Últimamente,
parece que la tendencia de nuestros “ilustres” Gobiernos es
castigar todos nuestros -según ellos- reprobables comportamientos,
con sanciones económicas que en muchos casos pueden resultar
manifiestamente injustas e improductivas, salvo que el objetivo sea
recaudar.
Pongamos
algunos ejemplos. Bueno, pongamos los más sencillos para que todos
nos podamos entender.
Dos
vehículos circulan por una Auto-vía a más velocidad de la
permitida. Pongamos que tampoco a una velocidad demasiado excesiva
pero lo suficiente como para ser, según nuestra legislación, objeto
de sanción. Ambos son captados por el radar y sancionados, digamos
con 200 euros de multa.
Las
fotografías nos muestran dos matrículas y el radar certifica que
quienes conducían ambos vehículos han cometido la misma infracción;
ambos son igualmente penalizados con tener que desembolsar idéntica
cantidad. Hasta ahí parece haber justicia e igualdad.
Sin
embargo, imaginemos dos circunstancias distintas.
Al
volante del primer vehículo (por ejemplo, un utilitario), un parado
de larga duración acude a una entrevista de trabajo. Por unos u
otros motivos, llega tarde y decide que tiene que pisar un poquito el
acelerador a fin de estar a la hora en que ha sido citado; de lo
contrario, perderá la oportunidad de poder conseguir el ansiado
puesto de trabajo que tanto necesita para sustento de su familia, ya
que, con los, aproximadamente, 400 euros de prestación por desempleo
a punto de agotarse y tras haber consumido ya todos sus ahorros,
pronto se verá abocado a perder incluso su vivienda.
Al
volante del segundo vehículo (por ejemplo, de alta gama), un joven
de una de esas que se viene en llamar “buena familia” (familias
con un “muy” alto nivel adquisitivo), acude a un concierto de uno
de sus cantantes favoritos y tiene reservada habitación en el Hotel
para, de paso, disfrutar el fin de semana en la ciudad, hacer un poco
de turismo y recorrer sus monumentos más significativos, sus
restaurantes más prestigiosos y sus locales más de moda. Ha quedado
con unos amigos con los que estudió en Nueva York y no ve la hora de
encontrarse con ellos, por lo que la prisa por llegar le anima a
pisar un poco más el acelerador.
Creo
que no hace falta que os diga cual es el efecto sancionador o
disuasivo que, en uno y en otro ciudadano, produciría la citada
multa de 200 €. Por lo que a mi respecta, no quiero ni pensar en
que la vida me hubiese reservado o me reserve el lugar del primero,
porque está claro que el del segundo, no me lo reservó.
Ahora
viene cuando me dan ganas de reír.
Porque
no sabemos si nuestros políticos han ido a colegios públicos o
privados, eso nos da igual, pero, ¿en qué cabeza cabe que castigar
con multas económicas el hecho de rebuscar en los contenedores de
basura o a quienes se ven obligados a dormir en la calle, responda a
algún tipo de lógica? ¿Os imagináis a alguien que tenga un mínimo
poder adquisitivo, con capacidad para pagar una sanción económica,
buscando en los contenedores de basura? Yo debo ser muy rara pero no
me lo puedo imaginar (síndrome de Diógenes aparte). Y si no van a
poder pagar esa sanción económica ¿qué sentido tiene que se la
impongan? Y si no tienen nada para comer o no tienen nada que llevar
a su casa para que coma su familia, ¿van a dejar de intentar
encontrar comida en los contenedores a sabiendas de que les van a
imponer una sanción económica que nunca podrán pagar?
Trasládese
esto a quienes van a ser multados con la nueva Ley de Seguridad
Ciudadana (muchos de los cuáles, por otro lado, han sido y están
siendo multados ya). ¿Os imagináis al joven que conducía el
segundo vehículo saliendo a manifestarse por algo? Entonces, ¿a
quién, o a quienes, pretenden persuadir o disuadir? ¿Qué es lo que
con las sanciones económicas quieren conseguir?
Desde
mi humilde punto de vista, quienes no tienen con qué pagar las
sanciones que les impongan, auténticas víctimas, seguirán actuando
de la misma manera porque están ya fuera de este maravilloso sistema
que les ha expulsado; seguirán manifestando, protestando y
reclamando, con los medios que sean, que las cosas, de una vez por
todas, cambien. Y esperemos que su propia conciencia no les lleve por
otros delictivos derroteros que la mayoría de nosotros no
quisiéramos vivir ni en la mejor de nuestras pesadillas.
Quienes
tenemos todavía algo de conciencia y una cierta capacidad económica
para subsistir en este país, nos veremos en la coyuntura de decidir
si tenemos también el suficiente valor como para poner en riesgo esa
supervivencia o bien optamos por callar, quedarnos en casa y esperar,
con los brazos cruzados, a que las cosas caigan por su propio peso;
cosa que difícilmente sucederá o peso que nos aplastará, pues,
cada día, el cerco de nuestra autonomía de pensamiento y de nuestra
capacidad económica y de ejercicio de nuestros -cada vez menos-
derechos y soberanía, se aleja más y más. Porque hay que
preguntarse CÓMO la mayoría de nosotros podríamos hacer frente a
una sanción de 30.000 euros, por ejemplo, (no os digo nada si
pensásemos en 600.000) y si tendríamos los suficientes medios como
para luchar contra ella, en el caso de que considerásemos que su
imposición es injusta o incluso ilegal.
