenso, legitimidad y muchas otras mandangas más que solo ellos entienden.
Y advierto a la juventud, de que también ha quedado demostrado que igual que nuestra fuerza es el dialogo y la unión, la suya son los medios de comunicación (manipulación). Porque saben que mientras estáis viendo el fútbol o de botellón, no estaréis trabajando para defender vuestros derechos. Y que mientras enarboléis la bandera de España porque 22 multimillonarios han ganado el mundial, España irá bien para ellos.
Juzgar vosotros si para vosotros también.

Así es como yo lo veo, como siempre desde luego, desde la opinión, desde la ignorancia y desde la humildad pero espero que también desde el sentido común, ese sentido común que no debemos perder, interpretemos bien las leyes y la historia o no.