martes, 29 de mayo de 2012

PPSOE A LA MIERDA


Cada vez que manifiesto mi opinión, lo hago desde la humildad que me aconseja mi ignorancia y mi desconocimiento de las grandes Ciencias: económicas, sociales, políticas...
Y muchas veces pienso que tal vez debería morderme la lengua porque es muy probable que tenga más posibilidades de equivocarme en mis diagnósticos, que de acertar.
Sin embargo, cuando observo a la casta política que nos gobierna, no puedo callarme y, aun con miedo a equivocarme, tengo que opinar. Porque lo que sí considero que es una realidad -y en esto tengo menos miedo a errar porque lo sufro a diario- es que, como mínimo, deciden sobre nuestro presente y sobre nuestro futuro; con sus actos y con sus leyes.
Y opino. Aunque sólo sea para lanzarme a mi misma preguntas al aire por ver si me puedo contestar. Porque hay tantas cosas que me confunden que, “Dinio”, a mi lado, es un niño en pañales; a él le confundía la noche; a mi me confunde la noche, el día, la política, la sociedad... En definitiva... que no sé por dónde agarrar esta cruda realidad que nos está tocando vivir.
Debe ser por esa misma ignorancia pero a menudo me preguntó quienes están en la derecha y quienes están en la izquierda.
Y me lo preguntó porque nos venden que la izquierda es el PSOE y la derecha el PP -el resto son radicales o nacionalistas-. Al menos eso es lo que yo percibo y lo que creo que la mayoría de los ciudadanos -algunos más entendidos, pero muchos otros igual de ignorantes o incluso alguno puede que más que yo- perciben también.
Sin embargo, nada parece estar claro. No está claro ni qué es la honradez, ni qué es la democracia, ni qué es la responsabilidad, ni qué es la libertad, ni qué es la solidaridad, ni qué es la vergüenza, ni qué son tantos y tantos conceptos que supongo que muchos científicos en la materia se habrán dedicado a definir para que al final, alguien tan ignorante como lo soy yo -y supongo que muchos naides como yo- no tengamos ni puñetera idea, en este contexto histórico, de qué demonios son.
Tal vez hoy me conformaría con entender cómo un partido socialista, supuestamente de izquierdas -y principal partido de la oposición-, puede ponerse de acuerdo con un partido, supuestamente de derechas, que gobierna con mayoría absoluta -con el mayor engaño electoral que ha sufrido nunca este país- para ir de la mano a Europa a decir que los españoles -que si sumamos los votos de ambos partidos sería con toda seguridad una mayoría aplastante de sus ciudadanos- apoyamos las políticas neoliberales.
Políticas de austeridad y recortes. Políticas de uso del dinero público para salvar a una banca vergonzosa -que al fin y al cabo son ellos mismos- que ha especulado con nuestro dinero (por no decir delinquido). Políticas que tan sólo pretenden agradar a los mercados -que al fin y al cabo son ellos mismos- a costa de lo que sea; de nuestros derechos: de nuestro derecho a la sanidad, a la educación, a un trabajo y a una vivienda digna, etc. etc.
Y lo más curioso de todo, y lo que más me gustaría entender, es que primero nos recortasen todos esos derechos -y algunos más- porque no había dinero para servicios públicos para los ciudadanos y que después de haber establecido esas políticas de restricción de nuestros derechos, de repente hayan aparecido otros miles de millones de euros para inyectar en una entidad financiera que, en un futuro -que muchos ni llegaremos a ver- nos reportará grandes beneficios a todos (los votantes del PP lo deben tener claro porque esto es otro acto de fe).
Reconozco que soy ignorante, pero me costaría reconocer mi estupidez si creyera que todos estos movimientos económicos están pensados para favorecer a la clase trabajadora -en el más amplio sentido de la palabra- y no para seguir enriqueciendo a las élites económicas y políticas que rigen los designios de este país y, por añadidura, de este planeta.
Ahora cada uno puede elegir. O tragar, o luchar para terminar con esta injusticia social. Porque pretenden hacernos creer que los culpables y los únicos responsables de esta situación de crisis actual, somos precisamente las clases trabajadoras que vivíamos por encima de nuestras posibilidades, disfrutando de un estado de bienestar -al que parece ser que los pobres no tenemos derecho- mientras ellos llevan años forrándose a nuestra costa.
Yo lo tengo claro. Las calles nos esperan, y mientras no las llenemos de indignación y de lucha por una justicia a la que tenemos derecho, ninguno de nosotros seremos “naide”.

lunes, 28 de mayo de 2012

¡POBRES! y ricos.


Me siento como si estuviera montada en una montaña rusa que discurre a gran velocidad; que coge vertiginosas curvas y tan pronto sube a lo más alto, como baja a lo más profundo. En fin. Es difícil de explicar, salvo que muchos de vosotros tengáis sensaciones similares, en cuyo caso, no creo sea necesario hacer ningún alarde de unas cualidades literarias que, por otra parte, no tengo.
Con esa misma sensación de vértigo, analizo a veces la realidad. En ocasiones desde un punto de vista todo lo técnico que lo poco que he estudiado me ha enseñado a entender (o eso creo); otras veces desde el más sencillo y humano sentimiento que tan sólo es capaz de expresar una intuición.
No sé si hoy estoy intuitiva o sentimental; no se si estoy arriba o estoy abajo de la montaña rusa. Lo cierto es que últimamente no estoy segura ni de mi propia realidad pero, sobre todo, porque cambia permanentemente. Un día tenía unos derechos que hoy no tengo; un día tenía unas expectativas que hoy no tengo; un día tenía unos ideales que nunca pensé que tendría que volver a defender y sin embargo me siento obligada a defenderlos; otro día me rindo; un día me siento capaz de comerme el mundo y otro día siento como este mundo y este sistema me devora sin remedio sin que yo pueda hacer algo para evitarlo, ni tan siquiera intentarlo.
No obstante, esta libertad de la que todavía disfruto y esta inocencia que no quiero perder, en ocasiones me hace reflexionar sobre cosas y perder la razón o tal vez recuperar la cordura. Eso en realidad, en este mundo de ficción, casi nadie lo sabe.
Lo cierto es que, como no tengo suficiente entendimiento para comprender la realidad y, por otra parte, vistas tantas realidades diferentes, no sé si “una realidad”, “en realidad” existe, intento analizar las cosas desde la más absoluta simplicidad.
Y me atrevo a afirmar cosas tan básicas como que no veo al Mundo dividido entre derechas e izquierdas; no veo al mundo dividido entre islamistas y cristianos, judíos, budistas o laicos; no lo veo dividido entre países del Norte y países del sur, ni entre países del Este y países del Oeste; ni siquiera en continentes; ni en zonas emergentes, zonas civilizadas o zonas deprimidas. Sólo veo el mundo dividido entre ricos y pobres; entre poderosos y miserables sin oportunidades; entre personas con derechos y personas condenadas al sufrimiento y la esclavitud.
Y veo a todas esas gentes en todos los lugares del mundo; en todas las ciudades, barrios, hogares o incluso en las calles, pues en todos los países del planeta veo gente que no tiene ni un techo para cobijarse ni un trozo de pan que llevarse a la boca.
Sin embargo, en todos esos países -incluido España, por supuesto- todos somos objetivo de una misma manipulación, de una misma soberanía, de un mismo poder: el poder del dinero. El poder del dinero que si hace falta utiliza la violencia y las armas; el poder del dinero que define la libertad, los derechos, la justicia, lo que está bien y lo que está mal, lo que es bueno y lo que es malo.
Los ricos tienen el poder del dinero. Los pobres tenemos el poder de la mayoría y de la fuerza. El dinero controla el “divide y vencerás”. La mayoría debemos tener el poder de la unión y la solidaridad.
Contra quienes quieren aniquilarnos (que no es broma) por que han hecho acopio del dinero, la única ESPERANZA es que, nosotros, somos más y mejores.

