Se
acerca el gran día y siento la emoción a flor de piel. Cada tweet
rubricado con el hadastag #22M, es oxígeno que alimenta y purifica
la sangre que corre por mis venas.
Porque por mis venas, todavía corre sangre, lo que no parece suceder con la
mayoría de la sociedad, y porque estoy convencida de que estoy
haciendo lo correcto luchando con dignidad y por la dignidad de todos
los seres humanos que habitan este planeta, un planeta que, a pesar
de lo que digan los papeles, cada día parece menos una civilización
y más una jungla de bestias luchando por la supervivencia. Un
planeta en el que alrededor de cada núcleo de ostentosa riqueza,
campan millones de miserables pugnando por un pedazo de pan o por un
plato de arroz.
Ha
sido un trabajo duro, los medios de comunicación no nos lo han
puesto fácil, nunca nos lo ponen. En el mejor de los casos, lo
silencian y, en el peor, apuntan sus objetivos hacia los mínimos
brotes de exaltación para convertirlos en violencia o terrorismo a
fin de tirar por tierra cualquier atisbo de justicia que pretenda
equilibrar, aunque sólo sea mínimamente, este sistema de
desigualdad y de hipocresía; este sistema de abusos del poder del
dinero frente a las más básicas necesidades de las personas; este
sistema de supuesta democracia que sólo puede funcionar si los
ciudadanos acatan y se someten a una legislación que no apunta al
respeto de los más básicos derechos humanos sino a la supremacía
de unos intereses económicos en manos de unos pocos que controlan a
toda la humanidad, sin importarles cuantos millones de seres humanos
puedan sufrir con ello. Y para poder lograrlo sin que se note
demasiado, se sirven, como no podía ser de otra manera, de unos
medios de comunicación financiados por ese mismo sistema que, por
tanto, no pueden sino servir, vilmente, a esos mismos intereses, por
más que intenten disimular dando cabida a grandes eventos de
solidaridad o de supuesta oposición social.
Por
eso, debemos empezar a ser conscientes de que no serán ellos los que
cambien ese sistema en nuestro beneficio. Muy al contrario, la
realidad social apunta a que, cada día, sucede lo contrario.
Manipulan la información y manipulan los sentimientos a través de
la gran pantalla, de manera que pienses que lo que están haciendo es
legal y por tanto justo. Pero hace falta ser muy poco listo para
darse cuenta de que nada, absolutamente nada tiene que ver una cosa
con la otra.
Lo
demuestran cada día legalizando los abusos, aprobándolos en
Parlamentos aprovechándose de supuestas mayorías obtenida en las
urnas, mayorías que, en el mejor de los casos, son consecuencia de
la manipulación, y en el peor, directamente de las mentiras, puras y
duras, cacareadas a bombo y platillo durante campañas electorales de
consignas populistas en las que todos prometen lo mismo y en el que
el único criterio parece ser castigar al último que lo hizo mal o
sentirse de izquierdas o de derechas sin que se sepa muy bien, a día
de hoy, donde está el centro.
Y
así, en España, llevan alternándose en el poder más de treinta
años con las nefastas consecuencias que a día de hoy estamos
pudiendo contemplar. Llevan gobernándonos desde el “y tu más”
décadas, de forma que a ojos de los electores sean los otros los
culpables y sin que ninguno de ellos haya asumido ni asuma, ninguna
responsabilidad. Muy al contrario, transfieren sus culos de unos
asientos a otros, del Congreso al Senado; de los Parlamentos
autonómicos al Parlamento Estatal; del Estatal al Europeo; del
Europeo a la ONU o al FMI, cuando no a los de los despachos de las
grandes empresas para las que sí legislan, a las que sí amparan y
favorecen, como a los bancos, porque es así como se favorecen ellos
y sus intereses, sin importarles un ápice qué es lo justo para la
mayoría de la sociedad.
Mirad
sino donde está a día de hoy Felipe González o Rodrigo Rato (¿de
verdad somos tan tontos que no lo vemos?). Muy al contrario, los que
siempre sufrimos las consecuencias, somos nosotros: los humildes
trabajadores; los pequeños empresarios y comerciantes; los
funcionarios; todos los hipotecados y endeudados para su
enriquecimiento, quienes, cuando vienen mal dadas, somos expropiados
de todo: de nuestras viviendas, de nuestros trabajos, de nuestros
negocios, de nuestras escuelas, de nuestros hospitales, de nuestras
pensiones, de nuestros subsidios, de nuestros más básicos derechos.
