Me
siento hoy a escribir, más por necesidad de hacerlo que por que
tenga nada nuevo que contar; más por el deseo de encontrar en mis
propias palabras la fuerza que siento me falta, que por transmitir ánimo para luchar; más por intentar encontrar una luz a la que
seguir en mi camino, que para iluminar un camino que seguir. Más
para poder entender, que para lograr explicar.
Porque
miro a mi alrededor y no entiendo nada.
Veo gente que parece entenderlo todo, saber todo lo que pasa y
también las razones por las que pasa y, ¡cómo no!, lo que habría que
hacer para que nada de todo lo malo que pasa, estuviera pasando.
Claro está que es en la televisión donde lo veo porque a mi
alrededor, solo veo gente tan desorientada o más que yo, pero que,
al contrario que yo, se limita a esperar la solución mientras se
entretiene viendo la tele.
Quienes
me conocéis sabéis que mis armas no son mi preparación, así que
me limito a observar, asombrada, que en este universo, pasa de todo
pero nada cambia.
Bueno,
a decir verdad, lo que creo que en nada cambia son las estructuras y
los valores que deberían empujar a esta sociedad hacia un horizonte
más justo y mejor, porque lo que es las vidas de las personas
humildes de este mundo, eso sí que está cambiando; camina a pasos
agigantados hacia un futuro más incierto, más difícil, más duro,
más inhumano, más injusto y sobre todo, y lo que es peor, más
individualista y egoísta. Pareciera que caminamos hacia atrás.
Pero
lo que más desasosiego me causa es no saber cuál es la realidad, la
verdad de todo lo que está sucediendo y por qué.
Yo,
como la mayoría de vosotros, supongo, tengo muy poco contacto con
una realidad que vaya más allá de mi corta familia, mi entorno
laboral y escasas relaciones de vecindad, por lo que la mayoría del
conocimiento de cómo la gente vive este presente, me llega a través
de la Prensa y de la Televisión. Sí, también está internet pero,
mal que me pese, no veo en ambos medios de comunicación grandes
diferencias, salvo que este último te permite interactuar. Y también
es cierto que una gran parte de nuestra sociedad, todavía no accede
a ello.
En
la Televisión elijo aquellos programas y contenidos más acordes a
mi forma de entender la vida y la sociedad porque de lo contrario, no
lo podría soportar. En tweeter sigo y, por la misma regla de tres,
me siguen aquellos que piensan y entienden muchas de las
circunstancias que nos rodean de la misma forma que las siento yo.
También he de decir que los hay que me siguen desde el lado
contrario a mi perspectiva y que yo también les sigo para intentar
entender la suya. De igual manera que, de vez en cuando, busco en la
tele la antítesis a lo que considero mi naturaleza, razón por la
que sé que existe y que, si existe, es porque muchos millones de
personas eligen a diario esa programación. Pero eso, no me acerca a
la verdad.
Soy
muy crítica con la “caja tonta” que de tonta, no tiene un pelo.
Mucho más crítica que con tweeter porque en la televisión -al
contrario que en tweeter que es mas un río revuelto- todo son habas
contadas. Pocos “Medios” y con los mismos fines: beneficio
económico. Y para más “inri”, la mayoría de ellos en manos de
los mismos benefactores: los mismos dueños, la misma publicidad, que
les subvenciona y decide lo que importa y lo que no, y la misma
manipulación para que a ninguno de los que forman parte o sacan
provecho de ese inmenso y poderoso grupo social (aunque pequeñito
comparado con el nuestro) se le venga abajo su chiringuito.
¿Y
en qué consiste su chiringuito? Vivir con un estatus económico años
luz del de la mayoría de los mortales que les ven (y otros muchos a
quienes no vemos, que sin duda, son los que manejan los hilos), por más que pretendan hacernos creer que saben y
les importa cómo puede sobrevivir en este país, a día de hoy, una
familia con 1000 euros (ya no te cuento si son 400 o 0).
