Yo no pude o no supe ayudarle y la sensación de impotencia aun me persigue aunque intento no sentirme culpable.
Pero no fui yo quien dejó de luchar, fue él. Quizá yo no lo supe hacer bien pero nunca me rendí porque tenía esperanza en que podía salvarse y ser y hacernos a todos muy felices.
Hoy cualquier mirada hacia atrás, resulta inútil. No volverá. Sólo espero que su recuerdo me de fuerza para seguir luchando por cambiar la injusticia que nos atenaza cada día más y que la impotencia ante una batalla perdida no consiga minar mi espíritu de lucha y mi esperanza de lograr para todos un mundo mejor. A mi manera... aunque me equivoque.
¡Rober! Te quiero.
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