Los
que me conocéis ya sabéis que, en general, soy una persona con
escasa preparación. Por eso, cuando comencé a oír hablar de la
crisis, no sabía muy bien de lo que estaban hablando.
También
es cierto que llevaba dos años desconectada de la realidad, dedicada
al cuidado de mi madre enferma y soportando otros fuertes avatares de
la vida que me habían dejado prácticamente fuera de juego.
Tan
ignorante e inocente fui, que llegue a dar la razón a Zapatero
cuando pretendía negar la crisis porque yo creía que si en la
conciencia de la gente se asentaba el miedo, comenzaría a retraerse
el consumo y que ello conllevaría un efecto contractivo de la
economía, pues, al descender la demanda, descendería la producción
y con ello se generaría paro y así si llegaría de verdad la
crisis. En fin, tal vez ciertas nociones básicas de economía que
algún día intentaron enseñarme y que se ve, no entendí muy bien.
Cierto
es también que no podía sospechar que aquella crisis que yo sólo
veía en el contexto de España, nada tenía que ver con nuestra
propia economía sino que venía orquestada desde América por una
serie de movimientos especulativos del dinero que eran los que en
realidad habían ocasionado una crisis, no solo económica, sino
financiera mundial.
Sí
que llevaba mucho tiempo oyendo hablar de que la burbuja inmobiliaria
algún día iba a estallar pero poco podía imaginar que dicha
explosión iba a afectar a los humildes ciudadanos que habían
comprado sus viviendas, sus hogares, a los precios que marcaban los
mercados; más bien creí que afectaría, precisamente, a todos
aquellos que se habían hecho multimillonarios a base de esa
especulación. ¡Que feliz es la ignorancia!, lo reconozco.
A
mí los bancos, desde que empecé a tener relaciones con ellos, he de
reconocer que siempre han tratado de engañarme. La primera vez lo
consiguieron de pleno; las siguientes les costó un poquito más
porque como dice el refrán: el gato escaldado, del agua caliente
huye; y aun así, como no todos hemos estudiado económicas, me ha
tocado ver de todo un poco: desde preferentes camufladas en un plan
de ahorro que tenía mi madre, hasta oferta de préstamo
-supuestamente acorde con mis ingresos- muy por encima de mis
posibilidades (al menos las que me han dejado hoy) que por supuesto
rechacé más por mis experiencias personales que por el interés del
banco, que sin duda era hipotecarme más.
Por
todas estas cosas y porque soy una persona corriente, tengo la teoría
de que a la gran mayoría de la ciudadanía, se le ha engañado. Se
le ha hecho creer que podía acceder a todo -mientras les interesaba
para obtener beneficios a su costa- y se les ha quitado después todo
para no dejar de obtener beneficios o para tener menos pérdidas, o
simplemente porque les interesaba que fuésemos nosotros, los
humildes, los que pagásemos las consecuencias de sus malas prácticas
políticas, económicas y financieras.
Y
mientras, ¿qué han hecho y hacen los poderes públicos?
Dejando
atrás la etapa de la transición (por llamarlo de alguna manera
-reconozco que poco realista porque en realidad fue una guerra-) de
la II República (un gobierno elegido por el pueblo por mayoría, tan
legítimo o mas que el que sufrimos en la actualidad) a la dictadura
militar (que la democracia aun no ha juzgado -ni, por lo que se va
viendo, hará-) paso a la etapa de la otra transición: la transición
a la democracia; la entrega de la soberanía a los ciudadanos tras
“40 años” de fascismo y represión.
A
partir de ahí, casi todo bien. El pueblo español se dota de una
Constitución. Por supuesto una Constitución de consenso adaptada a
las circunstancias históricas; elaborada entre: el miedo a un nuevo
golpe de estado con la consecuente continuidad del régimen
franquista (tal vez encabezado por el heredero de Franco, Don Juan
Carlos I, como hubiera sido el sueño de aquel) y la creencia
mayoritaria de quienes por entonces detentaban algún poder, de que
España no sería admitida internacionalmente si seguía gobernada
por un dictador.
Así
se logró armonizar un texto en el que se reconocía el pluralismo
político, el derecho al autogobierno de las CCAA -históricas y no-,
los derechos y libertades reconocidos internacionalmente, la división
de poderes, las elecciones libres, los principios que debían regir
la actuación de nuestros poderes públicos (derechos para todos: a
la sanidad, a la educación, al trabajo, a una vivienda digna, etc.).
