domingo, 6 de julio de 2014

LEYES

Es curioso pero, cuanto más intento informarme y más intento aprender y entender, más dudas tengo, menos entiendo y menos me parece que sé.
Y sin embargo, creo que la razón es obvia: vivimos en la era de la desinformación y de la manipulación interesada de la realidad. Duro y triste pero creo que cierto.
Y es que, no puedo dejar de sorprenderme cada día con las cosas que se supone que pasan; con las noticias que veo en los informativos; con los análisis que leo y escucho de las noticias y hasta con las opiniones que expresamos en los blog o manifestamos vía tweets. ¡No te digo nada si me pongo a analizar la publicidad o determinados programas de televisión!.
Mientras que algunos parecen hablar sólo para joder al prójimo, a la mayoría sólo parece importarle mantener sus cotas de poder, cada uno en su propia parcela, cada uno con su propia razón. Algunos, que ni siquiera las tienen, hasta hacen suyas las cotas de poder de otros y las palabras de otros que les consiguen convencer de cual es la realidad que tienen que aprender.
Y es que, para demostrar que lo nuestro es lo verdadero y para la consecución del fin de convencer a otros, parece que cualquier medio puede ser admitido -tanto da si para ello hay que hundir o pisar al adversario; tanto si para ello, hay que manipular o mentir- todo vale siempre que sirva a los objetivos de las cotas de poder: a los que las tienen, para no perderlas o para aumentarlas; a los que no las tienen, para conseguirlas; a los que piensan de una determinada manera, para convencer al resto de que todos tienen que pensar y actuar como ellos porque, dicen, es así como se demuestra inteligencia y porque, dicen, es la suya la forma más racional en que puede funcionar el resto de la sociedad. Incluso algunos, se atreven a decir que la única. Y claro, luego están los que si uno dice una cosa, como se considera oponente, dice justo la contraria sin analizar si en algo de lo que el otro dice, pudiera llevar razón.
Gran frase aquella de: “todo depende del cristal con el que se mire” y como tantas y tantas célebres frases que han sobrevivido a la propia historia, no deja de ser una verdad como un templo. Más todavía si ese cristal, como viene sucediendo a día de hoy, es la televisión, la pantalla de un ordenador o la de un dispositivo de última generación.
Cada suceso, cada noticia, cada opinión, cada forma de ver la realidad, tiene su cara y su cruz: en las dos caras hay verdad y las dos hay también, al mismo tiempo, mentira. Sólo hay que tener un poco de habilidad en girar la moneda en cada momento para enseñar la cara que nos interesa que los demás vean y habremos convertido una media verdad en una enorme mentira o, incluso, una infame mentira, en una gran verdad.
Yo creo que, ya que existe un Código Penal que reprueba tantos otros comportamientos humanos, mentir y manipular también debería ser delito pero como no soy de prohibir, máxime cuando probablemente no habría quien pudiese tirar la primera piedra, prefiero más bien apelar a la conciencia y a la responsabilidad individual y social. También he de decir que soy de las que cree que el fin no justifica los medios.
Es difícil percibir la realidad en todo su conjunto y tal vez por eso, somos incapaces de apreciar hasta qué punto, ésta deja de existir como por encanto de la noche a la mañana y cómo, sin embargo, de la noche a la mañana también, empieza a existir otra nueva supuesta realidad, que lo será, en la medida en que muchos, o unos pocos con mucho poder, quieran que esa realidad exista y otros muchos, la mayoría o casi todos, estemos dispuestos a creerla.
El otro día oía a un insigne profesor de Historia decir que, últimamente, la historia va tan deprisa, que es casi imposible percibirla ni poderla escribir ni describir.
He repetido por activa y por pasiva que mi defensa es la ignorancia y que es precisamente esta ignorancia, la que me otorga la libertad de opinar, ver y creer lo que me da la gana y todo ello sin miedo a engañar porque ni pretendo adoctrinar a nadie ni tomar partido a favor de nadie, sino simplemente contar como veo algunas cosas, por supuesto, desde mi particular cristal. Está claro que esta es mi verdad y no la realidad. Así como creo que cada uno debería encontrar la suya y no la que le cuentan, por muy extendida que aparezca.
Por eso y porque lo que veo ahora mismo son, grandes no, enormes contradicciones, de no poco calado, sospecho que deberíamos empezar a mirar todos a través de nuestro propio cristal y no de los cristales que otros se ponen y nos quieren poner para que percibamos una realidad que a ellos, a veces a muchos y a veces a unos pocos, les interesa que percibamos.
Y en esto son protagonistas, por no decir culpables, los medios de comunicación (manipulación) que no dejan de actuar en su beneficio particular, -y por tanto de la mano que les da de comer- sin importarles lo que es justo, o no; lo que es ético, o no; lo que es verdad, o no; lo que beneficia a los ciudadanos, o no; lo que beneficia al país, o no;  y todo ello a costa de lo que haga falta, siempre que sirva para vender o para ganar.
Porque en la jungla, que es ese mundo, parece que todo vale y, generalmente, todos los “medios” -la mentira, la manipulación, el silencio de lo que no interesa a sus objetivos, la confesionalidad, la afinidad ideológica, el sectarismo, la discriminación o incluso la mentira, la hipocresía, la falta de respeto, la mofa o la difamación- que esos “Medios” utilizan -valga la redundancia- para los fines a los que sirven pero sobre todo a los intereses de quienes les financian, son legales o, en el peor de los casos, cuando rozan la ilegalidad o actúan manifiestamente de forma ilegal, resultan compensados por ser mayor el beneficio que les reporta actuar al margen de la legalidad que la sanción que tal forma de proceder les podría acarrear de ser llevados ante los Tribunales. Y eso siempre y cuando haya quienes se atrevan a cuestionarles y a enfrentarse a su enorme poder, porque no en vano, hace ya mucho tiempo que se convirtieron en el "Cuarto Poder" y con aspiraciones a convertirse en el primero, si es que no lo son ya. Así los espectadores creen elegir de qué fuente beber, sin darse cuenta muchas veces de cuán envenenados están los pozos.
Atrás quedó aquello que se vino en denominar “ética periodística”, con sus correlativos códigos deontológicos. Pues no es sólo que cada vez queden menos periodistas que se atrevan a enfrentarse a esa otra realidad o directamente a las mentiras, es que no parecen quedar periodistas cuyo único interés se base en que prevalezca la verdad. Más bien, a día de hoy, de haberlos, casi han de ser considerados “héroes mediáticos” de esta sociedad. Y también es verdad que estarán pero que pocos o casi ninguno veo.
Paradójicamente, lo llaman “LIBERTAD”: libertad de expresión, libertad de comunicación o libre mercado de las comunicaciones. Libertades que parece que interesa hacer creer que existen pero que en el fondo, tal vez no sea ni siquiera verdad.
Porque para nuestra existencia, al menos la cotidiana, esas supuestas libertades -como los supuestos derechos- no parecen seguir los mismos parámetros. Porque el Estado, a los ciudadanos de a pie que somos la mayoría, cada día las leyes parecen alejarnos más de la libertad, de la justicia social y de la igualdad.
Porque los Estados, ora con gobiernos de derechas, ora con gobiernos de izquierdas, no dejan de meter mano en todo lo relativo a lo colectivo e incluso a lo personal e individual. Eso sí, cada uno o en cada momento, en base a su propio interés, al que cuando interesa denominan general -aunque dependiendo de lo que interese, no pase de ser puramente coyuntural- y que a la larga, a unos y a otros de los que dirigen el cotarro, por una vía o por otra, no deja de reportarles pingues beneficios.
Sirvan como ejemplo determinados casos de la legislación, como la que nos obliga a usar el casco en la moto porque velan por nuestra seguridad -sin dejarnos ser responsables de nuestras propias vidas- mientras no prohiben que se practiquen deportes de riesgo, sino que al contrario, se lucran con ello, de la misma forma que subvencionan que un torero se ponga delante de un toro con un capote o hacen de los “Sanfermines” el icono televisivo de la fiesta nacional. O por poner otro ejemplo básico y elemental, permiten que las bicicletas circulen por carreteras asfaltadas, donde los vehículos circulan a mucha mayor velocidad, la mayoría retorcidas y con escasa visibilidad, eso sí, con casco, muchas veces con los resultados que de sobra conocemos. Otra cuestión a analizar, sería la criminalización de las protestas en base a otra supuesta seguridad o inseguridad, pero en ese tema, tampoco hoy voy a entrar.
Y obsérvese también como, de poco tiempo acá, la tendencia de los partidos, social-demócrata-liberales -que luego dicen que no son todos igual pero al menos no pueden negar que pactan sobre determinadas bases de igualdad-, desde lo público -porque el Estado representa lo público, se supone que para beneficio de todos- que detestan, critican y defenestran pero que se ofrecen a gestionar, están entregando la soberanía de la dignidad a lo privado, como si el Estado fuese una vulgar empresa defendiendo unos intereses que poco o nada tienen que ver con la realidad y las necesidades de la mayoría de la sociedad.
Y por supuesto que todo ello es legal y si no, se aprueban nuevas leyes para que lo sea aprovechando determinadas mayorías de corte electoral.
