De un tiempo a acá, ando un poco desconectada, esa es la verdad; menos pendiente que antes y aun así, más pendiente que otros a los que se la trae al fresco lo que nos pueda pasar mientras ellos vivan bien.
Lo cierto es que ni yo, ni muchos como yo o como tú, nos lo deberíamos permitir. Las elecciones están a la vuelta de la esquina y la maquinaria electoral está funcionando a todo trapo por más que los calores del verano nos animen y ayuden a obviar esta realidad.
Hoy, con la vista en el futuro que nos espera, no puedo dejar de echar la vista atrás y recordar cómo eran las cosas o cómo yo las percibía no hace tanto.
Hubo un tiempo en este país en que sólo se oía hablar de prosperidad, de Estado del Bienestar, de Derechos Humanos, de fin de la guerra fría, de tolerancia religiosa, de diversidad, de la Democracia que avanzaba por doquier.
Sí, sabíamos que había dictaduras pero esas y otras cosas como las personas que pasaban hambre; las mujeres maltratadas, violadas y asesinadas; los niños y adolescentes de ambos sexos explotados o vejados laboral o sexualmente; las guerras religiosas o las guerras en general; las personas sin derechos y sin protección; las persecuciones políticas; la emigración por una vida mejor imposible de encontrar en sus lugares de nacimiento, no parecían ser ya un problema en la avanzada Unión Europea. Esas realidades quedaban para aquellos otros, por entonces clasificados como pobres e incultos países a los que se daba en llamar el tercer mundo o países del sur, por más que algunos de ellos nos fueran tan próximos como la lejana sudamérica, el cercano Magreb o la Europa del Este oprimida por las fauces del "malgestionado comunismo", pero no parecían existir en nuestra Europa Común, de la que España, como Grecia, había entrado a formar parte.
La Democracia junto al capitalismo eran para todos aquellos que aun no se habían dado cuenta, como para todos nosotros, el camino hacia un mundo de progreso y de paz. Y con esas ideas, cual si de una religión se tratará, se pretendía evangelizar al resto del mundo.
Eso era lo que teníamos que creer y creímos. Eso y que, en nuestro caso particular, una Europa Unida era el mejor camino para la justicia social y para el bienestar de todos y cada uno de sus ciudadanos que más que compartir un continente, nos convertiríamos en una gran familia.
Por aquel entonces, en España se solía decir que el que no trabajaba era porque no quería y para quienes no podían trabajar -o no querían, como desde los círculos empresariales se solía denunciar- había prestaciones, más o menos justa o injustamente percibidas, que permitían sobrevivir con una cierta dignidad incluso cuando el trabajo más escaseaba. Nuestros padres, a través de su trabajo y de hipotecas, conseguían pagar sus hogares y dejárnoslos en herencia a los pobres desheredados de la sociedad; disminuía la delincuencia; aumentaba la esperanza de vida y ganábamos en derecho a sanidad, a educación, a una -aunque fuera mínima- igualdad de oportunidades, a una justicia al alcance de cada ciudadano de este país, incluso aunque no se la pudiesen pagar.
Y todo ello con libertad para expresar nuestra disconformidad, que de eso, de plasmar en papel y derechos todo aquello, se había encargado nuestra Constitución.
Y no es que mostraremos disconformidad muy a menudo pero, si alguna vez considerábamos que lo debíamos hacer, con nuestros más o menos numerosas movilizaciones, conseguíamos que nuestros Gobiernos, elegidos al igual que ahora en las urnas, cambiasen, aunque mínimamente, el giro que habían decidido tomar sin contar con nosotros, haciéndonos sentir, de esta manera, que nos representaban más allá de haber obtenido una mayoría o incluso una mayoría absoluta. Incluso creo recordar que se intentaba aprobar las leyes con un relativo consenso, ¡no te digo más!
