Hoy
es el día ¿del trabajo?, ¿de los trabajadores?, ¿del derecho de
los trabajadores?, ¿de fiesta?, ¿de reivindicación?... Bueno, es
igual, hoy es 1 de mayo.
Hoy
es uno de esos típicos días institucionales en los que todos, desde
los sindicalistas a los empresarios, pasando por los políticos y los
periodistas, -si te descuidas, para mofa, hasta el rey- hablarán del
derecho al trabajo y como no, en España, con un paro y una situación
como la que nos está tocando sufrir, también del drama social.
Lo
respeto, cualquier día es bueno para reivindicar pero a mi me gusta
ser un poco más original y por eso, una vez más, hoy también voy a
hablar del #22M y sus marchas de la dignidad. Porque, a pesar de todo
lo que ya he dicho, y se ha dicho, y a pesar de que a muchos les
pueda parecer que aquello terminó, otros muchos pensamos que eso no
terminó, ni terminará, hasta que logremos que haya pan, techo y
dignidad para todos.
Hoy
vuelvo a hablar del #22M porque todavía hay algo que se me ha
quedado en el tintero, algo que me quema el alma y no me puedo
callar.
Lo
cierto es que a lo mejor muchos no entendieron o no entienden la
lucha como nosotros la entendemos -en las calles y no solo votando o
sentados frente al televisor viendo las vidas de otros pasar y
escuchando lo que los que lo financian quieren que oigamos y sepamos-
pero lo que nadie puede negar es que aquella fue una multitudinaria y
pacífica manifestación de reivindicación del derecho al trabajo y
de los derechos de los trabajadores, en activo o no, tan respetable y
tan digna como lo puedan ser hoy, que seguro que también las habrá.
Lo
cierto es que allí acudimos, desde muchos puntos de España, decenas
de miles de ciudadanos y que con los que se nos unieron en Madrid,
probablemente fuimos cientos -digan lo que digan los esbirros del
Gobierno, que ya me gustaría a mi que nos numerásemos de una puta
vez para que se pudiera dejar de hablar de las majaderías de cifras
de las que se habla-; de cualquier forma, no creo que la cifra sea lo
fundamental.
Lo
que sí es cierto es que fue una manifestación multitudinaria,
plural, multicolor, pacífica, cordial, casi festiva. Y lo que
también es cierto es que la mayoría disfrutamos de encontrarnos
¡tantos! unidos por la dignidad. Muchos acudieron con sus hijos,
como no podía ser de otra manera, porque la gran mayoría de
nosotros somos gente comprometida y con conciencia y enseñamos por
tanto a nuestros hijos a reclamar nuestros derechos, todos los que
como humanos nos corresponden, con el ejemplo que nuestra propia
lucha conlleva. Y sin miedo, porque lo normal es no tener miedo
cuando en tu espíritu no está la violencia, sino la paz.
Lo
cierto es que para muchos de los que nos tuvimos que desplazar,
supuso un enorme esfuerzo de horas de viaje, horas de pie, horas en
vela y que ese esfuerzo no fue nada comparado con lo que fue para
muchos otros, para los verdaderos héroes, de horas de marcha, de
ampollas, de lluvia, de frío o de sol, de mal dormir, de
cansancio... Y también es cierto que para otros muchos lo fue de
horas de organización, de reuniones, de consensos, de campaña, de
divulgación, porque tan cierto como que me voy a morir -y eso no
creo que a estas alturas nadie se atreva a ponerlo en duda- es que
pareció haber un cómplice y sospechoso voto mayoritario de silencio
sobre lo que se avecinaba en Madrid, por parte de los medios de,
¿información?, ¿comunicación?, ¿manipulación?, que no
escatimaron medios para llenar incluso ese silencio con otras cosas
que, probablemente, en otras circunstancias, tal vez no hubieran
venido a cuento.