¿Y
cómo lo consiguen? ¿con el sudor de su frente? ¡No!, Por más que
muchos de ellos trabajen -que no digo yo que no lo hagan- lo logran
con la manipulación de quienes cada día encendemos el botón con el
fin de asomarnos a una ventana que nos desconecte de la rutina y de
la miseria en que se ha convertido nuestra organizada vida en
sociedad. Especialmente de quienes, al carecer de poder adquisitivo
que les permita gozar de las maravillas artificiales que han creado
para el ocio, no tienen otra forma de estar en contacto con ellas que
verlas a través del plasma. Porque eso sí, hasta en los hogares más
miserables del Planeta, hay una televisión.
Y
claro, como nos hacen creer que somos libres para elegir, creemos que
seleccionando ver películas en vez de informativos o deportes en vez
de determinadas series aparentemente sin sustancia o determinada
cadena en vez de otra, nos sentimos a salvo de la manipulación. Pero
yo creo que lo que consiguen es que no nos demos cuenta de que con
todos y cada uno de los contenidos que eligen para nuestro ocio,
logran el mismo objetivo: crearnos la realidad que, a quienes tienen
en su poder la mayor parte del capital mundial, les interesa que
creamos.
Pero
yo, personalmente, no me lo trago. Y busco en cada programa; en cada
informativo; en cada publicidad; en cada “personaje”; en cada
serie; en cada espectáculo; cual es el interés que pueden
perseguir, con el fin de intentar así conocer qué es y no verdad de
lo que parece estar sucediendo en este planeta.
Sería
estúpido decir que creo saber en cada momento cuál es su objetivo,
nada más lejos de la realidad, ni siquiera creo que muchos de los
que participan en este circo mundial lo sepan, pero, como en todo
proyecto con un objetivo premeditado, nada puede ser casual, hay
pautas que se repiten y dan pistas de por dónde pueden ir los tiros.
¿Habéis
observado que, desde hace unos años, cada cierto tiempo aparece un
caso de cruel asesinato, con unos determinados ingredientes, que se
alargan en el tiempo hasta que no se pueden exprimir más? Y, apenas
termina uno, surge otro. Sucesos que llenan miles de horas de
programación, llenos de mentiras, especulaciones, víctimas y
culpables. Y lo más triste de todo es que el origen está en la
realidad.
Desde
las niñas de Alcácer, Rocío Wanninkhof, Sandra Palo, Mari Sol,
Marta del Castillo, el caso Bretón y ahora la pequeña Asunta,
llenan horas y horas de programación que concentran la indignación
y el deseo de justicia en unos cuantos asesinos y el deseo de
reparación en unas cuantas víctimas. Cierto es que entre unos y
otros casos suceden muchas otras barbaridades que tienen
trascendencia o no, dependiendo de la cobertura que se les de desde
los medios de comunicación. Pero mi intuición me dice que sólo
parece interesarles, de cuando en cuando, que uno de ellos salte a la
palestra. Lo mismo sucede con determinados conflictos sociales y con
determinadas guerras o teóricos enemigos. Lo que sí es cierto es
que mientras condenamos estos asesinatos, mientras identificamos a
éstos individuos con la delincuencia o con el terrorismo, no nos
entretenemos en analizar cuantos niños, ancianos, inmigrantes,
excluidos, mueren a manos de quienes deciden invertir el dinero que
entre todos aportamos a las arcas públicas en construir, por
ejemplo, grandes infraestructuras para eventos deportivos, musicales,
culturales, etc. etc., los que, por otra parte, la mayoría de
nosotros, con nuestros míseros sueldos, no llegaremos a presenciar
sino a través del plasma mientras sus gradas se llenan de esos otros
que hacen de nuestras vidas su negocio.
Y
nosotros aplaudimos a unos y condenamos a otros al grito que los
tertulianos y periodistas nos marcan a través de la televisión.
