Soy
de esas personas a las que les gusta más creer que saber, pensar que
saber u opinar que saber; porque la verdad es que saber, como decía
aquel, “sólo sé que no sé nada”.
Quiero
decir que soy de esas personas que no se consideran en posesión de
la verdad ni de la razón, por más que muchas veces defiendan con
demasiado ímpetu lo que, en realidad, saben perfectamente que es
solamente su razón y su visión de la verdad.
Sin
embargo, hoy creo que ha llegado ya el momento de dejar de opinar y
de decantarse por una opción concreta, independientemente de lo que
cada uno podamos creer o de la forma en que cada uno de nosotros
podamos interpretar las circunstancias y los acontecimientos.
Lo
que es real es que hay una llamada a la manifestación el día 12 de
mayo -y a la reivindicación los días posteriores- en la que cada
uno de nosotros ya no tenemos que opinar sino decidir si saldremos a
la calle, o no.
Creo
que es difícil definir y concretar lo que representa y lo que
defiende el movimiento 15M porque, sinceramente, espero que, a día
de hoy, nada esté definido ni concretado. Confío y creo en que,
todos y cada uno de nosotros, podemos y hemos de formar parte de
dicha concreción a base de unificar nuestras conciencias, eso sí,
en una misma lucha que no puede tener otra base que la justicia
social.
A
mi modo de ver, una justicia social que no puede nacer de ideologías,
de aprendizajes, de siglas, de banderas ni de fronteras, sino de la
dignidad individual y la solidaridad colectiva que, por encima de
cualquier otro interés, desee hacer realidad el triunfo de los
verdaderos valores que todos y cada uno de nosotros llevamos dentro.
Cabría
pensar que esos valores también podrían ser diferentes para cada
uno de nosotros pero, sin embargo, tengo el convencimiento de que
esto no es así.
Estoy
convencida de que los verdaderos valores de toda la humanidad
provienen de un espíritu que nace con todos y cada uno de nosotros y
que, sin embargo, tan pronto nuestra materia abandona el útero
materno, o incluso antes, comienza a ser educado o manipulado en una
u otra dirección -dependiendo del lugar y el entorno en que se
produzca nuestro nacimiento- predisponiéndonos para interiorizar
otro tipo de consideraciones exteriores que se nos presentan como
valores pero que, en realidad, no pasan de ser meros intereses.
Esta
reflexión -que a primera vista puede resultar un tanto mística-, no
podéis interpretarla como si procediese de una persona especializada
ni tan siquiera de alguien poseedora de conocimientos, ni de dogmas
ni de creencias, sino intentar entenderla desde la perspectiva de un
ser humano que en poco o en nada se diferencia de cualquiera de los
que, a millones, habitan este planeta; una persona, que como una gran
mayoría de ellas, simplemente intenta conocer y comprender su
realidad.
Sobre
mis espaldas pesan ya unos cuantos años y creo que he conocido a
cientos, quizás miles de personas en toda esta andadura y, so pena
de que “piense el ladrón que todos son de su condición”, no he
conocido a nadie que por encima de todo no haya querido, conocido,
valorado, apreciado o sentido el AMOR. Unos con egoísmo, otros con
desesperanza por creer no encontrarlo; otros dándolo sin pedir nada
a cambio y otros demonizándolo para no sentirse miserables por no
poder tenerlo. Muchos dándoselo a sus hijos, muchos a sus padres;
millones a sus parejas, estables o esporádicas; hacia el mismo o
hacia distinto sexo; fraternal, a la naturaleza, a la vida. Aun así
habrá quienes crean que no sienten amor, en cuyo caso, probablemente
sea la manifestación más patente de que existe por cuan
desesperadamente lo necesitan.
Ese
es el verdadero valor. A partir de él, los intereses van creando el
resto de los sentimientos buenos o de los sentimientos malos con los
que los seres humanos vamos representando nuestra realidad. En la
medida en que cada uno de nosotros interiorizamos ese interés hacia
nosotros mismos o hacia los demás, somos capaces de transformar el
amor en odio, la generosidad en envidia, la solidaridad en egoísmo,
etc.
Y
con esa medida es con la que el ser humano ha ido creando en esta
sociedad parcelas y clasificando los pensamientos y los
sentimientos en religiones, creencias, ideologías políticas,
nacionalidades y provocando luchas por imponer esa proyección.
Con
esa medida, el ser humano lleva miles de años creando sistemas
sociales, políticos, económicos y jurídicos que priorizando unos u
otros intereses -dependiendo en cada época histórica de quien
tuviera más fuerza, más poder o más dinero- han seguido
enfrentándonos, bien para imponerlos, bien para defenderlos.
Así
han conseguido dividirnos y difuminar nuestro verdadero valor y
nuestro verdadero poder hasta conseguir que a día de hoy este
planeta esté únicamente dirigido por el interés económico de los
más poderosos.
Ha
llegado el momento de buscar dentro de nosotros ese amor y de
exteriorizarlo sin reservas hacia todos los demás. Ha llegado el
momento de que, en base a ese único, básico y fundamental valor,
empecemos a trabajar para cambiar este sistema establecido. Ha
llegado el momento de que comprendamos que la justicia, el respeto,
la libertad, la felicidad y el futuro, empieza por cada uno de
nosotros y de que entendamos que, solamente amando a los demás con
la misma intensidad que debemos amarnos a nosotros mismos, podemos
construir un futuro digno para todos.
Ha
llegado el momento de que todos los que confiamos en nuestro poder,
en nuestro derecho y en nuestra dignidad, decidamos si apoyamos un
movimiento de conciencia y salimos a la calle para encontrarnos y
enfrentarnos solidariamente a este sistema en el que una minoría
desconoce y no quiere reconocer el verdadero valor humano, o seguimos
sometidos al dictado de esa minoría que intenta cada día, única y
exclusivamente en base a sus propios intereses económicos,
convertirnos en esclavos al servicio de ese interés.
¿Serán
humanos?
Yo
creo que yo, sí lo soy.
Y
por eso estaré en la calle el #12M con el #15M porque creo es el
movimiento que representa, en la realidad actual, el sentimiento de
lucha por el valor de la humanidad más próximo a los valores que
todos juntos podemos defender.
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