Llevo
días con ganas de escribir en el blog pero sin decidirme por un tema
concreto. Y es que hay tantos flancos abiertos que es difícil
decantarse por uno u otro de los graves problemas que atenazan
nuestra sociedad.
Sin
embargo, los que vais siguiendo un poco mi trayectoria, sabéis bien
que hay uno que me preocupa especialmente porque atañe a la base de
la posibilidad de que todos los ciudadanos tengan los mismos
derechos. Es la democracia y el ideal de la libertad, la justicia y
la igualdad.
En
una sociedad en la que los ciudadanos no tienen democracia, es decir,
no tienen la posibilidad de elegir a quienes representen sus
necesidades o sus problemas y a quienes dirijan su vida en sociedad,
es ciertamente difícil que se pueda hablar de derechos ni de
libertad. Si los ciudadanos no pueden exigir responsabilidad a
quienes les gobiernan, son personas sometidas al imperio de un poder.
Y están claramente en manos de ese poder que es quien decide lo que
está mal y lo que está bien, lo que se puede o no se puede hacer y
quien tiene derecho y quien no y a qué.
Eso
es sinceramente lo que más me preocupa actualmente; y me preocupa
incluso más que la marcha económica del país -que ya es decir,
porque francamente, parece que la cosa se pone cada día más fea-
porque, usando el simil neoliberal de la “familia” que se ha
usado para explicar que no se puede gastar mas de lo que se gana
porque eso es vivir por encima de las posibilidades, se puede
igualmente utilizar para analizar la forma de afrontar la salida a
esta crisis desde otros parámetros.
En
una sociedad democrática, como en una familia, lo importante no es
hacer lo que unos creen que está bien; lo importante es trabajar
todos en conjunto para que toda la sociedad esté bien, aportando
cada uno aquello en lo que pueda ser útil y llegando a acuerdos para
lograr el bienestar para todos o al menos para la gran mayoría;
respetando las diferencias de gustos y de opinión de forma que cada
miembro pueda tener cubiertas sus necesidades básicas y pueda además
vivir en libertad.
Si
la familia está pasando un bache económico pero está unida, con el
trabajo de todos conseguirá salir adelante. Si hay que renunciar a
determinados caprichos o incluso a determinadas comodidades, esa
familia lo hará de buen grado con la mirada puesta en un futuro
mejor para todos y probablemente saldrá adelante todavía más
reforzada.
Pero
si el padre cree que sólo él sabe lo que hay que hacer, no escucha
al resto de sus miembros y les trata desigualmente a la hora de
trabajar o de sacrificarse para que la familia salga adelante y
además les impone ese criterio basándose en que es el cabeza de
familia, puede ser que también su economía salga adelante pero sus
miembros habrán perdido su libertad, la igualdad en sus derechos, la
justicia y probablemente permanecerán juntos pero difícilmente
habrá fraternidad.
Hacia
ese modelo de familia es hacia el que veo que caminamos actualmente.
Y sin embargo, el símil creo que todavía se queda corto.
Nuestro
Presidente, Rajoy, creía que era el instrumento adecuado para sacar
a España de la crisis (por no decir simple y llanamente que quería
a toda costa acceder al poder) y consiguió convencer a un número
suficiente de votantes de que era capaz de hacerlo, tantos que obtuvo
la mayoría absoluta en el Congreso. Para ello utilizó un programa y
una campaña electoral en la que planteaba en qué forma iba a
hacerlo.
Sin
embargo, apenas llegó al poder, empezó a desdecirse de todo lo que
había dicho en campaña y no sólo se desdijo, sino que empezó a
tomar prácticamente todas las medidas contrarias a las que dijo que
iba a tomar.
Y
todo ello con una torpeza tan manifiesta y rodeado de un equipo tan
torpe (por no decir impresentable en su mayoría) que España, Europa
y el mundo, empezaron a desconfiar de él. Unos aluden a esa torpeza
pero muchos otros, como yo, estamos convencidos de que se coge antes
al mentiroso que al cojo.
Tengo
la sensación de que mucha de aquella gente que depositó en él su
confianza, también la ha perdido pero muchos más que creyeron sus
mentiras, se sienten estafados.
Siempre
he pensado que en democracia, cuando un Partido Político presenta un
programa electoral y el Gobierno que ha formado se da cuenta de que
no va a poder cumplirlo -por los motivos que sea- debería dimitir,
elaborar un nuevo programa adaptado a las circunstancias sobrevenidas
y obtener de nuevo el respaldo de los ciudadanos. Pero, hoy en día,
parece que la única que vive en los mundos de yupi soy yo, porque la
gran mayoría de los representantes de los ciudadanos parece acatar y
hacerse cómplice de este vergonzoso robo de nuestra soberanía. Creo
que ese peligro es aun más grave que el perjuicio económico que
esta crisis nos puede provocar.
Está
claro que hoy en día España es una patata caliente que pocos se
atreven a coger y por eso creo, sinceramente, que la democracia que
estamos viviendo es una farsa.
Pero,
como eso es poco, entre recorte y recorte y de política injusta a
política más injusta -todas dirigidas a que la crisis la pague el
grueso de los ciudadanos más desfavorecidos- además tenemos que
asistir a ver como nos cuelan el ideario del Partido Popular y si
pueden desmantelar lo público y vender España al mejor postor
(amiguetes del alma) mejor que mejor. Todo ello aprovechándose de
esa misma mayoría absoluta que consiguieron con mentiras cuando,
probablemente, la gran mayoría de los ciudadanos q votó al Partido
Popular, lo hizo con la esperanza puesta en que, como su antecesor
Aznar (vendiendo, por cierto, una ilusión) en cuanto llegase al
Gobierno, sacaría a España de la crisis y crearía los puestos de
trabajo que cada día más gente demanda en este país. Y sin
embargo, vamos de mal en peor.
Por
eso creo que los sindicatos no deberían pedir un referéndum sobre
los recortes sino que deberían pedir que se convoque un referéndum
para ratificar o no la confianza en este Gobierno. Porque algunos
entendemos que la democracia es el gobierno de la mayoría pero no
creemos que la mayoría que actualmente detenta el Partido Popular
haya sido conseguida de forma legítima sino mintiendo y traicionando
la confianza del electorado.
Si
el Gobierno consigue que la ciudadanía le ratifique la confianza.
Aquí paz y después gloria, la mayoría habría decidido su futuro.
Si no la ratifica, no queda otra que la dimisión, la convocatoria de
nuevas elecciones y luchar unidos para salir de la crisis como una
familia democrática.
Podemos
seguir como hasta ahora y que salga el sol por antequera pero muchos
deberíais preguntaros cual es el modelo de familia que concuerda más
con el ideario del Partido Popular y asumir las consecuencias de no
hacer nada por evitar que triunfe.
Yo solo quiero recordar después de esta magnífica vuelta por tu blog, que en Japón, por subir el IVA sin haberlo anunciado en el programa , ha dimitido el gobierno y se convocan elecciones anticipadas.Pero es en Japón.
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