Hay
un Principio en Derecho denominado “Seguridad jurídica”.
Desafortunada
o afortunadamente, no he tenido la suficiente oportunidad como para
interiorizar todo aquello que aprendí cuando lo estudiaba y no puedo
precisar con exactitud en qué consiste ciertamente dicho Principio.
Tan sólo llego a recordar lo que en su momento entendí que aquello
significaba.
Venía
a ser algo así como que el ciudadano tenía SEGURIDAD porque las
leyes determinaban cuales eran o podían ser las consecuencias de sus
actos, cuales sus garantías, cuales sus derechos, etc, etc. En
definitiva, en qué forma podían las personas desenvolverse en esta
sociedad, sabiendo de antemano que la legislación las protegía
siempre que actuasen dentro de la legalidad. Y teníamos derecho a
ella.
Sin
embargo, en este presente que nos ha tocado vivir, a menudo me
preguntó qué es lo que queda de dicho derecho.
Desde
que nuestros poderes políticos nos certificaron que estábamos en
crisis, las medidas legislativas se suceden semana tras semana
trastocando lo que, hace apenas dos años, era nuestra realidad
jurídica; primero de manos del PSOE y ahora de manos del PP.
Por
aquel entonces, me disponía a intentar disfrutar y ser feliz en esta
vida con lo que el destino me había dejado de ella y contaba para
tal propósito con los medios que mi esfuerzo y sacrificio habían
puesto a mi disposición.
Tenía
la seguridad de que había llegado por fin el momento de vivir con un
poco más de tranquilidad y de dignidad. Mi marido y yo habíamos
conseguido, a base de esfuerzo y de estudio, dos salarios fijos que,
si no muy suculentos, nos permitían al menos hacer frente a todos
los compromisos económicos que habíamos adquirido con prudencia y
responsabilidad. Creíamos además que podíamos proporcionar a
nuestras hijas un futuro, tal como nosotros habíamos visto a
nuestros padres intentar hacer para nosotros, con mayores o menores
posibilidades.
Por
fin, todo parecía estar tranquilo. Los recuerdos se habían alojado
en mi mente y habían inundado de dolor mi alma pero al menos creía
tener la oportunidad de seguir luchando para que el mañana fuese un
poquito mejor. No pedía mucho en realidad; tan sólo un poco de
serenidad y de dignidad y -tal vez- hacer lo que muchos otros habían
hecho antes y que yo -por diversas circunstancias- aun no había
podido hacer; dos cosas que me parecían apasionantes: conocer un
poco más el mundo que existía un poco más allá de mi lugar de
residencia y acabar mis estudios de Derecho para seguir promocionando
en mi profesión.
Pero,
de repente, sin comerlo ni beberlo y sin que ni mi forma de vivir ni
de actuar hubiese cambiado ni un ápice, me vi envuelta en una
vorágine de cambios que al principio parecían no tener nada que ver
con mi vida pero que pronto descubrí cuán lejos estaba de saber
hasta qué punto podían cambiarla.
Pero
no poco a poco concediéndome plazos para adaptarme a las nuevas
circunstancias, sino, de la noche a la mañana, cómo un auténtico
vendaval.
Ahora
miro dos años atrás y no reconozco mi presente. Ya no sé de qué
voy a tener oportunidad; ya no sé si podré pagar la universidad de
mis hijas; ya no sé si podré afrontar todos los pagos que siempre,
siempre desde que tengo uso de razón, afronté a primeros de mes, antes que disfrutar, antes que vestir, antes que comer si fue
preciso; ya no pienso en viajar, apenas ni en ir al cine ni alternar;
ya sólo pienso en qué decidirán el próximo viernes una serie de
individuos, que dicen llamarse mi Gobierno, alrededor de una mesa.
Mientras,
yo sigo en mi mismo puesto de trabajo, haciendo las mismas cosas con
mucho menos sueldo, la mitad de ilusión y el doble de miedo a perder
todo lo que tengo; porque con las armas que hemos puesto a su
alcance, lo pueden hacer; está claro que lo pueden hacer.
De
hecho, a millones de personas de nuestro país, ya se lo han hecho; y
a muchos otros millones de ciudadanos de los países de nuestro
entorno, se lo han hecho ya más y mucho más. Y lo más triste de
todo es que la única posibilidad que nos dejan de poder dilucidar
cuál puede ser nuestro mañana, es mirar precisamente a esos otros
hermanos, porque en nuestro país, nadie, y digo nadie, nos dice la
verdad.
Y
tal vez aun hay otra cosa peor. Todas estas medidas económicas y
legislativas, lo que realmente hacen es crear más y más
inseguridad; más miedo, más dolor y más desigualdad. Porque está
claro que ya nadie en este país puede decir que todos los ciudadanos
somos iguales ante la Ley porque todos y cada uno de nosotros sabemos
que eso es: UNA GRAN MENTIRA.