Que no digo yo que la mayoría no termine creyendo que todo esto es natural pero ¿no hay enormes contradicciones?.
Seguro que encontraríais miles de leyes -la mayoría de las cuales ni siquiera entendéis-, que sólo responden a intereses sectarios sin coherencia pero con utilidad. ¿Acaso no legislan la libre competencia para que, en teoría, no se cometan abusos, que se cometen porque, hecha la ley, hecha la trampa?, ¿Acaso no nos marcan, -al resto, a la mayoría, a la plebe- los caminos por los que podemos o tenemos que circular; dónde podemos comer; dónde podemos beber; cuando, y cómo nos podemos, o no, vestir; dónde podemos, o no, aparcar y cuanto tenemos que pagar por ello?. ¿Donde, cuantos y para qué nos podemos reunir? ¿Acaso no modifican diariamente la legislación para dar y quitar derechos o libertad?. ¿Acaso no podría o debería haber un organismo que velase por la verdad y condenase los palpables casos de manipulación por no decir la manipulación en todos los casos?. Y sí, en especial de los medios de comunicación, que no creo yo que sea censura sino responsabilidad social.
Claro que eso, no interesa. Claro que ahí, no interesa sancionar porque son las herramientas que les sirven para poder hacerse con el poder y convencer a la mayoría de lo que es o no natural.
Sin embargo, cuando se trata de los medios de manipulación, y en base a la libertad de expresión, apelan a nuestra inteligencia y a nuestro criterio para que entre tanta inmundicia, sepamos encontrar la verdad, salvo que directamente queramos creer que esa que ellos mayoritariamente muestran, es la verdad. Porque para esto, mucha veces, también se convierten en aliados: alidados en mostrar una misma o similar realidad: la que a los intereses de todos ellos interesa -valga la redundancia otra vez.
Por eso precisamente, creo que es importante la simpleza y mirar un poco hacia atrás para tomar algún punto de referencia medianamente objetivo.
Por eso intento pensar con sencillez y con sentido común, y cuando me siento atrapada entre tanta maraña legislativa y mediática, intento reducir todo a la mínima expresión y pienso, por ejemplo, en lo que es natural y en lo que es artificial y en cómo lo natural se convierte en artificial y lo artificial termina siendo lo natural.
Es natural entre mamíferos que los machos y las hembras estén preparados para la reproducción; y es natural que el varón fecunde a la hembra; que la hembra geste en su vientre un embrión; que este embrión, pasado un determinado plazo, esté preparado para desarrollar una vida independiente fuera del seno materno; que para su supervivencia temprana necesite alimento y protección en tanto en cuanto no pueda proporcionárselos por sí mismo.
Hasta ahí, creo yo, todo es natural y seguramente que donde acaba esta verdad fundamental, al tiempo que a la diversidad, se abren las puertas a la discrepancia y ahí donde hay discrepancia, muchas veces sin llegar ni tan siquiera al enfrentamiento, empieza a tomar partido la legislación. Y desde esta, se pasa a la manipulación a fin de convencer a la mayoría en el sentido en el que tal o cual grupo de presión o tal o cual partido político, pretende legislar: desde los derechos de los que aun no han llegado a nacer, pasando por determinadas maneras de agrupación familiar y terminando por determinados comportamientos que aunque pudieran ser naturales, difieren de la normalidad y se pueden dejar dentro o fuera de la legalidad, dependiendo de la ideología que defienda el gobierno de turno -que la mayoría de las veces, ni siquiera el cuerpo general de quienes les alzaron al poder-. Y mientras unos están por legalizar, otros están justamente, en el otro lado del rin, por la opción de prohibir una misma realidad.
Así mismo, es natural que no todos los seres vivos concebidos nazcan y que si lo hacen, todos nazcan desnudos, con especial consideración a la especie de los humanos que es la que más conozco sin haber tenido que estudiar; es natural que unos sobrevivan y otros no; que unos vivan más o menos tiempo; que unos puedan reproducirse y otros no; que sólo las hembras puedan gestar; que sólo los machos puedan fecundar; que la vida empiece para todos con el nacimiento y termine para todos con la muerte. Eso también es todo natural, creo yo. Tan sólo las circunstancias ajenas a la propia vida y al hecho del nacimiento en sí, hacen que todo esto pueda ser muy diferente e incluso muy injusto y desigual, probablemente, mucho de ello, también, de manos de la legislación. De hecho, algunos pueden ser Jefes de Estado por razón de nacimiento, ¡no te digo más!
También es natural que unos seres vivos sean más fuertes y otros más débiles y también es natural que muchas especies, con el fin de aumentar sus posibilidades de supervivencia, trabajen en comunidad e incluso puede que algunas sobrevivan a base de comerse a otras especies diferentes y, en algunas concretas especies, puede hasta darse la circunstancia de que, por sobrevivir, se coman a individuos de su misma especie e incluso que los propios progenitores se coman o maten a sus crías, que de todo he visto y no precisamente en un documental.
Me educaron en una época en la que pocas cosas se podían cuestionar, no como ahora, esa es la verdad.
Y crecí creyendo que había que creer en Dios por el mero hecho de existir -de existir yo, no Él-. Me educaron creyendo en que sólo había un Dios verdadero que había creado el mundo a base de magia y que todos descendíamos de Adán y Eva y, por supuesto, Eva, de la costilla de Adán -en lo de la manzana, mejor no entrar porque igual me enciendo-.
Puede que a los más jóvenes os sorprenda, pero esto era así y en las clases de religión, no se podía cuestionar ni siquiera que eso fuese contradictorio con la teoría de la evolución de Darwin, al menos donde yo crecí y en los centros en que me eduqué, que no eran precisamente de monjas. En el mejor de los casos, el castigo por no creer o incluso por dudar o hacer dudar a los demás, era el infierno pero, en el peor de los casos, había otros muchos castigos, amen del rechazo social; desde la familia a la escuela, castigos que en ocasiones pasaban incluso por el maltrato físico. No fue mi caso, “gracias a dios”. Esa teórica verdad, indudablemente, a la Iglesia le otorgaba mucho poder.
También me educaron creyendo que lo que diferenciaba al ser humano del resto de los animales era que nosotros teníamos inteligencia y, por tanto, capacidad de raciocinio mientras que los animales no. ¡Ni que decir tiene sentimientos!. A base de estudiar, y de mano de la ciencia, parecían haber llegado a la conclusión de que esto era así porque el hombre era el único ser vivo capaz de utilizar herramientas, mientras que el resto de los animales, todo lo que eran capaces de hacer para para vivir y sobrevivir, les venía dado por el instinto, por ese instinto animal. Eso, indudablemente, al hombre le otorgaba mucho poder.
Sin embargo, tan pronto determinados científicos empezaron a observar el comportamiento de muchas especies animales, fueron cambiando sus teorías y empezaron a reconocer que la inteligencia, en mayor o menor grado, no era exclusiva de los seres humanos, como tampoco lo era utilizar herramientas y supongo que muchas otras cosas más. Y por ese camino parece que seguimos avanzando. De hecho, ahora veo algunos documentales sobre seres vivos en la televisión y me quedo alucinada porque, no sólo hemos constatado que al menos algunos animales piensan y sienten sino que ahora, los entendidos en la materia o los que se sirven de los medios de comunicación, parecen también saber qué es lo que piensan y ¡ya el colmo! qué es lo que sienten, ¡que ya es saber!.
Lo cierto es que me parece muy triste a lo que ha quedado reducida toda aquella verdad religiosa y científica que me hicieron aprender. Y eso a sabiendas de que seguro que también, a día de hoy, seguirá habiendo defensores en uno y otro campo, de esos o similares postulados, tal vez porque se quedaron en aquel aprendizaje y no quisieron seguir aprendiendo, quizá porque no han querido ver o reconocer ninguna otra verdad. De la geografía y de la Historia, al menos de la de España, mejor tampoco hablamos, ni de las lenguas, claro está.
Y tal vez sus acólitos, seguidores de aquellos mismos que se creían entonces en posesión de la verdad, se siguen creyendo, ahora también, poseedores de la misma. Eso sí, con nuevos dogmas o con otras nuevas, mucho más evolucionadas y complicadas teorías, que tal vez, muchas de ellas no pasen de ser eso, teorías nada más, que mañana podrían acabar resultando mentira, en tanto en cuanto lleguen otros que demuestren que no eran verdad. Y algo similar pasa con el resto de las disciplinas, incluidas la Historia y la Política, probablemente, por muy diferentes que ahora sean de la realidad en la que yo crecí y las verdades que estudié
Sé y asumo que muchos estudiosos de las diferentes materias, me tratarán de estúpida y posibilidades hay de que lo sea.
Pero lo que realmente me importa es en qué lugar nos deja todo esto ahora a los seres humanos. Francamente, creo que bastante mal.
Hemos construido un mundo en el que hemos sometido a todas las especies a nuestra necesidad, cuando no a nuestro capricho. Matamos por placer, no sólo para sobrevivir; matamos a los de nuestra propia especie, algunos incluso a sus propias crías. No nos organizamos para mejorar nuestra convivencia y nuestra supervivencia sino para intentar vivir de la forma más cómoda -o incómoda- posible, rodeados de cosas que no necesitamos, de nuevos artilugios que nos trae un progreso que no tiene fin, de entretenimientos en los que, en el mejor de los casos, solo somos meros espectadores y, en el peor de ellos, más que jugadores o participantes, somos competidores pues parece cada día más que la clave del éxito no está en ser bueno, sino que tan sólo importa y sirve ser el mejor.