domingo, 27 de mayo de 2012

UNA HISTORIA LARGA O UNA LARGA HISTORIA


Era prácticamente un bebé cuando se inició en esos menesteres del aprendizaje y de la escuela. Su familia, humilde, necesitaba más aportación que el sueldo del padre por lo que su madre trabajaba haciendo labores para las monjitas y éstas cuidaban de sus niños en el Hospicio Provincial. Sus hermanos, mellizos, año y medio mayores que ella, asistían a las clases de infantil; sin embargo ella tenía que quedarse en aquello que llamaban “la cuna”. Pero aquel bebe no quería separarse de sus hermanos y lloraba sin cesar así que la monjita de la cuna optó porque le colocaran una sillita al lado del pupitre de sus hermanos, poniéndole como única condición, quedarse “calladita” y sin llorar.
A esa edad, la chiquilla era una esponja. Al no tener otra distracción que escuchar las explicaciones de la profesora, pronto aprendió todo lo que allí se enseñaba. Tanto fue así, que cada vez que empezaba un curso escolar nuevo y le ponían en la clase de su nivel, no tardaban en reconocer que ese ya no era su sitio y la volvían a pasar a la clase de nivel superior para que pudiera seguir aprendiendo. Así fue pasando la etapa infantil hasta llegar a la Educación General Básica en la que esto, legalmente, ya no se podía hacer. Así que, la ventaja adquirida, únicamente le sirvió para terminar dicha etapa escolar sin esfuerzo y para conseguir "fácilmente", sin apenas estudiar, el Graduado Escolar con la calificación de “Notable” (los trabajos manuales y la Educación Física, no eran su fuerte, todo hay que decirlo).
Tras esa etapa llegaba -por aquel entonces- el momento trascendental de decidir como continuar su andadura personal.
Existían tres opciones:
  • Dejar de estudiar.
  • Estudiar el Bachillerato y el C.O.U. (curso de orientación universitaria) para poder acceder a estudios Universitarios.
  • Estudiar Formación Profesional, dependiente aun del Ministerio de Trabajo, en cuyo caso:
    • Si se superaban los dos primeros años de formación, la titulación obtenida equivalía al título de Graduado Escolar pero aportaba además una cualificación profesional dependiendo de la titulación elegida.
    • Si se superaba el segundo ciclo de tres años, se obtenía una Titulación de superior cualificación profesional, equivalente al Bachillerato, y no era necesario cursar el C.O.U. para acceder a estudios universitarios, siempre que aquellos estuvieran relacionados con la misma especialidad profesional.
Por aquella época, la Formación Profesional estaba muy desprestigiada; lógico si tenemos en cuenta que para acceder a ella no era necesario haber superado el Graduado Escolar y que, dado que hasta los 16 años no se podía acceder al mercado laboral, servía para entretener e intentar sacar de las calles a quienes decidían dejar los estudios y ponerse a trabajar; por entonces un número considerable de jóvenes mayoritariamente de clase trabajadora.
Una remodelación de la enseñanza -con la que, entre otras cuestiones, se pretendía sacar la Formación Profesional del Ministerio de Trabajo y pasarla al Ministerio de Educación- trajo consigo una importante campaña de promoción por los Colegios para ofrecer, también a los buenos estudiantes, la doble oportunidad. Desde luego, en su clase fue todo un éxito, ya que, dado que no todo el mundo podía permitirse cursar estudios universitarios –y aun menos si no los había en su localidad-, les abría las puertas al mercado laboral al tiempo que no se las cerraba para poder acceder a posteriori a dichos estudios si las circunstancias eran favorables.
Sus hermanos ya habían demostrado con creces que no tenían vocación de estudiar, de manera que ella era la única esperanza que le quedaba a su padre de poder dar a sus hijos una carrera (teniendo en cuenta la dura vida de trabajo que él llevaba y la vida más acomodada que lógicamente disfrutaban quienes tenían una titulación).
Pero, dando a su padre el primer mayor disgusto de su vida (luego vinieron más, claro está) optó por ir a lo que creyó más práctico. Viendo que los amigos que dejaban los estudios no pasaban de trabajar en fábricas como peones, como camareros, albañiles, etc. etc., pensó que poder obtener una titulación administrativa le podía servir para conseguir un trabajo con un poco más de dignidad y sin tener que renunciar, por supuesto, a aspirar a una titulación universitaria.
Así, con esa ilusión, estudió durante tres años; hasta 13 asignaturas en alguno de aquellos cursos: mecanografía, estadística, contabilidad, informática, cálculo mercantil, matemáticas financieras, etc. etc. (muchas ya ni las recuerda) además de las clásicas y comunes:, Inglés, Religión -la Ética existía ya, pero en aquel centro no se impartía-, Educación Física, Ciencias Naturales, Ciencias Sociales, Lengua... Lógicamente éstas últimas, no con la profundidad con la que se cursaban en el Bachillerato.
Aquellos años -que correspondieron a la etapa vital de apertura al mundo adulto; la adolescencia; la ignorancia y desconocimiento de la realidad a la par que el descubrimiento de todo un abanico de nuevas posibilidades- los recordó siempre con un cariño muy especial; lo pasó realmente bien. Está claro que no deja de ser una época que, a poco que cualquiera de nosotros lo intentemos, todos somos capaces de idealizar. Poco imaginaba que en ella, se estaba jugando su futuro.
El grupo en el que estudiaba, reclutado en los Colegios Públicos en parecidas circunstancias -incluso algunos, también en los Privados- era un grupo muy capaz y sin duda un grupo especial y espectacular para el Centro y para los Profesores. Así, entre unos y otros, impulsaron una “Revista” que fue la envidia del resto de los Centros de la ciudad que dependían del Ministerio de Educación. Tanto fue así que enviaron ejemplares a diestro y siniestro para presumir de la fantástica labor que en la Formación Profesional se realizaba.
Pero como no es oro todo lo que reluce, en el Centro había también ciertas deficiencias (podías sacar un sobresaliente en informática y no haber visto en tu vida un ordenador, por ejemplo) y ciertas críticas a determinados sectores del profesorado, etc. etc. Todo ello cosas muy normales en una enseñanza de ese nivel. Así que, dado que los alumnos habían hecho realidad la revista como su medio de expresión en el Centro y no como propaganda de éste, en uno de los números optaron por hacer el artículo de la Editorial enumerando algunas de aquellas cosas con las que no estaban de acuerdo y aquellas otras que consideraban que se debían cambiar o mejorar.
Por supuesto, los responsables del Centro no podían permitir que, fuera de él, se conocieran las vergüenzas, o no vergüenzas, o lo que simplemente era la opinión de los alumnos. Y ahí fue donde se cayó con todo el equipo.
Era reivindicativa, todo hay que decirlo, y también por eso mismo la delegada de clase. En determinadas circunstancias había demostrado tener cierta facilidad de expresión escrita, por lo que sus compañeros le encomendaron que fuera ella la que redactara el editorial y, previa firma unánime de todos los que participaban en la confección de la revista -que tonta del todo, no era- se presentó como tal "Editorial" para el siguiente número.
Ya no recuerda si se publicó o no. Lo único que recuerda es que fue llamada al despacho del Jefe de Estudios. Éste, no sólo la acusaba de incitar a la rebelión, sino que también la amenazó con que la próxima vez que lo hiciera, sería expulsada del Centro.
Para entonces le había sobrado tiempo para darse cuenta de que los números no eran lo suyo y que aun terminando los 5 años de Formación Profesional, a las únicas carreras a las que podía acceder directamente -sin pasar por el C.O.U.- eran empresariales y económicas, con lo que, descartadas estas opciones, le quedaban todavía tres años más -los dos últimos del segundo ciclo de F.P. más el dichoso C.O.U.- para llegar a la universidad (y eso contando con que en la Formación Profesional hubiese recibido la necesaria formación en las asignaturas generales como para acceder a una carrera de letras en las mismas condiciones que quienes lo habían hecho a través del bachillerato de letras).
Así que pensó que antes de que la echasen, mejor irse y dar un giro de 180 grados a su futuro académico. Aprobaría las dos asignaturas que le habían quedado pendientes en septiembre y se matricularía en Bachillerato. Eso sí, nocturno, porque ya tenía 17 años y lo de pasar a tener compañeros de 15, no le terminaba de convencer. No en vano, a esas edades la diferencia de madurez es bastante significativa y, en general, ella se consideraba ya bastante madura.
Por Ley, con los dos primeros años de Formación Profesional se pasaba directamente a 2º de Bachillerato, si bien con las asignaturas pendientes de 1º que no se pudieran convalidar. Eran convalidaciones oficiales por lo que, en septiembre, una vez aprobadas aquellas asignaturas pendientes (más que nada por el orgullo de no dejar el curso sin terminar), acudió a matricularse con total tranquilidad. Pero parece que la suerte, no estaba de su parte. El Jefe de Estudios que había allí, se empeñó en ignorar lo que le reivindicaba. ¡No iba a saber más una cría que todo un Jefe de Estudios! y se negó a matricularla en 2º.
Como el plazo terminaba ese día y no tenía tiempo de demostrar que llevaba la razón, no le quedó más remedio que acudir corriendo con toda la documentación al Instituto diurno para ver si allí tenía más suerte. No podía permitirse el lujo de perder un año más.
Ni que decir tiene que se matriculó en 2º de bachillerato; con compañeros de 15 años, dos asignaturas pendientes (dibujo y música) y una -gran, no- grandísima indignación. Ni tan siquiera consiguió que le convalidasen la asignatura de “Hogar” -que entonces se llamaba así una absurda asignatura en la que tan pronto se cosía como se hacía un presupuesto familiar; y eso aun teniendo conocimiento de que en otros Centros de España se podía cursar alternativamente “Mecanografía”-, por lo que sentía la terrible frustración de que los tres años cursados en Formación Profesional, de muy poco le habían servido de momento. Para entonces, ya recordaba demasiado a menudo el consejo de su padre de que hiciera Bachillerato y no F.P.
Tampoco creo que fuese justo pensar que no era lo suficientemente sociable, si dijese que no fue capaz de adaptarse a esa vida estudiantil; tan solo encontró refugio en las compañeras “re-repetidoras” de su misma edad que además, ya antes, eran sus amigas.
Desde aquel momento, no tuvo más objetivo que concluir con el menor esfuerzo posible ese año académico para matricularse en tercero en el Instituto nocturno, pues ya iba teniendo una cierta edad y aspiraba, además, a poder dedicarse por el día a trabajar para disponer de un algún “dinerillo” para sus gastos.
Como sólo podía pasar a tercero con dos asignaturas pendientes, aprobó todas las asignaturas de Segundo de Bachillerato -algunas incluso con buena nota- excepto tres: Dibujo, que se le daba fatal; Música, que entendía que no necesitaba cursar porque en el nocturno se cursaba en 3º (ambas se impartían en las clase de primero y la tontería de los niños de 14 años era ya demasiado para ella) y matemáticas, que siempre fue su asignatura más odiada.
Creyendo tener los deberes hechos, acudió de nuevo a matricularse en el Bachillerato nocturno. ¡Sorpresa! No podía pasar de curso con tres asignaturas pendientes.
- Pero, por favor -suplicaba- ¡No se dan cuenta de que es absurdo! Si música se cursa en tercero, sólo tengo dos asignaturas pendientes.
- No, tienes tres asignaturas pendientes y con tres asignaturas no se puede pasar de curso, lo dice la Ley.
- ¿Puedo recuperar la música de tercero?
- No, porque estarás matriculada en segundo.
- ¿Pues entonces?
Pues entonces estaba claro. A repetir segundo. En diurno sí tenía tres asignaturas pendientes por lo que no podía pasar a tercero. Como volver a pasar otro curso entre niños de 15 años (cuando ya contaba 18), estaba por completo descartado, se matriculó otra vez en segundo, esta vez en el Instituto nocturno.
Y allí estaba, repitiendo 2º de Bachillerato; las mismas asignaturas que tenía aprobadas -menos dibujo de primero y matemáticas que era la única de segundo que había suspendido-, pero ahora, todavía más llena de rabia, de indignación y sí, porque no decirlo, de aburrimiento -el nivel era considerablemente más bajo- y con la motivación de hacer una carrera, cayendo, literalmente, “en picado”.
Entonces apareció una tía suya y le preguntó que por qué no preparaba oposiciones.
  • ¿Oposiciones? ¿Eso qué es?
  • Pues te preparas un examen y si lo apruebas, trabajas para el Estado en una oficina. El único problema es que no te podrás quedar aquí, tendrás que ir a la ciudad dónde te destinen porque aquí no suelen salir plazas; pero el trabajo es fijo hasta que te jubiles y además podrás hacerlo con 60 años y 40 de servicio.
¿Por qué no probar? Al fin y al cabo, había dedicado tres años de su vida a prepararse para el trabajo administrativo. ¡Se podía intentar!.


