sábado, 26 de julio de 2014

DERECHO DE PERNADA


Cada día estoy más decepcionada con la Justicia. A decir verdad, no es que esté decepcionada con la Justicia sino con la sociedad que, con tantos medios a su alcance y tras tantos siglos creando normas y leyes para organizar la convivencia social, cada día parece alejarse más del verdadero significado de tan hermosa palabra.
Cuando empiezas a estudiar Derecho, de los primeros conceptos que debes entender es que: “no es lo mismo lo justo que lo legal”.
Esto viene a significar, en pocas palabras, que pueden ser legales enormes injusticias. Basta con que hayan sido promulgadas determinadas leyes que regulen determinados comportamientos, para que lo que dichas leyes dictaminen, sea lo legal. Sin embargo, cómo, quién, por qué o para qué, se hayan promulgado dichas leyes, no tiene la menor importancia; tanto da si han sido promulgadas por un dictador, como que lo hayan sido por un Parlamento elegido mediante un determinado procedimiento electoral.
Así, por poner tan sólo un ejemplo, un señor feudal, en un determinado momento de la Historia y en un determinado territorio, tenía derecho a pasar la noche de boda con la recién desposada por uno de sus súbditos y era perfectamente legal. Por absurdo que hoy en día parezca, seguro que muchos de aquellos súbditos, en aquel momento histórico, hasta lo considerarían ¡un honor!, por más que -imagino- algunos de ellos no pudiesen por menos que “morderse los huevos” mientras el señor feudal consumaba la barbarie, soñando, quizá, con que algún día aquello habría de terminar. Otros, probablemente la mayoría, educados en esa legalidad, lo aceptarían con la misma resignación con que se acepta que la muerte, más tarde o más temprano, tiene que llegar; o cómo se acepta hoy en día que el trabajo, lo crea el capital.
No voy a entrar en conceptos jurídicos ni económicos ¡vade retro Satanás!. La mayoría, tengo la sensación de que se crean, se estudian y se interpretan precisamente para que por encima de la Justicia, que es el fin, prevalezca el Derecho, que es la ciencia o la herramienta que debería conducirnos a ella. Y creo también que hay quienes han descubierto que, cuanto menos entendamos el Derecho, más fácil es para los que pretenden acaparar el poder, cometer injusticias, máxime cuando el desconocimiento de la ley no exime de su cumplimiento y cuando ellos tienen todo el dinero a su alcance para pagar a quien les pueda defender o a quien lo sepa o pueda interpretar o manipular de la forma que más conviene a sus intereses.
Lo que sí tengo claro es que, por más que intentes entender una ley, nunca dice lo que textual o literalmente dice ni lo que, en buena lógica y por sentido común, deberíamos entender. Lo que realmente dice es lo que durante un tiempo, una serie de estudiosos y de prácticos del derecho han decidido que es lo que, a día de hoy, hay que interpretar; tanto da si a base de jurisprudencia o de disciplina académica.
Así, muchas veces, algunos artículos de aquella Constitución con la que tanto se llenan la boca y a la que tanta legitimidad le confiere que la mayoría la votó, -y la debieron votar desde el sentido común, claro está-, en el momento actual, no son ya ni sombra de lo que entonces pretendieron ser o de lo que, los que la votaron, pudieron entender.
O al menos, eso es lo que creo yo a la vista de lo que parece quedar del espíritu de la Constitución. Y así lo siento, cada vez que alguno de nuestros parlamentarios o incluso nuestro Presidente del Gobierno, se llena la boca de legalidad.
Porque, a día de la fecha, las auténticas preguntas son: ¿Qué ha quedado del derecho a la igualdad, cuando desde el nacimiento unos nacen desprotegidos de todo y otros nacen rodeados de todo tipo de parabienes, si el Estado supedita los derechos a la capacidad económica de las personas y no a sus necesidades?; ¿qué ha quedado del derecho al trabajo en condiciones dignas en un país donde hay un 25 % de paro y las condiciones laborales se fijan para que, para comer, no haya otra opción que tragar las condiciones laborales que exigen los empresarios y que el Gobierno viste de una nueva legalidad?; ¿dónde la libertad de expresión, de manifestación y de reunión pacífica y sin armas?; ¿dónde el derecho a la información veraz cuando los gobiernos tienen la supremacía y el control de las televisiones públicas -y hacen de su capa un sayo- y las televisiones privadas se mueven por índices de audiencia y por los intereses de quienes las financian, haciendo caso omiso de la verdad?; ¿dónde el derecho a una vivienda digna, si cuando no tienes trabajo -porque no lo hay al menos de forma legal- te pueden echar a la calle, sin importarle al Estado si tu familia tiene que irse a vivir debajo de un puente o de la caridad, siempre que la Banca gane o gane el interés particular frente al general?; ¿dónde el derecho a la asistencia sanitaria, cuando hay enfermos que no tienen ni para las medicinas que ahora deben pagar para vivir con un poco de dignidad?; ¿dónde el derecho a recibir una educación pública y gratuita de calidad si se desvía el dinero público a empresas privadas porque dicen que son las que elige la mayoría? y no me extraña viendo lo que están dejando de nuestros orgullosos colegios públicos; ¿dónde los servicios sociales?; ¿qué pasa con nuestros ancianos o con nuestros dependientes?; ¿qué queda de la protección social si cada vez que quieren dar gusto a las exigencias de Europa, es lo primero que gustan en recortar y son incontables -y hasta inhumanos a veces- los millones de euros y los derechos que han recortado ya?; etc. etc.