Y ahora ha llegado el momento en que estamos utilizando las leyes, artificiales, para negarnos unos a otros la libertad; para negarnos unos a otros, dependiendo quien ostente el poder, la propia dignidad; para que el sometimiento y las injusticias sean legales; para que el respeto deje lugar a la sanción; para que siempre gane el que consiga aglutinar mayor poder económico, por encima de los valores, de los sentimientos, de los propios instintos y por encima de lo que es natural: la igualdad con la que venimos todos a esta vida, desnudos y sin más bienes ni derechos que los que las leyes consideren que, en cada país o en cada lugar, digan que nos corresponden, o no. O eso creo yo.
Ahora podemos hacer bebés en probetas; podemos ir a la luna; podemos viajar miles de kilómetros en un avión o en un cohete espacial; podemos utilizar drones, robots; podemos comunicarnos desde cualquier parte del mundo en fracciones de segundo; podemos hacer estallar el planeta con apretar tan sólo un botón.
Y sin embargo, parecemos no haber aprendido nada y sólo parecemos haber sido capaces de demostrar que nuestra supuesta inteligencia, sólo nos ha servido para ser, la mayoría, cada día más esclavos, cada día más egoístas, más individualistas y para estar cada día más ciegos y más sordos ante la realidad.
Y lo peor de todo, es que todo nos parece natural.
Y sí, tenemos inteligencia y criterio pero muchas veces nos resulta insuficiente porque ni podemos ser especialistas en todas las materias ni tampoco en todas las disciplinas. Mucho menos aun en la jurídica que es la que mayoritariamente dirige nuestra vida en sociedad, porque ni siquiera las leyes están hechas para que las entendamos y, por tanto, todos y cada uno de nosotros, de los que no tenemos una gran formación, no tenemos la más mínima oportunidad. Y por tanto, apelar a eso en vez de imponer y exigir transparencia y veracidad, al menos a los políticos y a los medios de comunicación, creo que a la mayoría, nos crea una gran indefensión. Máxime cuando luego, en las urnas, tenemos que elegir la opción que hará las políticas que consideramos las mejores para beneficio de la mayoría -o al menos los que creemos votar con conciencia- y a sabiendas de que serán esos, a quienes elijamos, quienes decidan lo que podremos o no podremos hacer o tener, para vivir o sobrevivir, así como el precio que, por unas normas u otras, habremos de pagar por ello.
A veces, teorías “conspiranoides” aparte, creo que nada de todo lo que pasa en cada parte del mundo, ocurre por casualidad sino porque interesa que pase o que se crea que pasa. No me preguntéis a quienes beneficia, porque aunque lo intuyo, no lo sé, pero probablemente en ello, tengan precisamente mucho que ver esos medios de comunicación que están en manos de quienes tienen unos intereses económicos a los que solo servimos si nos pueden manipular y guiar hacia donde les interesa. 
Y también creo que la mayor parte de las legislaciones nacionales e internacionales, como la mayor parte de la instituciones, nacionales e internacionales también, sólo forman parte de un infame teatro y sirven a determinados intereses y no a la humanidad en general, cuando no quedan simplemente en papel mojado.
Yo no le voy a decir a nadie lo que tiene que ver, creer como tampoco a quien tiene que votar pero si considero mi responsabilidad advertir a cuantos pueda, de que hay que tener mucho cuidado con las leyes que se aprueban sin cesar, a “diestra” y a “siniestra” cómo si fueran la panacea de la justicia en esta sociedad. Y no digo con esto que no haya conductas que merezcan la reprobación de toda la sociedad y que a veces, al menos algunas que tienen mucho que ver con las élites de poder, no estén más bien generosamente penadas o ni penadas siquiera. Y sin poder obviar que la supuesta justicia poco parece poder hacer ante el poder del dinero -redundando otra vez-.
Lo sí que digo es que creo que mientras que las leyes se utilicen como herramientas de determinados poderes y no con la intención de hacer cada día un mundo más humano en su más humana dimensión; mientras que no se utilicen como herramientas para la convivencia, con base en el respeto y en la dignidad de todos, animales o no; mientras que la mayoría no entendamos cual es el fin que la humanidad quiere conseguir o, al menos, cual es el fin que como ser humano que eres, quieres tú; todos y cada uno de nosotros -lo queramos o no- quedaremos sometidos a ellas sin que sirvan a la verdadera justicia y al verdadero y necesario derecho a la igualdad, al menos de oportunidades que cada nuevo ser que llega a este mundo merece y que, más tarde o más pronto, unas u otras, o unas y otras, se volverán contra la mayoría de nosotros.
Y para que las leyes sirvan a ese otro fin, tenemos que decidirlas nosotros, todos, desde el respeto y el diálogo. Y para eso, no creo que baste con delegar, sino que más bien creo que todos y cada uno de nosotros, debemos tomar postura.
Por favor, ¡HABLA! Y ¡ACTÚA! Pero también, ¡PIENSA POR TÍ MISMO AUNQUE TE EQUIVOQUES!.
Sólo me resta por decir que no soy Matusalem sino que nací en el año 1966.



domingo, 15 de junio de 2014

CONSTRUIR FUTURO

Me siento a escribir y me parece mentira que sólo haya pasado una semana desde mi último post. 
Parece que hubiese pasado toda una legislatura o, si me apuras, todo un reinado. Y es que, no se había hablado tanto de democracia ni de Constitución en este país, seguramente, desde el consenso que diseñó para todos -presentes entonces y futuros, que somos los presentes de hoy- una herramienta para la convivencia.
Afortunadamente, después de las reticencias iniciales -necesarias para consumar la express abdicación y coronación- se habla de República, de referéndum y de reforma de la Constitución, que ya es algo. A veces, ¡hasta parece dar la impresión de que estuvieran la mayoría de acuerdo en las cosas más básicas!.
Sin embargo, en este país, esto -como casi todo-, a buen seguro no es una realidad sino, sencilla y llanamente, una cortina de humo más para tener entretenidos a los ciudadanos -en el caso o para los casos en que el fútbol, el cine, la música, la televisión o la propaganda, no den los resultados esperados- mientras diseñan en secreto desde la Unión Europea, tratados internacionales con Estados Unidos o leyes que nos conducirán a una mayor desigualdad y a la, aun más miserable, miseria.
Porque, qué en España hay mucha miseria y qué, en España y en Europa, hay mucho miserable, eso, ya no se le escapa a casi nadie.
Me fastidia tener que hablar de política, esa es la verdad pero -quieras o no quieras; pienses lo que pienses; desees lo que desees; incluso aunque digas que pasas- la política siempre está ahí, como problema o como solución, sobrevolando por encima de nuestras cabezas. Porque, no en vano, de la Política -o de los políticos- salen los representantes en los Parlamentos y de éstos -y de los Gobiernos nacidos de éstos- las leyes que -queramos o no, nos gusten o no- deciden nuestros destinos y trazan los caminos por los que podemos o no transitar, así como las consecuencias que salirse de las sendas marcadas, nos puede acarrear en forma de sanciones -pecuniarias o, en su más alto grado, mediante privación de la libertad-, de las que, últimamente, tampoco se están quedando mancos en legislar. No tanto ni tan grave para determinadas cuentas corrientes, pero sí para los más humildes.
En este país somos 40 millones de personas. Muy difícil poder ponernos de acuerdo y que pueda llover a gusto de todos, esa es la verdad, pero más difícil aun nos lo ponemos nosotros mismos cuando, desde distintos ángulos de la sociedad, nos dedicamos a destruir al oponente -el que piensa o dice pensar distinto que yo o el que tiene un estatus más o menos miserable que yo- en vez de a construir, sobre los puntos de encuentro, una solución válida para todos los “teóricos extremos”. Y digo “extremos” y “teóricos” porque eso parece que les interesa mucho que parezca, por aquello del divide y vencerás.
¿Qué es lo que creo que está pasando en España a nivel político y a nivel social? Pues creo que hay dos realidades que aparecen como paralelas cuando, realmente, no lo son. ¿Y por qué creo que está pasando esto? Pues, sencilla y llanamente, porque hace demasiados años ya que los políticos españoles se han distanciado de la sociedad y que sí parecen caminar en paralelo y a kilómetros -por no decir a años luz- de ella; eso sí, con la connivencia de la mayoría de los ciudadanos a los que parece que "se la trae al fresco”.
Al menos, esto es lo que da la sensación que sucede con los que ocupan los escaños en el más alto Parlamento de la Nación y que, mal que nos pese a los 40 millones -o a los poco más de la mitad que votamos-, tienen el más alto poder constitucional de representación. Y aun cuando muchas veces no nos sintamos representados en ellos y, por tanto, no entendamos muy bien de qué forma nos representan. Desde luego que últimamente, como trabajadores que la mayoría somos, está claro que no.
