sábado, 26 de julio de 2014

DERECHO DE PERNADA


Cada día estoy más decepcionada con la Justicia. A decir verdad, no es que esté decepcionada con la Justicia sino con la sociedad que, con tantos medios a su alcance y tras tantos siglos creando normas y leyes para organizar la convivencia social, cada día parece alejarse más del verdadero significado de tan hermosa palabra.
Cuando empiezas a estudiar Derecho, de los primeros conceptos que debes entender es que: “no es lo mismo lo justo que lo legal”.
Esto viene a significar, en pocas palabras, que pueden ser legales enormes injusticias. Basta con que hayan sido promulgadas determinadas leyes que regulen determinados comportamientos, para que lo que dichas leyes dictaminen, sea lo legal. Sin embargo, cómo, quién, por qué o para qué, se hayan promulgado dichas leyes, no tiene la menor importancia; tanto da si han sido promulgadas por un dictador, como que lo hayan sido por un Parlamento elegido mediante un determinado procedimiento electoral.
Así, por poner tan sólo un ejemplo, un señor feudal, en un determinado momento de la Historia y en un determinado territorio, tenía derecho a pasar la noche de boda con la recién desposada por uno de sus súbditos y era perfectamente legal. Por absurdo que hoy en día parezca, seguro que muchos de aquellos súbditos, en aquel momento histórico, hasta lo considerarían ¡un honor!, por más que -imagino- algunos de ellos no pudiesen por menos que “morderse los huevos” mientras el señor feudal consumaba la barbarie, soñando, quizá, con que algún día aquello habría de terminar. Otros, probablemente la mayoría, educados en esa legalidad, lo aceptarían con la misma resignación con que se acepta que la muerte, más tarde o más temprano, tiene que llegar; o cómo se acepta hoy en día que el trabajo, lo crea el capital.
No voy a entrar en conceptos jurídicos ni económicos ¡vade retro Satanás!. La mayoría, tengo la sensación de que se crean, se estudian y se interpretan precisamente para que por encima de la Justicia, que es el fin, prevalezca el Derecho, que es la ciencia o la herramienta que debería conducirnos a ella. Y creo también que hay quienes han descubierto que, cuanto menos entendamos el Derecho, más fácil es para los que pretenden acaparar el poder, cometer injusticias, máxime cuando el desconocimiento de la ley no exime de su cumplimiento y cuando ellos tienen todo el dinero a su alcance para pagar a quien les pueda defender o a quien lo sepa o pueda interpretar o manipular de la forma que más conviene a sus intereses.
Lo que sí tengo claro es que, por más que intentes entender una ley, nunca dice lo que textual o literalmente dice ni lo que, en buena lógica y por sentido común, deberíamos entender. Lo que realmente dice es lo que durante un tiempo, una serie de estudiosos y de prácticos del derecho han decidido que es lo que, a día de hoy, hay que interpretar; tanto da si a base de jurisprudencia o de disciplina académica.
Así, muchas veces, algunos artículos de aquella Constitución con la que tanto se llenan la boca y a la que tanta legitimidad le confiere que la mayoría la votó, -y la debieron votar desde el sentido común, claro está-, en el momento actual, no son ya ni sombra de lo que entonces pretendieron ser o de lo que, los que la votaron, pudieron entender.
O al menos, eso es lo que creo yo a la vista de lo que parece quedar del espíritu de la Constitución. Y así lo siento, cada vez que alguno de nuestros parlamentarios o incluso nuestro Presidente del Gobierno, se llena la boca de legalidad.