En resumen, que se promulgó una Constitución que definía a España como un Estado social y democrático de Derecho y a día de hoy, el Estado se resquebraja bajo la sombra de la corrupción sin que ninguno de los responsables, se considere responsable de nada ni tenga la decencia de dimitir en tanto no haya sido condenado por sentencia, ni siquiera aun cuando las incontables evidencias, cuando menos de connivencia, harían dimitir al Presidente del Gobierno más indigno de cualquier país que se considere democrático; la democracia hace aguas bajo la sombra de un supuesto pluralismo político en el que los dos partidos principales se aliarían, aunque tuvieran que vender su alma al diablo, para no perder sus cotas de poder y donde las leyes parecen permitir -que yo no lo creo- que se gobierne por Real Decreto, sin diálogo, sin consenso y con la única legitimidad de una mayoría absoluta que lejos de ser democrática, se usa para imponer leyes, injustas o no, al más puro estilo dictatorial; Y ¿social? ¿Alguien a estas alturas cree que este país en que vivimos es un Estado social?. No puede ser social un Estado en el que hay que pagar hasta por respirar y dónde hay muchos millones de personas que no tienen para vivir, por lo que mucho menos van a tener para pagar.
En un Estado social, quienes se postulan para acceder a ser ejecutores y gestores del dinero público, no se llenan la boca diciendo que la mejor gestión es la gestión privada; no al menos sin que se les caiga la cara de vergüenza al suelo por reconocer que se han presentado y han sido elegidos para eso pero que los otros, los que no se han presentado ni han sido elegidos porque no representan al Estado sino a sus propios intereses, lo harán mejor que ellos porque ellos son unos inútiles e incapaces de gestionar en beneficio de la sociedad.
Eso sí, ¡cobrar del erario público, eso sí que saben! Y agarrarse a los asientos cuál garrapatas a chuparle la sangre a la sociedad para entregárselo a esos maravillosos bancos que, ¡tan bien han sabido gestionar las manos privadas!, que algunos de ellos han tenido que ser rescatados con dinero público después de que sus altos cargos hayan cobrado sueldos de escándalo y se hayan asegurado pensiones de escándalo también; a esas maravillosas empresas privadas a las que luego se van y que les pagan desorbitados sueldos de consejeros, no por ser buenos gestores, -que a la vista está que si no saben gestionar lo público, no lo son- sino, no se sabe muy bien si por los consejos que pueden facilitar desde su conocimiento de informaciones privilegiadas o en pago por los favores recibidos mientras tenían la potestad de legislar; a esas solidarias empresas que lejos de repercutir sus beneficios en su propio país, lo invierten en países donde haya todavía otros más necesitados que trabajen por menos y les hagan enriquecerse aun más.
Y -además de en esas maravillosas empresas privadas que los contratan por ser vos quien sois y en pago a los favores recibidos- saben también colocar a sus familiares y amigos -muchos de ellos, seguro que incapaces de aprobar una oposición- en importantes puestos de responsabilidad -con sueldos de escándalo también- como asesores, o como asesores de asesores que necesitan más asesores, porque es lo que tiene no saber hacer la “o” con un canuto.
Pues no, señores, yo no veo un Estado social. Yo lo que cada día veo más, es un chiringuito en venta. Y a la ciudadanía, cada vez más empobrecida, indefensa y ninguneada en favor de unos poderes económicos, que, por otra parte, ni siquiera están escritos en nuestra Constitución. Más bien creo que en lo que están convirtiendo este Estado social, es en un mercadillo. Y lo peor de todo es que la mercancía, son las necesidades y la miseria de la mayoría de la sociedad.
Claro que, de lo que cada día me convenzo más, es de que el Derecho, y con él la Justicia, se ha convertido en patrimonio de los que viven y se enriquecen de él. Y tanto me da si son abogados, jueces, funcionarios, empresarios, banqueros, parlamentarios, alcaldes o concejales. Porque en esta sociedad, cada día hay más leyes y cada día más injusticias. El derecho de pernada es hoy en día, el derecho que tienen los que detentan el poder, básicamente económico, de someter a sus súbditos mediante las leyes -que promulga a su dictado una clase política con la que comparte no pocos intereses- y que legaliza el abuso y la injusticia de forma que ni unos ni otros tengan nunca que responder por ello.
Como soy muy simple, si me preguntaseis cuál es el motivo, os diría que la vocación.
Me explico.
