miércoles, 27 de febrero de 2013

#RAJOYDIMISION


Desde hace aproximadamente un año, todos los días me levanto con la esperanza de que algo cambie.
La victoria del PP, por esperada, no me causó ninguna sorpresa ni ninguna especial indignación. La gente es muy libre de votar a quien quiera y la experiencia me ha demostrado que cuando los españoles tratan de castigar a una opción política, se lanzan desesperados hacia la otra sin plantearse algunas veces que es lo que están votando ni las consecuencias que, para cada uno de ellos, puede tener dicha elección.
Estaba claro que el PSOE había negado y reaccionado tarde a la crisis y que su escasa reacción era más cercana a las propias doctrinas neoliberales que a una ideología defensora de la clase obrera y de las políticas sociales. También estaba claro que, merced al pacto connivente con el que PSOE y PP habían modificado nuestra Constitución, llegaban ya ecos de reformas impuestas y parecían decidir desde Europa -y siguiendo los dictados de los mercados- más que desde nuestras propias Instituciones.
Me cansé de escuchar los argumentos electorales del PP que se basaban básicamente en tres pilares:
1.- Echar mierda sobre el tejado del PSOE, criticando todas aquellas medidas que aquellos habían, o no, tomado.
2.- Erigirse en los defensores de la clase trabajadora negando que ellos fuesen a subir impuestos, bajar pensiones, rebajar poder adquisitivo de los funcionarios, hacer amnistías fiscales, abaratar el despido, rescatar a los bancos... etc.
3.- Recordar que en el último gobierno del infame Aznar, habían levantado la economía y creado empleo a un ritmo que pocos en el país podían recordar.
Y los ciudadanos, desesperados porque el paro iba cada día en aumento y la amenaza de la crisis se cernía sobre el país, unos con esperanza y otros huyendo de la triste realidad de la que culpaban al gobierno socialista, votó. El procedimiento de reparto de escaños hizo el resto y el PP formó gobierno con la mayoría absoluta que la confianza de la gente en sus promesas, le había otorgado.
Yo no les creía pero poco se podía hacer entonces salvo esperar para ver si, efectivamente, cumplían lo prometido.
Mi indignación y mi más seria preocupación empezó con la “PRIMAVERA VALENCIANA”. Si echáis la vista atrás, a las primeras entradas en mi blog, mi rebelión empezó cuando, a la vista de la actuación absolutamente desproporcionada y violenta de los antidisturbios, por las protestas de “NIÑOS” y “PROFESORES” ante los recortes que empezaban a atacar las más básicas y dignas condiciones en que aquí se ejercía ya la “EDUCACIÓN”, empezamos a pedir la dimisión de la Delegada del Gobierno. Estaba claro que esta señora se había equivocado y ni por un momento se me paso por la cabeza que dicha dimisión no llegara y menos aun que desde el Gobierno no fuese cesada sino absolutamente respaldada (hoy es el día que aun sigue siéndolo). El escándalo traspasó fronteras y, sin embargo, nuestro Presidente del Gobierno prefirió aguantar el temporal y no ceder ni un ápice cuando lo más sencillo hubiera sido cesarla, ponerla en otro puesto igual de estupendo o más, nombrar un nuevo o nueva Delegada o Delegado, echar tierra sobre el asunto y quedar como un señor ante los valencianos, los españoles, los europeos y el resto del mundo.
Pero no fue así y eso hizo que se encendiesen mis alarmas. ¿Fascismo? ¿Prepotencia? ¿absolutismo?. Comencé a pensar que la democracia podría estar en peligro.
No tardaron en llegar las medidas contrarias a su programa y a sus promesas en campaña. Y como era de esperar, la respuesta y la protesta de la ciudadanía frente a ellas. Y mucho menos tardó en demostrarse que la actuación de la Delegada de Gobierno y de los Cuerpos de Antidisturbios en la Comunidad Valenciana, no era casual. Esta era su forma de gobernar y sus armas para no permitir la respuesta ciudadana. Eso y ningunearnos total y absolutamente.