Falta democracia. Falta querer acercar a la ciudadanía su poder de decisión y de elección y sin esa intención, la soberanía no deja de ser papel mojado.
Y sin embargo, parecemos obviar que esta Nación, que constitucionalmente solo es una, está formada por muchos seres individuales que conviven y convergen en muchos territorios, territorios que a su vez lo hacen en otros más grandes hasta llegar a ella, e incluso desde ésta al continente y desde el continente, al mundo.
Yo creo que el problema en este país, y supongo que en muchísimos otros países más, es que ni la política ni la democracia ni por tanto la sociedad, se construyen desde abajo hacia arriba sino que se construyen más bien, justo al contrario.
Y, concretamente en España, era muy difícil construir sobre la base de una Constitución que fue promulgada hace 36 años, partiendo de “una, grande y libre” y en un momento histórico en el que todo el poder y el dinero, acumulado durante muchos más años atrás, se concentraba en un Estado centralizado y totalitario, durante cuya vigencia, a los ciudadanos de a pie, sólo se les había permitido acatar y callar.
Sin embargo, con sus defectos, probablemente -muchos no- muchísimos, nos dotaron de una herramienta que tal vez, y sólo digo tal vez, es precisamente la que ahora, a la mayoría, por muchos y variados motivos, nos impide avanzar.
Porque, en aquel año 78 del siglo pasado, había voces que reclamaban autonomías e independencia y así se hizo constar en la Constitución pero fue su desarrollo, supuestamente constitucional, el que diseñó un sistema de autonomías que, o yo soy muy ignorante o muy inocente -o las dos cosas- o nadie entonces podía ni imaginar. Algo similar sucedió con la “teórica” división de poderes.
Personalmente, tengo la impresión de que pesó más la posibilidad de que quienes se dedicaban a la política encontrasen asientos y escaños en los que asentar su culo y acomodarse como profesionales, que el afán por lograr un verdadero, útil y coherente Estado en el que las autonomías hubieran de converger. Y algo parecido ocurrió con los municipios y con la autonomía municipal, mal entendida, creo yo, de la que los partidos políticos, hicieron también sus feudos.
Recuerdo -siendo niña o muy joven, cuando empezó todo este fenómeno electoralista- aquellas campañas que duraban no sé si meses, pero desde luego que mucho más que semanas; con sus miles de panfletos sepultando el asfalto -e incluso la tierra de las muchas calles aun sin asfaltar-; cientos de millones de rostros empapelando las paredes; altavoces sobre los coches, empapelados también, aclamando a unos partidos cuyos himnos, se convirtieron en la banda sonora de la llegada de la democracia.
Y recuerdo como en Soria, por ejemplo, los partidos políticos recorrían los pueblos en busca de la afiliación a sus listas del candidato a alcalde de turno, muchos de ellos sencillos agricultores sin ninguna filiación ideológica sino, a lo sumo, una vaga posición respecto a su sentir de lo que fue y a lo que condujo aquella cruenta guerra civil y del desarrollo de la posterior dictadura. Gente rural que en su mayoría, no tenían otro interés que gestionar los problemas comunes -la mayoría sin cobrar- y que por aquel entonces se llamaban independientes. Y les afiliaban o les anotaban en las listas de uno de aquellos partidos mayoritarios que optaban a hacerse con el máximo poder, entonces, tal vez, la máxima fuerza.
Mal empezaba pues la cosa, ya que aquellas filiaciones acabaron por socavar, no sólo la independencia, sino también la expresión popular que empezó a ser la voz de aquellos partidos y no de aquellos ciudadanos.
Y así ha resultado ser, visto que, actualmente, al menos en el Congreso, dos de esos partidos mayoritarios -uno, con las mismas, y otro, con distintas siglas pero el mismo origen- cuentan aproximadamente con un 80% de los escaños -en base a una ley electoral mas que cuestionable- y por la confianza puntual de un tanto por ciento de ciudadanos que en aquellas últimas elecciones, decidieron que valía la pena votar. Ello les confiere la legitimidad de decidir, a su conveniencia, sobre las vidas de los 40 millones de personas que habitamos este país
Para más escarnio, a día de hoy, las voces de la austeridad pretenden restar todavía más de ese, de por sí escaso protagonismo, y reducir la autonomía municipal y regional a meras oficinas de gestión local -salvo en lo que a estatus político e institucional se refiere, claro está, o esa es la impresión que tengo yo-,en un proceso de centralización o globalización política y económica, que pronto, de seguir en el poder quienes están y de seguir entregando soberanía a Europa, poco o nada tendrá que envidiar al más puro centralismo de las dictaduras.
Eso sí, previo paso por las urnas, ¡menos mal!. Y menos mal que los medios de manipulación juegan también su papel para que todo parezca lo que tiene que parecer, porque de lo contrario, a lo mejor nos daríamos cuenta de muchas cosas y no les resultaría tan sencillo hacernos asumir que la mayoría de las atrocidades que diseñan y perpetran, tienen su base en la justicia, en la democracia, en la igualdad y en la libertad.
Porque yo creo -y sólo es, como siempre, una opinión- que las estructuras se deben construir desde la base y que es así, y sólo así, desde una base fuerte y firme, hacia arriba, como la estructura constitucional se debió construir.
En España, tal vez, y digo sólo tal vez, la democracia y la nueva legislación, se construyó justo al revés.
Creo que desde un Estado central, se empezaron a repartir a diestro y siniestro competencias -con sus correspondientes dotaciones económicas- como si de un pastel se tratara y desde los estamentos políticos, que no tanto desde los sociales -salvo en la parte sindical que poco tiene que envidiar a estos efectos a la clase política- todos empezaron como locos a reclamar su parte del pastel, no fuera a ser -y tal vez así hubiera sido- que los que no lo hicieran, se quedasen sin nada.
Y todo ello fue sucediendo bajo el auspicio y la subvención de los grandes empresarios, los grandes capitales, las grandes fortunas y como no, la Banca, que parecían tener claro que hipotecándoles o comprándoles primero a ellos -a los políticos, a los partidos y a los sindicatos- luego a nosotros mismos, obtendrían, más pronto que tarde, su trozo del pastel, -a decir verdad, probablemente el más grande- como así parece haber sucedido también.
Llamadme simple o loca, que a buen seguro, con las dos definiciones en algo habréis de acertar, pero yo creo que, para nuestro bien, se debió hacer justo al revés; desde la cercanía y la proximidad de los barrios, de los municipios, de las provincias, de las regiones o de las comunidades que se convirtieron en autónomas, hacia el Estado Central.
Porque, ¿quien más autorizado para conocer los problemas de una determinada sociedad que su más directa entidad social o local que los agrupa a todos y a cada uno de ellos y donde todavía los ciudadanos son personas y no cifras? ¿Y quienes mejores conocedores de las personas que se presentan para ser elegidos que sus propios vecinos o sus propios asociados por intereses comunes?
Por sus actos los conoceréis, más que por las ideologías que propugnen los partidos políticos a los que han de pertenecer y de hecho pertenecen. ¿De verdad pensáis que con este sistema electoral y de representación, con estas estructuras de partidos, votamos personas? Yo creo que no, que lo que votamos son intereses y, visto lo visto, también creo, que no precisamente los nuestros.
Ya sé que a esos partidos políticos, otra forma de hacer política no les interesa y que disfrazarán de democracia, de constitucionalidad y de legalidad lo creíble y lo increíble -así como trataran de emponzoñar a quienes propongan alternativas como sé también que algunas de esas alternativas sólo buscarán su trozo de pastel- y harán lo que haga falta con tal de mantener el actual, su actual estatus, pero creo también, que ya va siendo hora de que los ciudadanos de a pie empecemos a darnos cuenta de cómo nos utilizan para sus fines en vez de preocuparse de resolver nuestros problemas.
Por eso creo que es ahí donde tenemos que hacer hincapié socialmente. Primero en hacernos visibles en nuestros círculos más próximos y en esa esfera de poder en la que sí es más fácil participar; donde si se puede contar a la mayoría; donde se puede valorar la proporción de los que protestan y entender por qué y para qué lo hacen; saber quienes son los que utilizan la fuerza; distinguir a quienes se aprovechan, a quienes mienten, a quienes roban; conocer a los que sufren las políticas que les son ajenas pero les conducen a la miseria; destituir a los que hacen mal su trabajo aunque se les haya elegido, en teoría para cuatro años, pero que podrían ser más o ser menos.
Y creo que deberíamos agruparnos desde abajo hacia arriba, eligiendo a quienes nos representen para que éstos negocien con los que representan a los vecinos del pueblo de al lado y llegar a acuerdos que beneficien a los dos pueblos, a la comarca, a la provincia, a la comunidad autónoma y a la ciudadanía de toda la nación; un poco más lejos de las ideologías y un poco más cerca de las necesidades reales.
Ya sé que puede ser muy simple, o tal vez ser muy complicado pero, a veces, creo que, si eligiésemos representantes en las comunidades de vecinos, en los barrios, en los municipios, y si los representantes locales elegidos, eligiesen a su vez de entre ellos a los provinciales; entre los provinciales a los autonómicos; entre los autonómicos a los del Congreso y desde el Congreso a los europeos, sobrarían la mitad de representantes y estaríamos mucho mejor representados que eligiendo a personas que no conocemos de nada y que otros han decidido que debían, por los motivos políticos o por los intereses que sean, estar ahí.