¡Qué pocos son hoy en día los que eligen una carrera o un trabajo por vocación! ¡Qué pocos los que aunque quisieran, podrían hacerlo!
Porque vivimos en una sociedad en la que se nos ha enseñado que lo importante es la competitividad; que cuanto más tienes, más vales; que nadie regala nada; que todo tiene un precio; que el que es bueno, es tonto; que si no robas tu, otro lo hará; que lo importante es cuánto puedas comprar o pagar; que lo importante es producir y vender más barato que otros, a costa de lo que sea, incluso de la dignidad; y tantas y tantas máximas que están conduciendo a este mundo a una espiral sin fin; o que no augura un buen final, que aun es peor.
Por eso es por lo que quedan pocos políticos con vocación de servicio público. Por eso es por lo que hay pocos jueces, pocos fiscales y pocos abogados con vocación de Justicia. Por eso es por lo que hay pocos empresarios con vocación de conformarse con vivir, más que dignamente, lujosamente, y crear al mismo tiempo empleos dignos. Por eso es por lo que los parlamentarios, sometidos a disciplina, votan las leyes que votan y creo que por eso también, es por lo que los ciudadanos votan a los partidos políticos que votan.
Y por eso hay quienes ganando cientos de miles de euros, algunos incluso millones, creerían que es justo que otros no percibieran ni un sólo euro de esta sociedad.
Porque en este mundo se está olvidando lo que significa vivir en sociedad. Sólo nos importa lo que yo puedo ganar y que cuanto más gane y más tenga, mayor éxito habré tenido en esta vida y más orgulloso me habré de sentir. Porque los que no consiguen el mismo éxito que yo, no es porque hayan tenido más dificultades o peor suerte a la hora de nacer, sino porque son más tontos, más vagos o más inútiles que yo. Y por eso, los que se han criado en buenas familias, los que han tenido más fácil acceder a los puestos en los que ahora tienen la capacidad de decisión, son incapaces de entender lo que se siente cuando no se tiene un plato caliente que llevar a tu mesa. 
Y por eso, muy pocos entienden ya lo necesaria que es la solidaridad.
Y me vais a perdonar pero creo que para llegar a esos puestos de decisión, en muchos casos, han tenido que esconder la conciencia debajo de la alfombra, pues los méritos, no han sido por la capacidad de servicio, sino por la capacidad de trepar por encima de valores o de ideales, con tal de llegar a lo más alto en esta sociedad. Y una vez olvidada debajo de la alfombra la conciencia, tanto da legislar en beneficio propio y de los de nuestra misma condición, que robar, estafar, malversar, evadir, mentir o manipular.
Es así como funciona: “si no lo hiciera yo, lo haría otro y yo sólo soy uno más y sin duda, los hay peores que yo, así que yo, hasta soy de los buenos”. Esa parece ser nuestra forma política de pensar y, lo que es peor, cada día también parece más nuestra forma social de actuar.
Pero no quería hoy hacer un llamado a los políticos que tienen en este momento el poder de decisión, sino a la gente del Derecho y a su vocación, si es que todavía hay a quienes les queda, que me consta que sí.
Volved a leer la Constitución con la mente limpia de manipulación por sentencias, interpretaciones y malversaciones de las recientes recetas económicas y políticas sobre la crisis y la austeridad y, con la mano en el corazón, pensad si algún día quisisteis estudiar Derecho para poder ganar mucho dinero o porque creíais en que la Justicia era importante y necesaria en esta sociedad; porque creíais en que la Justicia tenía que ser justa -valga la redundancia- y en sí, en algún momento, pensasteis si podíais o teníais algo que aportar.
La división de poderes, ni en la Constitución ni en su origen, fue pensada para que el Poder Judicial certificase los abusos del Poder Legislativo y del Poder Ejecutivo, que merced a las leyes que promulgan a su conveniencia, bastante confundidos están ya. Fue pensada para que la Justicia controlase a los otros poderes y estuviese, incluso, por encima de ellos y eso, no está pasando.
Muchos jueces y tribunales están justificando sus tropelías en que se limitan a aplicar las leyes pero los que hemos estudiado Derecho, sabemos que eso, no es exactamente verdad. La potestad jurisdiccional lleva implícita una capacidad de fuerza y no sólo el poder, sino también el derecho y el deber de que la justicia prevalezca por encima de la legalidad, de forma que las leyes, manifiestamente injustas e inconstitucionales, no se puedan ni se deban aplicar. Y si no es así, deberíamos empezar a pensar que tal vez fuese así como debiera ser para ponerle coto a este Poder Legislativo. que cada día es menos representante de nuestra soberanía nacional, y más de unos intereses a los que ésta, poco o nada interesa si no la pueden dirigir y manipular.
Esta política que legisla y gobierna, va ahora a por la justicia gratuita pero esto sólo es un ataque más que a los más desprotegidos, les desprotege todavía un poco más.