Una Academia para prepararse:
  • ¿Qué titulación se requiere?
  • Graduado Escolar.
  • Mira que yo soy Auxiliar Administrativo y tengo un título que lo acredita.
  • Ya, muy bien. Pero aquí hay que saber escribir a máquina muy deprisa y aprenderse un temario.
  • O sea, pagar, teclear y estudiar.
  • Así es.
Bueno, ¡pues como todos los demás!; como todos aquellos que salieron del Cole con su Graduado.
¡A prepararse!
Felipe González no creó 800.000 puestos de trabajo como prometió pero al menos sacó 8.000 plazas del “Cuerpo General Auxiliar de la Administración del Estado”.
A la primera: ¡Bingo! ¡Ya era funcionaria! Tenía trabajo y sueldo ¿para qué estudiar? Y comenzó su vida laboral.
Pero, una vez más, no era oro todo lo que relucía. Ahora había pasado al estatus de funcionario; aquellos de quienes tan mal se hablaba, aquellos que trataban tan mal a los ciudadanos y que no querían trabajar.
Claro que así no era ella. Así no tenían porque ser todos los funcionarios y por supuesto, lo iba a demostrar.
Primer destino: una Dirección Provincial en una pequeña ciudad. La mayoría de las competencias habían sido transferidas a las CCAA. Allí sólo quedaban cuatro cosas residuales que tramitar y podía pasarse horas y horas sin un triste papel que llevarse a las manos; eso sí, dentro de una oficina, de lunes a viernes, 7 horas y media diarias que había que fichar, y un sábado cada tres.
El sueldo también era escaso pero eso entonces no era importante. Lo importante era poder trabajar, sentirse realizada, demostrar su capacidad y su valía.
Pero nada de nada. Mendigaba faena por los rincones; solicitaba comisiones de servicio en oficinas de empleo dónde decían que nadie quería estar pero no se las daban; echaba instancias a todos los concursos pero como llevaba poco tiempo, tampoco le daban ninguna de aquellas plazas; incluso hizo una sustitución de un permiso de maternidad, al margen de los procedimientos establecidos, gracias a una jefa de otra sección, de otro Ministerio, que estaba ubicada en su misma planta y a la que había ayudado en diversas ocasiones, sólo por poder trabajar. Porque en aquella Dirección Provincial sí había trabajo.
Podía haber aprovechado el tiempo perdido para estudiar pero ¿a cuento de qué? ¿Estaba bien estudiar en el horario de trabajo?. Ella creía que no. Y no había aprobado una oposición para seguir estudiando, menos aún si no se le reconocían los derechos pisoteados.
Así que como había dejado Segundo de Bachillerato sin terminar pero ya no era una cría de 17 años sino una funcionaria de 20, removió todos los papeles para conseguir que le reconociesen que tenía derecho, al menos, a cursar tercero de B.U.P.
Y lo consiguió ¡Vaya que si lo consiguió! Pero esta vez en el INBAD, Instituto Nacional de Bachillerato a distancia).
Sí, lo había conseguido pero había pasado ya la primera evaluación por lo que tenía que examinarse de las recuperaciones de las asignaturas pendientes de cursos anteriores y de todas las de tercero y además preparar la segunda evaluación de las mismas. Y todo ello a distancia y cuando estaba a punto de casarse. Una vez más decidió que así no lo podría hacer y nuevamente renunció a conseguir la titulación.
Cuando llevaba cuatro años en aquella Dirección Provincial, muerta de asco, de aburrimiento y de indignación (una vez más); cuando conocía todos los embarazos y partos de todas las compañeras de la planta, todas sus recetas de cocina y todas sus rencillas, decidió que no podía soportarlo más y que tenía que salir de allí. Pero, ¿qué podía hacer? Renunciar a su plaza y buscar trabajo en una fábrica, en un bar o limpiando en una casa, no le parecía justo después de todo.
Un día -de tantos de aquellos largos días de aburrimiento- que se encontraba en el trabajo recuperando horas (¡ya ves tu!) se dio una vuelta por la planta baja y vio el “tablón de anuncios”. Cómo no tenía nada mejor que hacer, se dedicó a leer lo que había publicado. Entonces vio que se convocaban 5 plazas de Auxiliar Administrativo para el Ayuntamiento. Se le abrieron las puertas del cielo. Si aprobaba, podría salir de allí.
Nadie daba un duro por ella. Es más, todos trataban de desengañarla: “En el Ayuntamiento todas las plazas están dadas; que si son para los interinos; que si son para los enchufados”.
Pero no escuchaba. Había decidido que con una sola plaza que no estuviera dada -como decían- esa, sería para ella.
Cambió sus horarios para no tener tiempo para distraerse, pues estaba recién casada y era aun muy joven -tan sólo 23 años- y todavía pensaba demasiado en divertirse.
Estudiaba toda la noche. Acudía a la oficina por el día y dormía por la tarde. Preparaba con ahínco aquel examen de temas con un libro del “Cuerpo Administrativo” -que le habían prestado- en vez de con el de “Auxiliar” y sin tener claro -ni siquiera- si podría llegar a examinarse de aquello, pues primero tenía de nuevo que pasar la prueba de máquina (¡como si no hubiese demostrado ya que sabía escribir a máquina con su título de Auxiliar de Formación Profesional y con su Título de funcionario del Cuerpo General Auxiliar de la Administración del Estado!) y los nervios eran lo que más miedo le daba.
Y llegó el día del examen de máquina. Imposible sentar el culo en el asiento. Recordaba todas las horas estudiando el temario y, tan sólo pensar en la posibilidad de que tanto sacrificio no sirviese para nada, hacía que le temblara hasta la respiración. Estaba capacitada de sobra pero los nervios podían jugarle una mala pasada y todo se iría al garete.
¡Prueba superada! No con demasiada buena nota, todo hay que decirlo, pero lo más difícil ya lo había conseguido.
Y estudió y estudió. No sólo quería huir de su trabajo, también tenía que demostrar a todos los que dudaban de ella que era capaz de conseguirlo; el examen de temas al día siguiente de su primer aniversario de boda. ¡Cariño, este año lo tengo que pasar estudiando¡ ¡Ya celebraremos el siguiente por todo lo alto cuando sea funcionaria del Ayuntamiento, que allí se gana más!.
Y se examinó y, cómo casi siempre que terminaba un examen, su primera impresión no fue muy buena; se exigía tanto que nunca le parecía haber dado lo suficiente. La segunda parte del examen de temas era la lectura. Pensó ni ir a leer. Pensó que todos llevaban razón ¡era imposible aprobar!. Las plazas estarían dadas y haría el ridículo leyendo un examen tan mediocre.
Pero esta vez la fortuna le sonrió. Leía en último lugar ¡Qué podía perder! Si veía que no estaba a la altura, con no leerlo, estaba solucionado, así que acudió.
La primera sorpresa fue que varios de los que se habían presentado, ni siquiera habían acudido a la lectura (por otro lado, como ella misma había pensado hacer); la competencia ya era menor. Fueron leyendo uno por uno todos los opositores y cada uno que iba terminando le iba dando más y más fuerza. ¡No lo había hecho tal mal!; no iba a pensar que era el mejor pero desde luego, sí de los mejores, así que, llegado el momento, agarró firmemente su examen y con voz temblorosa, lo leyó.
¡Bingo! ¡La mejor nota! Ya iba la número uno y sólo quedaba una tercera prueba, una redacción sobre un tema de actualidad. En este trance no sabía muy bien que posibilidades podía haber tenido, pero habida cuenta de que sólo quedaban seis opositores para cinco plazas, tenía que sacar otra vez la nota mejor. Al fin y al cabo, la redacción sí era lo suyo.
Y la sacó. Había conseguido una plaza, “la plaza”. Nunca antes se había sentido más feliz ni más orgullosa de sí misma. Cualquier descripción de aquel sentimiento, creo que sobra.
Aunque fue la primera en elegir, eligió la plaza que nadie quería: la ventanilla de recaudación; dónde más se trabajaba y dónde más ingrato era el trabajo, pero esta vez, no se podía arriesgar. También es cierto que tenía una compensación económica, pero los que iban por detrás, la mayoría interinos que conocían el percal, no la quisieron, así que el número uno de la oposición y el número cinco, fueron a parar al mismo sitio.
¡Y vaya que si trabajó! ¡Y vaya que si sufrió! Y no porque el trabajo fuera mucho sino porque quienes eran los responsables de aquello, el Alcalde y sus concejales, sólo pensaban en el dinero y en los votos y no en los ciudadanos ni en dar un servicio mejor. Pero bueno. Eso es otro cantar.