Porque, a día de la fecha, las auténticas preguntas son: ¿Qué ha quedado del derecho a la igualdad, cuando desde el nacimiento unos nacen desprotegidos de todo y otros nacen rodeados de todo tipo de parabienes, si el Estado supedita los derechos a la capacidad económica de las personas y no a sus necesidades?; ¿qué ha quedado del derecho al trabajo en condiciones dignas en un país donde hay un 25 % de paro y las condiciones laborales se fijan para que, para comer, no haya otra opción que tragar las condiciones laborales que exigen los empresarios y que el Gobierno viste de una nueva legalidad?; ¿dónde la libertad de expresión, de manifestación y de reunión pacífica y sin armas?; ¿dónde el derecho a la información veraz cuando los gobiernos tienen la supremacía y el control de las televisiones públicas -y hacen de su capa un sayo- y las televisiones privadas se mueven por índices de audiencia y por los intereses de quienes las financian, haciendo caso omiso de la verdad?; ¿dónde el derecho a una vivienda digna, si cuando no tienes trabajo -porque no lo hay al menos de forma legal- te pueden echar a la calle, sin importarle al Estado si tu familia tiene que irse a vivir debajo de un puente o de la caridad, siempre que la Banca gane o gane el interés particular frente al general?; ¿dónde el derecho a la asistencia sanitaria, cuando hay enfermos que no tienen ni para las medicinas que ahora deben pagar para vivir con un poco de dignidad?; ¿dónde el derecho a recibir una educación pública y gratuita de calidad si se desvía el dinero público a empresas privadas porque dicen que son las que elige la mayoría? y no me extraña viendo lo que están dejando de nuestros orgullosos colegios públicos; ¿dónde los servicios sociales?; ¿qué pasa con nuestros ancianos o con nuestros dependientes?; ¿qué queda de la protección social si cada vez que quieren dar gusto a las exigencias de Europa, es lo primero que gustan en recortar y son incontables -y hasta inhumanos a veces- los millones de euros y los derechos que han recortado ya?; etc. etc.
En resumen, que se promulgó una Constitución que definía a España como un Estado social y democrático de Derecho y a día de hoy, el Estado se resquebraja bajo la sombra de la corrupción sin que ninguno de los responsables, se considere responsable de nada ni tenga la decencia de dimitir en tanto no haya sido condenado por sentencia, ni siquiera aun cuando las incontables evidencias, cuando menos de connivencia, harían dimitir al Presidente del Gobierno más indigno de cualquier país que se considere democrático; la democracia hace aguas bajo la sombra de un supuesto pluralismo político en el que los dos partidos principales se aliarían, aunque tuvieran que vender su alma al diablo, para no perder sus cotas de poder y donde las leyes parecen permitir -que yo no lo creo- que se gobierne por Real Decreto, sin diálogo, sin consenso y con la única legitimidad de una mayoría absoluta que lejos de ser democrática, se usa para imponer leyes, injustas o no, al más puro estilo dictatorial; Y ¿social? ¿Alguien a estas alturas cree que este país en que vivimos es un Estado social?. No puede ser social un Estado en el que hay que pagar hasta por respirar y dónde hay muchos millones de personas que no tienen para vivir, por lo que mucho menos van a tener para pagar.
En un Estado social, quienes se postulan para acceder a ser ejecutores y gestores del dinero público, no se llenan la boca diciendo que la mejor gestión es la gestión privada; no al menos sin que se les caiga la cara de vergüenza al suelo por reconocer que se han presentado y han sido elegidos para eso pero que los otros, los que no se han presentado ni han sido elegidos porque no representan al Estado sino a sus propios intereses, lo harán mejor que ellos porque ellos son unos inútiles e incapaces de gestionar en beneficio de la sociedad.
Eso sí, ¡cobrar del erario público, eso sí que saben! Y agarrarse a los asientos cuál garrapatas a chuparle la sangre a la sociedad para entregárselo a esos maravillosos bancos que, ¡tan bien han sabido gestionar las manos privadas!, que algunos de ellos han tenido que ser rescatados con dinero público después de que sus altos cargos hayan cobrado sueldos de escándalo y se hayan asegurado pensiones de escándalo también; a esas maravillosas empresas privadas a las que luego se van y que les pagan desorbitados sueldos de consejeros, no por ser buenos gestores, -que a la vista está que si no saben gestionar lo público, no lo son- sino, no se sabe muy bien si por los consejos que pueden facilitar desde su conocimiento de informaciones privilegiadas o en pago por los favores recibidos mientras tenían la potestad de legislar; a esas solidarias empresas que lejos de repercutir sus beneficios en su propio país, lo invierten en países donde haya todavía otros más necesitados que trabajen por menos y les hagan enriquecerse aun más.