Mientras unos hechos los muestran como auténticas aberraciones (que
lo son), otros pasan desapercibidos como si formasen parte de la
normalidad de la sociedad cuando, si lo mirásemos bien, esto, en sí
mismo, ya debería parecernos una aberración.
Hoy
no me voy a meter con el fútbol, no me cabe. Pero no sé que pensar
cuando veo gente coreando a Messi (en vez de reprobarle) al salir de
declarar por haber estafado millones de euros al erario público de
los muchísimos más millones que gana. Seguro que a la mayoría de
los que le idolatran, no se les ocurra pensar cuantos enfermos se
podrían curar y a cuantos niños se podría alimentar con el dinero
que mueve todo ese mercado. Seguro que muchos de todos estos
mercaderes sí que deben dinero a las arcas públicas y eso a pesar,
no me cabe duda, de que evaden, estafan y escatiman legalmente en la
medida que la globalización les permite. Y todo ello sin que a la
mayoría "forofa" de este país y de este mundo parezca importarle,
como si el fútbol estuviera por encima del bien y del mal. Por no
hablar de la forma en que, aquellos que pagan una pequeña cantidad
como socios del club, acosaron y exigieron responsabilidad, esfuerzo
y resultados a los futbolistas del Valencia porque entendían que se
habían relajado, mientras, permiten que sus gobernantes no tengan
que rendir ninguna cuenta por la malversación de fondos públicos.
Lo
siento, no he podido evitarlo.
Y
sin embargo, en un país asfixiado por los recortes; las subidas de
los impuestos; la cesta de la compra o los recibos de la luz, la
ciudadanía, harta de escuchar la forma en la que se roba el dinero
público y se reparte entre los “amiguetes” (eso sí, todo
legalmente o difícilmente demostrable ante un juez o con nimias
consecuencias en el mejor de los casos) y aun “supuestamente”
indignada por ello -como también pretenden hacernos ver los medios
de comunicación, cuando les interesa-, sigue siendo una mayoría
silenciosa que, a pesar de ser las víctimas, tan sólo consigue
unirse frente a un televisor a aplaudir lo grandes que son sus
ídolos, lo majestuosas que son sus casas, las maravillas de los
países que visitan, lo exclusivo de los menús que comen, los
fantásticos hoteles y playas en los que disfrutan del dinero que
ganan a costa de nuestra pleitesía, eso sí, con el norte puesto en
ser un día como ellos.
Ya
pocos ciudadanos parecen aspirar a ser buenos periodistas; buenos
cantantes; buenos actores; buenos políticos; buenos deportistas;
buenos escritores... sin el sueño de convertirse en
multimillonarios. Para el resto que aspira a ser buen trabajador,
buen amigo, buen vecino, hijo o hermano; buena persona, una persona
feliz..., queda la primitiva.
Pocos
no sueñan con poder gozar de esa realidad que nos muestran a través
de un plasma y que muchos de nosotros, por eso, y sólo por eso,
sabemos que existe.
La
mayoría de nosotros, personas normales, somos incapaces de pensar si
no será, precisamente, esa realidad -esa escandalosa forma de vida a
la que sólo tienen acceso aquellos y otros pocos que, por unos u
otros motivos, han alcanzado la élite- la culpable del sufrimiento
de millones de miserables de esta sociedad a los que, en el mejor de
los casos, un día se les permitió hipotecarse para tener una
vivienda humilde, un coche humilde, disfrutar de vacaciones humildes,
trabajar con una mínima dignidad y recibir una educación y una
asistencia sanitaria básicas. Y todo ello para al final terminar
siendo, según ellos, los culpables y los responsables de que ahora
se viva una crisis económica que, por otra parte, a aquellos que nos
culpan, no solo no les afecta, sino que, por el contrario, les
proporciona un nuevo medio para obtener mayores beneficios que les
alejen aun más del común de los mortales. Y tal vez por eso hoy,
ese común, está renunciando a todos sus derechos y agachando la
cabeza mientras aplaude a sus ídolos, sus dioses. Y, tal vez, por
eso dicen hoy, que hemos tocado fondo. Ese fondo del que el 90% de
nosotros, no saldremos jamás.