O eso creía yo, que aceptaba humildemente el Gobierno salido de las urnas porque era lo que habían elegido para premiar o castigar a quienes no habían respondido a la confianza depositada en ellos, fuesen los que había votado yo, o no.
La situación actual de España bien la conocéis, no os la voy a describir. Sólo me queda decir que ese pasado reciente, me parece ahora muy, muy lejano.
Tampoco os voy a pedir que miréis a España, donde quienes controlan los medios de comunicación -como nunca antes lo hicieran desde que la censura de la dictadura lo hiciera en una sola dirección- se esfuerzan en ocultar la situación real. Sólo tenéis que mirar a Grecia, una nación que formando parte de la Unión Europea, a día de hoy, bien se podría considerar una especie de otro tercer mundo dentro de ella.
Mientras, la mayoría de nosotros les señalamos con el dedo como si, más que nuestros hermanos o nuestros socios, fuesen una lacra. Nosotros los listos y buenos; ellos los jetas e ignorantes. Demostrado ha quedado que esas son otras de sus estrategias: convertir a la víctima en culpable y el divide y vencerás.
Sin embargo, si observáis un poco su realidad y su situación, en el fondo no es tan diferente a la nuestra: su problema, como el nuestro, como el de la mayoría de nosotros, es la deuda, una deuda que como una bola de nieve, crece cada día.
¿Habéis pensado alguna vez qué pasaría en vuestros hogares si los que controlan el sistema financiero decidieran subir los intereses de vuestras hipotecas sin que aumentasen proporcionalmente vuestros ingresos?; o, si simplemente, pasaseis a formar parte de las interminables listas del paro porque vuestra empresa, de toda la vida, hubiese sido absorbida por una empresa mayor o una multinacional y decidiera hacer un ERE para rentabilizar su inversión y aumentar su productividad; o si, asfixiados por las deudas adquiridas en un tiempo que pareciera mejor, tuvieseis que aceptar contratos basura con sueldos de miseria con cuyo montante, ni aun por más que os supieseis explotados, pudierais hacer frente a los pagos de la hipoteca, luz, agua, impuestos, etc., todas esas obligaciones que todas y cada una de nuestras familias mensualmente ha de afrontar para vivir con un mínimo de dignidad o incluso sin él.
Si no quisieseis perder vuestras casas y con ellas, no sólo un techo bajo el que vivir, sino también el sacrificio y el trabajo de toda una vida, ¿Que haríais? ¿Negociar con el banco la forma de poder seguir manteniéndolas? Quizá sí y quizá, sólo quizá, el Banco os ofreciese más dinero para hacer frente a esos nuevos intereses que, en esas mismas condiciones, nunca podríais pagar y vosotros lo aceptaríais, a la desesperada, con la esperanza de encontrar un trabajo o recibir una herencia o que os tocase la lotería, qué más da con tal de no perderlo todo.
Pero, ¿habéis pensado que pasaría si después de todo, no pudieseis pagar? ¿Qué pasaría entonces con esas casas que comprasteis con dinero prestado por unos bancos a los que entonces no parecía preocuparles si lo podríais o no devolver o lo que tendríais que sufrir para devolverlos?. Que, en el mejor de los casos, ellos se quedarían vuestras casas, más lo pagado por ellas entre intereses y principal, y vosotros os quedaríais sin nada y en el peor, os quedaría además una deuda.
Y lo digo porque, a la vista de nuestra experiencia, más parece que es en eso en lo que ha consistido su negocio.
Y lo digo porque no han sido ellos quienes han salido perjudicados con la explosión de la burbuja, sino tu y yo, los mismos que compramos a unos precios de mercado fantasma, especulativos e irreales. Tu vivienda se ha devaluado pero su préstamo no. Y esto no lo digo como hipótesis sino como realidad. A los ejemplos me remito y a lo que ha pasado con las leyes hipotecarias en España, que han dejado a la gente sin casa y a los bancos con el grueso y el control del mercado inmobiliario que a tantos ha forrado en este país.
