jueves, 20 de marzo de 2014

#22M Marchas de la dignidad

Se acerca el gran día y siento la emoción a flor de piel. Cada tweet rubricado con el hadastag #22M, es oxígeno que alimenta y purifica la sangre que corre por mis venas.
Porque por mis venas, todavía corre sangre, lo que no parece suceder con la mayoría de la sociedad, y porque estoy convencida de que estoy haciendo lo correcto luchando con dignidad y por la dignidad de todos los seres humanos que habitan este planeta, un planeta que, a pesar de lo que digan los papeles, cada día parece menos una civilización y más una jungla de bestias luchando por la supervivencia. Un planeta en el que alrededor de cada núcleo de ostentosa riqueza, campan millones de miserables pugnando por un pedazo de pan o por un plato de arroz.
Ha sido un trabajo duro, los medios de comunicación no nos lo han puesto fácil, nunca nos lo ponen. En el mejor de los casos, lo silencian y, en el peor, apuntan sus objetivos hacia los mínimos brotes de exaltación para convertirlos en violencia o terrorismo a fin de tirar por tierra cualquier atisbo de justicia que pretenda equilibrar, aunque sólo sea mínimamente, este sistema de desigualdad y de hipocresía; este sistema de abusos del poder del dinero frente a las más básicas necesidades de las personas; este sistema de supuesta democracia que sólo puede funcionar si los ciudadanos acatan y se someten a una legislación que no apunta al respeto de los más básicos derechos humanos sino a la supremacía de unos intereses económicos en manos de unos pocos que controlan a toda la humanidad, sin importarles cuantos millones de seres humanos puedan sufrir con ello. Y para poder lograrlo sin que se note demasiado, se sirven, como no podía ser de otra manera, de unos medios de comunicación financiados por ese mismo sistema que, por tanto, no pueden sino servir, vilmente, a esos mismos intereses, por más que intenten disimular dando cabida a grandes eventos de solidaridad o de supuesta oposición social.
Por eso, debemos empezar a ser conscientes de que no serán ellos los que cambien ese sistema en nuestro beneficio. Muy al contrario, la realidad social apunta a que, cada día, sucede lo contrario. Manipulan la información y manipulan los sentimientos a través de la gran pantalla, de manera que pienses que lo que están haciendo es legal y por tanto justo. Pero hace falta ser muy poco listo para darse cuenta de que nada, absolutamente nada tiene que ver una cosa con la otra.
Lo demuestran cada día legalizando los abusos, aprobándolos en Parlamentos aprovechándose de supuestas mayorías obtenida en las urnas, mayorías que, en el mejor de los casos, son consecuencia de la manipulación, y en el peor, directamente de las mentiras, puras y duras, cacareadas a bombo y platillo durante campañas electorales de consignas populistas en las que todos prometen lo mismo y en el que el único criterio parece ser castigar al último que lo hizo mal o sentirse de izquierdas o de derechas sin que se sepa muy bien, a día de hoy, donde está el centro.
Y así, en España, llevan alternándose en el poder más de treinta años con las nefastas consecuencias que a día de hoy estamos pudiendo contemplar. Llevan gobernándonos desde el “y tu más” décadas, de forma que a ojos de los electores sean los otros los culpables y sin que ninguno de ellos haya asumido ni asuma, ninguna responsabilidad. Muy al contrario, transfieren sus culos de unos asientos a otros, del Congreso al Senado; de los Parlamentos autonómicos al Parlamento Estatal; del Estatal al Europeo; del Europeo a la ONU o al FMI, cuando no a los de los despachos de las grandes empresas para las que sí legislan, a las que sí amparan y favorecen, como a los bancos, porque es así como se favorecen ellos y sus intereses, sin importarles un ápice qué es lo justo para la mayoría de la sociedad.