Nadie
pone a los becarios de FAES y demás Fundaciones a trabajar en los
montes porque reciban subvenciones; ni a los partidos políticos; ni
a las organizaciones sin ánimo de lucro. ¡No, claro! limpiar el
monte o apagar incendios, no produce beneficios económicos; más
bien, de haberlos, han debido estar más en que se quemen.
Nadie
pone a trabajar a los mercenarios de la Santa Iglesia Católica y
Apostólica; para ellos queda sólo predicar -que no con el ejemplo-
y manipular apoyando la política de “a Dios rogando y con el mazo
dando”; ni a los hijos de los ricos que no pegan un palo al agua
porque se mantienen con lo que sus papas ganaron a nuestra costa.
Nadie
pone a trabajar en los montes a Urdangarín que tanto y con tanta
desvergüenza nos ha robado amparándose en su política Familia
Real; ni a los imputados en delitos financieros; ni a los políticos
corruptos ni a tantos como han estafado y defraudado. ¡No! a todos
esos se les protege. A muchos de ellos, precisamente, se les ha
facilitado la amnistía fiscal. A todos esos que son los que nos han
privado de los medios necesarios para luchar contra el fuego, entre
otros muchos de los beneficios de aquel Estado de Bienestar que
pagamos entre todos.
¡No¡,
para el trabajo sucio tenemos a los parias de la sociedad; los
parados que un día tuvieron la esperanza de vivir de su trabajo con
dignidad y que de la noche a la mañana lo han perdido todo y encima
pretenden vivir del cuento.
Esos
son los parásitos hoy en día para nuestras leyes.
Y
los funcionarios que no dejaron de trabajar y de madrugar ni cuando
hubo ni ahora que no hay. Y los pensionistas, muchos de los cuales
levantaron este país de la ruina a la que, en aquella ocasión, le
llevó una injusta y sanguinaria guerra civil aun sin culpables. Y
los inmigrantes que cotizaron a la Seguridad Social y fueron
explotados y utilizados por esos mismos banqueros y empresarios a los
que hoy la crisis no permite crear empleo si no es con mano de obra
esclava.
A
nadie se le escapa ya dónde está aquella seguridad constitucional;
la jurídica, la personal y la social. En manos de quienes acceden al
poder con mentiras. Poder que utilizan a su antojo porque ninguna de
todas nuestras leyes nos concede ni siquiera la SEGURIDAD JURÍDICA
de saber que, quienes se llamaron a representarnos y a decidir
nuestros destinos, harán lo que prometieron cuando pedían nuestros
votos.
Y
la utilizan contra todos los humildes de este país porque ellos, los
ricos, los que sólo están un escalafón más abajo de su Dios,
saben como sacar a España de esta crisis en la que, todos los que
hoy no sufren ni una sola consecuencia, nos han hundido.
Por
eso una vez más os llamo a acudir a las protestas del #15S Y #25S;
porque nos quieren inseguros, aterrados y manipulados para someternos
y es nuestra obligación social y ciudadana no agachar la cabeza y
consentir. Por no decir nuestra única posibilidad de sobrevivir.
Mil Felicidades por este post escrito con el corazón, aunque sea a punto de romperse, porque como bien dices, somos la mayoría los que ya lo tenemos resquebrajado.
ResponderEliminarHaces una visión certera de estos dos últimos años en los que el lamento, por la privación de un derecho jurídico perdido, no tiene apenas "duelo" pues la siguiente pérdida de otro, nos acecha, superándolo más aún.
Muchas gracias por tu comentario. Llevas toda la razón con respecto al "duelo" por los derechos perdidos y los que se perderán, aunque por supuesto no será sin que ofrezcamos resistencia, ¡Qué menos!. Muchos besos.
EliminarHablas, y con razón, de ese concepto tan venido a menos que es la SEGURIDAD JURÍDICA y que enarbolan a cinco columnas cuando alguna empresa española se ve perjudicada en otro país pero, ¡Ay dolor! Garantizar la Seguridad Jurídica es obligación de todo Estado que se precie y, como el fin último de el Partido Popular y los Lobbyes que lo sostienen, es terminar con el Estado como tal, todas las garantías que éste debe prestar a su ciudadanía quedarán en suspenso o, directamente, eliminadas.
ResponderEliminarBuen post, Ana. Nos leemos.
Un abrazo
Un abrazo, Fermín. Lamentablemente, así nos vemos y lo más duro es que tal vez pronto nos veamos peor. Un abrazo y muchas ganas por leerme. Y como muy bien dices, nos seguimos leyendo.
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