Entonces fue cuando decidí que tenía que empezar a actuar en serio y a apoyar todas aquellas iniciativas encaminadas a pedir su dimisión. Y como yo, miles de personas que entendíamos que la Democracia consistía en otra cosa. Creíamos que cuando un candidato presentaba un programa electoral, tenía la obligación y la responsabilidad de cumplirlo y que si circunstancias “supuestamente sobrevenidas” le impedían hacerlo, lo verdaderamente democrático era dimitir, disolver las Cortes, elaborar un nuevo programa electoral y solicitar de nuevo el respaldo ciudadano para llevarlo a efecto. Apenas habían pasado 6 meses desde las elecciones. No dudé, tras el estrepitoso fracaso de la repercusión del #15S, en apoyar el #25S.
Las protestas ciudadanas eran cada vez más contundentes y numerosas y, una vez más, creí que la dimisión iba a llegar. Pero no llegó.
Hoy es el día en que todas sus mentiras electorales han salido a la luz y en que docenas de declaraciones, entrevistas, debates y mítines grabados por los medios de comunicación, lo certifican. Le hubiera servido la escusa de la herencia recibida si no supiésemos ya todos que los Ayuntamientos y las Comunidades gobernadas por su partido, son tan, o más, culpables del déficit público como los demás o como el propio gobierno central y que el hecho de que en el momento de presentar su programa, no lo supiera, sólo sería una prueba más de su incompetencia. Hoy es el día que conocemos ya los efectos de la burbuja inmobiliaria y la enorme estafa que a muchos de ellos y de sus amigos, ha hecho ricos a nuestra costa. Y aun así, esperan que la paguemos nosotros con nuestros miserables salarios, con nuestras casas. Y aun así, pretenden robarnos lo poco que tenemos para prosperar o incluso sobrevivir: lo público, lo que es de todos.
Por eso hoy, una vez más, le digo a Rajoy: Rajoy, no cuela.
Y al final, como no podía ser de otra manera, salió a la luz la corrupción. La trama Gürtel ya apuntaba hace años a que una parte muy importante de la cúpula del Partido Popular, tenía las manos manchadas. Porque Bárcenas es Gürtel – y tantas causas separadas y tantas separatas de causas, también- pero la gente parecía no querérselo creer. Y ahí lo tenemos ahora, apuntándoles incluso a ellos, al Sr. Presidente del Gobierno y a su espada la Sra. Cospedal, por no apuntar más alto, que podéis o no creerlo pero, más alto, también la hay.
Y ¿cómo responde tan insigne Presidente ante tamaño escándalo? Riéndose de nosotros y mintiéndonos una vez más. Lanzándonos a su ejército de embusteros uno detrás de otro porque lo evidente es que, ya nadie en el PP sabe como esconder la verdad. Barcenas lo ha puesto en evidencia y cada día los cabos se atan más y más.
Pero el Sr. Rajoy, no se va. Lejos de ello, su prepotencia cada día es más ofensiva.
Miré usted Sr. Rajoy, por mucho que usted no lo crea, los ciudadanos y ciudadanas de este país no son tontos y le han visto ya el plumero. Sabe perfectamente que más tarde o más pronto, le harán caer. Y si no somos nosotros, alguien se encargará. 
Así que, por una vez en su vida, tenga dignidad y por el bien de España, de su Partido y de la sociedad en general, reconozca usted que no debe seguir haciendo lo que le salga de los cojones y váyase ya.
Si es hoy, mejor que mañana. Que ya saldremos de ésta con usted o sin usted. Porque usted sólo es un empleado nuestro y no nuestro amo y señor. Y todo ello aun a sabiendas de que, tal vez, usted, sólo sea un pelele.
Yo, de momento, sigo y seguiré pidiendo #RAJOYDIMISIÓN.










1 comentario:

  1. Dices al principio que "la experiencia me ha demostrado que cuando los españoles tratan de castigar a una opción política, se lanzan desesperados hacia la otra" y yo creo que ahí precisamente radica buena parte del problema. Parece que hemos asumido que la democracia se reduce a elegir entre PSOE y PP, que no hay más opciones, que una vez elegidos pueden hacer lo que quieran y, lo que es peor, que no podemos decir nada si no es a través de ellos. Que Rajoy dimita, aunque no estaría mal, no es la solución.

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