Y -además de en esas maravillosas empresas privadas que los contratan por ser vos quien sois y en pago a los favores recibidos- saben también colocar a sus familiares y amigos -muchos de ellos, seguro que incapaces de aprobar una oposición- en importantes puestos de responsabilidad -con sueldos de escándalo también- como asesores, o como asesores de asesores que necesitan más asesores, porque es lo que tiene no saber hacer la “o” con un canuto.
Pues no, señores, yo no veo un Estado social. Yo lo que cada día veo más, es un chiringuito en venta. Y a la ciudadanía, cada vez más empobrecida, indefensa y ninguneada en favor de unos poderes económicos, que, por otra parte, ni siquiera están escritos en nuestra Constitución. Más bien creo que en lo que están convirtiendo este Estado social, es en un mercadillo. Y lo peor de todo es que la mercancía, son las necesidades y la miseria de la mayoría de la sociedad.
Claro que, de lo que cada día me convenzo más, es de que el Derecho, y con él la Justicia, se ha convertido en patrimonio de los que viven y se enriquecen de él. Y tanto me da si son abogados, jueces, funcionarios, empresarios, banqueros, parlamentarios, alcaldes o concejales. Porque en esta sociedad, cada día hay más leyes y cada día más injusticias. El derecho de pernada es hoy en día, el derecho que tienen los que detentan el poder, básicamente económico, de someter a sus súbditos mediante las leyes -que promulga a su dictado una clase política con la que comparte no pocos intereses- y que legaliza el abuso y la injusticia de forma que ni unos ni otros tengan nunca que responder por ello.
Como soy muy simple, si me preguntaseis cuál es el motivo, os diría que la vocación.
Me explico.
¡Qué pocos son hoy en día los que eligen una carrera o un trabajo por vocación! ¡Qué pocos los que aunque quisieran, podrían hacerlo!
Porque vivimos en una sociedad en la que se nos ha enseñado que lo importante es la competitividad; que cuanto más tienes, más vales; que nadie regala nada; que todo tiene un precio; que el que es bueno, es tonto; que si no robas tu, otro lo hará; que lo importante es cuánto puedas comprar o pagar; que lo importante es producir y vender más barato que otros, a costa de lo que sea, incluso de la dignidad; y tantas y tantas máximas que están conduciendo a este mundo a una espiral sin fin; o que no augura un buen final, que aun es peor.
Por eso es por lo que quedan pocos políticos con vocación de servicio público. Por eso es por lo que hay pocos jueces, pocos fiscales y pocos abogados con vocación de Justicia. Por eso es por lo que hay pocos empresarios con vocación de conformarse con vivir, más que dignamente, lujosamente, y crear al mismo tiempo empleos dignos. Por eso es por lo que los parlamentarios, sometidos a disciplina, votan las leyes que votan y creo que por eso también, es por lo que los ciudadanos votan a los partidos políticos que votan.
Y por eso hay quienes ganando cientos de miles de euros, algunos incluso millones, creerían que es justo que otros no percibieran ni un sólo euro de esta sociedad.
Porque en este mundo se está olvidando lo que significa vivir en sociedad. Sólo nos importa lo que yo puedo ganar y que cuanto más gane y más tenga, mayor éxito habré tenido en esta vida y más orgulloso me habré de sentir. Porque los que no consiguen el mismo éxito que yo, no es porque hayan tenido más dificultades o peor suerte a la hora de nacer, sino porque son más tontos, más vagos o más inútiles que yo. Y por eso, los que se han criado en buenas familias, los que han tenido más fácil acceder a los puestos en los que ahora tienen la capacidad de decisión, son incapaces de entender lo que se siente cuando no se tiene un plato caliente que llevar a tu mesa. 