Todo esto dicho un poco de memoria, pues no intento hacer un análisis
de derecho constitucional sino recordar cuál fue el espíritu que en
su día se otorgó a la Carta Magna, Ley Suprema y Superior a la que
debían someterse el resto de las leyes que posteriormente habían de
organizar el funcionamiento de la sociedad española. Así se
articulo como forma de Gobierno la Monarquía Parlamentaria en la que
al Rey se le otorgaban unos mínimos poderes de representación y
cuyos actos, debían ser todos refrendados por el Gobierno o las
Cortes, estas últimas máxima representación del pueblo español.
Hasta
ahí todo más o menos bien. Hasta hubo un tiempo en que pareció que
la cosa podía funcionar y que por fin España, tras esos 40 años de
dictadura, volvía a recobrar el estatus democrático que nunca debió
perder.
Pero
pronto empezaron a destacar dos partidos políticos -por encima del
resto del pluralismo político- que vieron como, merced a una Ley
electoral y a un sistema electoral no del todo justo (bajo mi punto
de vista), aprovecharon la posibilidad de irse repartiendo
paulatinamente el pastel en sus diversas legislaturas en alternancia;
aprobaron leyes y más leyes que entre otras muchas cosas, les
afianzaban en sus privilegios y beneficios políticos mientras cada
legislatura se iban alejando más y más de los ciudadanos a quienes
representaban. Así fueron erigiéndose en auténticos detentadores
de la soberanía y relegando al pueblo al mero papel de introducir
cada cuatro años el voto en una urna; eligiendo a quienes ellos
habían elegido para que eligieran y jugando al quitate tu que me
pongo yo y, de paso, todos mis amiguetes. Así fueron creando más y
más puestos políticos donde antes no los había y apoderándose
cada día un poco más de la Administración y de paso del poder
judicial, mandando al traste la supuesta división de poderes.
De
ahí a la corrupción, un paso. Unos más, otros menos, todos han
sacado provecho de su posición de poder mientras han detentado la
mayoría. Unos y otros han conseguido ponerse de acuerdo para sacar
adelante todas aquellas medidas que consolidaban sus posiciones de
privilegio. Así, con ese modelo, han quedado prácticamente fuera de
la participación política otros muchos ciudadanos que a pesar de
suponer millones de votos, para nada consiguen la representación
proporcional que les corresponde. Eso sí, sin ninguna intención por
parte de uno ni de otro de los mayoritarios de que esto se cambie,
porque puede poner en peligro su soberanía permanente, y eso, por
supuesto, no les interesa.
Cuando
cada uno de ellos ha ocupado el papel de oposición, ésta consistía
en llevar sistemáticamente la contraria al otro con el único fin de
conseguir en la siguiente legislatura, ser ellos los que ocupasen los
puestos de gobierno y de poder. Y así una legislatura detrás de
otra.
De
esta forma (dejando atrás la transición y a Suarez, que bastante
tiene ahora el pobre), Felipe González nos metió en la OTAN -al
menos con referéndum- y en Europa. Aznar se amigó con los
todopoderosos norteamericanos y nos trajo la burbuja inmobiliaria
-que tanto perjuicio nos está causando hoy en día- y se permitió
el lujo de embarcarnos en la guerra de Irak. Zapatero, con su
tolerancia, no tuvo los suficientes cojones, o no supo, o no le
interesó políticamente poner freno a los desmanes que cada día se
cometían más y más, y con -esta vez sí- el consenso con el PP,
trasladó nuestra soberanía económica a Europa.
Y
para postre, como castigo a Zapatero por su inacción y tras 8 años
de vergonzosa oposición que consistía en decir todo lo contrario de
lo que aquel hacía y decía -incluso con resentimiento porque ya
en el 2004 se las prometían muy felices- y con una campaña
electoral plagada de mentiras con el único objetivo de hacerse con
el poder absoluto, nos llega Rajoy, un político de lo más digno que
tan pronto obtuvo dicho poder comenzó a tomar medidas totalmente
contrarias a las que había planteado en su programa electoral.
Y
este honrado Presidente -con la escusa de la crisis y de la herencia-
aprovechando su mayoría absoluta, ha comenzado rápidamente a
legislar mediante Real Decreto lo que le da la “real gana”, (yo
creo que incluso saltándose como en una carrera de vallas nuestra
Constitución) y de paso, nos intenta meter con colador un ideario
que, quizá no a todos, pero sí a un número importante de quienes
le votaron, para nada le interesa, porque creo que le votaron
simplemente con la esperanza de que, tal como prometía, les crearía
puestos de trabajo, y ello a pesar de que, aunque él decía que no
prometía milagros, era poco menos que prometer eso.
