sábado, 8 de septiembre de 2012

A LA MIERDA LA SEGURIDAD


Hay un Principio en Derecho denominado “Seguridad jurídica”.
Desafortunada o afortunadamente, no he tenido la suficiente oportunidad como para interiorizar todo aquello que aprendí cuando lo estudiaba y no puedo precisar con exactitud en qué consiste ciertamente dicho Principio. Tan sólo llego a recordar lo que en su momento entendí que aquello significaba.
Venía a ser algo así como que el ciudadano tenía SEGURIDAD porque las leyes determinaban cuales eran o podían ser las consecuencias de sus actos, cuales sus garantías, cuales sus derechos, etc, etc. En definitiva, en qué forma podían las personas desenvolverse en esta sociedad, sabiendo de antemano que la legislación las protegía siempre que actuasen dentro de la legalidad. Y teníamos derecho a ella.
Sin embargo, en este presente que nos ha tocado vivir, a menudo me preguntó qué es lo que queda de dicho derecho.
Desde que nuestros poderes políticos nos certificaron que estábamos en crisis, las medidas legislativas se suceden semana tras semana trastocando lo que, hace apenas dos años, era nuestra realidad jurídica; primero de manos del PSOE y ahora de manos del PP.
Por aquel entonces, me disponía a intentar disfrutar y ser feliz en esta vida con lo que el destino me había dejado de ella y contaba para tal propósito con los medios que mi esfuerzo y sacrificio habían puesto a mi disposición.
Tenía la seguridad de que había llegado por fin el momento de vivir con un poco más de tranquilidad y de dignidad. Mi marido y yo habíamos conseguido, a base de esfuerzo y de estudio, dos salarios fijos que, si no muy suculentos, nos permitían al menos hacer frente a todos los compromisos económicos que habíamos adquirido con prudencia y responsabilidad. Creíamos además que podíamos proporcionar a nuestras hijas un futuro, tal como nosotros habíamos visto a nuestros padres intentar hacer para nosotros, con mayores o menores posibilidades.
Por fin, todo parecía estar tranquilo. Los recuerdos se habían alojado en mi mente y habían inundado de dolor mi alma pero al menos creía tener la oportunidad de seguir luchando para que el mañana fuese un poquito mejor. No pedía mucho en realidad; tan sólo un poco de serenidad y de dignidad y -tal vez- hacer lo que muchos otros habían hecho antes y que yo -por diversas circunstancias- aun no había podido hacer; dos cosas que me parecían apasionantes: conocer un poco más el mundo que existía un poco más allá de mi lugar de residencia y acabar mis estudios de Derecho para seguir promocionando en mi profesión.
Pero, de repente, sin comerlo ni beberlo y sin que ni mi forma de vivir ni de actuar hubiese cambiado ni un ápice, me vi envuelta en una vorágine de cambios que al principio parecían no tener nada que ver con mi vida pero que pronto descubrí cuán lejos estaba de saber hasta qué punto podían cambiarla.
Pero no poco a poco concediéndome plazos para adaptarme a las nuevas circunstancias, sino, de la noche a la mañana, cómo un auténtico vendaval.
Ahora miro dos años atrás y no reconozco mi presente. Ya no sé de qué voy a tener oportunidad; ya no sé si podré pagar la universidad de mis hijas; ya no sé si podré afrontar todos los pagos que siempre, siempre desde que tengo uso de razón, afronté a primeros de mes, antes que disfrutar, antes que vestir, antes que comer si fue preciso; ya no pienso en viajar, apenas ni en ir al cine ni alternar; ya sólo pienso en qué decidirán el próximo viernes una serie de individuos, que dicen llamarse mi Gobierno, alrededor de una mesa.
Mientras, yo sigo en mi mismo puesto de trabajo, haciendo las mismas cosas con mucho menos sueldo, la mitad de ilusión y el doble de miedo a perder todo lo que tengo; porque con las armas que hemos puesto a su alcance, lo pueden hacer; está claro que lo pueden hacer.
De hecho, a millones de personas de nuestro país, ya se lo han hecho; y a muchos otros millones de ciudadanos de los países de nuestro entorno, se lo han hecho ya más y mucho más. Y lo más triste de todo es que la única posibilidad que nos dejan de poder dilucidar cuál puede ser nuestro mañana, es mirar precisamente a esos otros hermanos, porque en nuestro país, nadie, y digo nadie, nos dice la verdad.
Y tal vez aun hay otra cosa peor. Todas estas medidas económicas y legislativas, lo que realmente hacen es crear más y más inseguridad; más miedo, más dolor y más desigualdad. Porque está claro que ya nadie en este país puede decir que todos los ciudadanos somos iguales ante la Ley porque todos y cada uno de nosotros sabemos que eso es: UNA GRAN MENTIRA.
Nadie pone a los becarios de FAES y demás Fundaciones a trabajar en los montes porque reciban subvenciones; ni a los partidos políticos; ni a las organizaciones sin ánimo de lucro. ¡No, claro! limpiar el monte o apagar incendios, no produce beneficios económicos; más bien, de haberlos, han debido estar más en que se quemen.
Nadie pone a trabajar a los mercenarios de la Santa Iglesia Católica y Apostólica; para ellos queda sólo predicar -que no con el ejemplo- y manipular apoyando la política de “a Dios rogando y con el mazo dando”; ni a los hijos de los ricos que no pegan un palo al agua porque se mantienen con lo que sus papas ganaron a nuestra costa.
Nadie pone a trabajar en los montes a Urdangarín que tanto y con tanta desvergüenza nos ha robado amparándose en su política Familia Real; ni a los imputados en delitos financieros; ni a los políticos corruptos ni a tantos como han estafado y defraudado. ¡No! a todos esos se les protege. A muchos de ellos, precisamente, se les ha facilitado la amnistía fiscal. A todos esos que son los que nos han privado de los medios necesarios para luchar contra el fuego, entre otros muchos de los beneficios de aquel Estado de Bienestar que pagamos entre todos.
¡No¡, para el trabajo sucio tenemos a los parias de la sociedad; los parados que un día tuvieron la esperanza de vivir de su trabajo con dignidad y que de la noche a la mañana lo han perdido todo y encima pretenden vivir del cuento.
Esos son los parásitos hoy en día para nuestras leyes.
Y los funcionarios que no dejaron de trabajar y de madrugar ni cuando hubo ni ahora que no hay. Y los pensionistas, muchos de los cuales levantaron este país de la ruina a la que, en aquella ocasión, le llevó una injusta y sanguinaria guerra civil aun sin culpables. Y los inmigrantes que cotizaron a la Seguridad Social y fueron explotados y utilizados por esos mismos banqueros y empresarios a los que hoy la crisis no permite crear empleo si no es con mano de obra esclava.
A nadie se le escapa ya dónde está aquella seguridad constitucional; la jurídica, la personal y la social. En manos de quienes acceden al poder con mentiras. Poder que utilizan a su antojo porque ninguna de todas nuestras leyes nos concede ni siquiera la SEGURIDAD JURÍDICA de saber que, quienes se llamaron a representarnos y a decidir nuestros destinos, harán lo que prometieron cuando pedían nuestros votos.
Y la utilizan contra todos los humildes de este país porque ellos, los ricos, los que sólo están un escalafón más abajo de su Dios, saben como sacar a España de esta crisis en la que, todos los que hoy no sufren ni una sola consecuencia, nos han hundido.
Por eso una vez más os llamo a acudir a las protestas del #15S Y #25S; porque nos quieren inseguros, aterrados y manipulados para someternos y es nuestra obligación social y ciudadana no agachar la cabeza y consentir. Por no decir nuestra única posibilidad de sobrevivir.

