Desde
la primera vez que oí hablar de “Okupa el Congreso”, tuve claro
que quería estar allí.
Por
supuesto, lo entendí de modo metafórico y, por supuesto, de ninguna
de las maneras era mi intención entrar al Congreso y sentarme en uno
de aquellos aterciopelados asientos y empezar a administrar justicia,
proclamar leyes ni establecer un nuevo orden constitucional.
Mi
idea era tener un espacio y un momento donde poder gritar mi
indignación y poder decirle directamente a este Gobierno -que
consiguió mayoría absoluta en las urnas, sí, pero tras 8 años de
absurda e incompetente oposición con el único objetivo de lograr el
poder y tras una campaña electoral plagada de mentiras- que esta
política que estamos sufriendo, no tiene absolutamente nada ni de justa
ni de democrática y que mientras me quedase voz, no iba a dejar de
pedir su dimisión.
Tampoco
es que tuviese muy claro cuales eran las reivindicaciones concretas
pero sí creía “a pies juntillas” que se promovía desde un
entorno pacífico, solidario y hambriento de justicia como tantas
otras manifestaciones y protestas en las que había participado y en
las que sólo la actuación policial había conseguido romper la
armonía de la reivindicación.
Después
vinieron los rumores de que detrás estaban movimientos de ultra
derecha. Lo cierto es que empecé a poner un poco más de oreja -porque para nada hubiera querido apoyar a semejante fauna ni siquiera
con el pensamiento- pero pronto me di cuenta de que eso no era ni
podía ser verdad, así que seguí en mis trece, erre que erre, de
que había que apoyar.
Después
vinieron los matices, las divisiones, los acuerdos y finalmente
parecía que la convocatoria estaba perfilada al más puro estilo de
mi reivindicación. Ya había decidido que quería ir pero entonces
ya si que decidí que no podía faltar.
Pero
había una parada intermedia antes del #25S, la macro manifestación
sindical del #15S. Tal vez si hubiera resultado un éxito y dado que
mi compañera estaba de vacaciones y que por tanto no parecía
razonable que yo pidiese el día, habría renunciado a asistir.
Pero
claro, aquello fue casi un sueño. Y cuando al día siguiente de la
paliza a Madrid, en el Telediario 24 horas del domingo, vi que
dedicaban el mismo tiempo a un grupo de mindunguis con una bandera de
España que acudían a entregar una carta a no sé quien protestando
por la excarcelación de Bolinaga, que a los miles de personas que
habíamos pasado muchas horas en autobuses y otras buenas horas bajo
el implacable sol para luchar por los derechos de la mayoría
absoluta de los españoles, empecé a pensar que efectivamente, iba a
tener que ir.
Después
llegaron las noticias de detenciones de los promotores del #25S;
detenciones por portar pancartas en apoyo de dicha protesta; el acoso
que estaban sufriendo los lugares y sedes donde el #15M ejercía su
magnífica e importante labor social y política (que estaban siendo
literalmente desmontados) y decidí que, pesase a lo que pesase, no
podía faltar, aunque he de reconocer que en algún momento llegue a
flaquear por si semejante osadía podía perjudicar el futuro de mi
familia, de mis hijas, en caso de que me detuvieran con cualquier
imputación de delito real o figurado.
Pero
como soy persona razonable, triunfó la razón. ¿Estaba dispuesta a
vivir con miedo y a que mis hijas vivieran con miedo el resto de su
vida? Pues no. Valía la pena arriesgarse.
Al
llegar a Madrid, el ambiente era fantástico y no menos fantástico
cuando a las 18:00 horas comenzó a llenarse la plaza de Neptuno de
miles de personas como yo, con la misma indignación, con la misma
sed de justicia, con los mismos deseos de una democracia de verdad
por y para el pueblo y con las mismas quejas contra los mismos
delincuentes: los que desde sus estamentos de poder, político y
económico -o ambas cosas pues ya nadie es capaz de separarlas-,
estaban haciendo a la mayoría humilde de ciudadanos pagar una crisis
de la que no eran culpables; desde el robo de los derechos laborales,
los recortes en sanidad y educación hasta la recesión que pone cada
día más en peligro la supervivencia de más y más hermanos en este
país.
Lógicamente,
las sospechas también se confirmaron. Estaba claro que cuando habían
montado tal despliegue policial bajo supuestas sospechas de “golpe
de estado” y de “ataque a las instituciones o a sus
representantes” -aun a sabiendas de que la convocatoria procedía
del ala más pacífica y razonable de la sociedad española- había
que justificar dicha exageración represora.
Lo
que menos de todo quería creer es que la guerra iba a tener en los
dos bandos a los mismos contendientes: las personas que tienen a su
cuidado nuestra seguridad.
Tuve
suerte de ir muy bien acompañada y aconsejada para evitar el peligro
y, como no soy de las que dan pero tampoco de las que van dispuestas
a recibir, logré eludir los brutales ataques policiales.
Viniendo
en el autobús de vuelta a casa, los videos que iban subiendo a
tweeter y las noticias que llegaban me hicieron recordar la
represión, franquista o de cualquier otro poder totalitario y
dictatorial, y el terrorismo de Estado de los GAL, pero aun así no
me lo quería creer: “autodefensa personal”. Supongo que muchos
españoles también la están utilizando para no salir a protestar.
El
video de #esteescompañero, lamentablemente me lo confirmó. Los
policías que se infiltran en las manifestaciones han de hacerlo
entre la masa y para controlar los posibles disturbios entre los
manifestantes, para salvaguardar su seguridad. Cuando se ponen
enfrente de sus compañeros no es para ayudarles, porque los
acorazados y armados no necesitan la ayuda de encapuchados
desarmados. No se me ocurre para que otra cosa estaban allí salvo
para reventar lo que era y es una reivindicación ciudadana justa y
pacífica. No se pueden cerrar los ojos a la realidad.
Por
eso ahora, más que nunca, tengo claro por qué hay que luchar.
Porque si ya tenía pocos motivos, añado uno más. Hay que luchar
contra este injusto e inhumano sistema que, entre otras muchas cosas,
no sólo protege sino que alaba esta forma de represión y permite
que "pase sin que nada pase".
No
creo que vuelva a Madrid el #29S; espero poder apoyar desde Valencia.
Ya no es que anime a que la gente vuelva a rodear el Congreso porque
no creo que haga falta si los videos y pruebas de la aberración no
lo han conseguido. Pero creo que está claro que, o estás con ellos o
estás contra ellos.
Esta
mañana lo ha dejado bien claro nuestro amo Rajoy que además
pretende decir que los que se callan, están de su lado.
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