martes, 5 de junio de 2012

NIÑAS DE ALCACER


Hoy me voy a conceder la licencia de creer que me estoy volviendo loca.
Visto el mundo a mi alrededor y el desarrollo de los acontecimientos, creo que tengo derecho a esta licencia.
El desarrollo de los acontecimientos políticos y económicos me está desquiciando bastante, he de reconocerlo; y supongo que -por otro lado- es bastante lógico pues me debato diariamente entre una realidad que no quiero creer y otra que hace que me sea francamente difícil ignorarla.
No sé de donde viene la manipulación; esa es la verdad. Mi inteligencia no llega muy lejos y como ya no soy capaz de creerme nada de nada, me siento incapaz también de distinguir entre la fantasía, la realidad o mi fantasía y mi realidad.
Así que me dedico a divagar y a pensar, única y exclusivamente, en las cosas que no me cuadran a mí. A decir verdad, cosas que nunca me han cuadrado y que por lo tanto colocan a la mosca detrás de mi oreja.
Muchos pensareis que me estoy volviendo majara; probablemente llevaréis razón. Y que conste que hay muchas veces en que pienso en que sería lo mejor que podría pasarme, pues nací con una estúpida sensibilidad que tan sólo la coraza de la locura podría proteger.
Podría enumerar cientos de cosas que nunca me cuadraron y que siempre intenté ignorar.
No voy a negar que la vorágine de internet me arrastra, como a cualquiera de vosotros -supongo- a navegar en un mar de desinformación y manipulación; porque llamarlo información, probablemente sería la prueba más fehaciente de que estoy perdiendo el norte.
Podría hablaros de montones de moscas detrás de mis orejas empezando por cosas tan sencillas como: las guerras del último siglo; la posibilidad de que existan seres de otros planetas o que realmente los seres humanos posean capacidades que todavía no han descubierto provenientes de la energía universal de nuestra galaxia.
Supongo que podría hablaros de muchas cosas que no os son ajenas y que al igual que a mi, tampoco os son indiferentes por mucho que -supongo que como yo- intentéis alejarlas de vuestras mentes sensatas.
Sin embargo, siempre hay espinas que se quedan clavadas en el corazón.
Es cierto que mis fantasmas -muy probablemente- tampoco han aparecido en mi presente por casualidad aunque no sepa muy bien distinguir entre si hay un interés en que así sea o es que muchas conciencias -como la mía- no quieren cerrar los ojos a la verdad o como mínimo necesitan que una verdad exista; máxime cuando muchos días pienso en que ni siquiera yo misma se muy bien quien soy.
Bueno, al grano.
El caso de las niñas de Alcasser, jamás me lo pude explicar.
Ni pude explicarme como aquellos dos “mindunguis” podían tener tanta maldad ni por supuesto como aquellos dos “mindunguis” ¡solos! podían haberla llevado a cabo; menos todavía cómo uno de ellos había escapado de las fuerzas de seguridad del Estado cuando toda España llevaba tres meses con el alma en vilo y muchísimo menos como una sola persona podía estar cumpliendo una pena -parte de ella en la Cárcel de -¡ojo al dato!- Herrera de la Mancha- por la muerte, violación, vejación (y... quien sabe cuantas barbaridades más) de tres jóvenes adolescentes; no una ni dos, sino tres.
Pero entonces la “justicia” juzgó, condenó y enterró el asunto y, a día de hoy, esa es la verdad.
No obstante, un buen día, te desayunas con filtraciones de la “Santa Sede” y te traen a colación el caso de otra adolescente desaparecida y... ¡no es que vayas a pensar cosas raras! pero te recuerdan aquel macabro suceso y te pones a indagar.
Por supuesto que no llegas a ninguna conclusión pero recuperan de tu memoria otras muchas adolescentes que pagaron con su vida y que sufrieron vejaciones en otros muchos lugares de España y probablemente del mundo; y lo único que de verdad te causa una gran desolación es no comprender o no saber quién o por qué.
Así he recordado el caso de Rocío Wanninkhof y de Sonia Carabantes -extravagantes y sorprendentes donde los haya- ya que después de marear y marear y culpar a quien no era y de no se cuentas vueltas más dadas al asunto, finalmente recayeron las culpas en un inglés -supuestamente ya asesino y violador en su país- que vivía tan ricamente en España que fue inculpado gracias al ADN de una colilla de cigarro encontrada en el descubrimiento del segundo cuerpo y que, curiosamente, también cumplió o cumple -porque luego casi todo se olvida- condena en la cárcel de Herrera de la Mancha ...
O el caso de Marta del Castillo, cuyo cuerpo tampoco ha sido encontrado (por más que nuestra eficiente policía, nuestra eficiente justicia y nuestra eficiente prensa se ha volcado en esclarecer, juzgar y condenar...) y en el que también hay un solo culpable cumpliendo condena.
Bueno, lo dicho.
Que cuando a alguien se le va la olla, se le va a Camboya.
Mi único deseo en este momento es haberme convertido en una auténtica paranoica y que nunca nadie en este mundo pueda demostrarme que, al menos, algo de cordura había en mí.

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