jueves, 6 de diciembre de 2012

PROSTITUCIÓN DESDE 1978

Ayer en Valencia, hubo un pequeño acto simbólico -parodia de funeral a nuestra Constitución- convocado por “constituyentes.org” y apoyado por otros varios grupos que trabajan en la línea de la lucha por la justicia y los derechos de los más desfavorecidos, tales como la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, la Intersindical Valenciana, etc.
No volví a casa deprimida porque hace ya un tiempo que decidí que no hay fuerza ni circunstancia en esta vida que sea lo suficientemente poderosa cómo para vencer a mi propia fuerza interior pero, sí he de reconocer, que regresé un tanto decepcionada. Decepcionada de la respuesta, decepcionada de la escasa importancia que mis conciudadanos -quiero pensar que por ignorancia- otorgan al ultraje que se está ejerciendo a nuestra Ley de Leyes.
Allá por el año 1978 nos dotamos de una Constitución, el instrumento por excelencia que nos devolvía, no sólo la democracia robada tras la infame y dolorosa guerra civil, sino también los derechos y libertades que la ciudadanía de este país, sometida al cruel poder de la dictadura que siguió a aquella barbarie durante nada menos que 40 años, tenía miedo hasta de imaginar.
No nació perfecta. No podía serlo en aquel momento histórico en el que demasiadas fuerzas contrapuestas pugnaban por hacerse un hueco en la nueva sociedad que se dibujaba en nuestro país. Sin embargo, sí nació fruto de un consenso y con un futuro brillante y luminoso, dado que, sobre los pilares de unos principios fundamentales y básicos, sentaba las bases para una convivencia justa y digna de todos los ciudadanos que pisasen o habitasen el territorio sobre el que ejercía su hegemonía.
Al principio fue una niña mimada y respetada. No en vano, uno de los principales dones con el que se le dotó al nacer fue el de su propia protección: complejos mecanismos de reforma para que no pudiera ser manipulada al antojo de intereses partidistas, ni siquiera de simples mayorías, sino más bien con la intención de que fuese el pueblo soberano quién tuviese la potestad de modificarla al menos en los aspectos concernientes a los principios, derechos y libertades fundamentales que instituyó; entre ellos, ni que decir tiene, la propia soberanía del pueblo en ella consagrada.
Ahora miro la Constitución que un día iluminó nuestra sociedad con un futuro esplendoroso y me causa pena ver cómo no queda ni la sombra de aquella niña que nació.
Bajo el interés del capital y de sus herramientas políticas y económicas, la gran mayoría de los principios consagrados en la Carta Magna se han convertido en papel mojado. Y sino, mirar a vuestro alrededor y contestarme: ¿Dónde queda el derecho a la igualdad en esta sociedad en la que los ricos tienen todos los derechos y las oportunidades y a los pobres se les priva incluso del derecho a la justicia si no tienen suficiente dinero para pagársela?; ¿Dónde está el Derecho a una vivienda digna cuando se rescata a los bancos con nuestro dinero mientras se echa de sus casas a los estafados por los mismos a quienes hoy se rescata?; ¿Dónde está el Estado aconfesional si se pretende enseñar y evaluar en nuestros Colegios Públicos las creencias religiosas de quienes ocupan hoy en día el Gobierno?; ¿Dónde el derecho de manifestación si se criminaliza y apalea a quienes lo ejercen?; ¿Dónde el derecho al trabajo cuando los grandes capitales defraudan, apenas pagan impuestos, se evaden o se invierten en otros mercados mientras en nuestro territorio las colas de parados crecen?; ¿Dónde está nuestra soberanía si los políticos que elegimos para que nos representen pueden ir modificando sus programas sobre la marcha? ¿Dónde cuando las decisiones se toman fuera de nuestro territorio sin ni siquiera consultarnos? ¿Dónde cuando se puede mal gestionar y despilfarrar el dinero público mientras la responsabilidad política brilla por su ausencia?; ¿Dónde nuestro derecho a la vida si se le pone precio y se regala la gestión de la sanidad a quienes están preocupados por su beneficio económico y no por nuestra salud?
Podría seguir horas y horas pero no creo que merezca la pena porque la mayoría de los que os acercáis a mi blog conocéis perfectamente cual es ahora nuestra realidad y cuál es la farsa que nos está tocando vivir.
Hoy, tan sólo pretendía que esta Constitución a la que un día admiré y respeté, sepa que estoy con ella. Que no estoy dispuesta a tolerar que la sigan convirtiendo en una prostituta a la que todos utilizan y de la que todos se aprovechan en su beneficio cuando, en realidad, le han robado su identidad, su autoestima y su poder y con ella a todos los ciudadanos que son legislativamente sus hijos; esos hijos que un día se encontraron bajo su protección y que, precisamente por eso, tienen hoy la obligación moral de protegerla..
Tal vez habrá que cambiarle las vestiduras -yo, por ejemplo, sueño con una Constitución Republicana-, lavarle la cara y quitarle esa capa de burdo maquillaje con la que nuestros representantes la han ido embadurnando durante todos estos años; pero, sobre todo, hay que devolverle su espíritu, su razón de ser y su valor para que vuelva a ser aquello para lo que, un 6 de diciembre de 1978, nació.
Y debemos cambiarla entre todos.
Entre todos debemos conseguir que vuelva a ser fiel a sus principios, fiel al espíritu con el que fue votada: el de la justicia, la igualdad, la solidaridad, la verdadera democracia...
Y por eso, precisamente, es que debemos luchar también para recuperar nuestra soberanía; teniendo la certeza de que nosotros, unidos, podemos hacerlo; teniendo muy claro que eso no será posible a través de nuestros representantes porque éstos, ya han demostrado por activa y por pasiva en qué y en quienes tienen puestos sus intereses. Pero sí sabiendo que podemos lograrlo trabajando uno a uno, codo a codo, unidos en las calles, en las escuelas, colegios, universidades, hospitales, juzgados, comunidades religiosas, asociaciones de vecinos, sindicatos, asambleas, medios de comunicación, etc. etc.; desde nuestros puestos de trabajo o desde nuestras situaciones de parados, pensionistas, amas de casa, minusválidos...
Un ciudadano, una persona, es una fuerza trabajando por los derechos de la mayoría y esa mayoría de fuerza solidaria será la que nos dé, finalmente, la victoria y no valen las escusas.
Yo lo creo y espero que vosotros también lo creáis porque esa esperanza es lo único que necesitamos para vencer. 

4 comentarios:

  1. Efectivamente, es necesario que los que estamos pagando esta crisis programada nos identifiquemos como la mayoría que somos y que, apartando nuestras diferencias, nos unamos con un fin común. No hay poder más fuerte que el de la mayoría puesta de acuerdo.
    El Frente Cívico Somos Mayoría, en sus seis documentos, da las pautas para poder conseguirlo.
    Ojalá se cumpla

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  2. Gracias por tu comentario. Ojalá llegué la tan necesaria unión. Todos aportamos granitos de arena. Unidos somos una montaña. Muchos besos

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  3. Hace falta cambiar buena parte de la letra para recuperar los principios y valores e impedir que nos los vuelvan a robar.
    Un placer llerte, como siempre

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    1. Perdona Angel, no me había dado cuenta hasta ahora de tu comentario. Efectivamente. Quizá incluso sería mejor empezar de nuevo de tanto como habría que cambiar, sería casi más fácil que derogar todas las leyes que la han prostituido para permitir que la hayan robado incluso su propia esencia. Muchas gracias por leerme y más aún por comentarme. Un abrazo enorme.

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