Los abogados han salido a la calle y no quisiera pensar en que es porque les han tocado el bolsillo y su supervivencia laboral. Quiero pensar que es porque están entendiendo cuál es el objetivo que persigue el sistema actual que cada día se aleja más de la Justicia, especialmente de la Justicia Social, y al que sólo interesa que una élite privilegiada pueda apoderarse de la supervivencia del resto de la sociedad.
Muchos juristas forman parte de esa élite pero el resto, los juristas por vocación, ha llegado el momento de que ejerzan su responsabilidad y decidan si están de parte del Derecho, injusto o no, o de parte de la Justicia.
Muchos jueces, en su potestad de interpretar, pueden condenar a las víctimas o a los verdugos y a día de hoy, es claro que los verdugos se sirven de la ley para salir impunes y también para condenar a las víctimas.
La mayoría de la humanidad, os necesitamos de nuestro lado.
Una vez más, entre todos, tenemos que luchar unidos para poder terminar, de una vez por todas, con todos los derechos de pernada.



domingo, 6 de julio de 2014

LEYES

Es curioso pero, cuanto más intento informarme y más intento aprender y entender, más dudas tengo, menos entiendo y menos me parece que sé.
Y sin embargo, creo que la razón es obvia: vivimos en la era de la desinformación y de la manipulación interesada de la realidad. Duro y triste pero creo que cierto.
Y es que, no puedo dejar de sorprenderme cada día con las cosas que se supone que pasan; con las noticias que veo en los informativos; con los análisis que leo y escucho de las noticias y hasta con las opiniones que expresamos en los blog o manifestamos vía tweets. ¡No te digo nada si me pongo a analizar la publicidad o determinados programas de televisión!.
Mientras que algunos parecen hablar sólo para joder al prójimo, a la mayoría sólo parece importarle mantener sus cotas de poder, cada uno en su propia parcela, cada uno con su propia razón. Algunos, que ni siquiera las tienen, hasta hacen suyas las cotas de poder de otros y las palabras de otros que les consiguen convencer de cual es la realidad que tienen que aprender.
Y es que, para demostrar que lo nuestro es lo verdadero y para la consecución del fin de convencer a otros, parece que cualquier medio puede ser admitido -tanto da si para ello hay que hundir o pisar al adversario; tanto si para ello, hay que manipular o mentir- todo vale siempre que sirva a los objetivos de las cotas de poder: a los que las tienen, para no perderlas o para aumentarlas; a los que no las tienen, para conseguirlas; a los que piensan de una determinada manera, para convencer al resto de que todos tienen que pensar y actuar como ellos porque, dicen, es así como se demuestra inteligencia y porque, dicen, es la suya la forma más racional en que puede funcionar el resto de la sociedad. Incluso algunos, se atreven a decir que la única. Y claro, luego están los que si uno dice una cosa, como se considera oponente, dice justo la contraria sin analizar si en algo de lo que el otro dice, pudiera llevar razón.
Gran frase aquella de: “todo depende del cristal con el que se mire” y como tantas y tantas célebres frases que han sobrevivido a la propia historia, no deja de ser una verdad como un templo. Más todavía si ese cristal, como viene sucediendo a día de hoy, es la televisión, la pantalla de un ordenador o la de un dispositivo de última generación.
Cada suceso, cada noticia, cada opinión, cada forma de ver la realidad, tiene su cara y su cruz: en las dos caras hay verdad y las dos hay también, al mismo tiempo, mentira. Sólo hay que tener un poco de habilidad en girar la moneda en cada momento para enseñar la cara que nos interesa que los demás vean y habremos convertido una media verdad en una enorme mentira o, incluso, una infame mentira, en una gran verdad.
Yo creo que, ya que existe un Código Penal que reprueba tantos otros comportamientos humanos, mentir y manipular también debería ser delito pero como no soy de prohibir, máxime cuando probablemente no habría quien pudiese tirar la primera piedra, prefiero más bien apelar a la conciencia y a la responsabilidad individual y social. También he de decir que soy de las que cree que el fin no justifica los medios.
Es difícil percibir la realidad en todo su conjunto y tal vez por eso, somos incapaces de apreciar hasta qué punto, ésta deja de existir como por encanto de la noche a la mañana y cómo, sin embargo, de la noche a la mañana también, empieza a existir otra nueva supuesta realidad, que lo será, en la medida en que muchos, o unos pocos con mucho poder, quieran que esa realidad exista y otros muchos, la mayoría o casi todos, estemos dispuestos a creerla.
El otro día oía a un insigne profesor de Historia decir que, últimamente, la historia va tan deprisa, que es casi imposible percibirla ni poderla escribir ni describir.
He repetido por activa y por pasiva que mi defensa es la ignorancia y que es precisamente esta ignorancia, la que me otorga la libertad de opinar, ver y creer lo que me da la gana y todo ello sin miedo a engañar porque ni pretendo adoctrinar a nadie ni tomar partido a favor de nadie, sino simplemente contar como veo algunas cosas, por supuesto, desde mi particular cristal. Está claro que esta es mi verdad y no la realidad. Así como creo que cada uno debería encontrar la suya y no la que le cuentan, por muy extendida que aparezca.