Porque sí, nosotros fuimos los ignorantes, los ilusos que pretendieron vivir por encima de sus posibilidades, según dijeron cuando la burbuja estalló -aunque yo más bien sigo creyendo que vivíamos en la medida de nuestras posibilidades, pidiendo prestado, eso sí, lo que creíamos o lo que los propios bancos nos dijeron que podríamos devolver- porque en eso, en construir y vender viviendas y en prestarnos hasta el infinito y mucho más para que tuviésemos dinero para consumir, lo que fuera, sobre todo productos no fabricados ni siquiera manufacturados por capital español, era en lo que se había basado casi todo nuestro crecimiento.
Por que sí, ellos, los Bancos, los que nos prestaban el dinero, los listos, los entendidos, los que aun manejando y haciendo gala de controlar los datos de la evolución macroeconómica negaron la burbuja por activa y por pasiva hasta que finalmente estalló, fueron los que nos prestaron el dinero que deberían haber sabido que muchos de nosotros no podríamos devolver.
Ellos y nuestros sucesivos Gobiernos que negaban y legislaban pero no movieron ni un ápice la situación para que nosotros, la mayoría, los que les votábamos, acabaremos siendo los paganos en todo este merdel.
Porque ellos, los que legislaron y los que prestaron fueron entonces tan culpables como nosotros o más, si no directamente los estafadores que se han lucrado a nuestra costa.
Y sin embargo, ellos sí que, por unos u otros motivos, han sido rescatados mientras que a los otros, a los desahuciados, salvo en todo caso las Plataformas antidesahucios, nadie ha acudido a rescatarles. Y ahí siguen también los que legislaron sacando pecho cuando se les debería caer la cara de vergüenza al suelo.
Pues eso mismo, o algo parecido, creo yo que es lo que les ha pasado a los griegos.
Eso y que también sus políticos les vendieron y que por eso ahora Grecia es un país hipotecado, si no invadido, por esos mismos que un día, ayudándoles a falsear las cuentas para que pudiesen entrar en la Unión Europea, les ofrecieron dinero, bienestar y prosperidad y que hoy se han convertido en los dueños de sus monumentos, de sus industrias, de su turismo, de su supervivencia, de su democracia y de su paz social. Porque sí, el germen de la desestabilización del país está sembrado y ya sólo les queda recoger sus frutos en forma de negocio para ellos y de miseria para los ciudadanos de Grecia, condenados a servirles y a aceptar sus condiciones o a la miseria absoluta y total, en tanto intentan encontrar la forma de aflojar la soga que, lejos de aflojarse, les estrangula cada día un poco más.
Espero que la encuentren por el camino de la paz social, que a día de hoy, no parece tampoco una empresa fácil.
¿Habéis pensado por qué a día de hoy en España, a simple vista, no estamos igual cuando tenemos al igual que Grecia una deuda prácticamente impagable cuyos intereses aumentan por la regla matemática de la multiplicación?
Porque el partido que nos gobierna, nuestros Gobierno -que se presentó a las elecciones prometiendo acabar con las listas del paro, reducir la deuda, bajar los impuestos, no recortar derechos laborales ni bajar las pensiones ni continuar con el programa de austeridad que bajo el yugo de la Troika, ya impulsase Zapatero (ese ejemplo de socialismo que a espaldas de la ciudadanía y de la democracia con la que tanto se llenan unos y otros la boca, pactó con el PP la reforma del art. 135 para que lo que era ilegal se convirtiese en constitucional)- ha puesto su culo en pompa.