Al menos ahora trabajaba -y mucho- y además lo hacía con dignidad. Cuando oía a todas esas personas criticar a los funcionarios, sentía que no iba con ella. Se ganaba bien lo que le pagaban y lo hacía lo mejor que podía y sabía, dijeran lo que dijeran los demás.
Sin embargo, seguía teniendo una “espinita” clavada en el corazón. Aunque se había superado y había mejorado su situación personal y laboral; aunque era Auxiliar del Estado y de la Administración Local y a pesar de todas las horas que había pasado estudiando desde que con tan solo 13 años había obtenido el título de “Graduado Escolar”, esa era la titulación más alta que tenía. Seguía con el mismo nivel de titulación que había conseguido con tan solo 13 años.
Tenía que avanzar. Sentía que podía más y que merecía más y con la edad que tenía ya, se le abría una nueva puerta: el Acceso a la Universidad para mayores de 25 años. Y allá que se matriculó. Haría Literatura, pues le apasionaba escribir.
Y en ello estaba cuando un buen día descubrió que ¡estaba embarazada! Todo su universo cambió. Todas sus expectativas cambiaron. Sólo podía estar pendiente de aquella vida que crecía dentro de ella. Sólo podía pensar en su bebe. Ni podía concentrarse ni tenía otra motivación que estrechar a su hija entre sus brazos. Las lógicas molestias y sobre todo el sentimiento permanente de cansancio, le hicieron tirar la toalla y dejarlo para mejor ocasión.
Una vez pasada esta fase; una vez su niña ya tuvo 2 añitos, la espinita le volvió a pinchar y volvió a matricularse por segunda vez. Pero esta vez, ya más madura y con una boca que alimentar, pensó que la carrera que más útil le podría resultar si algún día necesitaba promocionar en su trabajo era Derecho. Y ¡Sorpresa! Volvió a quedarse embarazada por segunda vez.
Se quedaba dormida en clase. Literalmente. Se moría de vergüenza de pensar en lo que sentirían los profesores viéndola pues -el embarazo no se le notaba todavía- daba la impresión de que, ¡debía aburrirse tanto! que se quedaba “frita”. Ni que decir tiene que la hipoteca no le había permitido poder dejar de trabajar ni su pequeña hija le daba demasiada tregua. Además, los exámenes coincidían con la fecha prevista para el parto. Así que, una vez más, optó por renunciar.
Pasó el curso y la niña nació (efectivamente, la semana de los exámenes). Y llegó el verano y estaba de baja por maternidad. Y nuevamente la vergüenza se apoderó de ella pero, esta vez, por haber dejado pasar dos veces la oportunidad de conseguir, al menos, el acceso directo a la Universidad. Así que, como todavía quedaba septiembre, se armó de coraje y se armó de motivación y se preparó, sola en casa, a ratos, como buenamente pudo mientras cuidaba a sus dos bebes, y se presentó.
¡Bingo! Nuevamente lo había conseguido. Ya podía matricularse en una carrera Universitaria. Ya podía empezar a cursar Derecho. Estaba tan crecida y tan orgullosa que no lo dudó ni un momento y se matriculó. Pensó que un par de asignaturas no le supondrían demasiado sacrificio y en aquel Plan de entonces, el Plan de 1957, dos asignaturas eran medio curso. Optó por Derecho Político y por Derecho Natural y se puso a ello con toda la ilusión.
A las clases, prácticamente no podía asistir; su marido trabajaba a turnos en una fábrica -y además vendía seguros para conseguir un poco más de sobresueldo- por lo que no siempre podía quedarse con las niñas. Entre semana no podía estudiar porque, con las niñas y el trabajo, no le quedaba ni un rato libre para poder dedicar al Derecho. Así que, madrugaba mucho todos los sábados y todos los domingos y, sola en su casa, se preparaba los primeros parciales de aquellas dos asignaturas. Aprobó el primer parcial de político; no así el de Derecho Natural (que no sabía ni por donde agarrarlo). Eso sí. Estaba agotada. Cada día más cansada y menos valiente.
Renunció. No era un buen momento. Las niñas eran demasiado pequeñas y le requerían demasiada atención. Trabajar, cuidar de la casa, de su marido y de sus hijas y además estudiar, se le hizo cuesta arriba y optó por elegir. Sólo podía dejar la carrera.
Pasó el tiempo y, por determinadas circunstancias que tampoco vienen al caso, decidieron cambiar su residencia y marcharse a vivir a otra ciudad. Pidió el reingreso en su plaza de Auxiliar de la Administración del Estado. La adscribieron a una plaza básica con el nivel mínimo (el nivel 12). Una vez más, de nada le servían casi 15 años de antigüedad, dos oposiciones y haber llegado al nivel 15 en la Administración Local. Eran distintas administraciones y, curiosamente, aunque todas se suponen sometidas a la Ley de la Función Pública, no se lo podían reconocer.
Compraron una pequeña casita en la montaña y comenzaron una nueva vida. Su marido se preparó unos exámenes para entrar a trabajar en su mismo Organismo como personal laboral y consiguió una plaza de interino pero en otra ciudad, con lo cuál se pasaba la mayor parte del tiempo sola y a cargo de las niñas, además de tener que trabajar.
No obstante, seguía soñando con un título universitario. Necesitaba estudiar. Le hacía sentir bien proponerse una meta y conseguirla, así que retomó la idea de volver a coger los libros. No obstante, la vida le había enseñado a no hacerlo con una finalidad concreta. No quería hacerlo por utilidad, sino por placer. Así que decidió que en vez de estudiar Derecho, que no le atraía demasiado, pediría que le cambiasen a Historia que le motivaba mucho más y estudiaría por puro placer.
Pero una vez más, las cosas no eran tan sencillas. Cómo había hecho el “Acceso” a la Carrera de Derecho y ambas Facultades no pertenecían a la misma Cátedra o no se muy bien por qué estupidez, le denegaron el cambio y no le quedó más remedio que matricularse en Derecho si quería continuar. Como la última vez se había preparado el primer parcial de Político y de Natural, y pensando que contaba con alguna ventaja, se armó de valor una vez más y se volvió a matricular en las dos.
El primer año aprobó Político pero no Natural. Pareció entender que el que mucho abarca, poco aprieta, y decidió, el segundo año, matricularse en una sola asignatura. Al fin y al cabo, se trataba de disfrutar, no de sufrir y sus niñas, que todavía eran muy pequeñas, seguían requiriéndole mucha atención. De hecho, solo podía hacerlo, al igual que la primera vez que se matriculó, madrugando un poco más a diario y los fines de semana para que su familia no sufriese las consecuencias de su capricho o de su ilusión.
El segundo año aprobó Natural. Ya tenía medio curso. Podía hacer un gran esfuerzo y matricularse en Historia del Derecho y en Derecho Romano y ya tendría el primer curso aprobado.
Incluso, por aquellas fechas, recibió una carta del Decanato en la que le decían que habían cambiado las normas y que podían acceder a su solicitud de cursar estudios de Historia, pero con medio curso aprobado -a lo que había tenido que dedicar dos largo años- consideró que ya era un poco tarde para cambiar y siguió con su intención de hacer Derecho.
Pero para entonces, las autoridades educativas habían decidido que había que cambiar de Plan de Estudios. El Plan de 1957 estaba ya anticuado y se sacaron de la manga el Plan 2000.
Ahora las asignaturas se medían por créditos. Cada curso 60 créditos; la Diplomatura 180; la Licenciatura 300 o algo así. Créditos de Libre Configuración; Asignaturas optativas; Asignaturas troncales... Otro mundo, la verdad.
Y llegó la hora del cambio y de las convalidaciones. Derecho Natural aprobado y Derecho Político aprobado: 18 créditos. Menos mal que al final (que no al principio) se estiraron y los dos créditos restantes se los dejaron como de libre configuración; la moral, por los suelos. Había pasado en un momento de tener medio curso aprobado a tener ¿20 créditos? Estuvo a punto de mandarlo todo a hacer puñetas pero no lo hizo y asignatura a asignatura, crédito a crédito, siguió año tras año sumando.
No obstante, como los sueldos de ambos eran tan pequeños que a duras penas se podían mantener y pagar la hipoteca, tuvo que comenzar a pensar en que iba a necesitar promocionar en el trabajo si quería poder dar a sus hijas los estudios universitarios que ella aun no tenía, pues en cuatro años en su puesto de trabajo, no había podido mejorar ni un ápice. Así que optó por prepararse nuevamente una oposición, esta vez para ascender al Cuerpo “Administrativo”, lo que ya podía hacer una vez aprobado el Curso de Acceso a la Universidad.