4 comentarios:

  1. Mil Felicidades por este post escrito con el corazón, aunque sea a punto de romperse, porque como bien dices, somos la mayoría los que ya lo tenemos resquebrajado.
    Haces una visión certera de estos dos últimos años en los que el lamento, por la privación de un derecho jurídico perdido, no tiene apenas "duelo" pues la siguiente pérdida de otro, nos acecha, superándolo más aún.

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    1. Muchas gracias por tu comentario. Llevas toda la razón con respecto al "duelo" por los derechos perdidos y los que se perderán, aunque por supuesto no será sin que ofrezcamos resistencia, ¡Qué menos!. Muchos besos.

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  2. Hablas, y con razón, de ese concepto tan venido a menos que es la SEGURIDAD JURÍDICA y que enarbolan a cinco columnas cuando alguna empresa española se ve perjudicada en otro país pero, ¡Ay dolor! Garantizar la Seguridad Jurídica es obligación de todo Estado que se precie y, como el fin último de el Partido Popular y los Lobbyes que lo sostienen, es terminar con el Estado como tal, todas las garantías que éste debe prestar a su ciudadanía quedarán en suspenso o, directamente, eliminadas.

    Buen post, Ana. Nos leemos.

    Un abrazo

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  3. Un abrazo, Fermín. Lamentablemente, así nos vemos y lo más duro es que tal vez pronto nos veamos peor. Un abrazo y muchas ganas por leerme. Y como muy bien dices, nos seguimos leyendo.

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