Ese culo con el que nos representan a la mayoría social. Ese culo que está puesto en pompa, pero que no lo está para que le den por él a Rajoy ni para que les den a quiénes él y ellos defienden: esos grandes capitalistas, emprendedores patriotas, que lejos de ser solidarios para que este país de todos salga de esta crisis o estafa en la que nos han metido, se han enriquecido más y más desde que comenzó; desde los Bancos hasta las multinacionales, pasando por las eléctricas, las grandes aseguradoras, las grandes empresas inmobiliarias, los grandes clubes de futbol, que al fin y a la postre, son los mismos -útiles como nadie para el circo y para que te olvides de que te roban el pan- los que se están quedando el negocio y nos tienen a sus pies, cada vez con menos patrimonio público, cada vez con menos servicios, cada vez con menos derechos, cada vez con menos justicia y cada vez con menos libertad.
Yo tampoco lo quería creer pero ahora, después de estos, largos no, larguísimos cuatro años de sufrir esta última legislatura, estoy casi segura de que son todavía esa misma gente que, junto a la Iglesia Católica, siempre ha gustado de cobijarse a la sombra del poder, ya sea cuando la monarquía gozaba de poder absoluto, como cuando Franco era el puto amo, o como cuando el pretendido consenso democrático llegó y no tuvieron otra, si querían seguir teniendo poder, que convertirse en partido político para que España pudiese seguir creciendo -esta vez a la sombra de la Unión Europea- y con ella sus negocios; y con ellos, de nuevo, una vez más, su poder. Que a mí, ni unos ni otros me pueden ya engañar.
Y para ello, con la connivencia del PSOE -que ahí le anda en sacar tajada de este nuevo Estado Social y Democrático de Derecho- y sí, tal vez d algún que otro partido de izquierdas más -que quizá no vio otro camino o se dejó engañar o formó parte del mismo teatro- convirtieron a esa España a la que le llegaba la hora de restablecer la legalidad mediante las urnas tras 40 largos años de atraso democrático y de justicia social, en una Monarquía Parlamentaria donde ya nada es lo que debiera ser, porque aquella Constitución, con la que de forma más o menos tramposa nos dotaron, a golpe de legislación, empezando por la reforma del art. 135, ni siquiera es ya ni sombra de lo que su espíritu pretendió ser. O así lo siento y lo creo yo.
Esos mismos que, dado que el alias de Alianza Popular olía demasiado a dictadura y derecha rancia y que no consiguieron engañar a una España que con el recuerdo demasiado reciente de la guerra civil y la dictadura se hallaba ansiosa de dignidad y de libertad, que no venganza, mutaron en un Partido Popular que desde entonces no ha hecho sino financiarse legal o ilegalmente, en A o en B, a través de aquellos para los que ahora trabajan sin descanso desde su supremacía política mientras, queriendo enterrar la justicia y disfrazándola de terrorismo , alientan a convertirla, ahora sí, en una supuesta venganza que tanto rédito político les puede reportar.
Esos cuyos máximos representantes, lo pueda demostrar la justicia o no -que de tontos no tienen un pelo y dinero les sobra para pleitear y poder para legislar y nombrar las cúpulas de la justicia- se han forrado uno tras otro.
Alguno hará de chivo expiatorio pero la mayoría, entre vacíos legales y prescripciones, se irán de rositas; como de rositas se fue la cúpula del PSOE aun después de demostrarse el terrorismo de Estado, no de unos pocos, no, ¡¡¡de Estado!!!. Se ve que ni entonces interesaba acusarles ni ahora interesa. Queda muy feo en un país democrático que quienes están en lo más alto de la pirámide, sean delincuentes. Para eso están los esbirros que ya serán recompensados. Para la posteridad quedará la Gürtel y la boda de la hija del más que todopoderoso Aznar, las andanzas de Urdangarín y la más que dolorosa experiencia de los EREs de Andalucía o del GAL, sin olvidar la vergüenza de nuestras Cajas de Ahorro y las joyas políticas que llevaron al desastre de Bankia, entre tantos otros desastres y despilfarros de vergüenza nacional.
En fin, empezar y no acabar.
