En
esta nueva aventura internauta en la cuál estoy prácticamente en
pañales, he podido observar una enorme confluencia de ideologías,
formas de pensar, de entender la vida, de ver el presente y el futuro
y de intentar defender lo que cada uno considera que merece la pena
defender.
Lo
que más me apasiona, y lo que más satisfacción me produce de todo
este universo por descubrir, es advertir que detrás de cada uno de
vuestros tweets hay seres humanos; personas normales, como yo, que
intentan compartir todo aquello que creen que merece la pena
compartir. Muchos comparten arte, fútbol, espectáculo, historia,
noticias, vivencias, sentimientos, oportunidades o simplemente
información, pero muchos otros intentamos también luchar por
nuestros ideales y ayudar y apoyar a quienes mas lo necesitan. Y
sobre todo, despertar la conciencia de muchos otros que parecen
tenerla dormida.
Ese
es mi caso.
Que
una persona que se considera defensora de la justicia intente exponer
o reflexionar sobre el por qué no apoya la violencia, debería
parecer, a primera vista, absurdo.
Y
sin embargo, tras leer montones de tweets y de opiniones de todas las
clases, me he sentido con la obligación de hacerlo porque, en el
fondo de todas las reivindicaciones de una gran mayoría de nosotros,
el objetivo común es precisamente esta lucha. La lucha por la
justicia social.
Es
por eso también por lo que mi primer argumento para no apoyar la
violencia es, "justamente", ese. Porque no creo que la violencia sea
“NUNCA” justa.
Nuestra
sociedad, nuestro mundo, lleva siglos haciendo la guerra. Llevamos
miles o millones de años utilizando la violencia unos contra otros
para ostentar el poder, para defender territorios, ideologías o para
imponer que llevamos la “pretendida” razón pero fundamentalmente
para defender intereses que poco o nada tienen que ver con la
humanidad , salvo, tal vez, usar a las personas en beneficio propio.
Y mientras tanto, parecemos no darnos cuenta de que la violencia no
respeta ninguno de los derechos fundamentales de los individuos; ni
respeta el derecho a la vida ni respeta el derecho a la integridad
física ni moral ni respeta ningún tipo de derecho ni de libertad,
simplemente se impone con la fuerza.
Y
en todos estos siglos, me cuesta creer que no hayamos aprendido nada.
La
justicia NUNCA puede defenderse con la violencia.
Lo
primero, porque cuando se utiliza la violencia, siempre tiene las de
ganar el más fuerte. No importa de qué tipo de violencia hablemos.
Tanto da una guerra que un desencuentro entre dos personas (pareja,
amigos o enemigos); el triunfo del enfrentamiento siempre se
inclinará hacia el lado del que más capacidad de violencia pueda
utilizar. Despreciamos a las personas que matan a sus parejas, a los
que abusan de niños porque son más fuertes. Criminalizamos a los
terroristas, a los asesinos, a los opresores. De hecho, España vivió una
guerra civil en la que no ganó quien más razón tenía, sino quien
demostró, en una lucha violenta, ser el más fuerte.
Usar
la violencia para ordenar las relaciones sociales es el mayor
atentado contra la razón; porque desde mi humilde punto de vista,
está claro que no va a ser quien la tenga quien salga victorioso
sino quien consiga imponer la suya por la fuerza. De eso se
aprovechan quienes nos gobiernan y quienes ostentan el poder a más
alta escala.
Lo
segundo, porque el uso de la violencia siempre, SIEMPRE, genera
víctimas; la gran mayoría de ellas, inocentes y mayoritariamente
débiles.
No
pierden con las guerras quienes pierden las batallas. Pierden quienes
pierden a sus seres queridos. Pierden quienes sufren por las
horribles consecuencias que siempre generan. Pierden quienes
sacrifican su vida por una lucha, por definición injusta, en la que
ni deciden ni muchas veces saben muy bien qué es realmente lo qué
defienden. Pierden las personas y pierden los seres humanos. Y entre
otros, ganan las industrias armamentísticas y los poderes económicos
y políticos que se construyen en torno a ellas. Con el telón de fondo de la violencia, la Declaración Internacional de los Derechos Humanos es puro teatro. Así de claro lo veo
y lo siento.
Sé
que muchos de vosotros no estáis sólo indignados. Estáis realmente
cabreados y pensando en el uso de la violencia como la única forma
de lucha posible contra el poder; el poder del dinero y también el
poder de su violencia. Pero son ellos, aquellos a los que pensáis
enfrentaros, los que disponen de todos los medios para aniquilaros
tan pronto hagáis amago de intentarlo. Y por eso adivino que también
sabéis que, precisamente por eso, con la violencia, tenéis todas las
de perder.
Por
eso os pido que le deis una oportunidad a la paz, a la razón y a la
justicia. Que le deis una oportunidad a la lucha de las personas, de
los seres humanos, de los individuos libres y dignos que intentan
transformar este sistema. Aquellos cuya intención no es cambiar un
sistema injusto por otro sistema injusto sino que apelan a que sea la
conciencia, los verdaderos y buenos valores de ese 99% que cree en la
vida y en la solidaridad, los que luchen con su poder y con la fuerza
de la palabra, de la razón y de los hechos. Un 99% de esta sociedad
que, por otro lado, estoy segura que nunca os va a apoyar aunque, si
os empeñáis en usar la violencia, tenga que sufrir las
consecuencias de vuestra sinrazón.
Porque
no queremos construir un futuro sobre las ruinas que las guerras
llevan miles de años dejando en este mundo ni sobre la sangre de los
hermanos que mueran defendiendo sus ideas contrarias a las nuestras.
Porque no queremos un modelo de sociedad donde los poderes económicos
y el egoísmo de los que tienen la fuerza y el capital sigan
decidiendo nuestros destinos.
Porque somos muchos, y cada día
seremos más, los que creemos en nuestra propia fuerza y en nuestro
propio poder para ponernos de acuerdo; los que creemos que
apoyándonos y siendo solidarios y valientes podemos decirles que
somos miles de millones de conciencias, cada vez más conscientes de
nuestra realidad y de nuestro valor, y que podemos vencer, no
utilizando sus armas de dominación sino las nuestras de liberación
frente a su poder económico, político y armamentístico.
Porque
queremos ser hermanos y en esta lucha por un mundo más justo y más
solidario, la razón está de nuestra parte.
Y
porque si no logramos vencer esta batalla y nos aniquilan o nos
someten, dejaremos a los que nos sigan en ella lo más importante que
les podemos dejar: el ejemplo de la lucha por la dignidad de ser
personas y de ser humanos y el testimonio de los verdaderos valores
que merece la pena defender. Tal vez ellos sobre esos valores, sí puedan conseguir vivir en un mundo más justo y mejor.
Creo
que queda claro que esto es sólo una pequeña muestra de las razones
que cada uno podemos tener para no defender la violencia. Estas son
algunas de las mías y apelo a que cada uno de vosotros encuentre
muchas razones más.
Es tan espléndido, tan hermoso y está tan claramente expresado, que debería de ser una arenga antes de cada acción popular, una oración durante su transcurso y un discurso de exposición cual colofón de esa acción.
ResponderEliminarPorque siento lo mismo que tú, MUCHAS GRACIAS Y ENHORABUENA.
Pilar