Todo
ello sin dejar de ser conscientes de que las manifestaciones
autorizadas, no pasan de ser meras procesiones, ya que, a estas
alturas, hemos comprobado sobradamente que ninguna de nuestras
legales y reglamentadas formas de manifestación afectará a los
objetivos que nuestros “ilustres” se marquen. No os digo nada el
futuro que nos espera si somos conscientes de que el próximo acoso,
la próxima valla de su cerco, apunta al ejercicio del derecho de
huelga. Me pregunto dónde quedó el espíritu de la Constitución.
No
sé si podremos evitar que lleven a cabo este nuevo ataque a nuestra
soberanía y a nuestra capacidad de mostrar nuestra oposición con
las políticas que están llevando a cabo en contra de nuestros
intereses sociales; no lo harán, por supuesto, con mi conformidad,
no sin mi oposición, aun no sé muy bien desde que frente; no, desde
luego, creyendo, inocentemente, que lo hacen por nuestra seguridad.
¿Por
la seguridad de quién? ¿Acaso hemos hecho algún mal a nuestros
conciudadanos en estos dos o más largos años de protestas? ¿Acaso
preparan "medidas" contra las que esperan que no nos quede
más remedio que actuar?
Hasta
ahora, en todo caso y como mucho, lo que podríamos haber puesto en
peligro son "sus" privilegios o "su" soberanía
(que no es suya, sino nuestra, según la Constitución) y, en todo
caso, desde luego, no hemos hecho, a la mayoría absoluta de la
sociedad, más mal que el que, con "sus" políticas
neoliberales, protectoras de los grandes capitales y "sus"
intereses, hemos recibido.
Ahora
bien, cuando leo en las noticias que Hacienda no ve delito fiscal en
que la Fundación NOOS, haya evadido 280.000 euros en 4 años, porque
sólo existe delito fiscal si se defraudan más de 120.000 euros al
año; cuando me pregunto quien puede defraudar a Hacienda más de
120.000 € en un solo año; es entonces cuando pienso en el
conductor del primer vehículo y en el pobre desgraciado que tiene
que rebuscar en los contenedores de basura para poder comer.
Y
es, entonces, cuando me entran unas incontenibles ganas de llorar.
Efectivamente, dan ganas de reir, con una risa nerviosa y compulsiva viendo cuán irrazonables y estúpidos, además de sádicos son estos gobernantes que llegaron al poder con falacias y trampas, y de llorar a lágrima viva, viendo hasta qué punto nos roban libertades, derechos y hasta la dignidad. Ah, y la ley esa que está perpetrando el Ministro Fernández no responde a su nombre real, el real debería ser 'Ley de Represión Ciudadana', pero ya sabemos que esta gentuza nunca llama a las cosas por su nombre
ResponderEliminarSí, Luisa. Desde luego que la risa no es por gracia. Ni las lágrimas sólo de dolor sino también de una terrible impotencia. Besitos y gracias
EliminarRisas nerviosas o lagrimas de impotencia ellos siguen imparables en su misión genocida.
ResponderEliminarSus victimas son personas con nombres y apellidos, son niños que sufren, enfermos que mueren, ancianos que temen....
Ni los nervios ni la impotencia manifiesta libraran a las victimas.
Con ello se atrincheran, con el miedo del que aun respira a perder el aire.
Si hay que morir por asfisia se muere, pero con la dignidad puesta.
Todos los caminos son largos y complicados. A mi me puede la impaciencia de ver soluciones, lo reconozco y por eso no puedo dejar de reivindicar pero también intento seguir el camino de la conciencia individual y colectiva, más lento pero seguro que también, más útil y productivo para la consecución de un mundo mejor. Gracias Frana por ayudarnos a aprender a seguirlo y muchos besitos
ResponderEliminarVivimos en un país absolutamente surrealista. Nos reímos por no llorar. Y eso es lo triste, que hay gente que se llega a creer que esto es un chiste, cuando en realidad es una desgracia cuyos efectos comienzan a aparecer pese al callar de los medios, pero que en un futuro sufrirán nuestros hijos. Y entonces será demasiado tarde. Y será entonces cuando lloraremos.
ResponderEliminarUn saludo, @adriantsn
Muy bueno, Ana. Las comparaciones no es que sean odiosas, es que no se sostienen. El sistema, además de corrupto, es terriblemente injusto.
ResponderEliminar¿Por qué multar a un indigente que obviamente no va a pagar? Quedan bien con sus votantes, a los que no le gusta que haya escoria en las calles, y así parece que están haciendo algo.
Con la prostitución es lo mismo: las multas no valen para nada, pero no por eso se intentan alternativas.
Es para llorar, sí. Pero intentemos no darles ese gustazo ;)