Mirad sino donde está a día de hoy Felipe González o Rodrigo Rato (¿de verdad somos tan tontos que no lo vemos?). Muy al contrario, los que siempre sufrimos las consecuencias, somos nosotros: los humildes trabajadores; los pequeños empresarios y comerciantes; los funcionarios; todos los hipotecados y endeudados para su enriquecimiento, quienes, cuando vienen mal dadas, somos expropiados de todo: de nuestras viviendas, de nuestros trabajos, de nuestros negocios, de nuestras escuelas, de nuestros hospitales, de nuestras pensiones, de nuestros subsidios, de nuestros más básicos derechos. Y lo que es todavía más duro, están expropiándonos también el futuro de nuestros hijos porque los suyos, lo tienen más que garantizado en el sistema que han creado a su imagen y semejanza, en este sistema que pretenden convertir en su coto privado de caza pero que fue construido con el sudor de nuestros padres y de nuestros abuelos y en el que la mayoría, ahora sólo somos carnaza.
Porque lo peor de todo, no es que todo sea privado y que tengamos que pagar hasta por respirar. Lo peor es cuando se nos niega el derecho a sobrevivir con dignidad porque entre unos pocos se han hecho los dueños de la materia prima, de los medios de producción, de los recursos naturales; y cuando los grandes entre los grandes amasan fortunas mientras los humildes, ni siquiera pueden trabajar para comer.
Y muchos de vosotros, no lo queréis ver. Muchos de vosotros, les creéis, creéis sus mentiras y creéis que nada podemos hacer.
Pero no es cierto, podemos hacer y mucho y eso es lo que queremos la mayoría de los que acudiremos el 22 de marzo a Madrid.
Podemos cambiar las reglas del juego y decirles que no son los amos del mundo por mucho que cada día atesoren más títulos que lo acrediten. Podemos decirles que no toleraremos ningún sistema en el que todas las personas no tengan derecho a obtener su sustento; que no queremos poder ser multimillonarios, sino que lo que queremos es que todos puedan comer, tener un techo y derecho a vivir y a morir con dignidad. Porque se puede conseguir con respeto, solidaridad y con una distribución más justa de la riqueza y porque lo podemos hacer si dejamos de seguirles el juego, si dejamos de ser piezas en su tablero y nos convertimos en una verdadera sociedad en la que prime el interés común al egoísmo individual.
Una sociedad que señale con el dedo a quienes abusan; a quienes explotan; a quienes mienten; a quienes especulan con nuestros alimentos, con nuestra salud, con nuestras vidas; a quienes ganan millones de euros o de dólares o de yenes a costa del sudor de los demás; a quienes fabrican y venden armas; a quienes utilizan las religiones y las ideologías para convertirnos en enemigos, mientras viven en un mundo paralelo.
En vez de eso, señalamos con el dedo a quienes creyeron en su mentira de que podían tenerlo todo si trabajaban duro y a quienes, después de trabajar duro, muy duro, les han robado su puesto de trabajo y se han quedado sin nada. O sin nada y con deudas, que aun es peor.
Es muy fácil. Sólo tienes que pensar que, tal vez te sonrió la suerte y conservas tu puesto de trabajo en un país en el que el 25% no lo tiene y pensar que podías, haber sido tu.

Piensa que hubiera sido de tu vida y de la de tu familia si llevases cinco años sin poder trabajar y no lo dudes, únete al #22M, únete a las #MarchasdelaDignidad, porque no estás a salvo. Hoy en día, con estos buitres sobrevolando nuestras cabezas, nadie lo está.

5 comentarios:

  1. Pues menos mal que no eres nadie
    Un abrazo grande amiga Ani

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  2. Gracias por animarnos y reafirmar conciencias. Saludos

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  3. Gracias por animarnos y reafirmar conciencias.
    Saludos

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  4. Me encanta leerte Ana, por lo que dices y por lo bien que lo dices. Y una vez más te digo que no es que no seas nadie, es que eres una mujer importante. Piensa en mí en la manifestación en la que estaré con el corazón y el cerebro, aunque no pueda estar con mi asqueroso físico.

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  5. Anita sigo tus escritos con mucho interés y, aunque me digas que te sobre valoro te lo diré siempre,eres genial que bien transmites lo que tu conciencia siente por eso te admiro, por esa sed de justicia social que tienes, sigue asi ANI un abrazo muy fuerte de este humilde seguidor tuyo Luis

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