Volvió a cambiarse las horas de sueño. Volvió a estudiar por las noches, a llevar a las niñas al Colegio e ir a trabajar y a acostarse por la tarde -aprovechando que su marido estaba de vacaciones- para prepararse otro nuevo examen. Tenía que aprobar, esta vez por necesidad económica.
Así que, una vez más. ¡Bingo! Había aprobado, aunque en esta ocasión no pudiera disfrutar de la victoria por coincidir con el diagnóstico a su padre de un cáncer de pulmón que se lo llevaría, cumpliendo al pie de la letra el diagnóstico médico, un año después.
Ya era Administrativo. Un poquito más de dinero al mes para seguir adelante y quien sabe si quizás para poder mejorar.
Mientras, seguía con el Derecho. Las niñas se iban haciendo mayores y podía ir aprovechando las horas que aquellas dedicaban a estudiar, para estudiar ella también. Ese curso decidió coger dos asignaturas; de una en una, no iba a terminar nunca y si quería un sueldo un poco digno en la Administración, tenía que promocionar, una vez más, ¡al Cuerpo de Gestión!.
Aprobó las dos asignaturas en junio, una con un sobresaliente y la otra con un notable; 20 créditos más. Estaba pletórica. Al año siguiente cogería 30 y pronto llegaría a los 180 que necesitaba para la diplomatura. Luego la oposición y luego, ¡ya se verá!.
Pero el destino volvió a jugarle una mala pasada. Ese año no iba a poder estudiar. Su madre había enfermado de leucemia y la había tenido que llevar a su casa porque en su localidad no había tratamiento. Y en su casa, estaba sola; sin más apoyo de familiares ni de amigos. Tuvo que dedicarse a ella en cuerpo y alma. Año y medio de lucha hasta que no pudo luchar más y se fue. Pero como las desgracias nunca vienen solas, dos semanas antes de irse ella, un sobrinito de 10 años se había ido también. Y como a esta vida no hemos venido a pasarlo bien, a los seis meses murió uno de sus dos hermanos mellizos dejándole el corazón hecho añicos del todo.
No podía estudiar, solo podía llorar. Hace ya tres años y todavía lo hace, aunque el tiempo va poniendo una distancia que le permite un poco más de sosiego.
Después de un año de descanso, tan pronto consiguió sobreponerse, decidió que se tenía que volver a matricular. Los sueldos cada vez eran más pequeños congelación tras congelación y las cosas parecía que podían ponerse más feas. Tenía que ascender, si o sí.
Se matriculó de dos asignaturas sin pensárselo dos veces para no poderse arrepentir pero sí se tuvo que arrepentir. En esos tres años que había estado desconectada, habían cambiado nuevamente el Plan de Estudios. En esta ocasión, la escusa: la Unión Europea. Desaparecían las Diplomaturas y las Licenciaturas pasaban a ser Grados.
Intentó matricularse en alguna asignatura más para intentar conseguir los 180 créditos que, en principio, era todo lo que necesitaba para poder promocionar al Cuerpo de Gestión; pero ya no había posibilidad de ampliación de matrícula. Aun así, estudió con ahínco para intentar aprobar las dos asignaturas de las que se había matriculado en junio y así poder descansar en verano y coger fuerzas para matricularse de lo que hiciera falta con tal de que no le pasasen al nuevo plan.
Pero las cosas no le salieron bien y esta vez no podía responsabilizar a nadie salvo a su propia estupidez.
Se presentó al primer parcial en febrero de Civil III y de Penal I pero cuando llegó a éste, le dijeron que el examen había sido el día anterior. No podía dar crédito; después de tantos años examinándose, ¡como podía haberle pasado eso!. Sí se había preparado la asignatura de la que se había matriculado, pero la había confundido con otra cuando miró la fecha del examen y, tan convencida estaba de que era esa, que tantas veces como miró y remiró la hora y el día, como siempre hacía, más segura estaba de que era aquel día y a aquella hora. Pero no era así.
Se sintió la persona más imbécil del mundo entero. Se ve que no le pilló en uno de sus mejores momentos personales, porque se hundió. ¡Era tan grande la frustración!. No tenía nada que ver con haber suspendido. A esas alturas eso lo hubiera aceptado con resignación. Es que ni tan siquiera había podido saber como era el examen para saber mejor como prepararse el segundo parcial y directamente, sin más oportunidad, el parcial para septiembre.
Estaba tan decepcionada que dejó de estudiar. Finalmente, como sí que había aprobado el primer parcial de Civil, optó por prepararse en junio el segundo parcial y de nuevo volvió a sacrificarse para preparar también el segundo de Penal.
Aprobó Civil sin problemas; 10 créditos más, y a punto estuvo de conseguir aprobar Penal si no hubiera sido por una nueva estupidez. Era un examen de test y según sus cuentas tenía el cinco pelado si no se había equivocado en la corrección. Pero su sorpresa fue mayúscula cuando vio que se había quedado en un 4 con algo. ¿Qué había pasado? ¡No le salían las cuentas!. Pues había pasado que había entendido mal como se corregía un error en la respuesta que, en realidad no era un error aunque sí podía confundir la lectura óptica; y lo hizo mal. En vez de corregirlo, según las instrucciones la había anulado. ¡Cómo podía ser tan estúpida!. O todo se estaba conjurando contra ella para que no consiguiera sus objetivos o algo dentro de su cabeza no estaba funcionando bien.
Al final, toda la asignatura para septiembre. Aprobó. Eso sí y otros 9 ó 10 créditos más.
Este año tenía que apretar el acelerador al máximo si quería que no le pasasen a Grado, así que decidió matricularse de todas las troncales de tercero y repartir el resto de los créditos que le faltaban por conseguir de las asignaturas optativas y de libre configuración, entre los dos años siguientes.
Y se matriculó. Pero cada vez que pensaba en ponerse a estudiar no podía dejar de auto convencerse de que no le iba a servir de nada. Tenía por delante tres años de sacrificio verdadero, nada de estudiar por gusto, nada de disfrutar estudiando. Y empezó a sufrir estudiando, a sufrir de verdad; sentarse a estudiar empezó a convertirse en una tortura. ¿Y el objetivo concreto? ¿Que había pasado con el objetivo concreto?
Que se había ido al carajo. La crisis; los recortes en la Administración y las políticas de privatizaciones le llevaban a pensar que a corto plazo no iba a haber tal promoción y que si la había, iba a estar al alcance de muy pocos.
Además, desaparecidas las Diplomaturas y con las nuevas titulaciones de Grado, y sobre todo con la gran inseguridad jurídica y social actual ¿quien le garantizaba que al final tanto esfuerzo fuese a servir para algo?. ¿Y si decidiesen que para acceder al Cuerpo de Gestión es necesario tener el Grado?. Tantas cosas estaban cambiando y tantas vueltas le daban a todas las leyes y a todas las normas que acabó desorientada, desmotivada y harta.
Harta, sí. Harta de estudiar. Harta de sacrificarse. Harta de examinarse y de que la examinasen. Harta de luchar contra corriente.
Porque creía que merecía ser feliz, que se lo había ganado. Porque deseaba disfrutar el tiempo que le quedase por vivir, y que no tenía comprado, sin angustias; pobre si hacía falta, pero sin más metas, sin más objetivos, con tranquilidad.
Quería sacarse la espina clavada en el corazón porque sentía que, a sus cuarenta y cinco años, no merecía la pena privarse de disfrutar de su familia, de su casa, de salir, de ver la televisión o de compartir sus pensamientos en el tweeter, de luchar en otros campos donde cada día es más necesario visto el futuro que nos espera; de aprender otras muchas cosas más bonitas que el Derecho, que al fin y al cabo, no es más que una mentira más en este momento y en este mundo en que vivimos.
Así que, aun habiendo aprobado un parcial y suspendido otro en el curso presente. Decidió concederse la libertad de ser feliz y no seguir esclava de un objetivo que, tal vez, si al final lo lograse, le pillaría ya demasiado mayor como para que tuviera sentido, ni tan siquiera ya para disfrutarlo. ¿Cuantos años podría tardar en conseguirlo? Ya, si no es “Graduado”, adiós Título ¿y la oposición de gestión? Cuantos horas más tiradas a la basura para seguir siendo un mierda de funcionario, vago e incompetente.
Se rindió. Decidió que esta batalla ya no la iba a luchar más porque quizá otras muchas batallas estuvieran aun por llegar y, a buen seguro, seguirá luchando. Por supuesto, contra esta mierda de sistema que no valora a las personas, para el que las personas son solo cifras y no seres humanos.





