sábado, 2 de febrero de 2013

ANTES MUERTA QUE CALLADA


Últimamente, estoy un poco desconectada de las noticias del día a día. Se me llega a hacer tan cansino oír todos los días las mismas miserias humanas y ver que la mayoría de los ciudadanos -objeto de las mismas- parecen vivir una realidad distinta de la que perciben mis ojos e interpretan mis sentimientos, que finalmente termino por desconectar, por intentar poner a salvo mi salud física y emocional, sobre todo, emocional. Así, voy dejándome llevar por la corriente mientras espero que reaccionen y se unan.
Sin embargo, la realidad me supera y llama a mi puerta una vez más. ¿Se puede tolerar más prepotencia? ¿Se pueden creer más mentiras? ¿Se debe aceptar que las cosas son así y dejar que los acontecimientos transcurran a nuestro alrededor sin que intentemos intervenir en ellos?
Ya he dicho muchas veces que no puedo entender lo que le pasa a la ciudadanía de este país. Entiendo que la manipulación sea tal, que a veces nos cueste darnos cuenta de cómo y cuánto se nos engaña cada día, a través de los medios de comunicación, básicamente. Pero, sin embargo, mi comprensión no llega a tanto como para justificar la actitud de todos aquellos que, creyéndose culpables o creyendo que nada de lo que individualmente pueden hacer sirve para algo, se quedan en casa y no mueven ni siquiera un dedo para mostrar su indignación. No me cabe en la cabeza.
Sinceramente, creo que ni se puede ni se debe permanecer al margen porque esos acontecimientos que suceden cada día, son nuestras propias vidas. Son nuestra salud, la salud y la educación de nuestros hijos; son nuestro sustento; son nuestros derechos y nuestra libertad; son nuestra felicidad o nuestro sufrimiento; son nuestro presente y serán nuestro futuro.
A la vista del devenir de los acontecimientos en nuestro país últimamente; a la vista de la estafa monumental disfrazada de crisis que nos atenaza a todos en una u otra forma y que nos asfixia cada día un poco más; a la vista del comportamiento de quienes dirigen nuestros destinos; a la vista de la falta de valores, de ética, de decencia, de honradez, de vergüenza; a la vista de que han convertido la verdad en un juego detectivesco en el que cada uno parece tener que descubrir la suya propia entre marañas de mentiras, montajes, películas y manipulación; a la vista de las injusticias de la justicia, de la prepotencia política de los elegidos para gobernar -que parecen ser los mismos que los elegidos para legislar y también para juzgar-; a la vista de este presente injusto que nos ha tocado vivir, no podemos permanecer callados. Nadie puede permanecer callado.
Todos podemos y debemos aportar nuestro grano de arena para que las cosas cambien, mejoren, se normalicen... Nuestra sociedad es como un organismo vivo formado por órganos, por células, por átomos, por partículas de energía, como las nuevas teorías de la física quántica terminan por decir. Y no hay ni una sola persona en esta sociedad que no tenga su misión en ella y que no tenga su capacidad y su poder para mantener sano al Organismo. Porque, si una célula enferma y esa célula contagia a otra y ésta a otra, el cáncer termina por extenderse y atacar a los órganos vitales, termina por destruirlos y por matar incluso a la propia vida. Y todo empieza, tal vez, por una sola célula. Y, tal vez, en esta sociedad, tú puedas ser una de esas células; una célula sana que lucha contra la enfermedad o una célula enferma que destruye el organismo sin darse cuenta de que con él se destruirá ella también.
No puede permanecer al margen la justicia. No puede permanecer con los ojos vendados sin sentir como la balanza se inclina claramente hacia un lado y sin darse cuenta de que, al paso que vamos, acabará por romperse y aplastar con el peso de la desigualdad su propio pie. Esa justicia que ya no es lo que su propio nombre indica. Una justicia que resulta cada día más injusta, tal y como todos vemos y nos indignamos con ello cada día, porque hay montones de ejemplos que lo demuestran y que no creo necesario mencionar.
Los jueces deben empezar a tener en cuenta su responsabilidad social. Ellos sí que tienen en su mano cambiar las cosas. Los jueces tienen el poder, no sólo de aplicar las leyes, sino también de interpretarlas y de rellenar las lagunas de lo que no está legislado. Son ellos los que pueden decidir, decretar y sentenciar -sin tantos milindres de presunción que con los pobres no tienen- que, quienes proceden en la forma en que quienes ostentan y han ostentado el poder han procedido -alevosamente-; todos aquellos que han hecho un mal uso de ese poder que el pueblo les otorgó; den, a la mayor brevedad, con sus huesos en la cárcel.
Porque, a pesar de haberse blindado para permanecer ajenos a la responsabilidad, a pesar de que sus abogados conocen todos y cada uno de los trucos que les hacen salir siempre por la puerta de atrás, todos sabemos que en la gran mayoría de los casos, es la justicia quien se lo permite.
Porque, si se pueden hacer leyes en base a esperpentos televisivos y llegar a plantear la cadena perpetua o a criminalizar la protesta pacífica o la humanidad, se debe y se tiene que ejemplarizar criminalizando estas conductas políticas que, a la larga y a la postre, están suponiendo condenar a la miseria a millones de seres humanos.
Porque todo ello es contrario a la Constitución, a la madre de todas nuestras leyes y por tanto, por principio, es ilegal.
Tampoco pueden permanecer al margen los ciudadanos militantes de los grandes partidos. Esos partidos políticos que llevan ya demasiado tiempo jugando con nuestras vidas y con nuestros destinos; utilizándonos en su propio beneficio y en el de sus familiares y amigos. Me gustaría pedir a esos militantes que abran los ojos, que no miren hacia otro lado.