Por eso y porque lo que veo ahora mismo son, grandes no, enormes contradicciones, de no poco calado, sospecho que deberíamos empezar a mirar todos a través de nuestro propio cristal y no de los cristales que otros se ponen y nos quieren poner para que percibamos una realidad que a ellos, a veces a muchos y a veces a unos pocos, les interesa que percibamos.
Y en esto son protagonistas, por no decir culpables, los medios de comunicación (manipulación) que no dejan de actuar en su beneficio particular, -y por tanto de la mano que les da de comer- sin importarles lo que es justo, o no; lo que es ético, o no; lo que es verdad, o no; lo que beneficia a los ciudadanos, o no; lo que beneficia al país, o no;  y todo ello a costa de lo que haga falta, siempre que sirva para vender o para ganar.
Porque en la jungla, que es ese mundo, parece que todo vale y, generalmente, todos los “medios” -la mentira, la manipulación, el silencio de lo que no interesa a sus objetivos, la confesionalidad, la afinidad ideológica, el sectarismo, la discriminación o incluso la mentira, la hipocresía, la falta de respeto, la mofa o la difamación- que esos “Medios” utilizan -valga la redundancia- para los fines a los que sirven pero sobre todo a los intereses de quienes les financian, son legales o, en el peor de los casos, cuando rozan la ilegalidad o actúan manifiestamente de forma ilegal, resultan compensados por ser mayor el beneficio que les reporta actuar al margen de la legalidad que la sanción que tal forma de proceder les podría acarrear de ser llevados ante los Tribunales. Y eso siempre y cuando haya quienes se atrevan a cuestionarles y a enfrentarse a su enorme poder, porque no en vano, hace ya mucho tiempo que se convirtieron en el "Cuarto Poder" y con aspiraciones a convertirse en el primero, si es que no lo son ya. Así los espectadores creen elegir de qué fuente beber, sin darse cuenta muchas veces de cuán envenenados están los pozos.
Atrás quedó aquello que se vino en denominar “ética periodística”, con sus correlativos códigos deontológicos. Pues no es sólo que cada vez queden menos periodistas que se atrevan a enfrentarse a esa otra realidad o directamente a las mentiras, es que no parecen quedar periodistas cuyo único interés se base en que prevalezca la verdad. Más bien, a día de hoy, de haberlos, casi han de ser considerados “héroes mediáticos” de esta sociedad. Y también es verdad que estarán pero que pocos o casi ninguno veo.
Paradójicamente, lo llaman “LIBERTAD”: libertad de expresión, libertad de comunicación o libre mercado de las comunicaciones. Libertades que parece que interesa hacer creer que existen pero que en el fondo, tal vez no sea ni siquiera verdad.
Porque para nuestra existencia, al menos la cotidiana, esas supuestas libertades -como los supuestos derechos- no parecen seguir los mismos parámetros. Porque el Estado, a los ciudadanos de a pie que somos la mayoría, cada día las leyes parecen alejarnos más de la libertad, de la justicia social y de la igualdad.
Porque los Estados, ora con gobiernos de derechas, ora con gobiernos de izquierdas, no dejan de meter mano en todo lo relativo a lo colectivo e incluso a lo personal e individual. Eso sí, cada uno o en cada momento, en base a su propio interés, al que cuando interesa denominan general -aunque dependiendo de lo que interese, no pase de ser puramente coyuntural- y que a la larga, a unos y a otros de los que dirigen el cotarro, por una vía o por otra, no deja de reportarles pingues beneficios.
Sirvan como ejemplo determinados casos de la legislación, como la que nos obliga a usar el casco en la moto porque velan por nuestra seguridad -sin dejarnos ser responsables de nuestras propias vidas- mientras no prohiben que se practiquen deportes de riesgo, sino que al contrario, se lucran con ello, de la misma forma que subvencionan que un torero se ponga delante de un toro con un capote o hacen de los “Sanfermines” el icono televisivo de la fiesta nacional. O por poner otro ejemplo básico y elemental, permiten que las bicicletas circulen por carreteras asfaltadas, donde los vehículos circulan a mucha mayor velocidad, la mayoría retorcidas y con escasa visibilidad, eso sí, con casco, muchas veces con los resultados que de sobra conocemos. Otra cuestión a analizar, sería la criminalización de las protestas en base a otra supuesta seguridad o inseguridad, pero en ese tema, tampoco hoy voy a entrar.
Y obsérvese también como, de poco tiempo acá, la tendencia de los partidos, social-demócrata-liberales -que luego dicen que no son todos igual pero al menos no pueden negar que pactan sobre determinadas bases de igualdad-, desde lo público -porque el Estado representa lo público, se supone que para beneficio de todos- que detestan, critican y defenestran pero que se ofrecen a gestionar, están entregando la soberanía de la dignidad a lo privado, como si el Estado fuese una vulgar empresa defendiendo unos intereses que poco o nada tienen que ver con la realidad y las necesidades de la mayoría de la sociedad.