martes, 22 de mayo de 2012

GOBIERNO DIMISION


Hasta hace poco estudiaba Derecho. A la vejez, viruelas. Las cosas como son.
Cuando mis padres no tenían otra ilusión en la vida que tener una hija con una carrera, yo tenía otras preocupaciones, otros intereses u otra forma de entender la vida. Eso fue así.
Algún día podría contaros mis “ires y venires” en el mundo estudiantil y adolescente, y quizá lo haga, pero hoy, no va a ser.
Podría contar un millón y medio de escusas o de sentimientos de por qué, a día de hoy, sigo sin obtener un título universitario que me valide para algo -a día de hoy, he vuelto a abandonar mis estudios- pero tampoco lo voy a hacer porque en definitiva, lo único que cuenta es el presente. Ni el pasado ni el futuro existen. El pasado porqué pasó y el futuro, sencillamente, porque ni siquiera está ahí. Mañana puedes no amanecer y haber acabado tu paso por esta vida, con lo cuál, ¿qué es el futuro? Me atrevería a decir que tan sólo una ilusión.
Estoy matriculada en este curso académico y sin embargo, no tengo, en principio, ninguna intención de continuar.
Os preguntareis por qué, al igual que me lo pregunto yo, pero tampoco es fácil que encontréis respuesta porque aunque yo tengo mil y una forma de razonarlo y excusarlo, la verdadera respuesta la remito únicamente a mi intuición.
No obstante, he de reconocer que en este momento que estoy viviendo es lo que menos importancia me merece.
Al fin y al cabo, muchas horas de insomnio, de clavar codos, de intentar por mi cuenta entender todo aquello que los libros decían, me han servido única y exclusivamente para conseguir entender la mentira tan grande que estudiaba y la mentira tan grande que es en el fondo el Derecho. Por supuesto, como todo lo que intento transmitir en este blog, es fruto de una vivencia y de una reflexión personal que quiero compartir.
Aquellos que seguís habitualmente mi blog -una minoría por devoción y otros casi por obligación por lo pesada que me pongo- más o menos conocéis mi opinión y mi forma de entender esta realidad que a mi, como a vosotros, me ha tocado vivir; por lo que en esta entrada, voy a intentar sólo hacer alguna matización.
Veo España descontenta. En general, -tal vez me equivoque-. Veo miles de voces reclamando justicia social en muchos campos: educación, sanidad, libertad, solidaridad; y también justicia, contra la corrupción política, contra la manipulación política, contra la élite política, contra la Banca. Muchos, la mayoría, estamos de acuerdo.
Sin embargo, no veo una verdadera unión.
Más bien, veo todo lo contrario. Veo el divide y vencerás. Veo a cada uno defendiendo su parcela (menos mal) y lanzando miles de gritos de angustia y de desesperación ante un poder, que nos guste o no, cada día es más absoluto.
El 15M; los sindicatos; los que pertenecen a la educación defendiendo la educación que es de todos; los que pertenecen a la sanidad defendiendo la sanidad que también es de todos, los que pertenecen a las pequeñas y medianas empresas; los que están en el paro; los que nunca han estado en el paro y tienen difícil llegar a estar porque ni siquiera tienen opción a un puesto de trabajo; los que compraron preferentes; los que añoran la vuelta de la república robada y sus símbolos enterrados; los que no aceptan una monarquía impuesta por las circunstancias; incluso los que creen que pueden acceder a los puestos de responsabilidad con buenas intenciones y buenos sentimientos y que ven sus posibilidades cortadas, prácticamente de raíz, por un sistema electoral que les asfixia y ningunea por más que representen a un alto tanto por ciento de la población.
Veo un tanto por ciento mayoritario de ciudadanos que no eligió al PP, y que me perdonen sus fieles pero esta es la realidad, sometidos al Gobierno a su mayoría absoluta, con resignación o con cobardía; esto ya no lo tengo tan claro.
Veo muchos hadstags de esos que se lanzan cada día pidiendo la dimisión del ministro de cultura, de la de Sanidad, de la de “desempleo”, del de ¿justicia?. Pidiendo la dimisión de la Delegada del Gobierno en la Comunidad Valenciana que todavía sigo sin entender como puede seguir ahí después de la barbarie cometida contra nuestros hijos.
Veo a la Alcaldesa de Valencia desvariando, porque no puede entenderse de otra manera que contra una manifestación (supuestamente de radicales “antisistema”) no se le ocurriese mejor idea que plantar una mascletá en la plaza del Ayuntamiento (para mi, plaza del 15M), donde tenía fin una manifestación autorizada por la Delegación de Gobierno; por supuesto, sin medir las consecuencias que podía tener dejar pólvora al alcance de la violencia. Menos mal que somos buenas personas ¡que no idiotas!.
Veo a Esperanza Aguirre destarifando por los cuatro costados; ¡que si pitos, que si flautas!: Si en la Copa del Rey le silba al Rey esta plebe, se hace el partido a puerta cerrada y todos a aplaudir, a corear y a tararear el himno de España (que no tiene letra porque mientras el himno no sea de un pueblo unido, cualquier cosa que se cante será una hipocresía más).
De la Cospedal y su Búnker-Mansión de ¿cuantos millones?. Mejor ni hablamos.
De los Bancos y sus directivos (que fíjate que algunos de ellos dimiten pero que ninguno se va con las manos vacías). Tampoco hablamos, ni tampoco vamos a mirar la ideología política de la mayoría de ellos, de los que han hecho que este país se vaya a la mierda.
De la Comunidad Valenciana, de la Gürtel y de las piezas separadas (Madrid, por ejemplo y el PP Nacional) tampoco diremos nada. ¡Cómo se están encargando los Jueces!
No me voy a meter con los políticos del PSOE porque de eso, primero: ya se encarga el PP; y segundo: ¿Alguien duda a estas alturas de que son prácticamente los mismos perros con distinto collar por más que, aunque me tachen de roja o de socialista, aun no han llegado a conseguir el mismo nivel de indecencia?
Bueno, resumiendo, yendo al grano e insistiendo. Estamos luchando parcialmente contra cada una de las medidas que el Gobierno absolutista popular toma, apoyado en una mayoría absoluta (que no creo que ningún verdadero Juez Justo con las pruebas existentes al respecto, pudiera negar que se ha conseguido con mentiras y falsas promesas) y en una confianza que dudo mucho que posean, cuando yo creo que lo que deberíamos hacer es unirnos en una sola lucha contra ese atentado contra nuestra soberanía y nuestra democracia.
Si queréis que os justifique más mi opinión, leerla la anterior entrada, que ya me canso de ser pesada.
Mi última reflexión es: Divide y vencerás. Les está funcionando a la perfección.
Y por supuesto, me reitero #Gobiernodimisión. Por nuestra soberanía y por nuestra democracia.
Y lo que tenga que venir, vendrá.