Nos
muestran que el sistema está creado para el disfrute descarado de
los ricos, nos hacen creer que podemos ser como ellos, nos distraen
mostrándonos que algunos de los nuestros lo consiguieron y en lo más
profundo de nuestro ser, nosotros seguimos deseándolo desde las
listas del paro; desde las rebajas y las congelaciones salariales;
desde la falta de oportunidades de nuestros hijos para poder estudiar
y lograr prosperar como aun pudimos creer que habíamos hecho algunos
de nosotros; desde el terror a contraer una grave enfermedad y no
disponer de los medios necesarios para luchar contra ella; desde el
miedo a perder nuestro trabajo y no poder afrontar el pago de
nuestras hipotecas; desde la inseguridad de que mañana seas tu quien
con tu miserable pensión, tengas que mantener a tus hijos y nietos
hasta el día que te mueras con el único consuelo de que no desearán
que eso suceda porque se quedarían en la calle; desde la esperanza
de conseguir un puesto de trabajo en condiciones miserables de
explotación, sin derechos y sin seguridad de que te vaya a durar más
de lo que a ellos les dure el beneficio fiscal que obtengan por
contratarte a ti y no a un joven, o viceversa.
Mientras,
ellos seguirán repartiéndose los puestos de trabajo de élite en
sus empresas de élite y como aun les parece poco, los de asesores en
la Administración o los de políticos legitimados por las urnas con
nuestros votos. Seguirán colocando a sus hijos en las empresas de
sus amigos y seguirán siendo quienes nos gobiernen por los siglos de
los siglos porque ellos serán los que tendrán la preparación, los
masters, hasta las carreras universitarias, porque cada vez, para
nosotros será más difícil. Ellos seguirán manejando los medios de
comunicación porque en definitiva, es a ellos a quienes les
otorgamos el poder.
Y
sus hijos serán los principales candidatos a ser los mejores
cantantes, los mejores músicos, los mejores actores, los mejores
futbolistas, los mejores políticos, los mejores empresarios, los
mejores periodistas, los mejores presentadores,los mejores
deportistas y hasta los mejores reyes. Para los demás, quedan los
concursos en la televisión.
Ya
lo hacen, siempre lo han hecho y de no poner freno social a esto, lo
harán para siempre.
Está
claro que la sutil forma en que nos manipulan, no está a la simple
vista de cualquiera pero como considero que es importante que nos
demos cuenta de que la televisión no está concebida con el fin de
entretenernos, sino con el de adiestrarnos en la forma en que nos
necesitan, escribo hoy esta entrada, como siempre, para hacer pensar
y observar desde una óptica crítica y constructiva.
Ani eres estupenda, y escribes y dices las cosas muy bien,enhorabuena, eres muy buena gente. Chapeau!!!!
ResponderEliminarAbrir los ojos al mundo es abrir la mente. La televisión como bien dices solo abre los ojos que quieren que veamos. Una bonita entrada, sobre todo sincera.
ResponderEliminarTocas todas las heridas de la Sociedad, no se te escapa ni un solo detalle, eres observadora e inteligentemente te das cuenta del "percal" en el que nos movemos dia a día.
ResponderEliminarNo tenía duda alguna de tus grandes dotes: Personalmente una niña estupenda. Socialmente entregada y generosa. Literariamente tan buena como el/la que más, nada que envidiar.
Te conocí en Twitter y me enamoraste por ti, como mujer y amiga. Un beso ANNIDELMUNDO
gracias anitadesoria no sabia que tenias esta capacidad, te encontre en twitter
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