Y por supuesto que todo ello es legal y si no, se aprueban nuevas leyes para que lo sea aprovechando determinadas mayorías de corte electoral.
Que no digo yo que la mayoría no termine creyendo que todo esto es natural pero ¿no hay enormes contradicciones?.
Seguro que encontraríais miles de leyes -la mayoría de las cuales ni siquiera entendéis-, que sólo responden a intereses sectarios sin coherencia pero con utilidad. ¿Acaso no legislan la libre competencia para que, en teoría, no se cometan abusos, que se cometen porque, hecha la ley, hecha la trampa?, ¿Acaso no nos marcan, -al resto, a la mayoría, a la plebe- los caminos por los que podemos o tenemos que circular; dónde podemos comer; dónde podemos beber; cuando, y cómo nos podemos, o no, vestir; dónde podemos, o no, aparcar y cuanto tenemos que pagar por ello?. ¿Donde, cuantos y para qué nos podemos reunir? ¿Acaso no modifican diariamente la legislación para dar y quitar derechos o libertad?. ¿Acaso no podría o debería haber un organismo que velase por la verdad y condenase los palpables casos de manipulación por no decir la manipulación en todos los casos?. Y sí, en especial de los medios de comunicación, que no creo yo que sea censura sino responsabilidad social.
Claro que eso, no interesa. Claro que ahí, no interesa sancionar porque son las herramientas que les sirven para poder hacerse con el poder y convencer a la mayoría de lo que es o no natural.
Sin embargo, cuando se trata de los medios de manipulación, y en base a la libertad de expresión, apelan a nuestra inteligencia y a nuestro criterio para que entre tanta inmundicia, sepamos encontrar la verdad, salvo que directamente queramos creer que esa que ellos mayoritariamente muestran, es la verdad. Porque para esto, mucha veces, también se convierten en aliados: alidados en mostrar una misma o similar realidad: la que a los intereses de todos ellos interesa -valga la redundancia otra vez.
Por eso precisamente, creo que es importante la simpleza y mirar un poco hacia atrás para tomar algún punto de referencia medianamente objetivo.
Por eso intento pensar con sencillez y con sentido común, y cuando me siento atrapada entre tanta maraña legislativa y mediática, intento reducir todo a la mínima expresión y pienso, por ejemplo, en lo que es natural y en lo que es artificial y en cómo lo natural se convierte en artificial y lo artificial termina siendo lo natural.
Es natural entre mamíferos que los machos y las hembras estén preparados para la reproducción; y es natural que el varón fecunde a la hembra; que la hembra geste en su vientre un embrión; que este embrión, pasado un determinado plazo, esté preparado para desarrollar una vida independiente fuera del seno materno; que para su supervivencia temprana necesite alimento y protección en tanto en cuanto no pueda proporcionárselos por sí mismo.
Hasta ahí, creo yo, todo es natural y seguramente que donde acaba esta verdad fundamental, al tiempo que a la diversidad, se abren las puertas a la discrepancia y ahí donde hay discrepancia, muchas veces sin llegar ni tan siquiera al enfrentamiento, empieza a tomar partido la legislación. Y desde esta, se pasa a la manipulación a fin de convencer a la mayoría en el sentido en el que tal o cual grupo de presión o tal o cual partido político, pretende legislar: desde los derechos de los que aun no han llegado a nacer, pasando por determinadas maneras de agrupación familiar y terminando por determinados comportamientos que aunque pudieran ser naturales, difieren de la normalidad y se pueden dejar dentro o fuera de la legalidad, dependiendo de la ideología que defienda el gobierno de turno -que la mayoría de las veces, ni siquiera el cuerpo general de quienes les alzaron al poder-. Y mientras unos están por legalizar, otros están justamente, en el otro lado del rin, por la opción de prohibir una misma realidad.
Así mismo, es natural que no todos los seres vivos concebidos nazcan y que si lo hacen, todos nazcan desnudos, con especial consideración a la especie de los humanos que es la que más conozco sin haber tenido que estudiar; es natural que unos sobrevivan y otros no; que unos vivan más o menos tiempo; que unos puedan reproducirse y otros no; que sólo las hembras puedan gestar; que sólo los machos puedan fecundar; que la vida empiece para todos con el nacimiento y termine para todos con la muerte. Eso también es todo natural, creo yo. Tan sólo las circunstancias ajenas a la propia vida y al hecho del nacimiento en sí, hacen que todo esto pueda ser muy diferente e incluso muy injusto y desigual, probablemente, mucho de ello, también, de manos de la legislación. De hecho, algunos pueden ser Jefes de Estado por razón de nacimiento, ¡no te digo más!
También es natural que unos seres vivos sean más fuertes y otros más débiles y también es natural que muchas especies, con el fin de aumentar sus posibilidades de supervivencia, trabajen en comunidad e incluso puede que algunas sobrevivan a base de comerse a otras especies diferentes y, en algunas concretas especies, puede hasta darse la circunstancia de que, por sobrevivir, se coman a individuos de su misma especie e incluso que los propios progenitores se coman o maten a sus crías, que de todo he visto y no precisamente en un documental.