De esta forma, estaríamos representados por personas a las que exigir una responsabilidad en cadena hasta llegar incluso a la Jefatura del Estado. Y así, no estaríamos eligiendo -ahora para las europeas, ahora para las autonómicas ahora para las locales- lo contrario que en su día votamos para las generales porque aquello que en su día votamos, a pesar del incumplimiento o la decepción, no lo podemos ya corregir; porque, aunque así tampoco podemos corregirlo, al menos lo intentamos creyendo que lo tienen en cuenta cuando en realidad ni siquiera es así; cuando lo que en realidad hacemos, es dividir y confundir todavía más los teóricos designios y las teóricas esferas de la representación y del poder.
Y desde luego que nos ahorraríamos mucho dinero en elecciones, en dietas, en gastos de representación, en Parlamentos y en Instituciones que, a la postre, a través de los que los/las componen y ostentan por ello no pocos privilegios, están más preocupadas en mirarse su propio ombligo, que en actuar para encontrar las soluciones que cada grupo social y cada zona particular, necesita para vivir con dignidad.
Y sí, los habríamos elegido nosotros, aunque es claro que habría que idear un nuevo sistema de proporcionalidad y justicia en la representación, en la contribución, en la remuneración y tal vez también en la forma en que los proyectos y las propuestas se pudiesen llevar a efecto cuando en cada uno de los distintos estamentos, se tratase de trabajar para el beneficio de todos.
Tal vez es ciencia ficción o tal vez no. Y tal vez los haya más entendidos y preparados que yo para idear ese sistema de la misma forma que un día alguien, igual también con buena intención, ideó el que ahora nos asiste y que parece no estar dando muy buenos resultados, al menos para el común de la ciudadanía española.
El respeto, la responsabilidad, la solidaridad y un reparto justo del trabajo; de los medios de producción; de los beneficios; en definitiva, de la capacidad para generar la riqueza, debería hacer el resto para que desde la conciencia social y la independencia y la libertad personal, construyésemos la convivencia y diseñásemos el modelo institucional que necesitamos, en base a nuestras peculiares características como pueblo rico en diversidad que somos.
Y también deberíamos construir nuestro futuro desde la verdad y desde la información a los ciudadanos para hacer buen uso de su soberanía y de sus decisiones responsables y no como, nos guste o no, se hace en la actualidad, desde la mentira y desde la interesada manipulación.
Y claro, en buena lógica, ese modelo desde la base y desde la verdadera realidad social, nos conduciría a construir igualmente el modelo económico que necesitamos y cada día con más urgencia.
Porque la deriva a la que nos ha arrastrado esta global ingeniería económica reciente, nos ha sumido en un 25 % de un paro que nos conduce a la autodestrucción; en el dolor de que el 60% de nuestros jóvenes ni tengan presente ni tengan futuro en España; en la injusticia de que un 28% de las familias esté en el umbral de la pobreza; en la vergüenza de que nuestros niños y nuestros ancianos tengan que vivir de la caridad o mantener, éstos últimos, con sus mayoritariamente miserables pensiones -los que las tienen aun- a las generaciones que deberían estar trabajando para que ellos pudieran cobrarlas y disfrutar del merecido descanso con dignidad.
Podría repetir una a una todas las barbaridades que están sufriendo muchos de nuestros conciudadanos pero sería redundar porque muchos de vosotros, de sobra las conocéis ya aunque parezca que la mayoría, prefiera vivir todavía ignorándolas como si no fueran con ellos, o admirando a sus responsables, con la necia y egoísta aspiración, de llegar a ser un día como uno ellos, como los malnacidos que están acaparando la mayor parte de la riqueza mundial y expulsando -cuando no matando- a millones de ciudadanos de la sociedad.
Pensad qué podemos hacer porque nos jugamos mucho. Porque hablamos de nuestro futuro, del futuro de todos y cada uno de nosotros que por desgracia, y me duele decirlo, con sus tratados, consensos, mangoneos, corrupciones y con el elitista estatus de la casi “noble”, múltiple y variada, clase política actual, a los que aspiramos a vivir de nuestro trabajo, el futuro se nos pone cada día más negro.
Y dicho esto, ahora podéis ponerme el color que queráis, filiarme a las siglas que queráis o adjudicarme la ideología que os parezca más conveniente, si es que os parece conveniente.
Yo seguiré pensando que soy una persona libre, con libertad de pensamiento y de sentimiento. Una más, sin más, con voluntad de aportar pero aun más de concienciar y motivar, para que a esta sociedad, que es de todos, aportemos todos.



domingo, 8 de junio de 2014

ME TIRAN DE LA LENGUA

La verdad es que no pensaba hacer un post sobre el actual debate entre Monarquía y República pero al final, de tanto oír hablar de lo uno y de lo otro, de ver tanta propaganda monárquica y de observar la “realidad” que cuentan los medios, acaban consiguiendo tirarle a una de la lengua.
A estas alturas, y a la vista de los argumentos para negar la evidencia -o lo que a mi me parece evidente- que esgrime la mayoría de la clase política que se sienta a día de hoy en nuestro Parlamento y en nuestras tertulias , ya no sé ni si he entendido en qué consiste una república, ni tampoco cuándo y cómo puede convocarse un referéndum.
Respecto a lo del referéndum, la verdad es que estoy todavía por saber a qué sentencia se refieren cuando dicen cuál es el procedimiento que hay que seguir pero respecto a lo de la forma política del Estado, según mi humilde entender, en términos generales y sin entran en modelos, se resume así:
  • En el caso de una República Democrática, el acceso a la Jefatura del Estado se produce a través de las urnas mediante el ejercicio de sufragio del pueblo, titular de la soberanía, pudiendo optar a ocupar el cargo cualquier ciudadano en condiciones de igualdad, sin discriminación alguna. El Jefe del Estado ocupa el cargo para el que ha sido elegido durante un determinado periodo de tiempo al final del cual, en el caso de querer volver a salir elegido, habrá de someterse de nuevo a la voluntad del pueblo que podrá ratificarle su confianza o por el contrario, elegir a otro que también opte y que los ciudadanos consideren que puede hacerlo mejor.
  • En el caso de la Monarquía -parlamentaria o no- el acceso a la Jefatura del Estado se produce por razón de nacimiento a través de la sucesión -independientemente del mérito o la capacidad- en la persona del legítimo heredero -en el caso español, además, con el agravante de preferencia del varón a la mujer-. El rey ocupa la Jefatura del Estado con carácter vitalicio, siendo inviolable y no estando sujeto a responsabilidad. A esto es a lo que le llaman estabilidad, aunque a mi entender -confiera estabilidad o no- rompe por completo el carácter democrático y los principios de igualdad y de no discriminación.
No obstante reproduzco los artículos de nuestra Constitución, -escrita, afortunadamente, porque a veces oyendo las interpretaciones que hacen los políticos, los abogados e incluso los tribunales superiores merced a su superior potestad de interpretación, parece que algunos nos la inventamos- y añado, entre paréntesis, algunas apreciaciones personales.
Art. 1
  1. España se constituye en un Estado social y democrático de Derecho que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico, la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político. (Podía haberse encabezado con: con excepción de lo dispuesto en el Título II que regula la Monarquía pero hubiera quedado un poco mal).
  2. La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado.
  3. La forma política del Estado español es la Monarquía Parlamentaria (bien pudo haberse escrito la República Democrática, República Federal o cualquier otra forma de forma política, creo yo).
Art. 14
Los españoles son iguales ante la ley (¿ante todas las leyes pero no ante la Constitución que es la Ley Fundamental a la que se supedita todo el ordenamiento jurídico?), sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social. (Lo normal sería que si los miembros de la familia real son españoles, estuvieran incluidos también pues no admite discriminación alguna, pero, curiosamente no. Y en lo que afecta a la propia Institución de la Corona, y por tanto a la Jefatura del Estado, sucede justo al revés, que los que estamos excluidos, y por tanto discriminados, somos todos menos uno, con su consiguiente raza, sexo (y si me apuras, hasta religión).
Art. 57
  1. La Corona de España es hereditaria en los sucesores de S.M. Don Juan Carlos I de Borbón, legítimo heredero de la dinastía histórica. La sucesión en el trono seguirá el orden regular de primogenitura y representación, siendo preferida siempre la línea anterior a las posteriores; en la misma línea el grado más próximo al más remoto; en el mismo grado, el varón a la mujer, y en el mismo sexo, la persona de más edad a la de menos.
Las razones por las que la Constitución Española fue redactada en esos términos, tampoco las tengo claras ya, porque muchas de las explicaciones que había oído y leído antes de que el rey presentase su renuncia, hoy suenan a ciencia ficción.
Supongo que tendrá que ver con el famoso consenso, aunque a mi me de la impresión de que parece que empezaron redactando un buen modelo pero que en ese modelo metieron al final, "a capón", el Título II (democracia e igualdad sí pero no sin el rey ni sin privilegios para él y para sus descendientes), como consecuencia del artículo 1.3 (que supongo legitima la excepción).
