miércoles, 2 de mayo de 2012

UNA HUMILDE REFLEXIÓN SOBRE EL #15M 12M


Si es cierto que todo es opinable, no es menos cierto que el movimiento 15M es todavía más opinable, si cabe, porque es un movimiento básicamente libre y fundamentalmente abierto. O eso es lo que opino yo.
Hoy quiero hacer una reflexión porque hace prácticamente un año que este movimiento se manifestó por primera vez y que las gentes humildes de este país tuvimos por primera vez conocimiento de su existencia, o quizás, en realidad, de su nacimiento, pues no creo que antes de aquel 15M existiera nada igual.
Cierto es que, para que se produjera una convocatoria, tuvo que haber una serie de gente detrás que tenía la necesidad de gritarle al mundo que estaba tan harta de ver el desarrollo de los acontecimientos en este país, que había decidido tomar conciencia y salir a la calle a propagarlo y que no dudaba que con ese mismo sentimiento, muchos más se sentirían identificados.
Sin embargo, aquello que comenzó siendo una simple manifestación de indignación, gracias al valor, a la determinación y a la entrega de muchos otros como ellos, acabó por convertirse en algo que sobrepasó expectativas, fronteras y que a muchos de nosotros nos devolvió la fe en que un cambio era posible y que teníamos que unirnos a él para conseguirlo.
Las acampadas enseñaron al mundo un poder de solidaridad, de capacidad de decisión, de autodeterminación, de entereza, de espíritu de lucha, de ideas y de ideales, de convergencia de todas las edades, incluso de religiones y de idearios que fue mucho más allá de las fronteras y de las patrias, mucho más allá de las siglas y mucho más allá de cualesquiera de los patrones anteriormente establecidos.
Pero, lógicamente, una sociedad ordenada y unos dirigentes políticos asentados en un sistema de privilegios y de poder, no podían permitir que el pueblo se les subiera a las barbas y decidieron cortar por lo sano. En algunas plazas con mayor tolerancia, en otras con absoluto desprecio a los derechos humanos, consiguieron su objetivo y desmantelaron las acampadas, pero no así el espíritu de ese movimiento.
Después llegó el verano y con él las vacaciones, el descanso, la desconexión y todo parecía dar a entender que aquello había sido, al igual que la primavera, el florecimiento estacional de la naturaleza que el sofocante calor y la sequía habían logrado doblegar.
Pero aquello no fue así. El movimiento volvió a llamar a la ciudadanía el 15 de octubre a una nueva manifestación y la ciudadanía respondió con toda la contundencia de qué fue capaz aglutinando miles de personas en unas manifestaciones de indignación que no se habían visto en España, o al menos yo no había visto nunca. Y la conciencia traspasó fronteras. Y en solidaridad con aquellas manifestaciones, muchos otros países del mundo salieron a la calle a gritar su indignación en un movimiento internacional multitudinario que por mucho que los políticos de turno y los medios de comunicación quisieran desprestigiar, mitigar o manipular, fue la respuesta masiva de unos pueblos hartos de la corrupción política, de la manipulación de los mercados, de la actuación irresponsable y delictiva de los bancos, que salía en masa a la calle a demostrar que no estaban dormidos y que estaban dispuestos a luchar.
Después llegaron las elecciones.
Claro está que todos los que acudieron -o no- a las manifestaciones, no tenían las esperanzas puestas en un movimiento callejero sin organización ni programa político, ni todos conocían realmente la malignidad del sistema al que pertenecemos.
Muchos socialistas llegaron incluso a decir que todo había sido organizado por la derecha contra el gobierno socialista para ganar las elecciones e incluso los resultados electorales parecieron darles la razón.
Pero yo creo que nada hay más lejos de la realidad. Lo cierto es que la desesperación causada por el paro cada día en aumento, la necesidad de intentar un cambio para mejorar, las promesas del Partido Popular que después resultaron ser mentiras, la esperanza de recuperar tiempos pasados cuando Aznar había creado miles de puestos de trabajo basados en la especulación inmobiliaria y sus consecuencias, hizo a mucha gente inocente inclinar la balanza hacia el Partido Popular. La injusta Ley Electoral que sufrimos desde hace treinta años en este país y que tras la caída de la UCD se ha manifestado claramente beneficiaria de los dos Partidos Mayoritarios y de las minorías autonómicas en contra de los partidos minoritarios de carácter nacional, hicieron el resto.
