Hoy
me voy a conceder la licencia de creer que me estoy volviendo loca.
Visto
el mundo a mi alrededor y el desarrollo de los acontecimientos, creo
que tengo derecho a esta licencia.
El
desarrollo de los acontecimientos políticos y económicos me está
desquiciando bastante, he de reconocerlo; y supongo que -por otro
lado- es bastante lógico pues me debato diariamente entre una
realidad que no quiero creer y otra que hace que me sea francamente
difícil ignorarla.
No
sé de donde viene la manipulación; esa es la verdad. Mi
inteligencia no llega muy lejos y como ya no soy capaz de creerme
nada de nada, me siento incapaz también de distinguir entre la
fantasía, la realidad o mi fantasía y mi realidad.
Así
que me dedico a divagar y a pensar, única y exclusivamente, en las
cosas que no me cuadran a mí. A decir verdad, cosas que nunca me han
cuadrado y que por lo tanto colocan a la mosca detrás de mi oreja.
Muchos
pensareis que me estoy volviendo majara; probablemente llevaréis
razón. Y que conste que hay muchas veces en que pienso en que sería
lo mejor que podría pasarme, pues nací con una estúpida
sensibilidad que tan sólo la coraza de la locura podría proteger.
Podría
enumerar cientos de cosas que nunca me cuadraron y que siempre
intenté ignorar.
No
voy a negar que la vorágine de internet me arrastra, como a
cualquiera de vosotros -supongo- a navegar en un mar de
desinformación y manipulación; porque llamarlo información,
probablemente sería la prueba más fehaciente de que estoy perdiendo
el norte.
Podría
hablaros de montones de moscas detrás de mis orejas empezando por
cosas tan sencillas como: las guerras del último siglo; la
posibilidad de que existan seres de otros planetas o que realmente
los seres humanos posean capacidades que todavía no han descubierto
provenientes de la energía universal de nuestra galaxia.
Supongo
que podría hablaros de muchas cosas que no os son ajenas y que al
igual que a mi, tampoco os son indiferentes por mucho que -supongo
que como yo- intentéis alejarlas de vuestras mentes sensatas.
Sin
embargo, siempre hay espinas que se quedan clavadas en el corazón.
Es
cierto que mis fantasmas -muy probablemente- tampoco han aparecido en
mi presente por casualidad aunque no sepa muy bien distinguir entre
si hay un interés en que así sea o es que muchas conciencias -como
la mía- no quieren cerrar los ojos a la verdad o como mínimo
necesitan que una verdad exista; máxime cuando muchos días pienso
en que ni siquiera yo misma se muy bien quien soy.
Bueno,
al grano.
El
caso de las niñas de Alcasser, jamás me lo pude explicar.
Ni
pude explicarme como aquellos dos “mindunguis” podían tener
tanta maldad ni por supuesto como aquellos dos “mindunguis”
¡solos! podían haberla llevado a cabo; menos todavía cómo uno de
ellos había escapado de las fuerzas de seguridad del Estado cuando
toda España llevaba tres meses con el alma en vilo y muchísimo
menos como una sola persona podía estar cumpliendo una pena -parte
de ella en la Cárcel de -¡ojo al dato!- Herrera de la Mancha- por la
muerte, violación, vejación (y... quien sabe cuantas barbaridades
más) de tres jóvenes adolescentes; no una ni dos, sino tres.
Pero
entonces la “justicia” juzgó, condenó y enterró el asunto y, a
día de hoy, esa es la verdad.
No
obstante, un buen día, te desayunas con filtraciones de la “Santa
Sede” y te traen a colación el caso de otra adolescente
desaparecida y... ¡no es que vayas a pensar cosas raras! pero te
recuerdan aquel macabro suceso y te pones a indagar.
Por
supuesto que no llegas a ninguna conclusión pero recuperan de tu
memoria otras muchas adolescentes que pagaron con su vida y que
sufrieron vejaciones en otros muchos lugares de España y
probablemente del mundo; y lo único que de verdad te causa una gran
desolación es no comprender o no saber quién o por qué.
Así
he recordado el caso de Rocío Wanninkhof y de Sonia Carabantes
-extravagantes y sorprendentes donde los haya- ya que después de
marear y marear y culpar a quien no era y de no se cuentas vueltas
más dadas al asunto, finalmente recayeron las culpas en un inglés
-supuestamente ya asesino y violador en su país- que vivía tan
ricamente en España que fue inculpado gracias al ADN de una colilla
de cigarro encontrada en el descubrimiento del segundo cuerpo y que,
curiosamente, también cumplió o cumple -porque luego casi todo se
olvida- condena en la cárcel de Herrera de la Mancha ...
O
el caso de Marta del Castillo, cuyo cuerpo tampoco ha sido encontrado
(por más que nuestra eficiente policía, nuestra eficiente justicia
y nuestra eficiente prensa se ha volcado en esclarecer, juzgar y
condenar...) y en el que también hay un solo culpable cumpliendo
condena.
Bueno,
lo dicho.
Que
cuando a alguien se le va la olla, se le va a Camboya.
Mi
único deseo en este momento es haberme convertido en una auténtica
paranoica y que nunca nadie en este mundo pueda demostrarme que, al
menos, algo de cordura había en mí.
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