De cualquier manera, uno y otro sitúan al Monarca y a la Monarquía por encima, no solo de todos los españoles, sino incluso de los propios valores Constitucionales y del resto de las instituciones, por no decir del bien y del mal -por más que sus actos políticos hayan de estar siempre refrendados-. Y si eso no es darle poder a una persona y a una Institución, “¡que venga Dios y lo vea!”, campechano o no, y haya desempeñado bien su cargo o no. Personalmente me parece, como poco, incoherente y contradictorio, por no decir antidemocrático, injusto o absurdo, pero he de reconocer que no soy jurista y que la mayoría de estos en España, lo ha integrado muy bien. Y digo también lo de que parece que ese artículo lo introdujeron a capón, porque el resto del articulado parece bastante, cuando menos, justo y coherente, al menos como base.
El caso es que así se diseñó, así se asumió, así se ha seguido interpretando, así parece haber funcionado y así sigue desde entonces “el capón”, pues parece ser también, que no ha habido lugar -por parte de ninguno de los gobiernos del PSOE ni del PP durante todos estos largos años y largas legislaturas- a la iniciativa de "consensuarse" -como sí han hecho en otras ocasiones- para reparar, cuando menos, el agravio al sexo femenino y ni tan siquiera para desarrollar lo mínimo que deberían haber desarrollado: la forma en que, de producirse, se llevaría a efecto la abdicación del rey. Así que, claro, les ha pillado por sorpresa y ahora todo son prisas. Y menos mal que la sorpresa no fue ningún inoportuno varón.
Afortunadamente, para reparar estas nimiedades y otras varias también de base constitucional, existe algo así como el consenso o el pacto de Estado que en España, al menos en nuestra historia más reciente, se ha reducido a que los dos partidos mayoritarios se ponen de acuerdo para lo que ellos entienden que son asuntos de Estado o institucionales.
Y eso sí, claro está, siempre de espaldas a la ciudadanía que les vota, y, por supuesto, sin voluntad política de consultar en referéndum como sugiere, en lo que parece la voluntad de dar una cierta participación a los titulares de la soberanía, el artículo 92.1 (“Las decisiones políticas de especial trascendencia podrán ser sometidas a referéndum consultivo de todos los ciudadanos”). ¡¡¡No vaya a ser que la mayoría de ellos opine otra cosa, pobres ignorantes!!!, sobre todo si no hemos hecho antes una buena campaña de lavado de cerebro general.
A una le da por pensar que si algunos hubieran redactado hoy la Constitución, igual se les hubiera ocurrido pensar en borrar el punto 2 del artículo 1 (arriba citado) y así evitarse muchos problemas a la hora de decidir lo que nos conviene -aunque la verdad es que a efectos prácticos, últimamente -por consenso, por utilidad o por estabilidad-, lo cierto es que en muchos aspectos, pareciera estar tácitamente derogado y que estas formas de proceder se asemejasen mas al “Despotismo Ilustrado”, que a la democracia-.
¡Porque esa es otra!, ¡Qué desde la renuncia del rey, más parece que la ley suprema de nuestro ordenamiento fuese “el consenso del 77” y no “la Constitución del 78”!. Debe ser porque la Constitución del 78 incluye en su propio articulado los procedimientos para su reforma y en cambio el consenso, no.
Y sin embargo, parecen haber olvidado o no interesarles recordar, en qué contexto se llevó a efecto aquel famoso consenso de hace 37 años que aun hoy, algunos, pretenden que siga vigente:
  • Al finalizar un periodo de 40 años de dictadura y como consecuencia de la muerte natural de un dictador que se había alzado con el poder tras un alzamiento que provocó una guerra civil que acabó con un Estado democrático (República).
  • Tras dos años de Monarquía Absoluta de Don Juan Carlos de Borbón a quien Franco había designado su heredero (en este caso, no por la vía de la sangre sino por la misma vía por la que había hecho todo durante los casi 40 años que duró su dictadura).
  • En un momento de profunda crisis económica en el que el país se veía azotado por el terrorismo y la amenaza de un nuevo golpe de Estado que podría haber dado al traste de nuevo con la democracia, por otra parte, y a esas alturas de la historia, más que desarrollada en la mayoría de los países de Europa, esa Europa de la que pretendían -y poco tardaron en lograr- que formásemos parte (dudo yo mucho que hubieran aceptado una monarquía absolutista ni nada similar).
  • Durante el primer gobierno salido de las urnas en el recién inaugurado proceso de la transición que, como resultado de una amplia presencia del ansiado pluralismo político, carecía -sin determinados apoyos- de la capacidad de sacar adelante ninguna de las necesarias reformas.
  • Y que fue, además, precedido de unos Pactos, los Pactos de la Moncloa, de carácter económico, social, jurídico y político, en los que se tuvo en consideración a las asociaciones empresariales (que ahora van directamente a negociar de la mano del rey), a los sindicatos (hoy ignorados y ninguneados cuando no vilipendiados). Y que dichos Pactos fueron firmados por la Unión de Centro Democrático de Izquierdas (entonces al frente del gobierno y hoy desaparecida), Partido Nacionalista Vasco y Convergencia y Unión (hoy a la búsqueda de la independencia del Estado Español), , el Partido Socialista Popular (hoy desaparecido), Convergencia socialista de Cataluña (hoy desaparecida), el Partido Comunista (hoy un grupúsculo más en Izquierda Plural) Alianza Popular (hoy desaparecida y que parece ser que de puño de Manuel Fraga firmó el acuerdo económico pero no político) y el Partido Socialista Obrero Español, ¡el superviviente por excelencia! Y con su permiso, o sin él, hoy por hoy, el comprometido oficial.
¿Ese es el consenso que sigue vigente? De verdad que lo escucho y no lo creo. ¿De verdad tiene esto algo que ver con la actual España de las autonomías y con nuestra actual democracia y Parlamento? A mi lo único que me parece que sigue vigente es el PSOE y teniendo en cuenta que parecía ser un partido republicano -amen de socialista y obrero- ganas me dan de ponerme a llorar.
Y ni que decir tiene que en todo este “maremagnum real”, los ciudadanos ni están ni se les espera. Los ciudadanos no intervienen porque no tienen forma humana de intervenir. Porque ya, ni siquiera escuchan la voz de la gente en la calle, salvo para lo que les interesa: perseguir y criminalizar. Y porque el derecho de manifestación que recoge la Carta Magna, ahora lo interpretan como el derecho al pataleo -esto no lo dicen ellos, lo extraigo yo de como hablan de ello y de la forma en que le dan o ni le dan importancia y repercusión-.
Y por último, que ya me estoy extendiendo demasiado. El PSOE y el PP han decidido pactar, en este importantísimo momento histórico y con la única finalidad de coronar a Felipe VI -o como le quieran llamar porque para mi es el interino mientras no lo ratifiquen las urnas-, en base a la legitimidad y la representación de la voluntad de la mayoría ciudadana que les otorgaron los resultados electorales de 2011, cuando creo, y solo digo creo, que los que votaron al PP lo hicieron para que venciese y gobernase el PSOE y que los que votaron al PSOE lo hicieron para que venciese y gobernase el PP. Y probablemente, la mayoría de todos ellos, en la coyuntura de crisis que atravesamos, con la esperanza de que hubiera justicia social y puestos de trabajo dignos para todos.
Creo que los que votaron a a uno y a otro en las lecciones del 2011, querían respectivamente que ganaran esas opciones políticas porque confiaron en sus discursos y en sus programas pero lo que no tengo tan claro, es que la mayoría de ellos lo hiciera para que PSOE y PP fuesen de la mano -al menos no tanto como nuestros representantes parecen tenerlo-.
Y lo creo, sobre todo, porque eso, en ningún momento se planteó durante la campaña electoral ni creo que formase parte de ninguno de sus programas electorales, que es lo que en definitiva los ciudadanos votan para que se lleve a efecto durante la legislatura -o así lo entiendo yo- y porque ni tan siquiera -que yo sepa- forma parte de sus idearios, que para más “inri” eran, en el caso de los orígenes del PSOE, republicanos.
Y a las pruebas me remito cuando, durante estos casi tres años, no han dejado de echar sapos y culebras culpándose uno al otro de la lamentable situación que atraviesa nuestro país merced a las respectivas herencias recibidas y reprochándose, respectivamente también, los incumplimientos de sus programas electorales durante sus etapas de gobierno. Por no hablar de la corrupción, porque no sólo me extiendo sino que además, ¡me enciendo!. Se ve que eso, también contribuye mucho a la estabilidad.
Y desde luego que no creo yo que la actual situación sea como para que ahora se echen flores los unos a los otros ni como para que hablen de éxito de todos estos años de sus gobiernos, de sus mayorías, de sus consensos y de esta democracia, con la Corona a la cabeza de la Jefatura del Estado Español. Claro que, a lo mejor es que aun tenemos que esperar un reinado más para ver sus frutos.
Bueno, ya ha quedado claro que los ciudadanos no hablan pero ¿y los políticos y los periodistas? Los políticos sí que hablan y los periodistas, los periodistas ni callan, en especial en los medios propiedad del capital privado, que son el 90% o más, pero también en el que se supone que se financia con nuestro capital público y que debería, por tanto, ser objetivo e imparcial.