Y lo que es todavía más duro, están expropiándonos también el
futuro de nuestros hijos porque los suyos, lo tienen más que
garantizado en el sistema que han creado a su imagen y semejanza, en
este sistema que pretenden convertir en su coto privado de caza pero
que fue construido con el sudor de nuestros padres y de nuestros
abuelos y en el que la mayoría, ahora sólo somos carnaza.
Porque
lo peor de todo, no es que todo sea privado y que tengamos que pagar
hasta por respirar. Lo peor es cuando se nos niega el derecho a
sobrevivir con dignidad porque entre unos pocos se han hecho los
dueños de la materia prima, de los medios de producción, de los
recursos naturales; y cuando los grandes entre los grandes amasan
fortunas mientras los humildes, ni siquiera pueden trabajar para
comer.
Y
muchos de vosotros, no lo queréis ver. Muchos de vosotros, les
creéis, creéis sus mentiras y creéis que nada podemos hacer.
Pero
no es cierto, podemos hacer y mucho y eso es lo que queremos la
mayoría de los que acudiremos el 22 de marzo a Madrid.
Podemos
cambiar las reglas del juego y decirles que no son los amos del mundo
por mucho que cada día atesoren más títulos que lo acrediten.
Podemos decirles que no toleraremos ningún sistema en el que todas
las personas no tengan derecho a obtener su sustento; que no queremos
poder ser multimillonarios, sino que lo que queremos es que todos
puedan comer, tener un techo y derecho a vivir y a morir con
dignidad. Porque se puede conseguir con respeto, solidaridad y con
una distribución más justa de la riqueza y porque lo podemos hacer
si dejamos de seguirles el juego, si dejamos de ser piezas en su
tablero y nos convertimos en una verdadera sociedad en la que prime
el interés común al egoísmo individual.
Una
sociedad que señale con el dedo a quienes abusan; a quienes
explotan; a quienes mienten; a quienes especulan con nuestros
alimentos, con nuestra salud, con nuestras vidas; a quienes ganan
millones de euros o de dólares o de yenes a costa del sudor de los
demás; a quienes fabrican y venden armas; a quienes utilizan las
religiones y las ideologías para convertirnos en enemigos, mientras
viven en un mundo paralelo.
En
vez de eso, señalamos con el dedo a quienes creyeron en su mentira
de que podían tenerlo todo si trabajaban duro y a quienes, después
de trabajar duro, muy duro, les han robado su puesto de trabajo y se
han quedado sin nada. O sin nada y con deudas, que aun es peor.
Es
muy fácil. Sólo tienes que pensar que, tal vez te sonrió la suerte
y conservas tu puesto de trabajo en un país en el que el 25% no lo
tiene y pensar que podías, haber sido tu.
Piensa
que hubiera sido de tu vida y de la de tu familia si llevases cinco
años sin poder trabajar y no lo dudes, únete al #22M, únete a las
#MarchasdelaDignidad, porque no estás a salvo. Hoy en día, con
estos buitres sobrevolando nuestras cabezas, nadie lo está.
Pues menos mal que no eres nadie
ResponderEliminarUn abrazo grande amiga Ani
Gracias por animarnos y reafirmar conciencias. Saludos
ResponderEliminarGracias por animarnos y reafirmar conciencias.
ResponderEliminarSaludos
Me encanta leerte Ana, por lo que dices y por lo bien que lo dices. Y una vez más te digo que no es que no seas nadie, es que eres una mujer importante. Piensa en mí en la manifestación en la que estaré con el corazón y el cerebro, aunque no pueda estar con mi asqueroso físico.
ResponderEliminarAnita sigo tus escritos con mucho interés y, aunque me digas que te sobre valoro te lo diré siempre,eres genial que bien transmites lo que tu conciencia siente por eso te admiro, por esa sed de justicia social que tienes, sigue asi ANI un abrazo muy fuerte de este humilde seguidor tuyo Luis
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