domingo, 20 de mayo de 2012

BASTA DE RESIGNACIÓN


España, es diferente. Eso se suele decir y, por otra parte, es lógico. Pocos territorios en el mundo han recibido tantas y tan diferentes visitas de culturas diversas y sería poco inteligente no reconocer que muchas de dichas culturas, no sólo han dejado sus huellas, sino que durante siglos han llegado a ser y a formar parte de nosotros y son nuestra herencia genética, histórica y política. Es lo que yo pienso.
Como mis conocimientos históricos no son muy amplios y como, fundamentalmente, este blog sólo pretende ser un espacio de opinión, de reflexión y de comunicación con el resto de mis hermanos en este mundo, me voy a referir a la última etapa que nos ha tocado vivir y de la que sólo con observar y con formar parte de ella, me vale para sacar alguna que otra conclusión personal.
En este territorio del mundo que es España, en la que hoy en día están las cosas bastante revueltas, he observado una importante huella que el pasado nos ha dejado.
LA RESIGNACIÓN. Me pregunto de dónde procede esta resignación que hoy en día parece dominar el carácter del pueblo español y que está permitiendo cosas que yo, ni en la peor de mis pesadillas, hubiera pensado que llegásemos a permitir. Quizá es que aun soy muy joven.
Cómo soy Numantina, ni que decir tiene que a la época en que los Romanos pretendían conquistar nuestra tierra, no me puedo remitir, así que intento encontrar las respuestas en un pasado más cercano.
Se me ocurren dos tipos de resignación:
La resignación cristiana:
Indudablemente hay mucha gente católica en este país y el catolicismo, cómo todas las religiones, para perpetuarse en el poder utiliza la sumisión y la resignación de sus fieles que aprenden a aceptar los designios del señor ante cualquier adversidad y confían en que Dios proveerá. Cómo además Dios aprieta, pero no ahoga, pues ahí están hoy en día esperando la salvación divina. Es difícil separar lo que es del César y lo que es de Dios y ya se ha encargado la Iglesia y el Estado durante los últimos siglos de qué ambas cosas vayan de la mano y de qué los fieles confundan hasta los principios más básicos de sus creencias con los intereses -que representan todo lo contrario- de ambas instituciones. En fin, este tipo de resignación no tengo más remedio que aceptarlo e intentar poner mi granito de arena, como siempre, para que los buenos creyentes encuentren dentro de su corazón la salida de este bucle en el que dichas Instituciones les han metido. Está claro que Jesús, no se resignó más bien se dejó crucificar defendiendo sus ideales.
La resignación franquista: Cuarenta años de dictadura dejan mucha huella en un territorio y en las mentes de sus habitantes. Esta es la resignación de la impotencia y el terror ante un gobierno que utilizó la violencia y el miedo para conseguir que nadie que tuviese otra forma de entender la realidad, pudiera defenderla sin saber cuáles podían ser las consecuencias: la represión; desde la prisión, las palizas en los cuarteles policiales del régimen, hasta la pena de muerte o incluso hasta la muerte sin juicio, que de todo hubo. Hoy en día hay muy poca gente que todavía pueda pensar que esto no es cierto por más que intenten justificar que se hacía por el bien de los españoles. La gran mayoría en su fuero interno lo condena y me imagino que tan sólo algún tarado y por supuesto pensando en que pudiera formar parte del poder, podría querer hoy en día volver a esos tiempos de dolor, de falta de libertad, de miedo y de resignación.
Pero todo aquello, a tantos años vista de aquel horror, debería ya formar parte de la historia, que no caer en el olvido, que no es lo mismo.
Tampoco resulta extraño que hoy en día tengamos una monarquía parlamentaria que se utilizó para templar gaitas entre el miedo al pasado y la esperanza del futuro. Pero bueno, eso hoy es otro cantar.
Desde que en el año 75 el caudillo tuvo la bondad de dejarnos y marcharse de de este país -dudo mucho que si existe Dios, lo tenga en su gloria-, la mayoría de los españoles soñó con un país donde, dotándose de una democracia en la que la soberanía residiese en el pueblo, fuese gobernado desde la libertad. Donde, desde el derecho a la dignidad individual y colectiva, desde el respeto a los derechos humanos y a la diversidad, desde la igualdad, desde la búsqueda de una justicia social, se lograse el bienestar para todos. Y con esa intención, se dotó de una Constitución en la que la división de poderes ejecutivo, legislativo y judicial, debía velar por su protección y en la que los Derechos recogidos en el Título I, no podían ser materia de Real Decreto. Una Constitución donde el derecho al trabajo, a la educación, a la sanidad, a una vivienda digna, etc. etc. por más que no tengan el mismo amparo del Tribunal Constitucional del que disponen otros derechos, no dejaban de ser derechos básicos y fundamentales de todos los Ciudadanos.
CÓMO VEO LA SITUACIÓN ACTUAL.
Los derechos fundamentales del Título I están siendo regulados mediante Reales Decretos merced al Ejecutivo que ostenta el poder y a la connivencia del resto de los que ocupan los asientos de los otros poderes: el Legislativo y el Judicial.
Nuestra soberanía, nuestra democracia, se está convirtiendo en una farsa.
Cada día es más palpable que el Partido Político que nos asfixia aprovechándose de su mayoría absoluta, la consiguió engañando a los ciudadanos, presentando un programa electoral oscuro que escondía unas políticas encaminadas a defenestrar y vender un Estado de Bienestar al que tenemos derecho y culpando a diestro y siniestro a quien sea, incluidos los propios ciudadanos a los que acusan de haber vivido por encima de sus posibilidades, mientras cada día vamos descubriendo que, de la ruina que hoy sufre el país, incluso me atrevería a decir el mundo, los responsables son los políticos, ambiciosos o egoístas o incompetentes, que han utilizado nuestra confianza en su propio beneficio y los banqueros y mercados que nos gobiernan manejando a su antojo a esos mismos políticos que dicen representarnos a nosotros, a los millones de ciudadanos cuya única responsabilidad es introducir cada cuatro años un papel en una urna. Eso sí, nosotros somos responsables por ello pero ellos ni son responsables de nada, ni por supuesto tienen ni idea de lo que es sufrir las consecuencias de esta crisis.
QUE PODRÍAMOS HACER
DEJAR DE RESIGNARNOS a que sólo nos permitan ejercer nuestra soberanía cada cuatro años y hacer real y efectivo el espíritu que dibujó nuestra Constitución.
Unirnos todas las personas de bien y gritar a una sola voz que queremos que este Gobierno dimita y que se convoquen unas nuevas elecciones en las que volvamos a votar, ahora sí, con mayor consciencia y mayor conciencia, y ratificar al Gobierno que ahora ocupa el poder, elegir otras alternativas o al menos obligarles a llegar a acuerdos.
No conseguiremos fácilmente que dejen de gobernarnos los mercados pero sí les diremos alto y claro a todos aquellos que se consideran nuestros representantes que somos nosotros los que ostentamos la soberanía y que sólo si defienden nuestros intereses nos representarán por más que puntualmente les otorguemos cierta confianza en que lo hagan.
UNÁMONOS TODOS PARA DEFENDER NUESTRA SOBERANÍA Y SALVAR NUESTRA DEMOCRACIA.
Y que ningún político dude ni por un instante que, si cualquier otro partido que pretenda conseguir el poder tiene intención de atentar de la misma forma contra la democracia, nuestra postura será la misma.
De momento, mucho más allá no vamos a poder llegar pero al menos habremos luchado, por y con dignidad, para conseguir verdadera justicia y verdadera democracia para el pueblo español.

jueves, 17 de mayo de 2012

DESPERTAR NUESTRAS CONCIENCIAS


Hay un colectivo muy importante de personas en nuestro país que, nos guste o no, se denomina católico.
Supongo que también habrá un grupo importante de católicos que la Iglesia tendrá censados y que se corresponderá con todos aquellos que en un momento histórico fuimos bautizados y que por desidia o por no considerarlo importante, al no haber practicado la “apostasía” -que creo que viene a ser algo así como decirle a la Iglesia que no perteneces a su organización- seremos uno más en su recuento.
Lo cierto es que ni el número de unos ni de otros debería preocuparme en exceso si no fuera porque intuyo que muchos de ellos, por fe, dan su voto y apoyan incondicionalmente a la derecha política y eso, quieras que no, nos afecta a todos.
Supongo que deben hacerlo porque algún que otro partido político en este país, o alguna que otra ideología, con la connivencia de la Iglesia Católica, ha conseguido erigirse en el representante político de Dios en la tierra y por eso, últimamente, no dejo de preguntarme, entre otras muchas cosas, ¡dónde quedaría aquello q dijo Jesús de “al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”!.
Intento ser muy respetuosa con las creencias de todos los seres humanos, tanto sean católicos, judíos, mahometanos, budistas o como quieran denominarse o definirse los grupos humanos que defienden unos determinados modelos de pensamiento y conducta y se unen para darse fuerza y compartir sus ideales. Igualmente intento respetar sus prácticas -siempre que no sean contrarias a los derechos fundamentales de las personas-.
Sin embargo no tengo el mismo sentimiento hacia las estructuras y jerarquías que pretenden gobernar muchas de esas creencias porque veo en la mayoría de ellas un interés y un objetivo fundamental: utilizar y manipular a sus miembros en su propio beneficio.
Ni que decir tiene que nada voy a opinar respecto de todas aquellas creencias de las que conozco su existencia pero ni su esencia ni sus mandamientos; pero sí de la religión católica de la que he sido miembro o soy miembro (estoy bautizada y no he hecho apostasía) aunque en la actualidad, ni que decir tiene, no me siento parte.
Dentro de todos los grupos que existen dentro de la Iglesia Católica (que, manda huevos -con perdón- los hay a montones), mientras conseguí pensar, valorar y decidir por mi misma, fui -y quizá en el fondo de alguna manera lo siga siendo- cristiana. Y como decía mi madre que de bien nacidos es ser agradecidos, no puedo dejar de reconocer que a esa etapa de mi vida le debo el haber conocido, al menos mínimamente, a la persona que parece estar probado que existió y que se llamaba Jesús.
Desde luego en mi mente no existe el Cristo, como tampoco puede existir el Dios en el que en mis tiernos años la Iglesia Católica pretendía hacerme creer bajo el único argumento de la fe, pero sí una persona o un personaje que incluso hoy en día, considero digno de admiración.
Por eso es que me sorprende tanto que en este país (y en una parte importante de este planeta) exista tanta gente que teniendo conocimiento del valor de Jesús en la Tierra -al margen de su muerte, ascenso a los cielos y resurrección, en lo cual, sí dejo libertad a la fe de cada uno- haya sido capaz de ignorar los verdaderos valores que él defendió.
No voy a hacer un estudio pormenorizado de todos ellos, porque no creo que merezca la pena ni me siento capacitada, pero sí puedo recordar muchas de aquellas cosas que se me quedaron grabadas a fuego en el corazón y que quizás hoy en día hayan colaborado para que sea mejor persona o al menos intente serlo; eso sí, ni sorda, ni ciega, ni muda.
Frases como: “Dad de comer al hambriento y dad de beber al sediento”; “el que esté libre de pecado, que tiré la primera piedra”; “amaos los unos a los otros como yo os he amado”; bienaventurados los misericordiosos, los pacíficos, los limpios de corazón, los que sufren persecución por la justicia; “para eso he venido al mundo, para dar testimonio acerca de la verdad. Todo el que está de parte de la verdad escucha mi voz”; “para qué te fijas en la paja del ojo ajeno y no en la viga que está en el tuyo”.
Reconozco que al final he tenido que recurrir a sus citas en internet porque, más que sus testimonios concretos, conocer a esta persona dejo una huella de lo que es el amor y la justicia social en mi corazón.
Por eso, en este momento en que estoy perdiendo toda la confianza en las Instituciones porque la falta de la verdad y la manipulación de los poderosos está en la mayor parte de los aspectos que en esta vida me rodean, no quiero dejar de confiar en las buenas personas que habitan en este mundo y que confunden la fe con la política y el dinero con los valores.
Quisiera hacer una llamada a sus conciencias y animarles a que intenten liberarse de la manipulación y a que busquen dentro de su corazón cuales son los verdaderos sentimientos que merece la pena que triunfen en este mundo de egoísmo.
Y para terminar de animarles a despertar y a aportar un granito de arena en esta lucha conjunta de todo el universo por una justicia social para todos, me gustaría concluir con esta frase célebre de Jesús que no fue dicha en vano sino con un objetivo muy claro:
PORQUE SE ASEMEJAN A SEPULCROS BLANQUEADOS, QUE POR FUERA REALMENTE PARECEN HERMOSOS, PERO POR DENTRO ESTÁN LLENOS DE HUESOS DE MUERTOS Y DE TODA SUERTE DE INMUNDICIA. ASÍ USTEDES, TAMBIÉN, POR FUERA REALMENTE PARECEN JUSTOS A LOS HOMBRES, PERO POR DENTRO ESTÁN LLENOS DE HIPOCRESÍA Y DE DESAFUERO”.
No se si la cita es exacta porque la he copiado de internet pero en términos generales sí responde a lo que yo recordaba que Jesús entendía que había venido a hacer a este mundo, entre otras muchas cosas buenas e igual de hermosas e importantes.