Esos mismos que a la mayoría de nosotros -a los que no hemos heredado fortunas ni robado ni los que con nuestro sudor podremos nunca llegar a la categoría social de su élite- nunca nos vieron como iguales sino como a la mano de obra necesaria -antes más y ahora, con las nuevas tecnologías y la ingeniería económica, menos- para hacer aumentar su riqueza y su poder. Esos que ya parecen haberse cansado -y que ya tan solo disimulan en época electoral- de que tengamos el mismo derecho que ellos a ostentar o a compartir ninguna esfera de poder y ni tan siquiera una digna calidad de vida porque eso sólo supondría para ellos, mermar el suyo y ni que decir tiene, que demostrado ha quedado ya que no están dispuestos a repartir ni a compartir.
Ellos y sus socios en Europa, Estados Unidos, Arabia Saudi, Qatar, China o Rusia, aunque ello suponga que también entre ellos tengan que competir, porque es lo que tiene la ambición, el ansia de poder y la psicopatía de que hacen gala.
Porque todos esos que han conseguido hacerse con el 90% del capital mundial y que realmente son muchos pero una ínfima parte de la ciudadanía de este mundo, menean sus fichas aquí o acullá sin importarles los daños colaterales, ni en forma de guerras religiosas ni estratégicas ni económicas.
Y para ello han tenido que conseguir convencernos de que somos nosotros quienes les elegimos voluntariamente y tal vez algo de razón lleven, aunque visto el caso de Grecia, cómo bien ha quedado demostrado y más que se demostrará, sólo podamos elegir entre ellos o ellos, porque de elegir a quienes no siguen su juego mortal, tienen preparada la artillería económica, que a fin y a la postre, es la verdadera y nueva tercera guerra mundial; por más que para seguir manteniendo el teatro, amén de su negocio armamentísticos que no es pequeño, mantengan grupúsculos sangrientos, con motivos diversos.
Sueño con el día en que el mundo entero, la sociedad global, entienda que empuñar cualquiera de sus armas, es armarles contra nosotros más y más, pero ya sé que lo mío está más cerca de la utopía que de la realidad.
Por eso y no porque ahora estemos en una mejor situación que hace 4 años, cuando empezaron a cercenar todos nuestros derechos tras haber esquilmado nuestras arcas y haberse repartido el beneficio, gran parte de él llevándoselo fuera de España mediante ese maravilloso invento capitalista de la ingeniería económica global, si no directamente a cuentas en Suiza o en las Islas Caimán o al propio Luxemburgo, Andorra o Gibraltar, o a través de herramientas como las SICAV, que tanto da, es por lo que todavía no somos Grecia. Para comprobarlo, basta mirar a nuestras comunidades autónomas más grandes y ver quienes gobernaban y qué ha pasado en ellas y con algunos de sus máximos dirigentes, si no su deuda.
Por ello, porque no hemos hecho más que acatar sus órdenes desde que toda esta mierda de la crisis empezó a aflorar, es por lo que ahora, de momento o todavía, no somos Grecia pero bien que nos vienen amenazando con: ¡a ver a quienes vais a votar!. Y creo que con eso, lo dicen todo.
La verdad es que quería haber escrito sobre Podemos y Ahora en Común, porque si no queremos hablar de unidad, debemos hablar al menos de unión social. Pero eso, lo dejaré para mejor ocasión a ver si son ellos y entre ellos quienes lo resuelven.
Ahora me conformo con advertir de que el lobo, se está poniendo de nuevo una piel de cordero.
Creo que quien crea, otra vez, que el Partido Popular es el partido de los trabajadores y que su interés es el interés de la mayoría social, no es que tenga memoria de pez, es que, directamente, es un pescado que si vota a quien le pescó, está pidiendo a gritos ser cocinado.
Creo que os volverán a engañar y que pasadas las elecciones, retomarán su estrategia de situarse entre las élites que pretenden hacerse con el dominio global.
Así que, si así es, y me puedo equivocar, os aconsejo que si les votas, vayas poniendo el culo en pompa.
O, visto lo visto, igual es mejor que lo vayamos poniendo todos.