Y
mientras tanto, mientras todos los ignorantes ciudadanos no nos
dábamos cuenta de la que se nos venía encima porque vivíamos “por
encima de nuestras posibilidades”, nuestros honrados y dignos
representantes -desde la más rica de las CCAA al más pobre de los
Ayuntamientos- se han dedicado a despilfarrar en macro-obras
faraónicas sin sentido, en lujos y ostentaciones innecesarias, en
circo, etc. etc. (que si pongo el cazo, algo cae), el dinero que con
nuestros impuestos la mayoría habíamos aportado para poder tener
una sanidad pública y de calidad para todos, educación, servicios
públicos e infraestructuras necesarias para el bien común. Y es
que, “una mayoría”, creo yo, tampoco pedimos mucho más.
Y
a todo esto, ninguno de todos aquellos que han esquilmado las arcas
públicas -bien para quedárselo, bien por pésima gestión- son
responsables de nada. Es más, la gran mayoría de ellos siguen
ocupando los mismos u otros cargos públicos sufragados por todos
nosotros.
Y
los juzgados atestados de casos y casos de corrupción política, de
defraudadores, de ladrones de guante blanco, hasta de banqueros; eso
sin mencionar a quienes, legalmente, se les ha concedido amnistía
fiscal y se les ha facilitado la limpieza del dinero negro obtenido
-incluso mediante actos delictivos-, o quienes han conseguido poner,
los millones estafados durante la bonanza, en paraísos fiscales.
Casos muchos de ellos que ni siquiera se perseguirán porque encima
desmantelan las unidades públicas que las investigan. Casos algunos
de ellos que han salido a la luz de tan gran y tan grave desvergüenza
y que tardarán años en resolverse.
Y
lo más lamentable de todo es que la mayoría de todos esos casos se
resolverá, como siempre, a favor de los que más dinero tienen para
poder gastarse en comprar testimonios o lo que haga falta; en
falsificar; manipular; en pagar al mejor equipo de abogados en su
defensa, abogados que recurrirán y recurrirán y jueces que
interpretarán la ley y lo admitirán; situación ésta -y “manda
huevos”- que les permite y permitirá seguir viviendo como reyes.
Mientras,
1.700.000 familias – de momento- no perciben ni un sólo euro de
ingresos como consecuencia de esta crisis; crisis de la que aquellos,
-como gestores de nuestro dinero público o como especuladores o como
ladrones que la han permitido o provocado- son los únicos
culpables. Y encima nos llaman vagos a nosotros: a los trabajadores,
a los funcionarios, a los parados..., porque sólo ellos, los
todopoderosos políticos y grandes financieros y empresarios han
hecho y hacen bien las cosas en este país y en el mundo.
Y
en esas nos encontramos ahora. Viendo como se ríen a pleno pulmón
de nuestras quejas, protestas y manifestaciones. Manipulados por los
medios de comunicación que están a su servicio y comiéndonos con
patatas todo lo que nos quieran imponer. Sin otra posibilidad legal
para luchar que esperar a que acabe la legislatura y a que, de nuevo,
los ignorantes castiguen -si se acuerdan de todas las atrocidades que
ahora sufren- al PP; los mismos que el 20N le dieron la mayoría
absoluta y que se dejarán una vez más manipular y concederán otra
vez al PSOE una mayoría para seguir haciendo el mismo juego; y
esperemos que al menos esa mayoría no sea absoluta para que pueda
haber consenso: su consenso.
Pero
para entonces, muchos ya habrán muerto, otros muchos emigrado y
otros estarán en la calle, víctimas propiciatorias de la cárcel
porque la pobreza, la escasa y mala educación recibida o no
recibida, no les abrirá las puertas de un puesto de trabajo digno; o
porque el precio de su sudor será a precio de esclavo y se
convertirán en anti-sistema. Pero en otro tipo de anti-sistema muy
diferente de los que ahora pretendemos movernos para decir BASTA YA¡
a tanta mentira, abuso e injusticia.
Yo
no voy a llamar a nadie a que el #25S se una a ningún movimiento que
pretenda derrocar con violencia el orden establecido -soy pacifista
hasta la médula- pero si quiero dejar constancia de que, con la
inocencia que me caracteriza, considero legítima una protesta en los
alrededores del Congreso pidiendo la dimisión de este Gobierno que
considero ilegítimo y solicitando la convocatoria de unas nuevas
elecciones democráticas que devuelvan al pueblo la capacidad de
decisión sobre el futuro que unos cuantos ya han decidido que es el
que nos conviene a todos.
Porque
creo que por encima de la economía, están los derechos humanos, la
dignidad y la libertad. Y creo también que si la economía
capitalista no está al servicio de todos en unas mínimas
condiciones de justicia e igualdad, este sistema capitalista hay que
cambiarlo YA¡¡¡
Por
eso digo que a esa llamada pacífica, acudiré; porque por encima de
muchas otras cosas importantes que hay en la vida, están mis
principios.