No es que la balanza se inclinará claramente hacia la Derecha, ni mucho menos, pero si que otorgó al Partido Popular una mayoría absoluta para gobernar, que ya hoy, a cinco meses vista de aquellas elecciones, se ha manifestado claramente absolutista, dictatorial y represora; gobernando a favor de los intereses de los ricos y poderosos y en contra de los intereses de una gran mayoría de la ciudadanía que cada día ve como les van quitando sus derechos, les echan de sus casas, les suben los impuestos, les privan de la oportunidad de dar estudios universitarios a sus hijos mientras hacinan en aulas a los más jóvenes, les quitan profesorado y privan a los menores de 3 años del derecho a la educación.
Han sacado adelante por Real Decreto sin ningún tipo de consenso, leyes como la de la Sanidad que no sólo recorta prestaciones, sino que además, en principio, deja fuera de la asistencia no sólo a los inmigrantes sino también a nuestros hijos mayores de 26 años que no encuentran trabajo. Además de estar creando las bases para transferir a manos privadas los hospitales y las infraestructuras sanitarias y no sanitarias que con nuestros impuestos tanto nos ha costado conseguir.
Han decretado una Reforma Laboral que, lejos de crear puestos de trabajo, está destruyendo empleo a velocidades de vértigo dejando a miles de familias en el más absoluto desamparo y en muchos casos al borde de la indigencia, eso sin tener en cuenta el retroceso de un siglo en los derechos laborales de la clase trabajadora que tantas víctimas se ha llevado y tantos años de lucha nos ha costado igualmente conseguir y sobre todo, dejando muy claro que quieren mano de obra barata y desprotegida para sus empresas.
A cambio nos ofrecen perdón para los defraudadores fiscales, ayudas para rescatar a la banca, vista gorda a los políticos corruptos y apoyo a la Institución de la Corona para justificar comportamientos no sólo no éticos sino presuntamente delictivos mientras las Pymes siguen cerrando y esperando el milagro que parece no llegar, pues la recesión cada día les aleja más de la esperanza.
Todo ello por no hablar de la vil participación de la Iglesia Católica en tan injusto despropósito, eso sí, mientras cobra suculentas subvenciones al igual que la CEOE.
Cada día nos regalan con nuevos nombramientos de familiares y amigos como asesores, como altos cargos en empresas públicas o privatizadas, en los puestos de Gobierno de Bancos, de grandes empresas, acumulación de puestos de responsabilidad más que generosamente remunerados y patrimonios sólo al alcance de una élite social que no puede estar más alejada del compromiso con los ciudadanos que les han votado y cuya principal intención es vender todo lo público, todo lo nuestro, no al mejor postor, sino al que más les pueda beneficiar a ellos. Y esto tanto a la derecha como a la izquierda, que todo hay que decirlo.
La sociedad está indignada, no me cabe la menor duda. Está más que indignada y mucho más indignada que en octubre pasado.
Por eso los que nos gobiernan quieren utilizar la política del miedo y de la represión para hacernos callar; porque saben que si salimos todos a la calle a gritar nuestra indignación, no quedará un sólo hueco en ellas, entre hombro y hombro, de tantos como no están dispuestos a soportar más que les hagan responsables y paganos de una crisis que poco o nada tiene que ver con ellos.
En definitiva, y después de todo este rollo mil veces contado, me gustaría que cada uno de nosotros, indignados y conscientes, propaguemos la convocatoria del 12 M por nuestros centros de trabajo, por nuestros colegios, por nuestros bares, por nuestros barrios. Porque, aunque a todos los que circuláis noticias por las redes os parezca mentira, mucha gente en la calle todavía se pregunta que ha sido del 15 M y no saben que sigue ahí.
Nos necesitan, como nosotros les necesitamos a ellos, para decirles a estas élites que nos gobiernan o pretenden gobernarnos en el futuro, toda la vergüenza y la indignación que llevamos dentro.
Porque el 15 M, para mi, no es un movimiento, sino una conciencia colectiva que reclama justicia, solidaridad, igualdad, paz y acabar con toda esta vorágine, antes sólo política pero ahora también financiera, de ideología fascista y neoliberal que pretende arrasar nuestro planeta para apoderarse de él.
Y unidos, muy unidos, porque en esta lucha, lo que le hacen a uno, nos lo hacen a todos. Aquí y en Fernando Pó.

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