martes, 15 de mayo de 2012

FELICIDADES #15M GRACIAS Y ENHORABUENA


Llevaba unos días sin escribir en mi blog porque estaba un poco a la expectativa de los acontecimientos que se estaban desarrollando en torno a la convocatoria global #12 M 15M.
Cómo es natural y como corresponde a alguien que en definitiva escribe en un blog que se titula, “yo no soy naide”, voy a limitarme a dar una opinión de lo que a mí me ha aportado.
Durante unos días tomé postura, y hoy en día la sigo tomando, pero, sinceramente, en este blog, pretendía únicamente compartir mis sentimientos y mi forma de entender mi propia realidad, que, en definitiva, es la que puedo defender y la que puedo compartir.
Las circunstancias personales de cada cuál, todas son diferentes, y el nivel y las posibilidades de compromiso o los medios utilizados para ser solidario, también lo son.
Lo cierto es q siento que debería haber estado más tiempo con vosotros en la calle pero por motivos personales que no me considero obligada a explicar, he estado menos de lo que me hubiera gustado estar en el más utópico y dulce de mis sueños. No obstante, he intentado estar presente de una u otra forma en apoyo a nuestra lucha común.
Hoy quiero ser más breve y por eso voy a intentar no obviar las sensaciones más importantes que he sacado y que espero tener mucho tiempo de poder compartir, pues lo que tengo claro, después de todo, es que esto es una carrera de fondo en la que tampoco podemos quedarnos dormidos.
En primer lugar, homenajear y agradecer a todos los que habéis participado en esta celebración y en estas convocatorias, el espíritu de paz y de concordia que habéis transmitido al resto de los ciudadanos españoles y al resto del mundo, porque al margen de las cuestiones políticas o económicas, habéis hecho realidad mi sueño de que sin violencia la lucha es posible. Gracias a los que habéis resistido pacíficamente en las plazas, gracias a los que tirasteis las vallas pacíficamente contra la ignorancia y la estupidez de los que nos gobiernan. Muchas, muchísimas gracias a los que resististeis un poco más sin utilizar la violencia para demostrar que somos buenos porque lo somos y que las personas que tienen corazón estamos ahí y que nuestra lucha es solidaria y social. Y sobre todo, mi solidaridad con todos aquellos que fueron detenidos luchando así, porque han demostrado que todos los que les apoyamos, tenemos la razón.
Lo segundo, celebrar el éxito de este movimiento social, humano y solidario, que no ajeno a las realidades que a la gran mayoría de las personas humildes, sencillas y mayoritariamente pobres nos afecta, busca alternativas para conseguir un mundo mejor para todos, al que estoy segura que gracias a ese mismo esfuerzo solidario, humano y común, cada día se unirán más. Porque está claro que, para mi gusto, lo estáis o lo estamos (modestia aparte por intentar poner un grano de arena), haciendo muy bien.
Cómo no me quiero extender y he dicho que hoy voy a ser breve, lo voy a dejar ahí.
GRACIAS Y ANIMO a todas las personas que tienen conciencia y corazón porque un mundo más humano es necesario y posible.


jueves, 10 de mayo de 2012

COMIENZA LA CUENTA ATRÁS


Soy de esas personas a las que les gusta más creer que saber, pensar que saber u opinar que saber; porque la verdad es que saber, como decía aquel, “sólo sé que no sé nada”.
Quiero decir que soy de esas personas que no se consideran en posesión de la verdad ni de la razón, por más que muchas veces defiendan con demasiado ímpetu lo que, en realidad, saben perfectamente que es solamente su razón y su visión de la verdad.
Sin embargo, hoy creo que ha llegado ya el momento de dejar de opinar y de decantarse por una opción concreta, independientemente de lo que cada uno podamos creer o de la forma en que cada uno de nosotros podamos interpretar las circunstancias y los acontecimientos.
Lo que es real es que hay una llamada a la manifestación el día 12 de mayo -y a la reivindicación los días posteriores- en la que cada uno de nosotros ya no tenemos que opinar sino decidir si saldremos a la calle, o no.
Creo que es difícil definir y concretar lo que representa y lo que defiende el movimiento 15M porque, sinceramente, espero que, a día de hoy, nada esté definido ni concretado. Confío y creo en que, todos y cada uno de nosotros, podemos y hemos de formar parte de dicha concreción a base de unificar nuestras conciencias, eso sí, en una misma lucha que no puede tener otra base que la justicia social.
A mi modo de ver, una justicia social que no puede nacer de ideologías, de aprendizajes, de siglas, de banderas ni de fronteras, sino de la dignidad individual y la solidaridad colectiva que, por encima de cualquier otro interés, desee hacer realidad el triunfo de los verdaderos valores que todos y cada uno de nosotros llevamos dentro.
Cabría pensar que esos valores también podrían ser diferentes para cada uno de nosotros pero, sin embargo, tengo el convencimiento de que esto no es así.
Estoy convencida de que los verdaderos valores de toda la humanidad provienen de un espíritu que nace con todos y cada uno de nosotros y que, sin embargo, tan pronto nuestra materia abandona el útero materno, o incluso antes, comienza a ser educado o manipulado en una u otra dirección -dependiendo del lugar y el entorno en que se produzca nuestro nacimiento- predisponiéndonos para interiorizar otro tipo de consideraciones exteriores que se nos presentan como valores pero que, en realidad, no pasan de ser meros intereses.
Esta reflexión -que a primera vista puede resultar un tanto mística-, no podéis interpretarla como si procediese de una persona especializada ni tan siquiera de alguien poseedora de conocimientos, ni de dogmas ni de creencias, sino intentar entenderla desde la perspectiva de un ser humano que en poco o en nada se diferencia de cualquiera de los que, a millones, habitan este planeta; una persona, que como una gran mayoría de ellas, simplemente intenta conocer y comprender su realidad.
Sobre mis espaldas pesan ya unos cuantos años y creo que he conocido a cientos, quizás miles de personas en toda esta andadura y, so pena de que “piense el ladrón que todos son de su condición”, no he conocido a nadie que por encima de todo no haya querido, conocido, valorado, apreciado o sentido el AMOR. Unos con egoísmo, otros con desesperanza por creer no encontrarlo; otros dándolo sin pedir nada a cambio y otros demonizándolo para no sentirse miserables por no poder tenerlo. Muchos dándoselo a sus hijos, muchos a sus padres; millones a sus parejas, estables o esporádicas; hacia el mismo o hacia distinto sexo; fraternal, a la naturaleza, a la vida. Aun así habrá quienes crean que no sienten amor, en cuyo caso, probablemente sea la manifestación más patente de que existe por cuan desesperadamente lo necesitan.
Ese es el verdadero valor. A partir de él, los intereses van creando el resto de los sentimientos buenos o de los sentimientos malos con los que los seres humanos vamos representando nuestra realidad. En la medida en que cada uno de nosotros interiorizamos ese interés hacia nosotros mismos o hacia los demás, somos capaces de transformar el amor en odio, la generosidad en envidia, la solidaridad en egoísmo, etc.
Y con esa medida es con la que el ser humano ha ido creando en esta sociedad parcelas y clasificando los pensamientos y los sentimientos en religiones, creencias, ideologías políticas, nacionalidades y provocando luchas por imponer esa proyección.
Con esa medida, el ser humano lleva miles de años creando sistemas sociales, políticos, económicos y jurídicos que priorizando unos u otros intereses -dependiendo en cada época histórica de quien tuviera más fuerza, más poder o más dinero- han seguido enfrentándonos, bien para imponerlos, bien para defenderlos.
Así han conseguido dividirnos y difuminar nuestro verdadero valor y nuestro verdadero poder hasta conseguir que a día de hoy este planeta esté únicamente dirigido por el interés económico de los más poderosos.
Ha llegado el momento de buscar dentro de nosotros ese amor y de exteriorizarlo sin reservas hacia todos los demás. Ha llegado el momento de que, en base a ese único, básico y fundamental valor, empecemos a trabajar para cambiar este sistema establecido. Ha llegado el momento de que comprendamos que la justicia, el respeto, la libertad, la felicidad y el futuro, empieza por cada uno de nosotros y de que entendamos que, solamente amando a los demás con la misma intensidad que debemos amarnos a nosotros mismos, podemos construir un futuro digno para todos.
Ha llegado el momento de que todos los que confiamos en nuestro poder, en nuestro derecho y en nuestra dignidad, decidamos si apoyamos un movimiento de conciencia y salimos a la calle para encontrarnos y enfrentarnos solidariamente a este sistema en el que una minoría desconoce y no quiere reconocer el verdadero valor humano, o seguimos sometidos al dictado de esa minoría que intenta cada día, única y exclusivamente en base a sus propios intereses económicos, convertirnos en esclavos al servicio de ese interés.
¿Serán humanos?
Yo creo que yo, sí lo soy.
Y por eso estaré en la calle el #12M con el #15M porque creo es el movimiento que representa, en la realidad actual, el sentimiento de lucha por el valor de la humanidad más próximo a los valores que todos juntos podemos defender.