Lo
cierto es que las marchas fueron un éxito a pesar de que !ni de
lejos estuvieron todos los que debieron estar!. Porque lo que también
es cierto es que, por encima de ideologías y de partidos políticos
y sindicatos -que también los habrá- los que conforman la mayoría
de los movimientos sociales, como los que participamos en sus
convocatorias a nivel individual, somos la propia sociedad. Tan
cierto como que no luchamos por intereses particulares sino por el
común interés social y tan cierto, lo quieras ver o no, como que
dentro de ese interés estamos todos, incluid@ tú.
Lo
que yo creo es que te quieren engañar porque la verdad es que no
quieren que nuestra lucha triunfe, porque muchos de los que viven de
la carroña que genera este sistema, su sistema, saben que para ellos
sería el final. Y por eso es que nos han llamado de todo, hasta
terroristas, sin escatimar en medios para hacernos pasar por enemigos
de la sociedad. También es verdad que nosotros estamos casi
acostumbrados ya aunque sigamos sin poder entender como esta sociedad
sigue cayendo en las mismas trampas una y otra vez.
Y
también es cierto que el día, que no la manifestación, acabó
“como el rosario de la aurora”, y que, a pesar de toda la
dignidad de que hicimos gala como viene siendo habitual -como también
viendo siendo habitual- lo que verdaderamente transcendió fue sólo
el "Apocalipsis" final, las imágenes de la barbarie y de la violencia,
la excusa necesaria para desprestigiar porque es lo que a los medios,
al servicio de intereses económicos y no sociales, les interesa.
Pero
yo, me cago en ellos y me cago en las muelas de todos los malnacidos
que se encargaron de reventar el #22M, fueran de izquierdas o de
derechas; manifestantes o policías; periodistas o gobernantes;
propios o ajenos; víctimas o verdugos.
Quienes
fueran, me da igual. Porque para mí, esos son los verdaderos
fascistas en esta sociedad: quienes por encima del trabajo y el
esfuerzo de las personas; por encima de los derechos de todos; por
encima de la seguridad incluso de niños y ancianos; por encima del
sufrimiento ajeno; por encima de la convivencia y la paz social y por
encima del respeto que se merece la propia sociedad, pretendieron
imponer e impusieron su voluntad.
Y
no hay mucha diferencia en que sea con leyes o con palabras; que sea
con palos y piedras o con porras y bombas. El medio me da igual
porque para mí, el fin no lo justifica.
Tenía
que decirlo.
Y
también tengo que decir que les va a dar igual porque, por mucha
fuerza que ellos tengan, nuestra conciencia y nuestra dignidad tiene
aun más y con ella, y con la razón, es como, más tarde o más
pronto, vamos a ganar.
Y
con nosotros y con nuestra lucha pacífica y digna, la humanidad.
Adjunto unos enlaces para quienes quieran ver la otra realidad, la que probablemente no vieron ni verán en la televisión.
Muy bueno, genial
ResponderEliminarMuchas gracias paisano. Celebro que te haya gustado y agradezco tus comentarios. Un millón de besos
EliminarEres una pluma de oro paisana
ResponderEliminarEres una pluma de oro
ResponderEliminarMi enhorabuena querida Ana, eres muy grande, pero muy grande. ¡Chapeau!
ResponderEliminarAbrazo inmenso. Gracias me ha emocionado y me ha recordado los muchos que estuvimos en paz y armonía y seguiremos haciendo siempre por el bien de nuestros semejantes. Gracias Ana.
Gracias Javier, la gente no está ciega pero cada día parece más fácil ponerles una venda en los ojos y cada día es más fácil manipular hasta los sentimientos. Un besito enorme
EliminarMe sumo a los elogios.. Muy buenoooo
ResponderEliminarMuchas gracias Miguel Angel. No creo decir nada que no sea verdad. Un besito amigo
EliminarComo es habitual en ti, querida Ana, tu posteo es magnífico, con unos argumentos irrebatibles y una magnífica sintaxis irreprochable. Siempre me tocas la fibra sensible. Un abrazo
ResponderEliminarGracias Luisa. Te comenté desde el correo. Parece que no ha llegado aquí. Bueno, no importa, te decía que me conformaría con que algún día fuese como tu lo miras. Besitos
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