Me educaron en una época en la que pocas cosas se podían cuestionar, no como ahora, esa es la verdad.
Y crecí creyendo que había que creer en Dios por el mero hecho de existir -de existir yo, no Él-. Me educaron creyendo en que sólo había un Dios verdadero que había creado el mundo a base de magia y que todos descendíamos de Adán y Eva y, por supuesto, Eva, de la costilla de Adán -en lo de la manzana, mejor no entrar porque igual me enciendo-.
Puede que a los más jóvenes os sorprenda, pero esto era así y en las clases de religión, no se podía cuestionar ni siquiera que eso fuese contradictorio con la teoría de la evolución de Darwin, al menos donde yo crecí y en los centros en que me eduqué, que no eran precisamente de monjas. En el mejor de los casos, el castigo por no creer o incluso por dudar o hacer dudar a los demás, era el infierno pero, en el peor de los casos, había otros muchos castigos, amen del rechazo social; desde la familia a la escuela, castigos que en ocasiones pasaban incluso por el maltrato físico. No fue mi caso, “gracias a dios”. Esa teórica verdad, indudablemente, a la Iglesia le otorgaba mucho poder.
También me educaron creyendo que lo que diferenciaba al ser humano del resto de los animales era que nosotros teníamos inteligencia y, por tanto, capacidad de raciocinio mientras que los animales no. ¡Ni que decir tiene sentimientos!. A base de estudiar, y de mano de la ciencia, parecían haber llegado a la conclusión de que esto era así porque el hombre era el único ser vivo capaz de utilizar herramientas, mientras que el resto de los animales, todo lo que eran capaces de hacer para para vivir y sobrevivir, les venía dado por el instinto, por ese instinto animal. Eso, indudablemente, al hombre le otorgaba mucho poder.
Sin embargo, tan pronto determinados científicos empezaron a observar el comportamiento de muchas especies animales, fueron cambiando sus teorías y empezaron a reconocer que la inteligencia, en mayor o menor grado, no era exclusiva de los seres humanos, como tampoco lo era utilizar herramientas y supongo que muchas otras cosas más. Y por ese camino parece que seguimos avanzando. De hecho, ahora veo algunos documentales sobre seres vivos en la televisión y me quedo alucinada porque, no sólo hemos constatado que al menos algunos animales piensan y sienten sino que ahora, los entendidos en la materia o los que se sirven de los medios de comunicación, parecen también saber qué es lo que piensan y ¡ya el colmo! qué es lo que sienten, ¡que ya es saber!.
Lo cierto es que me parece muy triste a lo que ha quedado reducida toda aquella verdad religiosa y científica que me hicieron aprender. Y eso a sabiendas de que seguro que también, a día de hoy, seguirá habiendo defensores en uno y otro campo, de esos o similares postulados, tal vez porque se quedaron en aquel aprendizaje y no quisieron seguir aprendiendo, quizá porque no han querido ver o reconocer ninguna otra verdad. De la geografía y de la Historia, al menos de la de España, mejor tampoco hablamos, ni de las lenguas, claro está.
Y tal vez sus acólitos, seguidores de aquellos mismos que se creían entonces en posesión de la verdad, se siguen creyendo, ahora también, poseedores de la misma. Eso sí, con nuevos dogmas o con otras nuevas, mucho más evolucionadas y complicadas teorías, que tal vez, muchas de ellas no pasen de ser eso, teorías nada más, que mañana podrían acabar resultando mentira, en tanto en cuanto lleguen otros que demuestren que no eran verdad. Y algo similar pasa con el resto de las disciplinas, incluidas la Historia y la Política, probablemente, por muy diferentes que ahora sean de la realidad en la que yo crecí y las verdades que estudié
Sé y asumo que muchos estudiosos de las diferentes materias, me tratarán de estúpida y posibilidades hay de que lo sea.
Pero lo que realmente me importa es en qué lugar nos deja todo esto ahora a los seres humanos. Francamente, creo que bastante mal.
Hemos construido un mundo en el que hemos sometido a todas las especies a nuestra necesidad, cuando no a nuestro capricho. Matamos por placer, no sólo para sobrevivir; matamos a los de nuestra propia especie, algunos incluso a sus propias crías. No nos organizamos para mejorar nuestra convivencia y nuestra supervivencia sino para intentar vivir de la forma más cómoda -o incómoda- posible, rodeados de cosas que no necesitamos, de nuevos artilugios que nos trae un progreso que no tiene fin, de entretenimientos en los que, en el mejor de los casos, solo somos meros espectadores y, en el peor de ellos, más que jugadores o participantes, somos competidores pues parece cada día más que la clave del éxito no está en ser bueno, sino que tan sólo importa y sirve ser el mejor.