Y la mayoría dicen que la Monarquía es legítima (y lo será, que no digo yo que no sea legal) porque así se aprobó que lo fuera a través del referéndum por el que se votó la Constitución.
Y también dicen que la gente votó con libertad y sin el temor de que si se decía que no a la Constitución, el siguiente capítulo se volvería a escribir en términos de absolutismo.
Y dicen que en España no había miedo cuando se votó la Constitución pero la historia certifica que sólo pasaron 5 años hasta producirse el intento golpista del 23F, que todos sabemos como se resolvió, con sus luces y sus sombras. E insisten en que la gente no tenía miedo pero desde luego que los que los que estaban aquel día en el Congreso, parecían acojonados y seguro, también, que aquello de que muchos socialistas y comunistas hicieron las maletas aquella noche para salir pitando de España, tampoco fue un cotilleo de barrio. Se ve que entonces, no nos representaban.
Dicen tantas y tantas cosas para manipular la verdad y arrimar el ascua a su sardina, que no sé como pretenden que les podamos creer.
Aunque en realidad, a lo que más se dedican los medios de comunicación (manipulación) es a vendernos la Monarquía como si de un maravilloso e inimitable producto de moda se tratara.
Pero lo que no dicen es de qué forma aquel pueblo español -que no es el mismo pueblo ni la misma voz que hoy- podía haber dicho “no” a la Monarquía sin renunciar a mucho más del 95% de un articulado que seguramente estaban todos ansiosos de aprobar y que de hecho aprobaron. O simplemente, de qué forma podían haber dicho “no” o si les parecía más justa una República como forma “política” , la que fuera, de nuestro nuevo Estado, o si aceptaban a don Juan Carlos en calidad de rey, a la espera de un nuevo debate cuando se hubiera alcanzado mayor estabilidad y la suficiente madurez democrática. Simplemente pudieron aprobar, o no, la Constitución. Tal vez los políticos si lo decidieron pero los ciudadanos, NO!!!
Desde luego que no es Monarquía o República el asunto que más me preocupa en estos momentos, me preocupan mucho más el 28% de las familias en el umbral de la pobreza, las diferencias cada día más vergonzantes entre los que más tienen y los que ya no tienen casi nada y los derroteros que está tomando esta forma de democracia porque, lo veáis o no, lo están haciendo casi todo con absoluto desprecio a la soberanía del pueblo español y también al sufrimiento de muchos, muchísimos de sus ciudadanos.
Me da igual incluso que no se plantee ahora un referéndum sobre la forma política del Estado español, aunque está claro que yo lo quiero porque me parece que la Monarquía no es una forma política completamente democrática , por muy parlamentaria que sea y por mucho que en algunos países queden reminiscencias de un pasado privilegiado y medieval.
Y Porque no me parece ni medianamente razonable, por muy legal que pretendan que sea y será, que la única posibilidad que nos dejen a los ciudadanos de decir que queremos hacerlo efectivo, sea votando a un partido político para que lo lleve en su propuesta de programa de gobierno en las próximas elecciones, entre otro grueso de propuestas de políticas económicas y sociales que decidirán las vida de los ciudadanos para los siguientes cuatro años y con las que podremos estar de acuerdo, o no, independientemente de la forma política de Estado que queramos.
Y porque me parece que utilizar ese procedimiento, por muy legal que fuera, sería tan injusto y tan antidemocrático como creo que fue la supuesta ratificación de la Monarquía entre el grueso del articulado de la Constitución, por muy necesario que pudiera parecer, o ser, en aquella coyuntura histórica.
Y porque el rey ha renunciado ahora y yo, sí creo que precisamente por eso, ha llegado el momento ofrecer a la ciudadanía, lejos ya del fantasma de la guerra civil y de la dictadura, la posibilidad de decidir y de iniciar, tras el paréntesis, un nuevo y democrático proceso de transición hacia una democracia completa. Lo cierto es que llevo años esperándolo.
Y lo que creo es que, aunque lo consigan retrasar, más tarde o más pronto, si seguimos considerando que una democracia de verdad es el caballo de batalla, llegará una República. No sé de qué tipo pero creo que llegará. Y no porque desee ¡que triunfe la República! ni porque piense en la del 31 sino porque lo que de verdad deseo, con el corazón, es que lo que triunfe, sea la razón.
Porque el dinero empleado en educación, siempre es un dinero bien empleado y al igual que Felipe VI estará muy bien preparado, que no lo dudo, la juventud española también lo está y, con un 60% “a verlas venir”, tienen mucho tiempo para organizarse y trabajar para hacer reales y efectivos nuestros derechos y que dejen de ser sólo vanas palabras escritas en la Constitución. Si es que antes no se ven obligados a irse de España -que muchos, seguramente muchos de los mejores, se han ido ya-.
Pero para lograr eso, lo que parecen estar dejando claro, es que tienen y tenemos que sustituir a los que están ahora, bueno -prácticamente ahora y siempre durante toda esta nueva etapa democrática- y eso es a lo que de verdad, los que ahora detentan el poder, tienen miedo.
Y por eso es por lo que harán todo lo posible para blindarse intentando disfrazarlo de democracia mediante leyes, constitucionalidad, consenso, legitimidad y muchas otras mandangas más que solo ellos entienden.
Y advierto a la juventud, de que también ha quedado demostrado que igual que nuestra fuerza es el dialogo y la unión, la suya son los medios de comunicación (manipulación). Porque saben que mientras estáis viendo el fútbol o de botellón, no estaréis trabajando para defender vuestros derechos. Y que mientras enarboléis la bandera de España porque 22 multimillonarios han ganado el mundial, España irá bien para ellos.
Juzgar vosotros si para vosotros también.

Así es como yo lo veo, como siempre desde luego, desde la opinión, desde la ignorancia y desde la humildad pero espero que también desde el sentido común, ese sentido común que no debemos perder, interpretemos bien las leyes y la historia o no.

sábado, 31 de mayo de 2014

RENTA BÁSICA

Hoy, me siento atrevida. Y como atrevida es la ignorancia, voy a plantear mi punto de vista sobre el tema de la renta básica, algo que para algunos sería una barbaridad, para otros una posibilidad de generar riqueza, para otros un chollo y para muchos otros, por desgracia hoy en día en nuestro país, una tabla de salvación.
Y claro está que lo voy a hacer desde la teoría y desde el corazón más que desde la realidad de las cifras porque, a decir verdad, a partir de determinados ceros, las números, a mi humilde persona, no le caben en el cerebro. No obstante, afortunadamente a estos efectos, habría otros más capacitados para echar las cuentas y seguramente que también para crear las condiciones más justas.
Lo primero que se me viene a la cabeza es imaginar un hipotético caso en que una determinada sociedad, decide votar a un determinado partido político que lleva en su programa hacer efectivo si logra el apoyo de la mayoría, que todas y cada una de las personas que nacen en un determinado país -en concreto en nuestro país- tengan derecho, por el solo hecho de haber nacido en él, a que el Estado contribuya a su desarrollo y supervivencia con, digamos, 300 euros al mes, por poner una cifra.
Tampoco es el único ejemplo de renta básica, pues decidme si no es verdad que una renta es lo que obtienen, por ejemplo, los miembros de la Familia Real por el mero hecho de serlo. Bueno, lo de básica, es un decir.
Yo lo imagino como cuando un individuo nace, sea deseado o no -a decir verdad, incluso antes-, y por el sólo el hecho de nacer adquiere determinados derechos y deberes en relación a sus progenitores; derechos y deberes mutuos que son además irrenunciables. Y no lo digo yo, lo dice el Código Civil cuando regula el nacimiento y las relaciones familiares. Y no sólo los adquiere frente a sus progenitores, sino también ante la sociedad y por lo tanto ante el Estado, supuesto garante de los mismos.
La imaginaria relación que podría establecerse entre el Estado y sus ciudadanos, vendría a tener un espectro similar. ¡Y no penséis que esto es tan marciano! No en vano, entre unos y otro existen relaciones parecidas, reguladas y regladas, por las que, según la Constitución, los ciudadanos, por el mero hecho de serlo, tienen determinados derechos y deberes respecto al Estado y éste a su vez respecto a sus ciudadanos, igualmente irrenunciables, al menos, en teoría.
Lo vengo a decir, porque está claro que la idea de una renta básica “per cápita”, no está concebida como un chollo para que la gente pueda vivir de ella sin tener que trabajar, sino como un derecho de los ciudadanos, de todos y cada uno de ellos, a recibir de los poderes públicos la mínima y debida protección económica, de la misma forma que desde su nacimiento reciben protección jurídica, al margen de las obligaciones de sus progenitores y les parezca bien a estos o no. Porque es el Estado, a través de las legislaciones, el que en definitiva establece las reglas del juego, por encima de las relaciones familiares y por encima incluso de la persona como ser individual. Y esto es así, nos guste o no.