A todos aquellos que militan desde la dignidad, desde la creencia de que las ideas y los proyectos que defienden son los mejores para esta sociedad -sean estos los que sean- quiero decirles que luchen desde dentro para acabar con toda esta gentuza que se aprovecha de su estatus jerárquicamente superior dentro de sus organizaciones; contra todos esos que ya han perdido de vista la realidad ciudadana, o que ni siquiera la han conocido ni les importa; contra esos a quienes sólo preocupa mantenerse en el poder, sacar tajada y alcanzar mayores cotas de dinero o de poder, si cabe.
Esos militantes que cada día se avergüenzan más de aquellos que forman sus cúpulas y que, tal vez, intentan justificar o negar sus comportamientos para aliviar la culpa que sienten de pertenecer a esos engranajes y de sentirse parte del delito -si se demuestra que las acusaciones son ciertas, como todo parece apuntar-, tan culpables como si ellos mismos también hubieran engañado, robado, manipulado..., cuando en realidad, sólo han sido utilizados. Porque ellos, sí, esos militantes, también forman parte del 99%.
A esos ciudadanos, compañeros nuestros la mayoría de ellos, les pido que se revelen, que denuncien, que acaben con esta lacra, con ese montón de mierda que nos salpica a todos y que exijan a quienes les utilizan, su dimisión. Seguro que ellos, dentro de sus estructuras, también son más, muchos más granos de arena o células. Y seguro que, unidos, pueden también sanar a sus organizaciones.
Eso sí, no deben hacerlo en un “quítate tu que me pongo yo”, sino en una verdadera lucha por una sociedad mejor y por un Estado Social y Democrático de Derecho, como proclama nuestra Constitución. Detentando por bandera el afán de justicia, de igualdad y de solidaridad y la colaboración de todos para el bien común. Que vuelvan a ser éstos los valores que motiven sus conductas que es lo que realmente se corresponde con una verdadera vocación política, vocación de servicio a la sociedad. Y si no es así, simplemente, que se vayan. Que se bajen de ese barco inundado de corrupción que cada día hace aguas por más partes y que a este paso, no tardará en hundirse y en hundirnos a todos con él.
No pueden permanecer al margen las víctimas a las que se ha culpado de vivir por encima de sus posibilidades y de estar, por ello, sufriendo ahora las consecuencias de sus malas cabezas; ni los parados, a los que se ha acusado de preferir vivir del cuento sin trabajar a buscar trabajo, mientras una cruel reforma laboral, expulsa a las colas del INEM cada día a más y más víctimas sin que haya beneficiado -ni beneficiará- a nadie sino a los opresores; paro que amenaza con dejar en la calle, sin techo y sin sustento, cada día a más y más familias. Y trabajo, tan precario, que difícilmente alcanzará para la supervivencia.
No pueden permanecer al margen los estudiantes a los que se les pretende cerrar todas las puertas en este país; ni los padres de los niños a quienes se niega una educación digna en condiciones de igualdad, relegándoles a quedarse sin oportunidades de no poseer capital para pagárselas. Puertas, todas ellas, que cada día son y se abren más para los otros, para los hijos de los mismos que hoy tienen el dinero y el poder y que mañana serán el poder, un poder que, al resto, nos conduce cada día un poco más hacia la esclavitud.
No pueden permanecer al margen aquellos que votaron creyendo que quienes les iban a representar lo harían en beneficio del común de la ciudadanía;  quienes creyeron lo que en campaña prometían porque creían que lo iban a cumplir pero que ya se han dado cuenta de las mentiras y de que los beneficiados, -antes y ahora-, los chorizos, siguen siendo los mismos, los de siempre.
No pueden permanecer al margen aquellos a quienes los impuestos asfixian y les hacen ceder sus negocios en beneficio de los poderosos, de los bancos, de las grandes multinacionales y los grandes capitales porque, cuando quieran darse cuenta, lo habrán perdido todo.
Yo, personalmente creo que con cada acción que llevamos a cabo para enfrentarnos a una injusticia, somos un grano de arena; y que, sin los granos de arena, sin todos y cada uno de ellos, no habría desierto. Y sí hay desierto. Sólo hace falta que nosotros, granos de arena o células, nos demos cuenta, lo veamos, lo sintamos y lo creamos.
Porque, aunque a simple vista pueda parecer que una pequeña partícula de energía, no es nada, sí lo es; es precisamente eso, energía.
Por eso, una vez más, hago un llamamiento a la acción individual y colectiva, porque sigo creyendo, no sólo que sí se puede, sino que además, se debe.

3 comentarios:

  1. Completamente de acuerdo con tu post. Parece como si los culpables solo fueran otros y el resto estuviéramos maniatados y amordazados.
    Aprovechemos que todavía no lo estamos literalmente y denunciemos y Luchemos como gotas cohesionadas, formando una única marea.

    Felicidades por tus reflexiones.

    ResponderEliminar
  2. Muchas gracias. La tuya no es menos importante y certera. Es un trabajo de todos y entre todos, podemos y debemos lograrlo. Enorme abrazo

    ResponderEliminar
  3. Muy de acuerdo también. Has ido desgranando de forma certera mi propio pensamiento.

    He leído muchas opiniones y artículos diciendo eso, que todos hemos de cambiar etc etc; tú has ido nombrando a cada cual, nos has señalado a todos y esto hace que ya no seamos una masa que se tiene que mover en su conjunto, no tenemos que esperar, tenemos que sacar la energía que llevamos dentro para bien de todos. NADA MAS ES ESO.

    Me uno a tu llamamiento que es necesario y urgente.
    GRACIAS POR TU EXPOSICIÓN.

    ResponderEliminar