Y por eso, muy pocos entienden ya lo necesaria que es la solidaridad.
Y me vais a perdonar pero creo que para llegar a esos puestos de decisión, en muchos casos, han tenido que esconder la conciencia debajo de la alfombra, pues los méritos, no han sido por la capacidad de servicio, sino por la capacidad de trepar por encima de valores o de ideales, con tal de llegar a lo más alto en esta sociedad. Y una vez olvidada debajo de la alfombra la conciencia, tanto da legislar en beneficio propio y de los de nuestra misma condición, que robar, estafar, malversar, evadir, mentir o manipular.
Es así como funciona: “si no lo hiciera yo, lo haría otro y yo sólo soy uno más y sin duda, los hay peores que yo, así que yo, hasta soy de los buenos”. Esa parece ser nuestra forma política de pensar y, lo que es peor, cada día también parece más nuestra forma social de actuar.
Pero no quería hoy hacer un llamado a los políticos que tienen en este momento el poder de decisión, sino a la gente del Derecho y a su vocación, si es que todavía hay a quienes les queda, que me consta que sí.
Volved a leer la Constitución con la mente limpia de manipulación por sentencias, interpretaciones y malversaciones de las recientes recetas económicas y políticas sobre la crisis y la austeridad y, con la mano en el corazón, pensad si algún día quisisteis estudiar Derecho para poder ganar mucho dinero o porque creíais en que la Justicia era importante y necesaria en esta sociedad; porque creíais en que la Justicia tenía que ser justa -valga la redundancia- y en sí, en algún momento, pensasteis si podíais o teníais algo que aportar.
La división de poderes, ni en la Constitución ni en su origen, fue pensada para que el Poder Judicial certificase los abusos del Poder Legislativo y del Poder Ejecutivo, que merced a las leyes que promulgan a su conveniencia, bastante confundidos están ya. Fue pensada para que la Justicia controlase a los otros poderes y estuviese, incluso, por encima de ellos y eso, no está pasando.
Muchos jueces y tribunales están justificando sus tropelías en que se limitan a aplicar las leyes pero los que hemos estudiado Derecho, sabemos que eso, no es exactamente verdad. La potestad jurisdiccional lleva implícita una capacidad de fuerza y no sólo el poder, sino también el derecho y el deber de que la justicia prevalezca por encima de la legalidad, de forma que las leyes, manifiestamente injustas e inconstitucionales, no se puedan ni se deban aplicar. Y si no es así, deberíamos empezar a pensar que tal vez fuese así como debiera ser para ponerle coto a este Poder Legislativo. que cada día es menos representante de nuestra soberanía nacional, y más de unos intereses a los que ésta, poco o nada interesa si no la pueden dirigir y manipular.
Esta política que legisla y gobierna, va ahora a por la justicia gratuita pero esto sólo es un ataque más que a los más desprotegidos, les desprotege todavía un poco más.
Los abogados han salido a la calle y no quisiera pensar en que es porque les han tocado el bolsillo y su supervivencia laboral. Quiero pensar que es porque están entendiendo cuál es el objetivo que persigue el sistema actual que cada día se aleja más de la Justicia, especialmente de la Justicia Social, y al que sólo interesa que una élite privilegiada pueda apoderarse de la supervivencia del resto de la sociedad.
Muchos juristas forman parte de esa élite pero el resto, los juristas por vocación, ha llegado el momento de que ejerzan su responsabilidad y decidan si están de parte del Derecho, injusto o no, o de parte de la Justicia.
Muchos jueces, en su potestad de interpretar, pueden condenar a las víctimas o a los verdugos y a día de hoy, es claro que los verdugos se sirven de la ley para salir impunes y también para condenar a las víctimas.
La mayoría de la humanidad, os necesitamos de nuestro lado.
Una vez más, entre todos, tenemos que luchar unidos para poder terminar, de una vez por todas, con todos los derechos de pernada.



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