En una sociedad medianamente normal, al menos en nuestro “supuesto” estado de civilización, a nadie se le ocurriría pensar que los individuos optan por concebir por el mero hecho del beneficio que un hijo les podría reportar, sino que más bien lo hacen, o sin pensar o sin querer, o desde la responsabilidad de las obligaciones que traer un hijo al mundo les habrá de acarrear. En todo caso, si esperasen obtener algún beneficio o alguna satisfacción, desde luego que estos serían más a nivel afectivo y emocional que desde un punto de vista económico. Y ello sin perder de vista que, de forma natural y desde el origen de los tiempos -al menos conocido- la reproducción es tan consustancial a los seres vivos, como lo es la propia esencia de la vida.
También es posible que tal vez algunos pensasen en tener hijos por el derecho a percibir esa renta pero, dado que el derecho sería de la persona, el máximo tiempo por el que los progenitores se podrían “beneficiar”, sería hasta su mayoría de edad y habida cuenta de lo que económicamente cuesta criar un hijo con tan solo lo básico para su supervivencia y habida cuenta también de la debida tutela que el Estado ejerce y debe ejercer sobre los menores de edad, sinceramente, ni creo que compense ni creo que, en su caso, debería compensar.
Y lo que no es menos cierto es que tal vez sea peor para una sociedad ir envejeciendo por el miedo a no poder acceder a los recursos necesarios para que los nacidos se desarrollen con unas mínimas condiciones de dignidad o que estos nazcan -y nacen y viven o mueren- sin ellos. O, ya puestos, que otros ni lleguen a nacer porque algunas madres (y padres, no lo vamos a ignorar) ante hechos consumados, consideren una responsabilidad optar por abortar, visto lo que se les viene encima y el futuro que a sus hijos les espera.
A veces se me viene a la cabeza que, de seguir por estos derroteros, sólo los hijos de los ricos tendrían derecho a nacer. ¡Que cosas se me ocurren!.
Lo que sí tengo claro es que, en una sociedad en la que el 60% de los jóvenes no tiene acceso a un puesto de trabajo; en la que el 26% de las personas en edad laboral, tampoco lo puede encontrar; en la que muchas familias ni trabajando consiguen llegar a fin de mes; en la que miles de niños la única comida decente que hacen al día es en los comedores escolares; en el que miles de pensionistas no pueden acceder a la necesaria medicación; en el que en miles de hogares no encuentra trabajo ninguno de sus miembros; en el que tantas personas han pasado a engrosar las listas de los marginados sociales: sin trabajo, sin dinero, sin techo y sin comida; en el que las diferencias sociales cada día aumentan más y más; algo hay que hacer para revertir esta pirámide mortal. Y hablo de miles por no sumar, porque entre unos y otros, en realidad, son millones.
Es cierto que tal vez mucha gente podría sobrevivir con esta renta y no se molestaría en tener que trabajar pero también es cierto que ese es su problema y no el del resto de la sociedad. Y también que el Estado podría quedar exento de esta obligación desde el momento en que el ciudadano dejase de residir en el país, así como durante el tiempo en que pasasen a residir, a cargo del Estado, en alguna de las muchas celdas en las que alojamos a los que optan por formas no legales de obtener sus rentas o desahogar sus peores instintos. Y cierto también que habría otras muchas cosas, como por ejemplo el fenómeno de la inmigración, que sería imprescindible considerar para no faltar a la justicia ni traicionar la cordura.
Luego viene la segunda parte. Supongamos que es cierto que una parte de la sociedad se conformase con esa renta básica. ¿Que se habría logrado? Por una parte, que todos los ciudadanos, por el mero hecho de serlo, pudieran sobrevivir -que no es poco- sin tener que delinquir, sin tener que mendigar. ¿Y cómo sobrevivirían? Consumiendo. Consumiendo lo básico, pero consumiendo. ¿Y que supone ese consumo? Pues supone dinero en circulación, demanda, empleos, ahorro, impuestos, de tal forma que, de alguna manera, ese mismo dinero invertido en la sociedad, redundaría en las inversiones privadas y en las arcas públicas si los beneficios y la contribución al bien social se distribuyese de forma justa y equitativa, proporcionando así el capital que el Estado necesita para proveer a sus ciudadanos de, al menos, los derechos básicos que les otorga la Constitución, en realidad de los tan cacareados y ninguneados derechos humanos. Pues para eso debe existir el Estado, o eso creo yo.
Porque, y esta es la tercera cuestión, ¿de verdad pensáis que la mayoría de los ciudadanos se iban a conformar con esa renta básica de supervivencia y no iban a querer trabajar para procurarse un mejor nivel de vida? ¿De verdad creéis que una familia media de, por ejemplo, cuatro miembros, se limitaría a intentar subsistir con 1200 euros al mes?
Yo creo que no aunque lo que de verdad desearía es que lo de menos fuese la cantidad.
Creo que la mayoría de la sociedad seguiría demandando esos trabajos con los que realizarse como personas y con los que mejorar su calidad de vida en general.
Creo que las personas tendrían más oportunidades de estudiar y de trabajar por vocación y de poner sus capacidades al servicio de la sociedad que en definitiva somos todos y también que sus conocimientos y su crecimiento científico e intelectual, lo aportarían con gusto a esta nueva familia social de forma que todos nos beneficiaríamos de los frutos del esfuerzo y el dinero dedicado a su formación.
Creo que nuestros jóvenes podrían ser independientes y empezar a desarrollar sus vidas y a crear nuevas familias, si es su deseo, cuando es lo natural y no cuando se lo puedan permitir, si es que no llega el día en que ni se lo puedan permitir.
Creo que nuestros mayores, después de toda una vida trabajando, podrían esperar el fin de sus días con dignidad.
Creo que, en todo caso, puntualmente, alguno de los miembros podría permitirse el lujo de quedarse en casa ocupándose de sus hijos, de sus dependientes o de sus mayores y procurarles los cuidados, la atención y el amor que necesitan en determinadas etapas de su vida.
Creo que la mayoría optaría por apretarse un poco más el cinturón en el caso de no tener acceso, por la circunstancias que fuesen, al mercado laboral y creo que sus vecinos dispondrían también de medios para, en casos extremos, poderles ayudar porque la solidaridad, también sería un importante valor social.
Y creo que la mayoría querría disponer, además, de pequeños capitales para acceder a los mejores cuidados para sus enfermos, dependientes, mayores, y sobre todo para procurar a sus hijos durante el tiempo en que ambos progenitores se pudieran dedicar a trabajar, una mayor y mejor formación afectiva, emocional e intelectual, amen de para disfrutar todos ellos también, de su no menos merecido tiempo de ocio, sin tener que sentarse obligatoriamente frente a un televisor, un videojuego o salir únicamente a pasear.
Y esto visto desde un punto de vista puramente individual y no social, que es como en realidad se debería concebir.
También es cierto que habría muchas -sino todas o la mayoría de las demás- subvenciones que suprimir para que hubiese dinero para todos, de la misma forma que habría que poner ciertos límites a los deseos de acaparar riqueza o de aprovecharse de este derecho social para socavar otros pero también es cierto que creo que todo esto, sólo podría redundar en un mayor y mejor reparto del trabajo y en una mayor y más justa distribución de las rentas y con ello de la justicia social y que este sería un mejor camino para la verdadera evolución de la humanidad.
Es cierto que tal vez todo esto lo digo desde una conciencia de honestidad, sin querer pensar en que nadie quisiese aprovecharse ni estafar al sistema -lo cual sería más difícil, todo hay que decirlo- y desde la óptica de quien cree que la felicidad no consiste en poseer más y más. Y tal vez, también sea lamentablemente cierto que esa conciencia es lo que aun nos falta a los que conformamos esta sociedad, para que esta “utopía”, sea una realidad.
Empezando porque carecen de conciencia los intereses que ahora nos gobiernan y también los Estados que, lejos de velar por nosotros, velan por ellos.
Porque lo que también veo claro es que a determinados capitales de este mundo -que sólo buscan su propio beneficio y no el de la sociedad (ni en los casos particulares ni en la economía global)-, no les gustaría nada este otro sistema que les restaría el poder que necesitan y que ahora tienen para ser ellos los que marcan las reglas del juego, las verdaderas -y al mismo tiempo falsas- leyes de “la oferta y la demanda”, de la “democracia”, de la comunicación (manipulación) y de la opresión y esclavitud de la mayoría social.
Y porque no decirlo, tal vez también de que en este mundo no haya paz porque, que la hubiera, probablemente tampoco sería beneficioso para sus putos intereses económicos.
Salvo esos -no nimios- detalles, en lo básico y en lo que demanda el conjunto de la sociedad, no sé si habría otras muchas cosas que cambiar porque creo que con un poco de conciencia y sentido común, muchas cosas irían cambiando con la propia forma en que las personas deberían empezar a entender lo que significa vivir en sociedad. Y me pregunto si esto no nos conduciría a volver a tener la economía a nuestro servicio y no al servicio del capital y también si sería el mayor de nuestros problemas, no encontrar mano de obra para trabajar o para colaborar.
Y también creo que la mayoría de las personas en todo el planeta desearían creer que esto es algo más que el sueño de unos cuantos y trabajarían por hacerlo realidad de forma que el ejemplo se extendiera, poco a poco, a todos los rincones de la tierra.
Tal vez al final los Estados, al igual que la sociedad, sencilla y llanamente, seríamos todos.