Y ahora ha llegado el momento en que estamos utilizando las leyes, artificiales, para negarnos unos a otros la libertad; para negarnos unos a otros, dependiendo quien ostente el poder, la propia dignidad; para que el sometimiento y las injusticias sean legales; para que el respeto deje lugar a la sanción; para que siempre gane el que consiga aglutinar mayor poder económico, por encima de los valores, de los sentimientos, de los propios instintos y por encima de lo que es natural: la igualdad con la que venimos todos a esta vida, desnudos y sin más bienes ni derechos que los que las leyes consideren que, en cada país o en cada lugar, digan que nos corresponden, o no. O eso creo yo.
Ahora podemos hacer bebés en probetas; podemos ir a la luna; podemos viajar miles de kilómetros en un avión o en un cohete espacial; podemos utilizar drones, robots; podemos comunicarnos desde cualquier parte del mundo en fracciones de segundo; podemos hacer estallar el planeta con apretar tan sólo un botón.
Y sin embargo, parecemos no haber aprendido nada y sólo parecemos haber sido capaces de demostrar que nuestra supuesta inteligencia, sólo nos ha servido para ser, la mayoría, cada día más esclavos, cada día más egoístas, más individualistas y para estar cada día más ciegos y más sordos ante la realidad.
Y lo peor de todo, es que todo nos parece natural.
Y sí, tenemos inteligencia y criterio pero muchas veces nos resulta insuficiente porque ni podemos ser especialistas en todas las materias ni tampoco en todas las disciplinas. Mucho menos aun en la jurídica que es la que mayoritariamente dirige nuestra vida en sociedad, porque ni siquiera las leyes están hechas para que las entendamos y, por tanto, todos y cada uno de nosotros, de los que no tenemos una gran formación, no tenemos la más mínima oportunidad. Y por tanto, apelar a eso en vez de imponer y exigir transparencia y veracidad, al menos a los políticos y a los medios de comunicación, creo que a la mayoría, nos crea una gran indefensión. Máxime cuando luego, en las urnas, tenemos que elegir la opción que hará las políticas que consideramos las mejores para beneficio de la mayoría -o al menos los que creemos votar con conciencia- y a sabiendas de que serán esos, a quienes elijamos, quienes decidan lo que podremos o no podremos hacer o tener, para vivir o sobrevivir, así como el precio que, por unas normas u otras, habremos de pagar por ello.
A veces, teorías “conspiranoides” aparte, creo que nada de todo lo que pasa en cada parte del mundo, ocurre por casualidad sino porque interesa que pase o que se crea que pasa. No me preguntéis a quienes beneficia, porque aunque lo intuyo, no lo sé, pero probablemente en ello, tengan precisamente mucho que ver esos medios de comunicación que están en manos de quienes tienen unos intereses económicos a los que solo servimos si nos pueden manipular y guiar hacia donde les interesa. 
Y también creo que la mayor parte de las legislaciones nacionales e internacionales, como la mayor parte de la instituciones, nacionales e internacionales también, sólo forman parte de un infame teatro y sirven a determinados intereses y no a la humanidad en general, cuando no quedan simplemente en papel mojado.
Yo no le voy a decir a nadie lo que tiene que ver, creer como tampoco a quien tiene que votar pero si considero mi responsabilidad advertir a cuantos pueda, de que hay que tener mucho cuidado con las leyes que se aprueban sin cesar, a “diestra” y a “siniestra” cómo si fueran la panacea de la justicia en esta sociedad. Y no digo con esto que no haya conductas que merezcan la reprobación de toda la sociedad y que a veces, al menos algunas que tienen mucho que ver con las élites de poder, no estén más bien generosamente penadas o ni penadas siquiera. Y sin poder obviar que la supuesta justicia poco parece poder hacer ante el poder del dinero -redundando otra vez-.
Lo sí que digo es que creo que mientras que las leyes se utilicen como herramientas de determinados poderes y no con la intención de hacer cada día un mundo más humano en su más humana dimensión; mientras que no se utilicen como herramientas para la convivencia, con base en el respeto y en la dignidad de todos, animales o no; mientras que la mayoría no entendamos cual es el fin que la humanidad quiere conseguir o, al menos, cual es el fin que como ser humano que eres, quieres tú; todos y cada uno de nosotros -lo queramos o no- quedaremos sometidos a ellas sin que sirvan a la verdadera justicia y al verdadero y necesario derecho a la igualdad, al menos de oportunidades que cada nuevo ser que llega a este mundo merece y que, más tarde o más pronto, unas u otras, o unas y otras, se volverán contra la mayoría de nosotros.
Y para que las leyes sirvan a ese otro fin, tenemos que decidirlas nosotros, todos, desde el respeto y el diálogo. Y para eso, no creo que baste con delegar, sino que más bien creo que todos y cada uno de nosotros, debemos tomar postura.
Por favor, ¡HABLA! Y ¡ACTÚA! Pero también, ¡PIENSA POR TÍ MISMO AUNQUE TE EQUIVOQUES!.
Sólo me resta por decir que no soy Matusalem sino que nací en el año 1966.